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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¿Qué está pasando? ¿Porque esa cara tan larga?

 

Kanon pregunto volteando con lentitud, mirándolos fijamente, en especial a Hyoga, que se veía perturbado, como si quisiera esconder información importante, pero de él o de su alfa, que parecía tranquilo, alegre, suponía que se sentía parecido a lo que él sentiria cuando el embarazo de su omega hubiera avanzado un poco más.

 

-Es Shun…

 

Susurro Hyoga, desviando la mirada de su alfa, que se sorprendió demasiado al escuchar esa respuesta, pero su omega sostuvo su mano, con cariño, para que le permitiera hablar con él.

 

-Creo que Hades aun existe y temo por la seguridad de mi conejito.

 

Kanon guardó silencio por unos momentos, su rostro frío, como si no comprendiera lo que dicho por Hyoga, Shun tenía sus manos en su regazo, creyendo tal vez, que sería rechazado por su cisne, pero si estaban con él, era porque deseaban su ayuda.

 

-Tu amas a un espectro no es verdad, tu estas enamorado de Radamanthys, y se que eso no es bien visto en el santuario, tal vez los santos dorados lo toleren, pero los santos de plata, los de bronce, no dicen cosas buenas de ti, eres el gemelo de la desgracia, quien volvió malvado a Saga y ahora, tienes a un espectro como tu amante, no saben que es un juez, pero cuando lo hagan, hablaran mucho peor, pero mi alfa es el envase de Hades, he hablado con él…

 

Shun jadeo al escuchar esas palabras, sintiendo como el apretón de manos de Hyoga aumentaba, para que no se apartará de él, tragando un poco de saliva, escuchando el suspiro de Kanon, que sabía que eso era cierto, él no era apreciado en el santuario, no por todo el mundo, su omega tampoco, pero aun asi, lo que deseaba era ayudar al cisne, proteger a su alfa, cuidar de su dragón, ser tan bueno, como Radamanthys creía que era, tan malo, como para que sus enemigos no volvieran a lastimar a sus seres queridos.

 

-Mi maestro no estará conforme con esto, querra encerrar a mi amor en el ataúd, o matarlo, pero Shun no es culpable de nada y yo no quiero perder a mi alfa, por eso necesito ayuda, por favor, que podemos hacer.

 

Kanon asintió, les ayudaria, como les ayudó a transitar todo el Inframundo, pero antes de eso suponia que ese estrés no era bueno para un omega embarazado, mucho menos, con uno tan adelantado.

 

-Te ayudaremos, protegeremos a Shun, la atlántida es un sitio neutro, Io y Kaza me sirven directamente, Julián me ha dado la orden para proteger sus tierras, Sorrento es su guardaespaldas, así que nada pasa si yo no estoy de acuerdo…

 

Kanon les sirvió un poco de té caliente con un toque de leche, para que lo bebieran en silencio, escuchando los pasos de su omega, que se sentó a su lado, vestido con ropa de ateniense de entrenamiento, prestada de su alfa, quien le sonrió al verlo, mirándolo de pies a cabeza.

 

-Pero esperemos no llegar a ese punto, si podemos evitarlo.

 

Radamanthys no hablo, pero observo a Shun, que era el envase del dios Hades, después a Hyoga, que estaba demasiado asustado, relamiendo sus labios, para después beber un poco de té, manteniendo el silencio hasta que pensara que era lo mejor romperlo.

 

-No deben tener miedo, estoy seguro que existe una forma de salir de esta.

 

Aunque se preguntaba si Shun no era como pensaba que era Saga, una faceta más amable del dios, que un simple cuerpo que usaban, porque pensaba que su hermano era la guerra violenta, tal vez andrómeda era la muerte, así que tal vez Hyoga fuera la primavera escondida en las tundras árticas.

 

-Las guerras han terminado.

 

Kanon sonrió de pronto, ya era momento de presentarle a su pequeña dragona, que les enseñaría que la paz y la luz, siempre los esperaba al final del camino, suponiendo que esa pancita en el cuerpo del cisne era obra de Shun.

 

-Pero mientras tanto, déjame ir por mi huevito, antes de que me enseñes el tuyo.

 

Ninguno entendió por el momento de que hablaba Kanon, quien les observo como si fueran las criaturas más tontas del planeta, con una ceja arqueada, mirándolos fijamente.

 

-Eres un cisne no, estos empollan, al igual que los dragones.

 

Radamanthys negó eso, viendo como Shun sonreía avergonzado y el cisne, llevaba una mano a su vientre, que Hades decía era la muestra de que su primer heredero crecía en su cuerpo, pero también era el fruto de su cariño, de su amor por su alfa.

 

-Kanon cuando no participa en una batalla, es muy divertido, demasiado relajado…

 

Radamanthys era el mismo siempre, suponía, aunque Kanon podía decir que no, que era una pareja cariñosa, amable, que lo mimaba demasiado y reía de sus ocurrencias.

 

-Se acostumbraran…

 

*****

 

Saga cargaba a la pequeña, jugando con sus cachetitos, riendose al escuchar los regaños de su omega, que llegó a golpear su mano, para que dejara en paz a la hermosa niña, que le veía con esas hermosas orbes amarillas, llenas de vida, con esa risa contagiosa que tienen todos los bebés.

 

-Hermano, me prestas a mi huevito.

 

Saga le entrego con algo de renuencia su sobrina a su hermano, que sin más se marchó, era el momento en el que pudiera compartir su lecho con su omega, que le veía con una mueca de desaprobación.

 

-Y ahora que estamos solos mi arquero, podemos regresar a nuestras actividades nocturnas, al medio dia…

 

Trato de bromear con AIoros, que cruzaba sus brazos delante de su pecho, pues, no le había escuchado cuando le dijo que no jugara de esa forma con la pequeña Leviatán, pero, le dejó rodear su cintura con sus brazos, acariciando su mejilla.

 

-Eres un grandisimo idiota.

 

Suponía que era un regaño, pero si lo decía de esa forma, con ese tono de voz, permitiendo que rodeara su cintura, le parecía mucho más un hermoso cumplido, en especial, con esa mirada tan dulce, con un resplandor sin igual.

 

-Soy un grandísimo idiota, pero uno enamorado, en eso tienes razón.

 

Aioros no pudo mantenerse mucho tiempo enojado con él, porque Saga sabía que le quería, que le amaría de cualquier forma y debía admitir, que fue mucho más fácil para él, enfrentarse a Shura, que a Saga, porque de seguir su alfa, probablemente se hubiera entregado.

 

-Te estaba insultando Saga, porque no debes tratar a un bebé como un juguete, además, que harás cuando nazcan los nuestros, le trataras como a una muñeca.

 

Saga negó eso, no los trataría como a una muñeca, eso nunca, ellos serian guerreros, podrían defenderse y decidir su destino, de tener gemelos no ocultarian a uno de ellos, además, de que le rompería a las piernas al primero que se le ocurriera decirle a uno de sus tesoros que era una estrella de la desgracia.

 

-No, porque serán poderosos, pequeños invencibles que me ayudaran a conquistar el mundo para su omega.

 

Aioros encontró sus palabras graciosas, tanto que comenzo a reir en voz alta, relamiendo sus labios, cuando Saga lo cargo para sentarlo en la mesa, acomodándose entre sus piernas, para besarle con fuerza, ingresando su lengua en su boca.

 

-Ellos y los hijos de mi hermano, serán una fuerza invencible en este mundo.

 

Estaba bromeando por supuesto, no deseaba conquistar el mundo, pero sí creía, lo sabía perfectamente, que sus hijos y los de su hermano, serian invencibles, tan poderosos como los doce dorados.

 

-Estas loco Saga…

 

Se quejó, quitándose la camisa que cubría su cuerpo, relamiendo sus labios, cuando Saga hizo lo mismo, desabrochando su cinturón con demasiada rapidez, buscando desvestirle con avidez.

 

-Pero aun asi te amo.

 

Aioros levantó sus caderas para que pudieran quitarle los pantalones, que resbalaron con facilidad, porque estaba descalzo en el templo de su alfa, quedando desnudo frente a la mirada de su alfa, que le recorrió lujurioso.

 

-Y siempre te amare.

 

Saga esperaba que eso fuera cierto, porque quería ser un alfa digno de su amado compañero, que le miraba con la misma clase de lujuria, frente a quien se arrodillo, lamiendo su tobillo, la planta de su pie, recorriendo su pierna, su pantorrilla con su lengua, riendose cuando Aioros tiro de él, para que se acercara más a su cuerpo.

 

-Deseo que me hagas tuyo ahora, mi dulce alfa.

 

Saga asintió, acomodándose entre las piernas de Aioros, que las abrió, para darle un espacio en su cuerpo, esperando el momento para sentir el sexo de su alfa, que le miraba fijamente, con cierta picardía, para bajar entonces la bandana que rodeaba su frente, cubriendo sus ojos.

 

-Mi dulce arquero, te enseñare el significado del placer en mis brazos.

 

Saga cambio en ese momento, sus ojos se pintaron de rojo, llenos de sangre, su cabello de gris, liberando su cosmos, ahora que su omega estaba ciego, con los ojos vendados, lamiendo su cuello, con lentitud.

 

-Si, enseñamelo.

 

Escuchando un gemido largo, lánguido, cuando su lengua recorrió uno de sus pezones, lentamente, ingresando la punta en su tetilla, pellizcando la otra con las puntas de sus dedos, acomodándose entre sus piernas, pero no para penetrarle, sino para rozar sus sexos, ambos erguidos.

 

-Enséñame el placer de tus brazos.

 

Saga continuó una línea recta en dirección de su pecho, de su torso, buscando su ombligo, que penetró con su lengua, bajando un poco más, para zambullirse entre sus piernas, lamiendo toda su extensión, ingresando en su humedad con delicadeza.

 

-Saga…

 

Pronunció estremeciéndose al sentir su lengua, sus dedos ingresando en su cuerpo con delicadeza, con movimientos lentos, sintiéndose seguro como siempre, ansioso por sentirlo en su cuerpo, mordiendo sus nudillos, para apagar sus gemidos que eran muy sonoros.

 

-Saga…

 

Su alfa acomodándose entre sus piernas, esta vez con su miembro erecto entre sus piernas, ingreso en su cuerpo con un solo movimiento, sosteniendo su cintura con ambas manos, al mismo tiempo que Aioros se sostenía de sus hombros, marcándolo con sus uñas, gimiendo en su oído.

 

-Saga…

 

Saga le besó con fuerza, silenciando sus gemidos, sus palabras, encantado con su sabor, con su calor, marcando ese cuerpo para él, para que ese dios menor, esa bestia deforme, se diera cuenta que si tocaba a su omega, a ese omega en especial, su compañero, tendría que enfrentarse con el dios Ares, con la guerra y debía comenzar a buscarse otra víctima, a menos, que quisiera que lo degollara y su piel lanuda fuera colgada de su chimenea.

 

-Saga, mi Saga, mi alfa.

 

Con un empuje más libero su semilla en el cuerpo de su omega, pero necesitaban más, y lo sabían los dos, por lo cual, Saga le cargó entre sus brazos, para llevarlo a su lecho, para disfrutar el tiempo que tenían juntos, esa paz de la que disfrutaban después de tanto tiempo.

 

-Si, soy tu alfa, tu alfa.

 

Saga depositó su cuerpo en la cama que compartían, para seguir besando ese cuerpo que se le entregaba, gimiendo, jadeando, ansioso por dejar impregnado su cuerpo con su cosmos, con su marca, la del dios de la guerra que en ese momento dominaba la consciencia de su envase, que era una faceta mucho más amable de su verdadero ser, un dios en toda la extensión de la palabra.

 

-Soy tu alfa, mi omega, tu alfa.

 

Y entonces, mandó un mensaje con su cosmos, una promesa de dolor a cualquiera que quisiera tocar a su omega, que se atreviera a intentar apartarlo de su lado, ya fuera ese dios, otro alfa, o su propio hermano, su arquero no se marcharía de su lado.

 

-Y yo soy tuyo, yo soy tuyo.

 

*****

 

Aldebarán despertó algunas horas después con un terrible dolor de cabeza, llevando su mano a su frente, tratando de comprender qué había pasado, cerrando los ojos con fuerza, para abrirlos de nuevo, acostumbrándose a la luz de esa extraña habitación, que era Lemuriana, reconocía esa decoración en donde fuera.

 

Era una cama inmensa, muy cómoda, con demasiadas almohadas, que le hacía sentir como si estuviera acostado sobre nubes, pero, no era su templo, no era la casa de tauro y tampoco la casa de aries.

 

-No puede ser…

 

Se quejó Aldebaran levantándose con algo de esfuerzo, observando un maniquí con ropa lemuriana parecida a la de Mu, pero de su tamaño, hecha para él supuso, que contrastaba con la que él tenía puesta, pantalones de dril, una playera amarilla y una chamarra cafe.

 

-Maldición Mu, en que estas pensando.

 

No esperaba que le respondieran, mucho menos que Mu estuviera recargado contra una de las paredes, con los brazos cruzados, mirandole fijamente, como si lo hubiera estado esperando por su despertar, desde que le dejó en esa cama.

 

-En lo mucho que te amo, mi dulce omega.

 

Aldebaran apretó los dientes, molesto, furioso, al ver que le había atacado una tercera ocasión, para llevárselo lejos, dejando a Kiki en el santuario, como si no le importara en lo absoluto su seguridad.

 

-¿Donde esta Kiki?

 

Mu ladeo la cabeza, Kiki estaba en el santuario, era un lugar seguro y Shion podía encargarse de él si estaba en peligro, pero no lo estaba, su hijo siempre lograba salir ileso, habia participado en varias guerras, era un orgullo para ambos.

 

-En el santuario, pero cuando sepa que te he secuestrado, escapara de él y vendrá por nosotros.

 

Al escuchar esa frialdad, Aldebarán ya no pudo más, estaba furioso y se levantó, para golpear a Mu, dándole un manotazo en el rostro, que le lanzó al suelo, haciéndole caer sin gracia, porque ni siquiera tuvo tiempo para defenderse.

 

-¡Ya no más Mu! ¡Ya no soporto más!

 

Aldebaran intentó salir, pero Mu utilizo su cosmos para evitar que huyera, siendo detenido por su alfa, cuyo ataque logró evitar con su guardia, que era perfecta, impenetrable, aunque sus técnicas de telequinesis o de proyección de cosmos no eran tan poderosas, sus ataques o defensas de cuerpo a cuerpo eran de las mejores entre los santos dorados.

 

-Cuatro veces, ya me has atacado cuatro veces, Mu de Aries.

 

Mu se levantó del suelo con calma, sacudiendo el polvo de su ropa, suspirando angustiado al ver que su omega estaba sumamente molesto, dispuesto a enfrentarse a él, para regresar al Santuario.

 

-Y alfa de Aldebarán de Tauro.

 

Pronunció con cierta inseguridad, que fue respondida con una negación con la cabeza de Aldebarán, que se negaba a aceptar ese título, porque no sentía que Mu lo quisiera, lo único que necesitaba era un omega, pero no a él.

 

-Ya no, tu no me amas, ni siquiera se porque insistes en esta ilusión… tu no eres asi.


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