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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Kanon elevó su cosmos destruyendo a los espectros con la simple ola expansiva, dejando pequeñas cenizas en su lugar, las que fueron barridas por el viento del Inframundo, pues esa era la cantidad de cosmos que tenía en su cuerpo. 
 
-¡Radamanthys! 
 
Aquel grito replicó en el Inframundo, como una campanada, los espectros debían pelear con sus enemigos, pero muchos de ellos se escondieron, al ver su furia, algunos al comprender porque estaba pasando eso. 
 
-¡Radamanthys! 
 
Ni siquiera Pandora se atrevió a enfrentarse a esa furia ciega, a ese poder desbocado, esa búsqueda por el segundo juez de las almas. 
 
-¡Tráiganme a Radamanthys! 
 
Cualquier otro hubiera pensado que se trataba de una venganza, que deseaba asesinar al espectro cuyo nombre no dejaba de pronunciar, como si hubiera enloquecido, llevando hasta la puerta que custodiaba a la dama negra del Inframundo, la que derribo de un solo golpe de su puño. 
 
-¡Donde esta mi omega! 
 
El cuarto estaba casi destruido y el daño empeoró cuando la puerta fue derribada, pero, lo único que estaba en pie, como si se burlara de su cordura era la cama, en donde Radamanthys yacía inconsciente, completamente desnudo. 
 
-¡Radamanthys, mi Radamanthys! 
 
Kanon se detuvo a los pies de la cama, observando con el mayor de los horrores los estragos que había dejado quien le lastimo, maldiciendo a Valentine, pero mucho más a sí mismo, abrazando el cuerpo del rubio, comprendiendo bien que le habían violado, todo por su culpa. 
 
-¡Perdóname, perdóname! 
 
Kanon no tenía derecho alguno de llorar, pero aún así lo hizo, llevando la cabeza de Radamanthys a su pecho, para acunarlo, tocando con miedo el cuello de su amado, lentamente, temiendo encontrar una mordida, pero había llegado a tiempo, no pudieron morderlo, algo que le agradeció a cualquier dios que cuidara del espectro, no porque deseara el marcar su cuerpo, sino, porque no había nada peor que recibir una marca del monstruo que te había hecho algo como eso. 
 
-Lo siento tanto... 
 
Kanon recargo su frente contra la de Radamanthys, pensando en el castigo que le implementaria a quien le lastimó, acariciando su mejilla, para cubrirlo con una de las sábanas, su cuerpo desnudo, el que se llevaría de ese sitio. 
 
-Lo siento... realmente lo siento... 
 
Kanon dió el primer paso fuera de aquella habitación, deteniéndose al ver a la dama negra, que con un ejército de soldados de armadura negra custodiandola le veía en silencio, como si creyera que estaba a punto de atacarla, o que ella podía evitar que se llevará a su omega malherido. 
 
-Me lo llevaré conmigo y si cualquiera de ustedes se atreve a acercarse a nosotros, los mataré sin importar lo que pase o a que Dios ofenda. 
 
Pandora no se atrevió a negarle la salida de ese castillo, todo el tiempo con la botella que le daría juventud eterna en sus manos, la que repentinamente se hizo cenizas, pues el dios que deseaba a su soldado leal, se la había entregado a cambio de una eternidad a su lado, no apenas una noche. 
 
-¿Pero que...? 
 
Dicho dios en un acto de extrema cobardía, al sentir el cosmos de ese guerrero, prefirió escapar, alejarse de esa habitación y de la furia del santo dorado, marina de Poseidón, el embaucador de dioses. 
 
-Tendrá su belleza, únicamente, si Radamanthys se entrega a mi por toda la eternidad, no solo por una noche. 
 
Pandora negó eso, esas no habían sido las condiciones, pero no pudo decir nada, cuando vio un mechón gris en su cabello y su rostro, antes juvenil, empezaba a mostrar marcas de un envejecimiento prematuro.
 
-El será tuyo, por eso no debes preocuparte.
 
Dionisio asintió, dándole la espalda, desapareciendo en el acto, pisando entonces un templo decadente, casi destruido, pilares rotos, mármol quebrado, un sitio que antaño estaba repleto de música, de juerguistas, de toda clase de criaturas, pero, al ser olvidado, no eran más que ruinas, justo como su cuerpo, el que al verle en el espejo le causo gracia, porqué el tenía la misma apariencia que Gracchus, después de todo, solo uso su imagen con la edad de un sabio senador Cretense debía tener. 
 
-La lealtad y la juventud de un omega pueden traerle vida a un dios muerto... 
 
Eso decían, al menos lo hacían, todos aquellos que aún hablaban de las andanzas amorosas de Zeus, un dios qué era recordado únicamente por eso, por su inigualable lujuria por todo aquello que produjera sombra. 
 
-Los dioses se alimentan de la fe y los dioses que han perdido a sus creyentes, terminan por ser destruidos, pero un omega joven puede traerte de regreso la juventud pérdida, el poder, cuando el sea el primer creyente de un nuevo culto a los excesos. 
 
Dionisio camino cansado, para sentarse en su trono, cerrando los ojos, relamiendo sus labios al recordar el temor del poderoso juez, su cuerpo, sus gemidos, haciéndolo sentir invencible.
 
-Pequeño omega, no vas a escapar... 
 
Su apariencia divina, de cabello negro y lacio, únicamente era un espejismo, una treta que usaria por el bien de su orgullo, para mantenerlo intacto, hasta que pudiera poseer a su primer creyente, quien le daría el poder para revivir su templo y su viejo dominio. 
 
-Y si he logrado embarazarte, podré exigir que te entreguen a mi, como el padre de tu futura descendencia.
 
No importaba lo que ese guerrero intentara, si su semilla había tomado residencia en ese cuerpo, al ser un dios, tendrían que entregarlo a él.
 
-Como tu futuro dueño...
 
*****
 
Kanon usando su cosmos, que era inigualable, regreso al templo de Athena, a la casa de géminis, en donde se sentó en su cama, con el omega que deseaba en sus brazos, quien aun seguía inconsciente, escuchando unos pasos, de una persona que sintió su salida del Santuario y ahora su regreso. 
 
—¿Kanon? 
 
Kanon seguía llorando con el omega en sus brazos, ignorando la presencia del patriarca, del sabio guerrero de Aries, que iba acercándose lentamente. 
 
—¿Qué ha pasado? 
 
Pregunto de nuevo, sin mostrar su horror al ver el daño en el cuerpo del espectro que recordaba haber visto moverse con un agujero en su pecho. 
 
—Valentine... ha sido Valentine, por mi culpa... 
 
El susurro lastimero que escucho le hizo sentir pena por ese pobre niño, que se creía malvado, pero era una buena persona, con un espectro entre sus brazos. 
 
—Debemos darle atención médica mi niño, dejame llevarlo con los sanadores, ellos sabrán que hacer. 
 
Kanon abrió los ojos, posando su mirada en Shion, que aún le trataba con esa gentileza de antaño, su expresión de dolor, sufría por su llanto. 
 
—Yo solo quería que me pidiera estar con el, que me dijera que me deseaba y mira lo que he conseguido... 
 
Shion no dijo nada, no creía que fuera su culpa nada de eso, porque Radamanthys era un soldado, era un guerrero, podía defenderse, o en todo caso no caer tan fácilmente en las manos de cualquiera. 
 
—Pero estaba actuando como todo un demente, como un loco... y yo no sabía que Valentine lo secuestraria, que estaba tan débil... 
 
Shion no entendió al principio lo que Kanon le decía, pero no dijo nada al respecto, tampoco pregunto las razones detrás de aquella declaración, pero trataría de saber un poco más al respecto. 
 
—¿Valentine de Arpía? 
 
Kanon asintió, odiando a ese sujeto por lo que le había hecho a su omega, por no aceptar su respuesta, su negativa a sus afectos.
 
—Ese soldado no es tan poderoso, Kanon, pero eso no importa por el momento, debemos llevarlo a los sanadores, para que atiendan sus heridas. 
 
Pronunció con paciencia, esperando que Kanon lo siguiera si no deseaba soltar a Radamanthys. 
 
—¿Quien fue entonces? 
 
Kanon se levantó, para seguir a Shion con un paso lento, demasiado cabizbajo, como un niño perdido, haciendole sentir su dolor, pero, lo mejor era curar las heridas del espectro. 
 
—Cuando despierte podrá decirnos que ocurrió, quien le ha hecho daño y te prometo que no lo dejaremos solo, el estará a salvó en el santuario. 
 
Kanon asintió, dejando ir a Radamanthys cuando los sanadores se lo llevaron, personas vestidas de blanco, con sus rostros cubiertos con un manto del mismo color. 
 
—Todo estará bien, no te preocupes, nosotros nos encargaremos de tu omega... 
 
Kanon deseaba creer eso, llevando sus manos a su rostro, sentado en el suelo, su espalda contra uno de los pilares, cuando lo escucho, unos pasos apresurados, un cosmos que irradiaba furia.
 
—¿Qué ocurrió? ¿Donde esta mi hermano? 
 
Minos había escuchado las órdenes de Kanon, su desesperación y el también estaba angustiado, porque cuando intento regresar al Inframundo, no pudo hacerlo, lo habían expulsado de esas tierras. 
 
—¿Qué le han hecho? 
 
No obstante, en vez de atacar a Kanon, dejar que toda su preocupación se centrará contra el alfa que no pudo proteger a su hermano, a pesar de prometerle que nada malo le sucedería bajo su cuidado, quiso ver al menor, con el que siempre había gozado de una relación cercana. 
 
—¡Exijo verlo en este instante! 
 
Pero no pudo avanzar más pasos, ni siquiera pudo subir algunos escalones, porque de nuevo, como en una imitación de la guerra santa pasada, la pared de cristal se lo evitó. 
 
—Están curando las heridas de tu hermano, así que baja la voz y espera que los sanadores nos dejen verlo, de lo contrario, lo único que harás será entorpecer sus tareas. 
 
Minos volteo a verle, era el, el soldado de antaño, el de cabello verde, aquel que evitó que destruyera Rodorio cuando asesino al hermoso guerrero de Piscis. 
 
—¿No te cansas de ponerte en mi camino? 
 
Shion recordaba a este soldado, era el asesino de Albafica, quien trato de destruir Rodorio, pero murió a causa de una rosa envenenada, un guerrero poderoso, resistente, con una fuerza increíble, cuya preocupación por su hermano era genuina, un soldado que le hacía ver que aún los espectros amaban a su familia. 
 
—Si es necesario puedo encerrarte en cuatro paredes de cristal, Minos de Grifo, esa es tu decisión. 
 
Minos por un momento pensó en atacar al patriarca, pero como Kanon, acepto sus órdenes, alejándose de ellos, para cruzar sus brazos delante de su pecho, recargado en una de las paredes, oculto en las sombras. 
 
—Tu hermano estará bien y mi ofrecimiento de santuario, también va para ti, Minos, si deseas aceptarlo. 
 
Minos no le respondió, ni siquiera le observó, sus ojos cubiertos por su cabello, pero le estaba escuchando y al no negar esa ayuda, supuso el anciano de Aries, que aceptaba su ofrecimiento.
 
—Preparen una de las habitaciones del templo patriarcal, tenemos un invitado especial y debe ser tratado con el respeto que se merece. 
 

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