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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Estaba furioso, apenas podía mantener la calma e intentó ocultarse en la isla de la reina muerte, pero no fue suficiente, su molestia y su enojo seguian presentes, aún estaban vivos, firmes, haciéndole odiar a quienes hicieron que su corazón volviera a latir con tanta violencia.

 

Acudió con Pandora, pensando que ella podría hacerle olvidar su enojo, ese sentimiento de traición que se había apoderado de su pecho, pero no era suficiente, no era lo que deseaba, y aunque estaba acostado junto a esa bella mujer, después de cometer toda clase de actos lascivos, no era suficiente para olvidar aquella imagen que se le grabó en el alma.

 

Siempre supo que el príncipe de hielo era un omega, su belleza, sus caderas, sus piernas, la suavidad de su piel, su aroma, todo el era como su esmeralda, todo él era belleza y por un momento creyó que le correspondía.

 

Eran amigos, muchos podrían decir que cercanos, pero no lo suficiente como lo eran él y Shun, de eso se dio cuenta muy tarde, cuando utilizó sus feromonas para seducir a su hermano menor, cuando le cabalgaba como si fuera un súcubo alimentándose de su hermanito.

 

El no tenia la culpa, su hermanito desconocía que le deseaba también, que era un alfa que deseaba a ese omega en particular y que se creyó correspondido, sin embargo, él era más grande, más fuerte, mucho más poderoso que Hyoga, obviamente no le aceptaría.

 

Hyoga de cisne podía elegir entre varios alfas, uno de ellos era el kraken, otro él, pero a quien eligió era a Shun, su hermano menor, como si quisiera mofarse de su deseo, rechazandolo a él, para tomar a su hermano, que era lo más parecido que tendría a sus genes supuso, a tener la sangre del fénix en su descendencia.

 

Así que se sentía traicionado, por Hyoga y por su hermano menor, todo por las acciones de ese omega que usó sus feromonas para seducir a su pequeño Shun, que era toda inocencia, era puro en todos los sentidos, ni siquiera pensaba en sexo.

 

No como ese omega que le dio la espalda, para usar a su hermano en su contra y como su alfa, probablemente no le amaba lo suficiente, solo estaba usandolo, pero su hermano que era toda inocencia, toda bondad, le creyó.

 

Ikki no sabía en donde se encontraban los dos traidores, pero no necesitaba saberlo para poder imaginarlos enfrascados en su lujuria, en la lascivia de un omega en celo, podía ver el cuerpo delgado de Hyoga contoneándose sobre el de su hermano, sus ojos brillando a causa del placer, sus mejillas sonrojadas y su endemoniado aroma inundando esa habitación, llamando a los alfas, buscando reproducirse como si fuera un animal.

 

Riéndose de él, de sus esperanzas y deseos, de todas las veces que le permitió rodear su cuerpo, que lo acompañó en varias ocasiones, que peleó con él, cuyo corazón pudo sentir de forma literal, cuando encajó su puño en su pecho, bañándose en su sangre, cuando hubiera preferido bañarse en sus feromonas e ingresar en el de otras formas menos bélicas.

 

De tan solo pensar en eso, en ese cisne, ese hermoso omega, su deseo empezaba a liberarse, como si fuera un volcán en plena erupción y aunque eso no debia ser asi, aunque no debía utilizar a la hermosa dama negra del inframundo, al sentir que su sexo estaba duro, que su erección comenzaba a ser dolorosa, sostuvo las manos de Pandora, para poseerla de nuevo, imaginando que aquella era la suavidad de ese omega, su calor, fingiendo que esos gemidos eran los suyos.

 

Tratando de ignorar su odio por ese omega, su deseo y la decepción que sentía hacia su hermano, que en esos momentos, estaba seguro compartía el lecho de ese cisne, tomando su cuerpo, obedeciendo sus órdenes, alimentando su deseo por un alfa.

 

-Ikki.

 

Entonces le beso, con fuerza, silenciando su voz sin piedad, imaginando esa suave piel blanca debajo de su cuerpo, ese cabello rubio y ese ojo azul plagado de deseo, su cuerpo debajo del suyo, su calor, su belleza, todo el como suyo, empujando sin detenerse, comprendiendo que comenzaba a obsesionarse de Hyoga, que compartía su deseo, pero optó por un alfa menos fuerte, menos poderoso.

 

-Te…

 

Y se preguntaba si volvía a verlos, lograria poseer a ese omega, apartarlo de los brazos de su hermano, quien sabe, lo más seguro era que no fueran una pareja muy lujuriosa, su hermano era puro, era inocente, no debió ser un alfa.

 

-Te amo…

 

Y unos labios delgados, piel blanco y cabellera rubia, un omega de belleza hipnótica, le correspondía en su mente, también lo deseaba como su alfa.

 

-Te amo…

 

*****

 

Hyoga despertó con una extraña sensación, llevando su mano a su vientre, a su lado estaba Shun, completamente dormido, pero rodeando su cuerpo con uno de sus brazos, con una apariencia hermosa, pacifica, que le hacía sentir seguro, mucho mas enamorado cada instante de su vida.

 

Ese también era el dios Hades, que le llamaba primavera, que era una forma de llamarle a Perséfone, pero él no era eso, no era una diosa, solo era un soldado de la diosa atena, un omega enamorado del mejor alfa de ese planeta.

 

Un hombre fuerte, que no temía demostrar su suavidad, su amabilidad, un alfa cariñoso, que se esforzaba por hacerle feliz, por acompañarlo en esa extraña aventura, que no sabía cómo respondería su hermano a su relación.

 

El temía que Ikki no lo tomaría bien, nada bien, estaba furioso, estaba lívido, como cuando enfrentaba a sus enemigos, sabía que no le gusto verlos juntos y él mismo sintió la necesidad de cubrir su cuerpo con una almohada, de la mirada furiosa del fénix, que era uno de sus aliados, un fiel santo de la diosa atena, un alfa, un hermano sobreprotector.

 

Un hombre directo, que actuaba como lo creía era mejor, pero también fue su enemigo, en algún momento de su vida quiso matarlos, había perdido al amor de su vida, estaba enamorado de un espejismo, si Pandora era como Radamanthys la describió.

 

-¿Estás despierto?

 

Hyoga no podía mentirle a Shun, que le miraba fijamente, preocupado, sentándose a sus espaldas para rodear sus hombros, besando su mejilla, después su cuello y su hombro, recorriendo sus brazos con sus manos, de arriba hacia abajo, tratando de tranquilizarlo.

 

-De pronto tengo mucho apetito, eso es todo.

 

Shun sabía que eso no era cierto, pero aun asi no le insistió en decirle que le perturbaba, porque sabía que estaba asustado, tal vez debido al dios que habitaba su cuerpo, así que besando sus labios, acarició su vientre, con una sonrisa cálida.

 

-No dejare que nadie te haga daño, la nebulosa de andrómeda, mi cadena, siempre está alerta alrededor tuyo, siempre estoy pendiente de ti, así que no temas, nadie, ni el dios Hades, podrá hacerte daño.

 

No quiso preguntarle acerca de su hermano, porque no era un inutil, podia defenderse, aunque suponia que no era nada bueno utilizar su cosmos estando embarazado, el sanador de la isla andrómeda, le dijo que no debía usarlo, porque podía perder a sus bebés.

 

-¿Crees que sean más de uno?

 

Shun se encogió de hombros, no sabía cuántos podrían ser, uno o dos, pero no importaba, eran esperados con cariño, llegarian a una familia que les daría su amor, su protección, rodeados de santos poderosos y estaba seguro, que aun su hermano, estaría feliz por ellos.

 

-Ese espectro dice que estoy muy grande, que podrían ser dos en vez de uno.

 

Le preocupaba que fueran dos, porque apenas estaban preparados para tener un pequeño a su lado, dos, era demasiado para ellos, más de lo que esperaban recibir y no deseaba que Shun se preocupara por eso.

 

-Mañana podemos ir con los sanadores del santuario, porque si son dos debemos tener dos cunas, dos mudas de ropa, todo lo necesario.

 

Tal vez eso era lo que le preocupaba y para demostrarle que a él no, que él no temía que llegaran más de uno, beso su vientre, colocando ambas manos en él, con una sonrisa que lo contagio, que le hizo sonreír.

 

-No importa que sea uno, o más, yo los amaré a todos de la misma forma, de la misma forma los protegeré y seré un padre del que puedan estar orgullosos, cuidare de ti, como tu cuidas de mi, y los dos cuidaremos de ellos, seremos una familia.

 

Al escucharle decir esas palabras no pudo evitar sonreír como un tonto, le encantaba esa suavidad, lo excitaba, haciendo que lo deseara mucho más, y de un momento a otro, se sentó sobre su cadera, acariciando su cintura, relamiéndose los labios.

 

-Podríamos…

 

Shun asintió, besando sus labios, podían hacer todo lo que su omega deseaba, a quien deseaba a todo momento, pero siempre esperaba a que el diera una señal, que le dijera que estaba listo.

 

-Si, si podemos.

 

Hyoga empezó a  besar el pecho de Shun, destruyendo su camiseta para dormir entre sus dedos, escuchando sus gemidos, cuando su lengua húmeda se paseó de su cuello a su pecho, deteniéndose en uno de sus pezones, que chupo con fuerza, llevando una mano a su gemelo, mientras que con la otra, iba destruyendo más ropa de su alfa.

 

-Hyoga…

 

Shun a su vez iba desabrochando la ropa de su omega, descubriendo su piel, que recorrió con hambre, dibujando pequeños círculos, pequeñas formas, dibujos que encontraba sumamente eróticos.

 

-¿Qué ocurre?

 

Pregunto divertido, acariciando su hombría con ambas manos, elevando sus caderas para que sus pantalones de dormir recorrieran sus piernas, abandonandola, quedando desnudo con la rapidez habitual, relamiendo sus labios, cuando sintió que Shun lo empujaba con suavidad, acostandolo de tal forma que no hubiera ninguna clase de peso en su vientre.

 

-Eres tan hermoso.

 

El era por mucho más hermoso, pero no se lo dijo, sintiendo las manos de su alfa recorrer sus nalgas, sus piernas, e ingresando dos dedos en su cuerpo, sus piernas abiertas, una de ellas sobre el hombro de su alfa, que siempre se tomaba su tiempo para prepararle.

 

-Enséñamelo.

 

Hyoga recordaba la primera vez que estuvieron juntos, estaban solos, sin mirones interrumpiendo sus caricias, eso ocurrió en su nevada Siberia, en una cabaña que en ocasiones habitaba, no tenían frío, por el contrario, como en aquella ocasión, su cuerpo les quemaba con el deseo de estar juntos..

 

-Enseñame cuanto me deseas.

 

Shun asintió, ingresando en el cuerpo de Hyoga lentamente, primero la punto, un empuje tras otro, escuchando pequeños gemidos de los labios de su omega, que se aferraba a las sabanas con sus dedos pálidos.

 

-Shun… así… Shun…

 

El alfa de cabello verde no dejo de empujar en su cuerpo hasta que estuvo bien adentro, recordando la primera vez que estuvieron juntos, como apenas pudo controlarse, como creyó que su omega querría a otro alfa, y hasta se ofreció a ir por él, por el Kraken, por quien le dijera, pero Hyoga fue muy claro, si no era él, no deseaba a nadie más.

 

-Hyoga… mi cisne.

 

Hyoga llevo una de sus manos a su miembro, para acariciarse al ritmo de los embistes de Shun, que no dejaba de moverse dentro de su cuerpo, esforzándose porque siguiera gimiendo sin descanso, por darle placer.

 

-Cone… conejito…

 

Shun salió del cuerpo de Hyoga, acomodandolo para que sus caderas quedaran levantadas, pero su espalda a ras del colchón, para penetrarle de nuevo, encontrándose agachado, casi de cuclillas, dejando caer su sexo en el interior de su omega, que se aferraba a las sabanas, perdido en el placer.

 

-Asi, asi me gusta…

 

Shun sabía exactamente lo que deseaba su omega y su deber como su alfa era dárselo, por lo cual, mordiendo su labio, siguió con sus embistes, sin descanso, sin detenerse, hasta que ninguno de los dos pudo mantener el sentido, cayendo rendido a lado de su compañero, cuando le poseía acostado a sus espaldas, siempre procurando que no hubiera peso en su vientre, no deseaba lastimar a su bebé, o sus bebés.

 

-Te amo…

 

Aunque siempre tenía la fuerza suficiente para decirle lo que sentía, y su omega, siempre respondía de la misma forma.

 

-Yo tambien te amo.

 

Pues se había jurado, nunca despedirse sin declarar su amor a los cuatro vientos, sin recordarse lo mucho que se querían.

 

-Te amo.

 

*****

 

Aioria no se precipitó como lo deseaba, no poseyó el cuerpo de Milo a su antojo, utilizando el descuido de Camus, porque sabía que sería mucho más placentero, poseerlo, una vez que ese alfa descuidado hubiera muerto, hacerse cargo de ese escorpión como los verdaderos alfas hacían cuando un omega perdía a su pareja.

 

Aunque si se robo una de sus prendas, la que usaba para complacerse al pensar en esa belleza de cabello ensortijado, planeando el momento y la forma de matar al témpano de hielo, pero tenían razón los dioses.

 

El dios del vino y su fiel compañero, el dios Pan, debían tener más alfas poderosos, como Shaka, Minos, o el mismo patriarca, que sufría debido al amor que le tenía a Dohko, el anciano maestro, que decían, buscaba el amor de Aldebarán, el menos atractivo de los omegas.

 

-Supongo que debe estar desesperado…

 

La mera idea de que pelearan por Aldebaran, le parecia ridiculo, demasiado absurdo, tanto que comenzo a reirse, al imaginarse a esos dos peleando por el.

 

-O debe estar ciego.


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