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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Dohko se estremeció al sentir los brazos y los besos de Shion, pero intentó moverse, alejarse de su viejo amigo, su antiguo amante que seguía cada paso que el daba, sin escuchar sus peticiones, acorralandolo contra la mesa donde había colocado unos palillos, asi como algunos condimentos para el momento en que comieran juntos. 

 

-Shion, basta… por favor. 

 

Esas cuatro palabras debian sonar mucho más como una orden, que como una súplica, pero Shion decidió ignorarlo, tirando al suelo todo lo de la mesa, antes de sentarlo en ella, por suerte era una pieza robusta de madera, patas anchas, una superficie gruesa, que resistió su peso sin problemas. 

 

-No, Shion, no deseo esto. 

 

Shion se apartó unos cuantos centímetros de su cuerpo, mirando sus ojos con esa expresión que le hacía estremecerse, desde que eran tan solo unos niños, unos muchachos con su primer enamoramiento. 

 

-Vete… si no deseas esto, vete, solo asi me detendré. 

 

El alfa de cabello verde susurro muy cerca de sus labios, apartándose lo maximo que podia, para darle una oportunidad de alejarse, pero Dohko no pudo hacerlo, y aunque aun estaba enojado con él, respondió a su beso, todo fuera por el bien del santuario se dijo en silencio, aunque eso era lo que menos le importaba en ese momento. 

 

-Aquí no… 

 

Dohko siempre había sido un hombre bajo, para los estándares del santuario, para los humanos sin cosmos, era alto, también era fuerte, pero Shion era alto aun para los habitantes del santuario, siempre había sido demasiado alto para él. 

 

-Vamos a mi habitación. 

 

Ellos eran alfas, lo que significaba que no tenían una lubricación natural, necesitaban muchas más preparaciones para estar juntos, y eso no estaba en la cocina, sino en su cuarto, aunque no le usaba desde la última vez que vio a su viejo amigo, tantos años, tantas décadas sin sentir las caricias de su igual, eran demasiado para él. 

 

-Dohko… 

 

Shion le cargó entre sus brazos, como si fuera su esposo y estuvieran recien casados, llevandolo a ese cuarto que conocía tan bien, que recordaba justo como era en ese momento y sabía bien, donde guardaba Dohko los ungüentos, los aceites, aun lo que le gustaba fumar, lo que en dos o tres ocasiones habían compartido. 

 

-No arruines el momento. 

 

No quería escucharlo, solo sentirle en su cuerpo y eso era lo que tendría, supuso, aunque suponía que no era del todo justo, Shion estaba fuera de si, tal vez no lo recordara una vez que hubieran derrotado a esos dioses. 

 

-Sigues siendo lo más hermoso de este mundo. 

 

Shion le recostó con mucho cuidado en la cama, sobre las cobijas, desabrochando con delicadeza su ropa, liberandolo lentamente de ella, descubriendo su piel avellana, para besar uno de sus pezones, pellizcando el otro, recibiendo un quejido, a su Dohko no le gustaba esa clase de caricia. 

 

-Ya sabes lo que me gusta. 

 

Pronunció Dohko, sosteniendo a Shion del cabello para besar sus labios, ingresando su lengua en el interior de su boca, gimiendo su placer, para poco después, guiarle hacia su hombría, que Shion descubrio con lentitud, como si se tratase de un premio, un tesoro que iba encontrando lentamente. 

 

-¿Esto? 

 

Shion le dio una lamida primero, sus ojos lilas fijos en los de Dohko, que gimió, arqueando su espalda, sintiendo como una corriente eléctrica de puro placer le recorría, desde la punta de sus pies hasta la punta de su cabello. 

 

-Shion… 

 

Eran dos guerreros con siglos de vida, no tenían tiempo que perder, no eran como las nuevas generaciones que se tomaban las caricias, los momentos clave, con lentitud, que no se movían como deberían hacerlo, pero ellos comprendian lo que los jóvenes no, el tiempo era muy corto, debían tomar todo lo que la vida les ofrecía, de eso se trataban los buenos momentos. 

 

-Sigues siendo muy ruidoso. 

 

Eso lo dijo divertido, tomando del ungüento que Dohko usaba para sus entrenamientos, para curar sus músculos adoloridos, el mismo que frotó entre sus dedos para que se derritiera, llevándolos a su sexo, el que cubrió con ellos, lentamente, asegurándose que estuviera bien humedo. 

 

-No arruines el momento. 

 

Le repitio, pero Shion únicamente se rio, llevando ahora, dos dedos a su cuerpo, entre sus nalgas, para ingresarlos en el con esa sustancia viscosa, haciéndole gemir, mucho más fuerte cuando volvió a rodear su hombría con su boca, el también gimiendo su placer, no era el único que estaba excitado por estar juntos en ese momento. 

 

-Lo arruinaria diciendo lo hermoso que pienso que te ves en este momento y que nunca me canso de hacerte el amor, eso lo arruinaría. 

 

Dohko desvió la mirada, pero Shion le besó de nuevo, sosteniendo su barbilla, para acostarse sobre él, acomodando su hombría entre sus nalgas, empujando lentamente, entrando poco a poco, sumergiéndose en su cuerpo. 

 

-No… no te detengas… 

 

Shion se relamió los labios, recargándose a los costados del cuerpo de Dohko, para seguir empujando en su cuerpo hasta sentir que ya no podía llegar más adentro, besando los labios de su amado cuando este quiso decirle algo, tal vez, que guardara silencio, pero no podía, para él era imposible dejar de admirar su cuerpo, sus gemidos, admirarle a cada instante de su vida. 

 

-Te amo, Dohko, yo te amo… 

 

Dohko le beso esta vez, rodeando su cintura con sus piernas, para que comenzara a moverse, encajando sus tobillos en sus costados, sintiendo como Shion empezaba a danzar sobre su cuerpo, empujando lentamente primero, fuerte despues, rápido, cambiando el ritmo de sus embistes cada cierto tiempo, haciéndole ver las estrellas. 

 

-Te amo y nunca más volveremos a separarnos. 

 

Dohko no estaba dispuesto a escuchar esa promesa, lo único que deseaba era sentir una ultima ocasion el placer de compartir su lecho con Shion de Aries, que siguió jurandole amor eterno, dándole lo que necesitaba, aunque no creía en sus palabras de amor, solo eran obra del vino. 

 

-Te amo… te amo… 

 

Dohko no respondía a sus promesas, lo único que hacía era besar sus labios, hasta que sintió la semilla de Shion inundando su cuerpo, mordiendo su cuello como en ocasiones hacía, como si fuera su compañero de vida y no solo su amante. 

 

-¿Tu me quieres? 

 

Dohko no quería responder esa pregunta, así que en vez de responderle que le amaba, giró su cuerpo para sentarse ahora en sus caderas, para empalar su cuerpo en su hombría de nuevo, quería usarle, sentir el placer que tanto extraña, sin remordimientos, al final, no lo recordaría.

 

-Dohko… ¿Me quieres? 

 

Dohko empezó a moverse sobre su cuerpo, cerrando sus ojos, escuchando más gemidos de Shion, que sosteniendo sus caderas empezó a subirlo y bajarlo sobre su hombría, besando sus labios, esperando escuchar una respuesta a sus preguntas, que eran silenciadas cada vez con un beso nuevo. 

 

-Por favor, dime que me quieres… 

 

Dohko respondió derramándose en su pecho, sintiendo de nuevo la hombría de Shion inundarlo, para besar sus labios, separándose de su cuerpo, cerrando los ojos, sintiendo las caricias del otro alfa en sus hombros.

 

-Nunca quise a nadie como te quise a ti… 

 

Esperaba que eso fuera suficiente para Shion, que rodeo su cuerpo con fuerza, con ambos brazos, sin decir nada más, sin preguntarle de nuevo si lo quería, pero manteniéndose a su lado, para dormir un poco, recuperarse de esas actividades. 

 

-Tal vez… tal vez vuelvas a quererme como en ese entonces… 

 

Dohko no respondió, manteniendo aquella postura, dejando que Shion tuviera lo que deseara, aunque, su conciencia le decía que no debió permitir eso, únicamente le daba falsas esperanzas a ambos. 

 

-Aun te quiero… 

 

*****

 

Pudieron hablar algunos minutos a solas antes de que sus alfas comenzaran a preocuparse, en especial Mu, que pensaba que Aldebarán escaparía con ayuda de Milo, quien le aseguro que nada de eso pasaría, porque su amigo siempre quiso tener una familia. 

 

-Mu está actuando como un verdadero lunático. 

 

Milo se quejo cuando regresaron a la casa de Aries, sintiendo un beso de su alfa, que rodeaba su cintura con los dos brazos, recordando que todo el tiempo el en otros tiempos pacífico santo de aries, sostenía la mano de su toro, besando el dorso, restregando su mejilla contra esta, como si estuviera marcando su territorio. 

 

-Yo lo considero muy tierno, en realidad me gustaría que tu me dejaras demostrarte mi afecto en publico, asi nadie pensaría que tiene una oportunidad contigo. 

 

Milo llevó sus manos a las muñecas de Camus, para soltarse, porque sabía que dentro de poco querría encerrarse de nuevo en su habitación, para seguir construyendo ese pequeño imaginario. 

 

-Tengo hambre, hazme algo de comer. 

 

Camus asintió, comerían un poco, pero después regresarian a sus habitaciones, deseaba un pequeño escorpión en sus brazos, una paletita de mora azul, porque se lo imaginaba con el cabello de su omega. 

 

-Ademas, te gustaría que nuestra paletita sea niña, o niño… 

 

Camus no respondió en un principio, cocinando un platillo típico de su natal rusia, comida saludable para un omega embarazado, o que pronto lo estaría, sirviendo en dos platos, acompañando su alimento de un vaso de jugo. 

 

-Niño. 

 

Milo arqueo una ceja, no sabía que Camus quisiera un niño, pero pronto le diría la razón de ello, supuso, por la expresión seria que tenía en su rostro, como si hablara de un enfrentamiento, de un campo de batalla. 

 

-Porque Leviatán es una niña, y si es un niño, si están ellos están de acuerdo por supuesto, podríamos comprometerlos, te lo imaginas, la heredera de Kanon debe ser poderosa, nuestro hijo será un prodigio, si los dos se casan tendremos soldados invencibles. 

 

Milo no supo en ese momento si su alfa estaba hablando en serio, aunque sí recordaba que Kanon le mencionó que los dos niños podían aterrorizar el santuario juntos, por lo cual, tuvo que reírse, notando la forma en que su alfa le miraba. 

 

-Aunque, si es una niña y el segundo monstruo de Kanon es un niño tambien podriamos arreglar un matrimonio, me gustaría tener la sangre de un geminiano en algún momento de nuestro árbol genealógico. 

 

Aparentemente si estaba hablando en serio y tendría que darle un buen golpe a Kanon por meterle ideas raras en la cabeza a su alfa, que seguía comiendo con calma, su mirada fija en la suya. 

 

-¿Porque lo preguntas? 

 

Aldebaran le había dicho que mintiera, que le dijera que tenía signos de estar embarazado y creía que eso era una locura, que no estaba bien, sin embargo, suponía que era mejor que su alfa pensara que ya estaban esperando un pequeño, para poder visitar a Dohko, verificar que no estuvieran enfermos, encontrar una forma para contrarrestar a esos dos dioses, porque hasta el momento, nadie estaba haciendo nada por detenerlos. 

 

-Como sabes, Aldebarán ya pasó por un embarazo y de eso estábamos hablando… dice que tengo los sintomas de cuando él se embarazo, que lo hemos logrado. 

 

Era demasiado pronto para saberlo, pero la expresión de su alfa era todo un poema, primero de incredulidad, para después verse resplandeciente, nunca antes había visto una expresión como esa, de la más profunda felicidad. 

 

-¿Está seguro? 

 

Milo asintió, dejando sus cubiertos en la mesa, tratando de aparentar seguridad, creer en su mentira, que podía ser cierta, pero aun no estaba seguro de eso, solo que Camus se levantó de su asiento para rodear la mesa y cargarlo en sus brazos, girando con él, para sentarlo en el sillón, acomodando su cabeza en sus piernas, con la misma felicidad que nunca había visto antes. 

 

-¿Un niño? ¿Por fin tendremos una paletita? 

 

Milo inmediatamente comenzó a sentirse culpable, acariciando su cabeza con sus dedos, tragando un poco de saliva, porque en ese momento debía pedirle que hiciera algo por el, asegurar que su cosmos no brillaría con la misma intensidad, hacer que le jurara que le ayudaria a matar a esos dioses. 

 

-Si, así es, tendremos una paletita, un niño o niña nacido de ambos… de ti y de mi. 

 

Camus beso su vientre y después sus labios, estaba agradecido, emocionado hasta el punto de llorar debido a la emoción, acariciando su mejilla, dándose cuenta que no estaba del todo feliz, preguntandose la razón de eso. 

 

-Pero… qué pasa, no estas feliz. 

 

Milo siempre había sido un libro abierto para su alfa, y ese era un problema cuando trataba de mentirle, por lo cual, tragando un poco de saliva, suspiro. 

 

-Trataron de lastimar a Kiki, creo que… creo que desean lastimar a los niños del santuario, aún a nuestra paletita. 

 

Camus negó eso, sin comprender muy bien de que le estaban hablando, quién podría querer dañar niños, pequeñas criaturas inocentes, pero también recordaba historias de músicos que robaban niños, que se los llevaban, niños como el que pronto nacería. 

 

-Y necesito tu ayuda mi alfa, tu omega necesita de ti para cazar a estos monstruos, para matarlos antes de que puedan lastimar a nuestra paletita, no podemos permitirlo. 

 

Camus asintió, nadie nunca lastimaría a su hermoso compañero, mucho menos al fruto de ambos, esa vida que le costó tanto trabajo crear, así que asintió, besando el dorso de la mano de su escorpión, que al ver su seguridad, como haria lo que estuviera en sus manos para protegerle, suspiro. 

 

-¿Que tenemos que hacer? 

 

Parecía que Aldebarán tenía la razón en una cosa, su alfa escuchaba todo lo que le decía, siempre y cuando tuviera lo que pensaba necesitar o querer en ese momento. 

 

-Solo los ancianos maestros sabrán cómo protegernos, como encontrarlos, debemos ir con ellos, es lo mejor para nuestra paletita. 

 

Camus asintió, no le negaría nada y tampoco dejaría que su paletita sufriera alguna clase de daño. 

 

-Vamos, no podemos dejar que dañen a nuestro pequeño, mucho menos a ti. 

 

*****

 

Aiacos comenzaba a desesperarse, comprendiendo que Minos no regresaría, suponiendo que estaba preso de las ramitas de la planta carnívora, así que comenzó a preguntarse, si sería prudente ir a buscarlo, o mejor visitaba al padre irresponsable y a Radamanthys. 

 

-Decisiones… decisiones… 


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