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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¡Afrodita!

 

Minos logró alcanzar al santo de piscis en el interior de su jardín, demasiado cerca a la cámara del patriarca que les había dado cobijo, quien se detuvo al escuchar ese grito, notando que no intentaba lastimarlo y que las rosas de su jardín parecían atemorizar al juez de las almas, quien no se atrevía a dar un paso en falso en ese sitio, aunque, gracias a su cosmos, el polen de sus armas estaba latente, dormido, no lo mataría si él no lo deseaba.

 

-No te precipites, podemos llegar a un acuerdo… tengo algo que tu quieres.

 

Afrodita arqueo una ceja, escuchando las palabras de Minos con demasiada sorpresa, sin comprender del todo de que estaba hablando, jugando con una de sus rosas, preguntándose si lo que podía ver en ese juez era temor.

 

-¿Como que?

 

Minos trago un poco de saliva cuando Afrodita le acarició con los pétalos de su rosa, desviando la mirada con algo de miedo, pero sin evitar que el santo dorado dibujara una línea de su mejilla, a sus labios, como si fuera un beso.

 

-A mi.

 

No lo entendió del todo, mirándole fijamente, que se suponía que significaba todo eso, observando cómo Minos trataba de convencerlo de no entregar a dos de los héroes del santuario, de las guerras, a cambio de Minos.

 

—Te tienes en demasiada buena estima, Minos de Grifo, para que pienses que yo traicionare al santuario por ti.

 

Minos al principio guardó silencio, tratando de no respirar el polen venenoso de ese jardín, idear una forma en la cual, el santo dorado que había humillado cruelmente, quisiera escucharlo.

 

-Nos han dado asilo, porque pensaban que no había forma de huir de la furia de los dioses, porque mi hermano es la pareja de uno de los géminis, pero cuando sepan que Hades aun conserva su vida, tratarán de destruirlo, a él y al niño que espera ese omega rubio.

 

Shion tal vez les mostraria algo de piedad, Dohko no lo haría, él insistiría que era el momento adecuado de matar al dios Hades, de librarse de su descendencia, usando como excusa que uno de sus héroes había sido utilizado por el dios regente del Inframundo para portar su semilla.

 

-Mataran a mi dios, a nosotros, sus jueces, tal vez a Kanon, si el desea defender a mi hermano, el caos destruirá el santuario, así que lo mejor es no decir nada, mi señor Hades ama a su omega, le protegerá y no dañara el santuario, una vez que ha sido derrotado.

 

Afrodita sabía que eso pasaría si daba la alarma, pero, eran sus enemigos, debían eliminarlos, aunque, era tentador humillar al alfa que había sido tan cruel con él, quien estaba dispuesto a entregarse como una forma de pago, debido a su lealtad.

 

-Sólo tienes que guardar silencio y a cambio haré lo que tu me digas, lo que sea, mientras tú mantengas tu palabra.

 

Minos esperaba escuchar una afirmación de Afrodita, que aceptaba su propuesta, porque no creía que su dios por el momento tuviera la fuerza para mantenerse despierto demasiado tiempo en su envase, mucho menos en las tierras de Athena, así que sus vidas, estaban en las manos del soldado más hermoso de la diosa de la sabiduría.

 

-¿Serias mi omega a cambio de mi silencio?

 

Minos asintio, pues que más le quedaba, y suponía que ese cambio de actitud en el santo de la rosa era merecido, por ser tan cruel con él, por hacerle tanto daño, aunque tambien estaria agradecido, si guardaba silencio, dándoles más tiempo para saber qué hacer y encontrar una forma de dar con el dios del vino, con su aliado, Hades sabría qué hacer.

 

-¿Mi mascota?

 

Afrodita volvió a acariciar la mejilla de Minos, que se mantenía quieto, recordando las palabras de las personas que conoció fuera del santuario, aquellas que le lastimaron debido a su belleza, aspirando su cuello, como lo haría un alfa con un omega.

 

-¿Mi perrito?

 

Minos apretó los dientes, pero aun así, asintió, desviando la mirada cuando Afrodita despejo su cabello de su rostro, para admirarle bien, su nariz, sus ojos, su barbilla, encontrandolo mucho más hermoso todavía.

 

-Ya te lo dije, haré lo que tu desees, Afrodita de Piscis, aunque, según recuerdo tu deseabas un compañero, no un juguete.

 

Probablemente ese era su orgullo hablando, el que hizo que Afrodita ladeara la cabeza, recordando sus insultos, su desagradable actitud, para reírse de su comentario, porque eso deseaba en un principio, un compañero que fuera gentil, pero, esta buena persona fue igual a los demás y él recibiría su lección, por pensarlo inferior, por creer que podía insultarlo, actuar como si le diera náuseas.

 

-Eso era antes de que me trataras como basura, ahora, no serás mi igual, sino mi mascota, por todos esos omegas que han sido sometidos, por todos esos alfas que les han hecho daño.

 

Afrodita beso su mejilla con delicadeza, para después apartarse de su cuerpo, dándole la espalda, pensando que eso no era lo que deseaba, pero eso nunca sucedía.

 

-Te vere al anochecer, recogete el cabello, quiero poder admirar ese bello rostro que posees.

 

Sin más se marchó, dejando solo a Minos, que despues de unos momentos en absoluto silencio, decidió marcharse, dar la media vuelta y regresar con su señor Hades, o con Shun, el santo de bronce de cabello verde, ese que era el alfa del cisne.

 

-No faltes o dare la alarma.

 

Minos asintió, no faltaría a su cita, no le quedaba otra opción.

 

-No lo haré.

 

*****

 

Kanon al ver que se trataba de una pelea entre dos alfas por un omega, decidió dejar en las manos de Shaka todo ese asunto, aunque, también estaba sorprendido que el omega disputado no fuera Mu, sino Aldebaran de tauro.

 

-¿Qué ocurrió?

 

Radamanthys le pregunto viendole regresar, había sentido el estallido de cosmos cimbrar el santuario, era uno de los guerreros que destruyó en el Inframundo, más otro más que no pudo reconocer.

 

-Una pelea, por un omega.

 

Eso era muy malo, porque Dionisio brindaba la locura a los habitantes de los lugares que acechaba, que trataba de invadir, usando a los alfas como un arma, a los omegas como una carnada.

 

-Mu y Dohko pelean por Aldebaran…

 

Kanon se rasco la cabeza, porque si bien Aldebarán no era feo, nunca pensó que pudiera ser un omega, era demasiado alto y demasiado fuerte, con esas cejas, de pronto se detuvo, observando a su omega, que le miraba en silencio, sin saber quién era ese Aldebaran.

 

-Aunque comprendo que pueden ver en el toro del santuario.

 

Radamanthys sintió de pronto que Kanon sujetaba su mano, tirando en su dirección, para que sus cuerpos se juntaran, recargándose en su pecho, sus manos posadas en la cintura de su omega, que le miraba sorprendido.

 

-Es alto, es fuerte y tiene esas exoticas cejas unidas en su rostro, además, es noble, una buena persona con una extraña actitud, justo como tu, un hermoso omega fuerte, alto, noble, pero a mi me gustan más los rubios, que los trigueños.

 

Kanon beso los labios de su omega, sin temor a despertar a su Leviatán, porque su amada pequeña estaba siendo protegida por su querido hermano y su pareja, su esposo, dos adultos que ya tenían experiencia cuidando niños, aunque los cuatro monstruitos no resultaron del todo bien, sabía que estaba en buenas manos.

 

-Con esa mirada de pocos amigos, como si deseara arrancarte el corazón con una sola de sus manos.

 

Aunque pensándolo bien, la proxima ocasion se las dejaría a Milo y a Camus, ya que Hyoga había resultado más que bien, era un buen muchacho, un omega, con un mejor alfa, esperando un patito o un conejito, un patonejo.

 

-O quisiera desvestirme en el acto, para pasar a unas actividades mucho más placenteras…

 

Radamanthys en respuesta sujeto su cabello, dos mechones, para besarle con fuerza e ímpetu, devorando su boca, como pronto se alimentaria de su cuerpo, gimiendo en sus labios, restregándose contra su hombría.

 

-Hablas demasiado.

 

Era cierto, hablaba demasiado, pero siempre y cuando estuviera de buen humor, con la persona adecuada, como lo era su omega, que le hizo caer sobre su cuerpo, besando sus labios, saboreando su boca.

 

-Y creo que eso es algo de lo que me gusta de ti.

 

Kanon se quitó la camisa azul que utilizaba, dejándola caer en el suelo, quitando la ropa de Radamanthys con rapidez, lo deseaba desnudo, quería aprovechar el tiempo que tenían para ellos, deteniéndose de pronto, cuando sintió el cosmos de Mu, de nuevo, así como el de Shaka, pero, decidió confiar en el hombre más cercano a los dioses, el no dejaría que nadie lastimara a su maestro, o su padre adoptivo.

 

-¿No volverás a marcharte?

 

Eso era sin duda una broma, porque en ese momento, no deseaba nada mas que poseer a su omega, que le recibía con los brazos y las piernas abiertas, con esa aura salvaje que lo cautivo en el Inframundo.

 

-Algun dia actuaremos tu derrota de nuevo, pero sin esos mocosos obligándome a ser todo un caballero.

 

Radamanthys supuso que debía molestarse por esa derrota, pero era una de las razones que le hacían desear a Kanon como lo hacía, pues era de los pocos guerreros que pudieron derrotarlo en su larga vida.

 

-¿Tomarías al espectro para ti?

 

Le pregunto con una sonrisa traviesa, levantando sus caderas para que Kanon pudiera quitarle el pantalón, acariciando sus piernas largas, que restregó contra las del santo dorado, que asintió, imaginandose aquel escenario.

 

¿Como tu premio de guerra?

 

Lo habría tomado en el campo de batalla y le habria hecho jurar lealtad por él, más que por Athena, y de seguir siendo el general marino, lo hubiera disfrutado mucho más, un espectro para el, que gobernaria el mundo, el mar, la tierra, el inframundo.

 

-Estarías a mis pies.

 

Ya lo tenía a sus pies, Kanon debía comprenderlo, porque de otra forma no se atrevería a restregarle su derrota como lo hacia, ni a contarle lo que hubiera pasado de no estar los santos de bronce presentes, o de no ser un guerrero honorable, como lo era en ese momento, y en el pasado, aunque se convenció a si mismo de ser una mala persona.

 

-Yo ya estoy a tus pies, me he entregado a ti… pero no eres mi amo.

 

*****

 

Pandora utilizó la facultad del inframundo para traer guerreros caídos, sin los jueces a su disposición, no le quedaba más que regresar a los otros espectros que eran poderosos, uno de ellos Valentine, quien la odiaba, pero suponía que odiaba mucho más a Kanon, que se había llevado el premio que tanto ansiaba.

 

No obstante, ella no era tan poderosa como lo era su hermano y el proceso siempre se quedaba a la mitad, con un espectro despertado a medias, un ente atrapado en un cuerpo sin vida, lo que muchos pensarían era un no muerto.

 

Quien quiso atacar a Pandora inmediatamente la vio, deteniéndose al escuchar esa conversación, ver a su amado señor entregándose a alguien más, alguien que no era él, traicionando su amor, su lealtad, transformándose en nada menos que una ramera ante sus ojos, alguien indigno, una criatura lejana a esa noble criatura que deseaba poseer.

 

-Nos ha traicionado, únicamente para correr detrás de un alfa, un soldado del santuario que le humilló en combate.

 

Valentine toco el espejo, la forma en la cual podía ver lo que sucedía entre su señor y ese santo de Athena, negando eso, recordando su rechazo, el dolor que sintió antes de su muerte, cuando decidió quedarse con ese soldado de Athena, negándose a su amor.

 

-Es una ramera, solo un omega, no es un guerrero ni es mi noble señor, no si se deja someter por ese santo dorado.

 

Podía ver el placer en su rostro, escucharlo, haciéndole odiarlo, cuando antes le amaba con locura, escuchando los pasos de Pandora, que colocando una mano en su hombro, supuso que podía encomendarle una tarea.

 

-Esa niña es de Kanon, el pequeño bebé que cuida con tanto esmero, la máxima muestra de su traición, de su mentira.

 

La recordaba perfectamente, un recién nacido que Radamanthys cuidaba con esmero, que Minos le ayudaba a mantener lejos de cualquier espectro, haciéndole rabiar mucho más, porque ese juez, el que se decía ser el hermano de su traicionero señor, siempre le mantuvo lejos de su amado, para permitir que ese santo dorado le poseyera, el también se trataba de un traidor.

 

-Ella debe arder, debes llevarla con Dionisio, el te recompensará por tus esfuerzos y te ayudará a castigar a Radamanthys.

 

Castigarlo, eso era lo único que deseaba en ese momento, hacerle pagar por el dolor que había sentido, por no ser elegido, cuando él siempre había estado a lado de ese omega, esa ramera, que le había mentido.

 

-Arderá…

 

*****

 

Hyoga no supo por primera vez en toda su vida como actuar, cuando esos espectros se agacharon frente a Shun, cuyo cabello seguía siendo negro, sus ojos sin brillo, quien acariciaba su espalda, sentado en una de las columnas, como si fuera lo más normal del mundo, que su alfa no estuviera presente.

 

-Déjame ver a Shun.

 

Pronunció en un susurro, esperando que Hades, simplemente regresara a dormir, que dejara de tocarlo, porque no estaba bien, no era correcto que otro alfa pudiera recorrer su cuerpo.

 

-Te lo imploro.


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