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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-¡Estoy enamorado!

 

Casi gritó Afrodita al medio dia dejándose caer en la cama que compartían Angelo y Shura, despertando al primero, haciendo que el segundo se quejara, cubriéndose la cabeza con la cobija, tratando de ignorar a Afrodita.

 

-¡Tiene unos ojos tan hermosos! ¡Y unos modales! ¡Es tan hermoso!

 

Angelo se volteo en esa cama, recargándose en su codo, para mirar fijamente a su amigo, que estaba irreconocible, aunque le gustaba verlo feliz, se comportaba como si fuera un colegial.

 

-Es un sueño hecho realidad…

 

Afrodita suspiro, con una expresión de tonto enamorado, recordando la cena, una vez que Minos hubiera aceptado su propuesta, lo tersa que era su voz, el brillo de sus ojos, la forma en que se movía, todo en él, en ese juez, le hacía pensar en un depredador, en un águila, o un halcón, en un ave de presa buscando su alimento.

 

-Es tan sexy, es tan correcto y frío, tan… estoy enamorado.

 

Angelo comenzó a reírse, porque comprendía bien los gustos de su amigo, que se dedicaba a suspirar como un chiquillo, haciendo que Shura se levantara de la cama y fuera a preparar el desayuno.

 

-¿Se parece a Arles?

 

Afrodita asintió, se parecía, pero después negó eso con un movimiento de la cabeza, porque no se parecía a él, no del todo, era diferente, era como todo aquello que había buscado en un alfa y sabía, que ese hermoso juez le dejaría poseerle, lo sabía, porque tambien se habia exitado cuando pensó que lo someteria con nudos y lazos.

 

-No, y si, es tan diferente… pero parecido.

 

Afrodita se sentó en la cama, abrazando una almohada, recordando la noche anterior y lo que había escuchado de ese juez, pronunciado por el, como le había visto cuidar de esa pequeña, como la cargaba y como protegió a su familia, justo como Arles, pero este era por mucho más controlado, mucho más frío, como Shura y Camus, era un hombre excepcional.

 

-Tiene todo lo que me gusta en un alfa, me encanta.

 

*****

 

Minos regreso a eso del amanecer al pequeño cuarto donde los acomodo Shion, encontrándose a su hermano menor, con una sonrisa burlona, con dos vasos y una botella de licor, ya se le había adelantado, suponía, porque en uno de los vasos había licor servido.

 

-¿Como te fue en su cita? ¿Los omegas si pueden complacer a los alfas?

 

Minos se sentó enfrente de Aiacos y empezó a beber de su vaso, después de servirse del desagradable licor, que dejó a un lado, pues, el sabor no era en nada parecido a lo que él estaba acostumbrado.

 

-Estas insinuando que Violate no te complace, querido hermano.

 

No dejaría que se burlara de su infortunio y aunque sabía que los dos eran betas, para ellos, las mujeres serían lo más parecido a un omega, o en todo caso, deseaba hacer enfadar a su hermano menor, que frunció el ceño.

 

-Además, los caballeros no tienen memoria.

 

Minos volvió a servirse más vino, notando la molestia de Aiacos, que se recargo en la silla como si estuviera haciendo un puchero, riendose por su pataleta, recargándose en la mesa, con una flor en su mano, la que había robado en su jardín.

 

-Afrodita no es lo que yo esperaba, ese omega es muy interesante y debo decir, que se ha ganado mi interes, asi que me divertire con el un rato más…

 

Aiacos no pudo negar su sorpresa, casi atragantándose al ver como jugaba con la rosa, como imitando a ese santo, una flor que su hermano mayor encontraba desagradable en extremo.

 

-Es diferente a todos los omegas que he conocido y realizare su juego hasta que me canse.

 

El espectro de cabello negro, guardó silencio por unos instantes, para después volver a sonreir, mirándole fijamente, como si comprendiera algo que él no, logrando que dejara de beber, arqueando una ceja.

 

-¡Mierda!

 

Aiacos comenzó a reírse de pronto, relamiendo sus labios, al ver que Minos, el sanguinario grifo, no deseaba lastimar a una rosa, que decía le humilló, en cambio, parecía interesado, hasta entusiasmado con la idea de realizar sus absurdos juegos.

 

-Te dio duro y fuerte, como a Radamanthys…

 

El espectro de cabello oscuro palmeo entonces, enfrente de su rostro, sin poder creer lo que era pronunciado por su hermano, que decía no deseaba lastimar a la rosa, pero si, castigarlo al final de ese juego, que no terminaría hasta que tuvieran dos o tres huevos o brotes, creciendo en un nido cubierto de sangre y veneno.

 

-Otro habría muerto seguramente, apenas se hubiera presentado desnudo ante ti, o dicho lo que dijo en ese bar, pero tu lo has permitido, después fuiste a tu cita y ahora, jugaras con esa rosa hasta que te canses…

 

Minos arqueo una ceja, guardando silencio, creyendo que eso era absurdo, no estaba interesado en la rosa, de ninguna manera, por lo cual, siguió bebiendo, ignorando la sonrisa burlona de Aiacos.

 

-Tal vez por eso siempre has ignorado al buen Lune, no es nada interesante, la verdad, su apatía es aburrida, además, no se atreve a mirarte fijamente, pero esta rosa quiere devorarte…

 

Afrodita era valiente, era hermoso, pero no toleraba su vanidad, ni su perfume, que le mareaba, le hacía sentirse como a pocos centímetros del suelo, una sensación desagradable, que nunca tuvo que padecer en toda su vida.

 

-Como una maldita planta carnívora…

 

Minos se levantó, recargándose en la mesa, para que Aiacos guardara silencio, pero no lo hizo, en vez de eso cruzó sus brazos, manteniendole la mirada.

 

-Lo suficientemente grande para comerse a un grifo…

 

Minos se apartó molesto, necesitaba pensar, y al mismo tiempo se encontraba interesado en lo que fuera que esa rosa tenía preparado para ellos, si seria algo tan romántico y cursi como una cena a la luz de las velas, o algo mucho más sexual, pensando que sería interesante saber que tenía en mente respecto a esos temas.

 

-Yo soy un depredador.

 

Aiacos comenzó a reírse, aun sentado cómodamente en esa silla, con los brazos cruzados y sus piernas recargadas en otro silla.

 

-También las plantas carnívoras y esta ya te tiene atrapado con sus ramitas, o sus zarzas, querido Minos.

 

*****

 

Radamanthys comenzaba a desesperarse, la locura estaba comenzando y creía que era el momento oportuno para terminarla, pero tenía miedo, estaba asustado de perder de vista a su Leviatán, nacido de otro más, una criatura preciosa, una niña que había ablandado su corazón, que cargaba en sus brazos, como Hyoga sostenía su vientre, tratando de pensar con claridad qué hacer.

 

Ya se le notaba su embarazo, y podía jurar que estaba mucho más grande que él cuando se embarazo, mucho más grande, pero no sabía muy bien la razón de ello.

 

Shun le había encargado cuidar a su cisne, antes de seguir a los gemelos, que debían contener a los primeros dementes, algunos habían violado a unos pobres omegas, que intentaron defenderse, pero, no eran tan fuertes para eso.

 

-¿Cuantos meses tienes?

 

Al fin se había molestado en hablar con el cisne, que al principio no supo cómo responder a su pregunta, porque no estaban del todo seguros, supuso, mirándole fijamente con una expresión de perrito perdido.

 

-No lo se bien, creo que unos cuatro meses, es el tiempo que ha transcurrido desde mi ultimo celo.

 

Cada año los omegas tenían un celo, en muchos casos, otros en menos meses, lo mínimo eran cada seis meses, dependiendo de la edad del omega, Hyoga era un muchacho apenas, de unos dieciocho años de edad, él ya tenía veintiocho, Kanon tenía treinta y cinco y el Shun, era de la misma edad que el cisne.

 

-Te ves como yo me veía cuando tenía seis meses, estas demasiado grande, tal vez tengas dos niños, o niñas, en vez de uno.

 

Eso lo dijo con diversión en su tono de voz al ver la sorpresa de Hyoga, porque no creía que estuvieran preparados para tener dos niños, en vez de uno de ellos, así que se acercó a él, cargando a su pequeña en uno de sus brazos, dejando que se recargara contra su pecho.

 

-No dejare que nadie te lastime, porque eres el omega del dios Hades.

 

Hyoga quiso negar eso, pero no pudo, porque Radamanthys llevó la punta de sus dedos a sus labios, esperando que con eso quisiera escucharlo, sin interrupciones, sin juegos, sin negaciones.

 

-Sabes que Hades es parte de Shun, como ese pacifista es parte de Hades, de lo contrario, mi señor no podría despertar, es como Kanon, que sigue siendo mi alfa, pero también es un monstruo de leyenda.

 

Eso le preocupaba, pero no dejaría de pelear por su bienestar, o el de su familia, aunque, tampoco permitiría que la primavera pereciera en las manos de los dioses, o en las manos de la celosa hermana del dios Hades.

 

-Ella te odia, Pandora, y cuando sepa que has regresado, hará lo que sea para matarte.

 

Hyoga no entendía del todo lo que estaba pasando, pero asintió, suponiendo que la lealtad del espectro le hacía contarle todo eso, en beneficio de su dios.

 

-¿Crees que intente matarme?

 

No creía, lo sabía, intentaría matarlo antes de que diera a luz a sus bebés, o bebé, y antes de que su hermano despertara del todo en el cuerpo de Shun, o antes, de que se fusionaran en una sola mente,

 

-Lo hará, su amor por su hermano es por mucho mayor, que cualquiera que sienta por los demás, aun el chico de la cara marcada.

 

Ikki, el hermano de su alfa, que suponía no dudaría en lastimar al dios Hades, creyendo que asi podria proteger a Shun, angustiandose inmediatamente, sintiéndose algo mareado, siendo sostenido por Radamanthys, que lo llevó a una silla, en donde le ayudó a descansar un poco.

 

-Si Ikki lo sabe, no dudara en matar a mi alfa, lo se.

 

Radamanthys le llevó un poco de agua, acomodando sus piernas en un taburete, todo eso sin soltar a su pequeña, con la práctica que había adquirido en todo ese tiempo cuidando de ella.

 

-Entonces, te prometo que no se enterara de eso.

 

Radamanthys suspiro entonces, preguntandose desde cuando se había vuelto tan blando, prometiendole seguridad a un santo de bronce, tratando de ponerlo cómodo, suponía que eso era lo que el amor hacia con cualquier persona.

 

-Ademas, deberias tratar de descansar, dejar de estresarte, eso no es bueno para los embarazos, creeme, se de lo que hablo.

 

Hyoga sonrió, sintiendo como el espectro lo cubría con una manta, para seguir arrullando a su pequeña en sus brazos, esperando que se quedara dormido, algo que hizo, dejando solo a Radamanthys con la pequeña en sus brazos, observando el cielo.

 

-Todo saldrá bien… nadie te hará daño, porque yo te cuido.

 

Pero no era para Hyoga esas palabras, sino para sí mismo, para su pequeña Leviatán, que inocentemente dormía en su regazo, ajena al peligro.

 

-Y tu padre tambien te cuida mi pequeña.

 

*****

 

-¿Me llamaste?

 

Ikki llegó a su lado, mirandole angustiada, con algunos cortes en sus brazos, rodeando su cintura con delicadeza, sin saber muy bien qué era lo que le angustiaba.

 

-¡Así es mi fénix! ¡Radamanthys me ha traicionado!

 

Ikki acaricio su mejilla con sus nudillos, esperando escuchar lo que ella tenía que decirle, logrando que Pandora sonriera, porque deseaba ser hermosa, tan hermosa como la primavera, y solo con ayuda de Dionisio, podría lograrlo.

 

-¡Intento matarme, pero cuando no pudo, escapó al santuario, a los brazos de Kanon!

 

Lo único que Ikki sabía era que Radamanthys era un espectro, que estaba al servicio de Pandora, y por la forma en que ella lo describía, este espectro parecía tener una fijación con ella.

 

-¿Te hizo daño?

 

Al ver la habitación, que todavía no había sido reparada, con las sabanas cubiertas de sangre, al igual que el cuerpo de su novia, pensó en lo peor, sintiendo que su sangre ardía como las llamas.

 

-¡Qué te ha hecho!

 

Pandora desvió la mirada, llorando su tristeza y su desesperación, el sentimiento de ser traicionada por su soldado más leal, que simplemente se negó a ser una moneda de cambio, obedecerlo como se lo debía.

 

-Me ha traicionado de la peor forma posible, por eso, necesito que me lo traigas, para que pueda castigar a ese perro rabioso, para que no dañe a nadie más, aunque Kanon, ese embaucador creería todas sus mentiras, todo por culpa de sus feromonas.

 

Ikki asintió, sabía lo que las feromonas de un omega podían lograr, por eso les despreciaba cuando trataban de usar el instinto de los alfas en contra de ellos, como Hyoga manipulo a su pequeño hermano menor.

 

-Te lo imploro, por lo que más quieras, debes ayudarme.

 

Lo haría, le ayudaría, eso era lo correcto, no dejaría que nadie dañara a otro de sus seres queridos, no como sucedió con Esmeralda, en la isla de la reina muerte.

 

-Te lo traeré para que pague por sus pecados.

 

*****

 

Al mismo tiempo, una sombra de cabellera rosa ingresaba en el santuario, aprovechando el caos provocado por los alfas que habían perdido la razón, que cazaban a los omegas como si fueran animales, buscando a esa zorra mentira, ese bastardo traicionero.

 

Debía darle una lección, pero antes probaría el dulce néctar de su cuerpo, al menos, una ocasión, antes de castigar sus pecados.


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