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Los lazos que nos unen. por Seiken

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-Saga, Aioros… 

 

El sabio hombre de lemuria, se sentó en una de las sillas, cubriendo su rostro con ambas manos, sin saber que hacer, pensando en el único problema que parecía ocupaba su mente, uno bajito, moreno, con muy mal carácter. 

 

-Gran patriarca.

 

Aioros pronunció, con algo de nerviosismo, pensando en qué hacer si el patriarca se daba cuenta del cambio en su compañero, el mechon de cabello gris, que llamaria la atencion de cualquiera, menos, de un alfa que estaba siendo afectado por el vino vertido en el agua del santuario, que le hacía pensar únicamente en sus deseos, en como saciarlos y el mayor de ellos era su amor incondicional por Dohko. 

 

-Maestro Shion.

 

Saga o Arles, en ese momento no supo qué decir, solo pudo saludar al anciano de lemuria con esas palabras, esperando que no descubriera su cambio en el cabello, su extraña aura, sin comprender en realidad porque Shion parecía ajeno a esta, porque no pensaba que el anciano de lemuria hubiera bebido del vino, a menos que este ya estuviera circulando en todo el santuario. 

 

-No me digan asi, hace que me sienta mucho más viejo de lo que soy.

 

Shion se quejo, aceptando la taza de té que le ofrecía Aioros en completo silencio, demasiado nervioso para poder pronunciar cualquier palabras, mucho menos al maestro de su alfa, que le veía confundido, como meditando. 

 

-Se que estoy viejo, pero no me lo recuerden.

 

Saga iba dándose cuenta que Shion había sido afectado por el vino, como muchos otros alfas, a pesar de su edad o su fuerza, aunque no entendía muy bien qué era lo que deseaba decirles, su atención estaba dispersa, olvidando por completo la existencia de los dioses, el peligro que sufrían los omegas o cualquiera que se interpusiera en el camino de un alfa afectado por la locura, que se contenía, cuando obtenía lo que deseaba. 

 

-¿Ocurre algo malo?

 

Aioros pregunto sentándose junto a Saga, que colocó una mano en su hombro, mucho más seguro que unos minutos antes, porque comprendía lo que su omega no, el anciano patriarca estaba borracho con el vino del olvido, con el elixir de la locura, lo que hacía que su despertar pasara desapercibido por el aciano de lemuriano. 

 

-¿Necesita ayuda?

 

Pero como Aioros no lo comprendía del todo, preguntó nervioso, sosteniendo las manos que Saga colocó en sus hombros, con ternura, tratando de calmar su temor a ser descubiertos, encantado con el amor que su arquero le tenía, porque estaba dispuesto a matar o a traicionar al santuario, pero no a su diosa, con tal de mantenerlo a su lado. 

 

-¿Ayuda? 

 

Shion asintió, llevando de nuevo sus manos a su rostro, mirandoles con una expresión desesperada, logrando que Saga sonriera, porque lo que sea que necesitaba no tenía nada que ver con su problema actual, con aquel que ponía en peligro las vidas de los habitantes de lemuria, sino, que por el contrario, si estaba en lo correcto, su predicamento era de índole netamente personal, pues, así actuaba el vino del dios de la locura. 

 

-Como con Pan… o el dios que persigue a Radamanthys…

 

Shion actuó como si no recordara esos nombres, llevando sus manos a su sien, como si le doliera demasiado la cabeza, tratando de pensar en Pan o Dionisio, pero esos nombres se les escapaban, como si nunca hubieran existido. 

 

-No, no vine a hablar de eso, ya ni siquiera recordaba que existían. 

 

Aioros al escuchar esas palabras, ver esa expresión en el rostro del patriarca no supo qué hacer o cómo reaccionar, porque Saga apretó sus hombros, dándole una señal de guardar silencio, al mismo tiempo que esperaba escuchar lo que Shion necesitaba de ellos, en donde radicaba su desesperación, porque si podían dárselo, su mente se despejaria. 

 

-En ese caso… 

 

Saga relamió sus labios, esperando escuchar lo que Shion estaba a punto de decirles, aquello que atormentaba su mente y corazón, mirándole en silencio, cuando el patriarca se levantó de la silla, como si su vida dependiera de su deseo, justo como pasaba con aquellos que se emborrachaban del olvido y la locura, como cada alfa en ese santuario o en el mismo Rodorio actuaría, hasta que su deseo se cumpliera, algunos, imposibles de conceder. 

 

-Necesito tu ayuda para recuperar el amor de Dohko… 

 

Shion estaba confundido, porque amaba con locura al anciano maestro y creía que este le amaba a el tambien, pero no estaba del todo seguro de cómo recuperar su amor, solo que su obstáculo ya no estaba presente, el toro estaba encerrado en el sitio en donde debería estar, con su alumno y con su hijo, como una familia feliz, como siempre debieron hacerlo. 

 

-¿Dohko?

 

Nadie sabía que el patriarca estaba enamorado del anciano maestro, pero suponían que tenía sentido, porque siempre habían estado juntos, ninguno tuvo nunca un omega, los dos se apreciaban y lloraron cuando perdieron la vida, sin embargo, para Aioros, el que Shion estuviera mucho más interesado en recuperar el amor de su viejo aliado, que en proteger a los omegas era algo que le hacía sentir traicionado, porque su deber era mantener seguros a todos los habitantes de ese lugar, porque pensaba que Shion le apreciaba, porque no sabía que un amor perdido valiera más que sus vidas y desconocía de los efectos del vino del olvido y la locura. 

 

-Es una larga historia, Aldebarán está enojado con Mu, así que Dohko quiso ser un “alfa” tachado a la antigua y me pidió su mano, pero no se la di, porque… 

 

Shion trataba de concentrarse al pronunciar aquellas palabras, como si le costará demasiado trabajo, cerrando los ojos, preguntándose que hacer, como recuperar a su amado, sin darse cuenta de la mirada de Aioros, que se preguntaba si estaba hablando en serio, si un lío como ese era mucho más importante que la vida de los habitantes del santuario. 

 

-Porque yo aun lo amo y Mu aun ama a ese muchacho… 

 

Eso lo pronuncio mucho mas confundido todavía, recordando el enojo y la decepción de Mu, como pensaba que por culpa suya él había tenido que ocultar su amor a su omega, que no lo deseaba a su lado por más tiempo, sin embargo, le entregaría la mano del toro, a cambio de que lo quitara de su camino, de que dejara de estorbarle. 

 

-Pero no se como recuperar su afecto, no se como ganarme su perdón y pensé, que tu podrias ayudarme. 

 

Estaba seguro de eso, de que Saga podría decirle cómo recuperar el amor de un cariño traicionado, porque Aioros pudo perdonarlo, estaba con él, sentado a su lado, como un buen omega debía hacer con su alfa, como quería que Dohko lo hiciera, aunque su viejo amigo fuera un alfa y no quisiera saber nada de él por el momento. 

 

-¿Ayudarle? 

 

Saga no entendió en un principio la razón detrás de esa petición, como se suponía que él podía decirle cómo recuperar a Dohko, cuando apenas comprendía la razón detrás del perdón de su arquero, que sentado a su lado, comenzaba a molestarse demasiado, sintiendo que no le preocupaban los habitantes del santuario, y era cierto, pero no porque no fuera una buena persona, sino, porque estaba afectado por el vino de la locura. 

 

-Aioros te ha perdonado, debes conocer alguna forma de ganarte el perdón de un omega, un alfa en mi caso, de un ser querido. 

 

Aioros se tenso al escuchar esas palabras, preguntándose si estaba hablando en serio, si en verdad se preguntaba con qué truco de magia podría ser perdonado, cuando la confianza de Dohko fue quebrantada, cuando su amor fue traicionado y cuando, el mismo Shion, aparentemente no conocía lo suficiente a su amor, como para ganarse un perdón que no sabía si se merecia. 

 

-Algo que yo no sé hacer.

 

Aioros se levantó molesto, decidiendo que ya tenía suficiente, porque su vida estaba en peligro, podía sufrir un destino peor que la muerte, también su alfa, pero lo único que Shion deseaba era conocer la fórmula mágica del perdón, pidiendosela a su alfa, como si no conociera suficiente de su amado, haciéndole perder la fe en el patriarca, cuya mirada perdida no era en nada parecida a la que tuvo alguna vez. 

 

-No somos cosas, tampoco somos animales, no pueden ganarnos como si fuéramos objetos que pueden comprar con cumplidos, así nada más. 

 

Saga se daba cuenta de lo que estaba pasando, pero guardó silencio, dejando que Aioros se levantara de la silla para intentar marcharse, su cosmos elevándose para seguirlo, para mantenerlo en una zona segura, al mismo tiempo que Shion le veía como si no comprendiera su molestia. 

 

-Y si Dohko no está satisfecho con usted, y no sabe cómo pedir su perdón, entonces no se lo merece. 

 

Inmediatamente después, quiso marcharse, pero Arles lo evito, colocando una mano en su hombro, para que volviera a sentarse, no le dejaría ir, porque no estaba seguro en ese santuario en donde el patriarca había perdido la cabeza. 

 

-Aioros… 

 

Le advirtió, observando al patriarca cubrir su rostro con ambas manos, sin ver como el gris crecía un poco más, ni escuchar los movimientos de Aioros, perdido en si mismo, en su desesperación al sentirse rechazado. 

 

-Quiero… debo retirarme. 

 

Arles negó eso, no lo dejaría marcharse, pero si vería la forma de ayudarle a Shion, al menos, la forma de ganarse su lealtad, en ese momento en el que estaba enloquecido por culpa del vino del dios antiguo. 

 

-Quédate conmigo Aioros… 

 

*****

 

Pan había estado siguiendo al hermoso santo de Piscis, esperando el momento en que su celo diera inicio y estuvo a punto de apoderarse de aquella hermosa criatura, si el ave de carroña no se hubiera presentado, arruinando su vigilia, actuando como un alfa estúpido, que no comprendía lo que debía hacer cuando un omega estaba inmerso en su celo. 

 

-Ya sera en otra ocasión, hermosa muñequita. 

 

Tuvo que apartarse, buscando un poco de diversión, después de ser saboteado por una segunda ocasión, la primera fue con ese lindo efebo, cuando sus padre llegaron a protegerlo, apartandolo de sus brazos, sin embargo, mientras estuviera en el santuario, aún podía divertirse destruyendo su inocencia.

 

-Las ninfas se han marchado… 

 

No se habían marchado, sino que cada una de ellas había muerto, después de yacer en sus brazos lo que pudo ser una eternidad para ellas, para él unos cuantos instantes, unos pocos momentos de placer. 

 

-Están… estan muy enojadas… 

 

Escucho que pronunciaban, justo donde había tenido su divertido encuentro con sus frágiles niñas. observando un albino, un omega de piel blanca, ojos rojos y cabello blanco, acompañado de un alfa de cabello negro, que veía esa escena en silencio. 

 

-Debemos protegerlas, pero, he logrado que descansen en el más allá. 

 

Era un omega muy extraño, que podía ver, estaba embarazado, un bonito fuego fatuo de apariencia de marfil, como una estatua, que en sus brazos gemiria, o gritaria a causa del placer, al menos, el si lo disfrutaría.

 

-Regresemos al santuario, ya no hay nada que hacer aquí. 

 

Pan por un momento pensó en seguir a la estatua de mármol, al fuego fatuo, pero se detuvo, escuchando unos pasos a sus espaldas, volteando para encontrarse con un joven con una marca en su rostro, aquel enviado por Pandora, después de que le diera a beber una botella completa del vino especial de su buen amigo. 

 

-Al fin llegas, pajarraco, al fin llegas. 

 

Ikki no dijo nada, simplemente le observó en silencio, escuchando otras pisadas, eran las de su buen amigo, con esa hermosa y falsa apariencia, quien también quiso ver cómo limpiaban ese paraje, de la sangre, del dolor y de los espíritus de las víctimas del dios antiguo. 

 

-Pandora te mando para ayudarnos, pero no te dijo que es lo que deseamos que hagas, sin embargo, tampoco te dijo que yo estoy dispuesto a pagarte por tus servicios, con aquello que más deseas en este mundo. 

 

Ikki sabía exactamente qué era lo que deseaba conseguir, lo había visto con sus propios ojos, deseaba al hermoso cisne de hielo, que usaba a su hermano como un remplazo de el mismo, un alfa que podía controlar a su antojo.

 

-Quiero que Hyoga sea mio. 

 

Respondió con una expresión oscura, con un susurro que al mismo Pan le hubiera hecho temer por su vida, de no saber, que Dionisio le dominaba, con el vino, al incendiar sus peores sentimientos, sus deseos más oscuros. 

 

-Será tuyo… 

 

Dionisio respondió, con una sonrisa benevolente, al menos en apariencia, porque le entregaría al cisne, a cambio de su servicio y a cambio de los gemelos que se gestaban en su vientre, dos niños con sangre divina, que darían como resultado un vino muy especial. 

 

-Todo lo que tu desees, será tuyo. 

 

En ese momento unos pasos distantes, las pisadas del joven león también pudieron escucharse, el santo dorado que había solicitado al hermoso escorpión, a cambio del futuro vástago de su alfa. 

 

-Eso es lo que has dicho.

 

Y siempre cumplía sus promesas, en especial aquellas derivadas de la ingesta de su vino. 

 

-Y eso es lo que tendrán. 

 

*****

 

Radamanthys soñaba con el pasado, aunque más bien, era un recuerdo de una vida remota, del momento más oscuro de todos, cuando bebió del vino que le ofrecía un completo extraño, vestido como alguna clase de noble. 

 

Un hombre hermoso, demasiado agraciado, con una expresión amable, ojos dorados, cabello negro y largo, que bebía en compañía de otros más, hombres, mujeres, jóvenes, viejos, alfas, betas, omegas, toda clase de individuo. 

 

-Ven, bebe un poco y olvida tus penas. 

 

Radamanthys al principio, por un solo instante, quiso negarse, pero, no pudo, ese licor estaba frío, ese licor tenía un aroma agradable, ese licor le ofrecía olvidó. 

 

-Festeja con nosotros, no te arrepentirás, te lo aseguro. 


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