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Los lazos que nos unen. por Seiken

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El celo de Afrodita se iba controlando, con solo la compañía de Minos en su habitación, su propio aroma de alfa, su cosmos rodeándolo, haciéndolo sentir seguro, rodeando su cintura con la misma delicadeza que siempre soñó recibir de un alfa, especialmente uno tan hermoso como él. 

 

-¿Afrodita? 

 

Escucho la voz de Angelo, emocionado, dejando unas bolsas de víveres en la mesa en donde pudo ver algunos articulos de curacion, viendo sangre en el piso, preocupándose inmediatamente. 

 

-¿Afrodita estas bien?

 

Minos se revolvió en la cama, al escuchar esas voces, aun estaba vestido con una bata, de color blanco, con demasiados holanes, de seda que se le pegaba al cuerpo, una bata que podría considerarse sexy, sin embargo, en un alfa se veía un poco graciosa, especialmente, cuando el cabello de dicho alfa estaba desordenado, y pegado a su piel. 

 

-¡Afrodita! 

 

Antes de que pudieran levantarse o evitar que sus amigos alejaran al hermoso alfa en su cama, Shura atacó con su espada, siendo detenido por los hilos de Milo, pero no pudo evitar que los fuegos fatuos lo quemaran, no hasta que Afrodita les lanzó una rosa, completamente furioso, aunque aún estaba sudoroso, sonrojado.

 

-¡Dejenlo en paz, yo le pedí que me hiciera compañia! 

 

Minos seguía vestido con la bata, que por pura gracia divina no se abrió, sin embargo, era del gusto de Afrodita, por lo cual era especialmente femenina y le llegaba hasta los muslos, dándole una apariencia pintoresca, porque sus ojos eran un pequeño punto en un rostro furioso completamente expuesto, debido a lo desordenado que tenía su cabello y lo pegado que estaba a su piel. 

 

-¿No ven que estoy perfectamente bien? 

 

Shura se relajó al escuchar esa molestia, Angelo sonrió, rascando su oreja, el interior para quitarse un poco de cerilla, al mismo tiempo que Minos, acomodaba su bata y su cabello, sentándose de lado, para no descubrir su cuerpo. 

 

-Te… te trajimos comida… 

 

Angelo le anunció, observando de pies a cabeza a Minos, que estaba usando una bata, acostado por encima de las sábanas, con una apariencia que tuvo Shura en algún momento de su vida, cuando también cuidaba de su celo, para que nadie se atreviera a atacarlo. 

 

-Pensamos que ese espectro te había hecho daño, que te violó durante el celo. 

 

Minos se levanto de la cama furioso, sosteniendo el cinturón de la bata, sintiendo que su cosmos se elevaba después de semejante insulto, sus ojos fijos en los de Shura, que no se arrepentía de sus palabras. 

 

-¡Soy un espectro honorable, no soy un monstruo! 

 

Afrodita aún desnudo, se situo entre Minos, que estaba furioso con toda la razon del mundo, y sus amigos estaban viendole, tratando de comprender qué había pasado esa noche, Shura dudando de las intenciones de Minos y Angelo con una sonrisa, como si viera algo que ellos no veían. 

 

-Lo sentimos, lo sentimos de verdad, dejamos comida en la mesa y les dejamos solos. 

 

Angelo tomó el brazo de Shura, para llevarse a su alfa consigo, con la misma sonrisa en el rostro, que les decía que algo le divertía demasiado, deteniéndose en la entrada del templo de Piscis, suspirando. 

 

-¡Afrodita es un maldito suertudo! 

 

Shura arqueo una ceja, sin saber muy bien de que le estaba hablando, sintiendo un beso en sus labios, con una hermosa sonrisa, mirándole fijamente con esa expresión de orgullo. 

 

-No tanto como yo, pero es afortunado, porque ese estúpido alfa le ha aceptado. 

 

*****

 

Estaba tan furioso por ese rechazo, ese nuevo rechazo, por verle aceptar esos brazos alrededor de su cuerpo, verle cuidar a ese pequeño deshonor nacido de su vergonzosa derrota que apenas pudo mantenerse quieto al verle besar los labios de su rival, el padre de la pequeña bastarda que cargaba en sus brazos, acaso no se daba cuenta que ella era la prueba viviente de su fracaso, de su gran caída. 

 

Pandora le había dicho que Kanon era más alto, más fuerte, más astuto, en pocas palabras un mejor alfa, pero su corazón no era digno, el no se merecía la sumisión de ese omega, su señor que le había rechazado tantas veces, que no comprendía que solo por su amor por él era que servía en ese ejército, pensando que algun dia, en algun momento, se apiadaria de su deseo, entregándose a él, aceptandolo como su amo, pero eso no fue así, siempre buscaba a alguien más. 

 

Ese dios tampoco se lo merecía, era indigno, porque los dioses no eran fieles y su amado señor no le deseaba, su amado señor era el epítome de lo que a sus ojos debía ser un omega, si aceptara las caricias del alfa que le amaba, del único que se lo merecía, eso era él, pero como no lo hacía, su amado señor era igual que cualquier otro omega que perseguía el dolor de un compañero indigno. 

 

Porque no podía entenderlo su amado señor, ni Dionisio, ni Kanon se lo merecían, solamente él se merecía el cariño de ese omega, solamente él podría procurarle con un amor sincero, con un deseo absoluto, con una fidelidad que duraría varias vidas. 

 

Aun así su amado señor después de su última derrota regreso al inframundo con varias marcas extrañas visibles en su rostro y cuello, vistiendo ropa diferente a su uniforme, sus labios hinchados, con un aroma nauseabundo que suponía era el hedor de Kanon, de su semilla gestándose en su cuerpo. 

 

Pero no lo supo hasta que era muy tarde, como aquella ocasión en la cual recordaba el espectáculo grotesco de su señor permitiendo a ese autonombrado dios, ese Dionisio poseerlo, cuando se apartó de su ejército durante su celo, como pudo verlo gemir en los brazos de alguien más, de alguien que no era él y temía, que nunca sería el. 

 

De alguna forma durante su celo buscaba compañía si éste ocurrió fuera del Inframundo, cuando estaba en su hogar, en sus habitaciones, se encerraba sin darle oportunidad a nadie de acercarse a él, sobretodo cuando Minos cuidaba la entrada a sus aposentos. 

 

Minos, que estaba seguro le deseaba de cierta forma, porque evitaba que cualquier alfa se acercara a su hermano menor, aun quien le amaba, pero no lo hizo con Kanon, con el mentiroso santo de géminis, a él simplemente le permitió apoderarse de su amado señor, en cambio, cada vez que trataba de tocar la piel de su amado, se lo evitaba. 

 

Valentine estuvo tan cerca de poseerlo, antes que Dionisio, mucho antes que Kanon, la única ocasión en la cual Minos no le estorbaba, no estaba en ese cuarto haciendo guardia, podía verse a sí mismo abriendo las puertas que daban a su cama, verle hecho un ovillo sobre las cobijas, aferrado a estas. 

 

Se veía hermoso, se veía tan atractivo, que su boca empezó a salivar, su cuerpo a responder al aroma y cercanía de ese omega, deteniéndose a su lado, recorriendo su hombro primero, dibujando una línea en dirección de su cuello, que estaba descubierto. 

 

-Mi señor, he venido a socorrerlo. 

 

Radamanthys al verlo en vez de sonreirle, hacerle un espacio en su cama, se asustó, su expresión fue una de completa extrañeza, tratando de apartarse, pero usando su cosmos le sostuvo de la cintura, acercandolo a su cuerpo, sosteniéndolo del cabello dorado. 

 

-He venido a traerle una cura para su mal. 

 

Valentine le observaba de pies a cabeza, con una expresión de lujuria casi absoluta, sintiendo el cosmos de su señor elevarse, como luchaba por liberar su cuerpo, no obstante, era una etapa avanzada del celo y él era un alfa, terminaría deseandolo cuando le poseyera o mordiera su cuello. 

 

-Te castigaré por esto Valentine, marchate, si no quieres que eso pase. 

 

Valentine únicamente rio al escuchar esa amenaza, llevando una de sus manos a la entrepierna de su señor, lamiendo su cuello, sonriendo casi con locura cuando este se estremeció, empujando su cuerpo, arqueando su espalda. 

 

-Es una amenaza vacía, yo lo se mi señor, usted no me haría daño y como un omega en celo, desea un alfa que lo complazca, yo me entregaré a esa tarea. 

 

Radamanthys entonces sintió como Valentine tomando su mano la llevaba a su entrepierna, mostrando una actitud que no entendía, tanto desagrado, tanto asco que por un momento quiso golpearlo y lo hizo, estrelló el dorso de su mano en contra de su mejilla, sorprendiendolos a ambos. 

 

-Usted desea un alfa mi señor, y yo soy uno de ellos, un alfa poderoso, el más fuerte del Inframundo, soy hermoso, soy fiel, seré fiel a usted, sabre cómo complacerlo. 

 

Valentine acercó sus dientes al cuello de Radamanthys, a punto de morderlo, relamiendo sus labios cuando Radamanthys seguía retorciéndose en sus brazos, cuando se atrevió a propinarle un fuerte golpe que abrió sus labios, haciendole sonreír un poco más, golpeándolo con una de sus técnicas, escuchando un gemido de sus labios. 

 

-Pero antes quiero morderlo, marcarlo para mi. 

 

Sin embargo, antes de que pudiera morder su cuello, marcarlo para el, sintió unos brazos sostenerlo de la cabeza y del cuello, lanzarlo lejos de su amado señor, que apenas podía moverse, sintiendo como los hilos de Minos lo descuartizaban. 

 

-Minos lo desea para el. 

 

Esa guerra no regresó, la siguiente tuvo que decir que había perdido la razón, pero siempre buscaba la forma de ingresar a esa habitación cerrada, no obstante, Minos era un vigía sin igual, siempre pendiente de sus actos, siempre dispuesto a separarlo de su amado señor.

 

-Por eso no deja que yo me acerque a mi omega y ha permitido que el embaucador, que ese miserable incompetente lo posea. 

 

A el que era superior a todos los demás, en especial Kanon que no era nada más que una mala copia del santo de géminis, un pobre diablo sin futuro ni destino, el gemelo que no debió nacer, que en los viejos tiempos portaria una máscara escondiendolo del mundo, como la ofensa de la que se trataba para este. 

 

-Porque sabe que Kanon es momentáneo, pero que yo seré eterno, su compañero por cada una de nuestras vidas. 

 

Valentine, que se sabía hermoso, educado, que era rico, tan rico como la familia Walden, que vivía únicamente para su señor y a cambio, lo único que deseaba era un poco de su calor, su cuerpo desnudo debajo del suyo, sus labios alrededor de su hombría, su cuerpo hinchado con su semilla, acaso era demasiado pedir.

 

-Si les llevo a esa pequeña bastarda, Pandora me dara a mi señor, eso ha prometido y eso es lo que yo tendré. 

 

Era un omega, no tenía derecho a decidir quien sería su compañero, aunque fuera su señor, seguía siendo un omega y él era un alfa, él debía ser su compañero, sin importar lo que dijera Minos, lo que dijera Pandora, o ese embaucador, sí Radamanthys lograba verlo por lo que en realidad era, sería suyo, aunque tuviera que obligarlo. 

 

-Ella tiene que morir, solo así podrá enfocarse en mi decendencia, en lo que yo tengo que ofrecerle. 

 

Y como si se tratase de un león, empezó a pensar en la forma de liberar a su omega de su pequeña carga, de la cría de otro alfa, porque no estaba dispuesto a cargar con ella, no cuando su descendencia nacería de su amado señor, cuando el si se lo merecía. 

 

-Solamente asi podre liberarlo de ese embaucador. 

 

*****

 

-Es la última vez que me quedo a cuidar el celo de un omega que no sea Radamanthys. 

 

Se quejó Minos, escuchando los pasos de Afrodita, sintiendo como lo abrazaba por la espalda, recargando su barbilla en el hueco entre su cuello y hombro, suspirando. 

 

-Eres uno de los pocos alfas que les importa tanto la seguridad de un omega, que hacen guardia. 

 

No era que le preocupara la seguridad de cualquier omega, pero algunos pensaba que valian el esfuerzo y otros bien sabía que estaban en peligro inminente, como su hermano con esa sucia arpía, que lo acechaba cada celo, buscando la oportunidad para morderlo, para violarlo. 

 

-Es lo minimo que puedo hacer por un omega acosado por una pesadilla o un alfa que no entiende un no por respuesta y se esconde en una despreciable fachada de inocencia. 

 

Su voz había cambiado tanto, estaba tan molesto, que Afrodita inmediatamente empezó a acariciar su cabeza, como si se tratase de un niño pequeño, liberando sus feromonas para que pudiera calmarse un poco. 

 

-Mi pesadilla es real, tiene muchas caras y voces, pero todos siempre hacen lo mismo, mi belleza los domina, les hace lastimarme. 

 

Minos recordaba haberle dicho eso a la rosa, cuando estaba tratando de hacerle despertar, pero negó eso, nada le daba el derecho a nadie de lastimar a otra persona, a un omega, los celos no eran excusa para violar a quien no correspondía tus afectos. 

 

-No es verdad Afrodita, nadie tiene derecho a lastimar a nadie, ni usar los celos como armas en contra de un omega. 

 

Su madre había sido violada por Zeus, cuando su celo dio inicio y el bastardo la llevó a una lejana isla, donde conoció a su padre, quien los crió como sus hijos, pero decidió entregar al menor de ellos a un anciano asqueroso, que decía el celo de su hermano era aquello que lo sedujo, Radamanthys tuvo la culpa de eso, pero no era cierto, ese senador, ese dios bastardo era quien le hizo daño a su hermano, solo porque podía hacerlo. 

 

-Ellos estaban equivocados, no es culpa tuya sus acciones, pero así te hacen compartir sus pecados, así se liberan de ellos, una excusa para sus actos ruines. 

 

Afrodita seguía abrazando a Minos, que aún vestía su bata blanca, con holanes y bordados, una bata demasiado femenina, pero que cubría perfectamente el cuerpo del juez, que desvió la mirada. 

 

-A Radamanthys le han acusado de lo mismo… una mentira por supuesto, nadie hace eso, nadie busca su propio sufrimiento, ni siquiera tu rosa de Athena… 

 

*****

 

Radamanthys volvió a dormir, con Kanon y su bebé acostados en su cama, recordando su embarazo, como lo escondió del Inframundo, al menos, hasta que ella pudo nacer, porque estaba temeroso de sufrir algún castigo que matara al fruto de su vientre, o que su fiel soldado decidiera terminar con su embarazo, o morderlo, usando su momentánea debilidad. 

 

-Minos, necesito tu ayuda… 

 

Pudo verse a sí mismo, acudiendo a su hermano, que estaba sentado en el balcón, observando una flor de color rojo, como la sangre, su sangre. 

 

-No tengo a nadie a mas a quien acudir… 


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