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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¿Qué estás diciendo? ¿De que estas hablando?

 

Mu parecía no entender la decisión de Aldebarán, cuyo cosmos estaba elevándose rápidamente, esperando pelear con él por su libertad, para apartarse de su afecto, de su amor y sus promesas.

 

-Pero yo soy así, yo todo el tiempo pienso en ti, yo te amo, y siempre he sido tu alfa, aunque no sea aquel que tú deseas y mereces.

 

Mu bajo las barreras que había puesto con su cosmos, cayendo de rodillas, con lágrimas de sus ojos, golpeando el suelo con sus puños cerrados, para después cubrir su rostro, tratando de cubrir su llanto de su omega, pues, era un alfa, estos tenían que ser fuertes, como murallas inquebrantables, para proteger a su omega.

 

-Aunque yo te amo, te amo y no concibo una vida sin ti.

 

Aldebaran por un momento quiso marcharse, utilizar esa oportunidad, dando unos pasos, deteniéndose a unos cuantos de Mu, que aun lloraba en el suelo, comprendiendo que no podía dejarlo así, llorando solo en su habitación.

 

-Mu…

 

Se agachó, para limpiar sus lágrimas, suspirando con pesar, desviando poco después la mirada, tratando de pensar en qué más decirle a su alfa, era gracioso, porque aunque deseaba apartarse seguia viendolo como su alfa.

 

-Solo necesito pensar, meditar sobre mi futuro…

 

Su futuro, pensó Mu, sosteniendo las manos de Aldebarán, comprendiendo que se imaginaba con una vida en solitario, sin él a su lado, apartado de su cariño, de su vida, cuando él no hacía más que pensar en el futuro que habían planeado juntos.

 

-Por un tiempo…

 

No dijo nada, sintiendo que aquello que lo atormentaba simplemente seguía creciendo al ver todos sus sueños, sus deseos truncados, aunque Aldebaran trataba de comportarse de una forma amable, cariñosa, estaba despidiéndose.

 

-Entonces regresaré al santuario y podremos charlar, comprender que nos paso…

 

Lo que había pasado era el anciano maestro, era Arles, era su miedo a que mandaran a su toro a matar al traidor, el enfrentarse con su amado, que le miraba fijamente, esperando escuchar una respuesta suya, su permiso para marcharse y no volver jamás.

 

-Pero para eso no tienes que irte…

 

Trataba de mantenerse firme, aunque seguía llorando, observando las manos de su toro, que trataba de actuar con gentileza, como si no quisiera hacerle daño, pero su corazón, su psique se estaba quebrando al pensar en una vida sin él.

 

-No tienes porque abandonarme, cuando podríamos comenzar a vivir nuestros sueños, podríamos casarnos, unir nuestras vidas con la bendición de mi padre, del patriarca, pero solo si tu se lo pides, para que vea que si me deseas a tu lado, que si me amas, al menos, me quieres más que a Dohko.

 

Mu llevó las manos de Aldebarán a su rostro, restregando sus mejillas contra estas, esperando la respuesta del toro que estaba a su lado, guardando silencio, al tratar de comprender porque esos celos hacia el anciano maestro, porque le odiaba tanto, cuando solamente era su amigo.

 

-Yo creo que Dohko ama a Shion, no se porque pidio mi mano, pero no es por amor ni por deseo…

 

Aun así trato utilizar su distanciamiento, la decepción de su omega en su contra, pero no lo permitiría, no dejaría que nadie le quitará a su amado, aunque este ya no quisiera estar a su lado, aunque deseara vivir solo, sin él.

 

-Tal vez porque piensa que deseo casarme o un alfa, pero no tiene caso si…

 

Diría que no tenía caso si no era Mu, pero, no deseaba seguir pensando en eso, porque temía que ese deseo y esa necesidad por estar a su lado, se desvaneceria cuando se terminara esa locura.

 

-¿Si no soy yo? ¿Si no estamos juntos?

 

De nuevo se ilusionó al realizar esas preguntas, acercándose a su rostro con delicadeza, para besarle, posando sus labios en los de su amado, que se sonrojo, sosteniendo la respiración, pues, aún le deseaba, demasiado, y su cercanía le hacía sentir mariposas en el estomago, como cuando era un chiquillo.

 

-Mu, te lo suplico, debemos…

 

Mu negó eso, besándole de nuevo, apoderándose de sus labios de nuevo, jalando su cuerpo hacia él, para acercarse mucho más, llevando una de sus manos a su cuello, gimiendo cuando su toro no se apartó.

 

-Déjame explicar mis acciones, por favor…

 

Aldebaran no volvió a pelear por separarse, sintiendo las manos de Mu ahora acariciando sus brazos, sintiendo su aroma, su calor, acariciando su mejilla, para besarle, comprendiendo que era demasiado débil para mantenerlo lejos, a pesar de su enojo, lo supo en el momento en que le vio llorar.

 

-Sólo escúchame unos momentos y eso es todo…

 

Asintió, apartándose de Mu, quien le siguió para besar su mano, el dorso de esta y después su brazo, mirándole con una expresión que le decía lo mucho que le amaba, al menos, en ese momento.

 

-Arles cuando gobernaba, le ordenó a Milo que matara a Camus, por marcharse a Siberia, sólo porque decidió abandonar el santuario, a ti te habrian mandado a matarme y yo no deseaba pelear contra ti, enfrentarme a mi omega, porque tú habrías cumplido con tu deber, a cualquier costo…

 

Eso explicaba mucho de su ausencia antes de la guerra con la diosa Athena, pero no la que le siguió, aunque, debían prepararse para la batalla, Mu no regresó al santuario, pero en ese momento estaba feliz pues su alfa estaba vivo, en cambio, Camus había muerto, haciéndole sentir culpable por su buena suerte.

 

-Yo sabía que tú estabas enojado conmigo y temía que quisieras alejarte de mi, por eso trate de mantener las distancias, hasta le pedí ayuda a ese maldito traidor, una forma de recuperar tu afecto, de ganarme tu perdón, pero él en cambio fue con Shion, para exigirle tu mano.

 

Lentamente su cosmos era liberado, convirtiéndose en una fuerza aterradora, que iba destruyendo el suelo debajo de ellos, quebrando las ventanas, como si estuviera a punto de realizar una técnica mortal.

 

-Los seguí a esa taberna, le vi coqueteando contigo y en ese momento, ya no supo qué hacer, solo que te deseaba a mi lado, para siempre, sin importar lo que yo tenga que hacer, no puedo dejarte ir.

 

Mu beso los labios de Aldebarán, invadiendo su espacio, nublando su mente en ese instante, pero regresó a sus cinco sentidos, cuando los cristales de las ventanas se quebraron, con un estridente estallido que le hizo ver, que su alfa era un peligro para sí mismo, para los demás, por lo que no podía dejarle solo.

 

-Pero parte de mi no quiere obligarte a permanecer conmigo, así que si eso deseas, puedes irte, porque aunque no lo parezca yo te amo, aunque llegues a odiarme, aunque me desprecies porque no he sido un buen alfa nunca.

 

Aldebaran en ese momento agradeció que Kiki no estuviera presente en esa habitación, porque no deseaba que pensara que su padre, su maestro, era un monstruo, quién soltó sus manos, abrazándose a sí mismo, como para obligarse a no tocar su cuerpo de nuevo.

 

-Pero te pido, te suplico, que nunca dejes que nadie más te toque...

 

Aldebaran no se apartó, mirándole fijamente, comprendiendo que su malestar iba en aumento, pero su afecto parecía real, su cariño parecía real, su deseo y a pesar de todo, no podía dejarlo solo en ese momento, cuando parecía que sufría por culpa suya.

 

-Se que no es justo, porque tu te mereces a alguien más, alguien mucho mejor que yo, pero no soportare que alguien más toque tu piel, o bese tus labios, que te haga suyo, en especial si es el anciano maestro y en ese caso, no se que hare, pero se que no será bueno…

 

Los dedos de Mu comenzaban a lastimar su propia piel, dejando algunos moretones, sus lágrimas seguían brotando de sus ojos, mojando el suelo debajo suyo, haciéndole llorar con él, pero se mantuvo apartado, sin saber cómo reaccionar, porque si le abrazaba, si le prometía quedarse a su lado, tal vez solo empeoraría ese mal.

 

-Y aunque estés lejos de mi, aunque te vayas, yo seguiré siendo tu alfa, no me veo como nada más y tu seras mi omega, mi pareja, la pareja de alguien que no te merece, de alguien que tal vez llegues a odiar, pero, eso es lo que siento.

 

Jamás podría odiarlo, como podría si era el padre de su Kiki, cómo podía despreciarlo si era el alfa a quien amaba, su rechazo se debía, a que no creía que se quedara a su lado, que cumpliera sus promesas, porque ese mal, nublaba su mente, y sin embargo, si le daba la espalda, si se marchaba sin más, su amado estaría en peligro, o sería un peligro para los demás, por lo que no podía marcharse, hasta que no regresara a su indiferente personalidad.

 

-Me quedaré un poco más, pero tienes que jurarme que no harás ninguna locura, que no atacaras a nadie, por favor.

 

Cuando Aldebarán termino de decir esas palabras, sintió como Mu se recargaba contra su pecho, abrazándolo, aun llorando, pero un poco mas quedito, menos desesperado.

 

-Me quieres, si me quieres…

 

*****

 

-A ver, dejame ver si entendí bien esto…

 

Pronunció Shura, bastante molesto, tanto que ni el cigarrillo en su boca, ni la risa de Angelo, pudo distraerlo, después de escuchar la explicación de Afrodita de lo que había hecho, como le hizo jurar a Minos que lo visitaria, haciéndole creer que le esperaba un cuarto de tormentos.

 

-Creíste que era una buena idea obligar a Minos a visitarte en tus aposentos a cambio de tu silencio, por algo que no me quieres decir, como si fueras a forzarlo a compartir tu lecho, después de explicarle que tu deseabas ser la pareja dominante.

 

Afrodita asintió, sonaba mucho peor de lo que era, además, Minos le humilló y él fue quien le ofreció ese jugoso trato, acaso debía decirle que no lo deseaba, que no lo necesitaba, asi sin mas, eso no era lo que Saga les enseño.

 

-Le enseñare que podemos llevarnos bien, que soy el omega indicado para el.

 

Shura negó eso, no creía que fuera una buena idea obligar a Minos a visitar su habitación, o su lecho en contra de su voluntad, como si Afrodita fuera uno de esos monstruos abusivos que pensaban podían obtener todo lo que deseaban por la fuerza.

 

-O que tiene razón y si eres veneno.

 

Angelo golpeo el brazo de Shura, al ver que Afrodita no tomaba muy bien esas palabras, ese regaño, aunque pensaba como su alfa, ese era un error, tratar de obligar a Minos a aceptarle en su lecho, lo unico que haria seria alejarlo.

 

-Mira, me siento raro diciendo esto, pero estas actuando como un idiota, como si no te importara en lo absoluto sus sentimientos o sus deseos, así no te amara y si puede llegar a odiarte.

 

Afrodita asintió, pero no daría un paso atrás, no cuando tenía la oportunidad para enseñarle que eran sumamente compatibles, que podían estar juntos, sin importar lo que dijeran los demás, en especial, que él podía ser tan buen amante como cualquiera, un buen dominante, un proveedor sin igual, un guardián, lo que una persona necesitaba en su vida.

 

-Esta noche le demostrare a todos lo contrario, Minos sera mio, lo se bien.

 

*****

 

-Está listo, no dirá nada al respecto.

 

Minos siempre era silencioso, demasiado encerrado en sí mismo, pero aquella ocasión era por mucho más retraído que de costumbre, por lo cual, Aiacos se sentó frente a él, con una expresión de burla.

 

-¿Cómo lo lograste?

 

Minos aceptó la bebida que Aiacos le ofreció, suponiendo que venderse era muy poco para proteger a su señor, a su dios, a su primavera y a su primer hijo, que ni siquiera nacía todavía.

 

-Le daré lo que desea.

 

Susurro bebiendo el alcohol ofrecido, con una sonrisa de medio lado, admirando de cierta forma la actitud de ese omega, su astucia, aunque él puso la carnada.

 

-¿Qué es lo que desea?

 

Aiacos quiso saberlo, bebiendo en compañía de Minos, esperando por escuchar que pudo darle que ese hermoso omega quisiera.

 

-Mi cuerpo.

 

El espectro de piel morena escupió el licor, mirándole fijamente, con una interrogación en su rostro.

 

-Seré su omega.

 

Minos rió entre dientes, mirándole con una expresión que mostraba que no estaba para nada contento con eso.

 

-Esta noche, visitaré su cuarto y haré lo que me ordene la dulce rosa venenosa.

 

Aiacos ya no supo qué más decir, únicamente elevó su vaso, para brindar por él.

 

-Brindo por tu lealtad.

 

Minos tambien brindo por su lealtad, con una sonrisa de medio lado, silenciando su molestia y su furia.

 

-Y después de eso me vengare.

 

Aiacos comenzó a reírse, porque Minos nunca había sido forzado a realizar un acto como ese y solo por el bienestar de su dios, era que aceptó esa propuesta tan humillante.

 

-Y cuando muera, me volveré a vengar por esta humillación.

 

*****

 

-Se llama Leviatán, es mi hija, la primera de varios que vendrán.

 

Kanon mantenía a la pequeña en sus brazos, para que los dos muchachos de bronce pudieran verla, emocionado, esperando la reacción de sus dos aliados.

 

-Mi pequeña y hermosa dragoncita, mi huevito.

 

Hyoga se levantó de la silla, para cargar a la pequeña en sus brazos, encontrandola sumamente hermosa, tan linda como una mañana de primavera o uno de sus paisajes de su niñez.

 

-¡Que hermosa es!

 

Shun se acerco a la pequeña en los brazos de su omega, acariciando su mejilla, con una expresión impenetrable.

 

-Es hermosa Leviatán, una digna heredera de tu poder.

 

Shun se había marchado de nuevo y era Hades quien hablaba, observando a Kanon con una mirada que le hizo sentir como si pudiera leer su mente.

 

-Mi viejo amigo.


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