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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Esa voz femenina no era de otra persona más que de Pandora, que era acompañada por un ejército de soldados del Inframundo, quien posó sus ojos en todos los presentes, deteniéndose por momentos en Hyoga y después en Shun, cuyo color de ojos era diferente, respirando hondo, antes de dar un paso más en dirección de los presentes. 

 

-Ella es Nyx, la noche, y he venido a brindarle mi ayuda al Santuario, a aclarar las mentiras que estos traidores han dicho. 

 

Aiacos apretó los dientes y los puños, sin comprender cómo su señora podía ser tan malvada, como podía condenar con tanta facilidad a un bebe y como pudo vender a uno de ellos a un dios, por algo que ella tenía de sobra. 

 

-No somos unos traidores, usted nos ha traicionado, aprovechando la ausencia de nuestro piadoso señor para usar a uno de nosotros como una moneda, venderlo por belleza, por juventud, cuando usted las tiene de sobra. 

 

Pandora negó eso con una expresión que claramente decía que estaba mintiendo, llevando una mano a su pecho, desviando la mirada, para posarla en Ikki, de nuevo, quien estaba amarrado por su hermano, el envase de Hades. 

 

-Lo ves Ikki, eso es lo que yo te decía, ellos creen todas las mentiras de ese traidor, que después de atacarme, de robarme toda clase de modestia y honor que pude conservar, intenta utilizar la nobleza del santuario a su favor, quiere proteger a esa cosa, que no es más que un monstruo, como él mismo, que me atacó. 

 

De nuevo Aiacos apenas podía creer la facilidad con la cual Pandora mentia, acusando a su hermano omega de violarla, cuando él nunca se atrevería a levantar una sola mano en su contra, cuando daba su vida para protegerla y siempre estuvo enamorado de Kanon, de su alfa. 

 

-Está mintiendo, ella esta mintiendo, mi hermano jamás le hubiera hecho daño, nunca la hubiera atacado, jamás y esa niña es una inocente, solo un bebé de brazos, una pequeña niña que no le ha hecho nada malo a nadie jamás. 

 

Ikki trato de liberarse, romper las cadenas, pero Shun lo evito, ajustando sus cadenas para evitar que se moviera, que siquiera pudiera levantarse, escuchando la desesperación de Aiacos, como Pandora acusaba a Radamanthys de haberle atacado, de violarla, como buscaba matar a esa niña de brazos, que seguramente estaba con sus padres. 

 

-¿Matarías a una niña pequeña sin mostrar piedad alguna? 

 

Aiacos al escuchar a Shun, desvio su atención de ella, para enfocarla en el chico de cabello verde, acercándose a él, para pedirle piedad, por su hermano y por la niña, llamando la atención de Pandora, que no dejaba de ver al chico de cabello rubio, embarazado, que siempre estaba cerca del envase de su querido hermano. 

 

-Te lo juro, se los juro, ella miente, Radamanthys no le ha hecho daño, porque eso significa traicionar al dios Hades y es un soldado leal, el más leal de todos, además, está enamorado de ese irresponsable, de Kanon, desde su primera vida lo ama, Hades lo sabe, lo comprende, porque es la clase de amor incondicional que le tiene a su primavera, a su Perséfone. 

 

Hyoga les observaba perplejo, tragando un poco de saliva, sintiéndose identificado por esas palabras, Pandora lo noto en un instante, comprendiendo lo que sus ojos se negaban a ver, lo que los demás soldados de Athena se negaban a ver, ellos estaban enamorados, ese omega, ese omega era ella, era Perséfone, la maldita Perséfone, que se le había escapado durante esa vida. 

 

-Pero Hades no está entre nosotros, el ha perdido la vida en la guerra y mi hermano sabría, que tan bajo ha caído su soldado más leal, por atreverse a mancillar mi cuerpo y sabría que esa niña crecerá para convertirse en nuestro enemigo. 

 

Aiacos esperaba una palabra de su señor Hades, lo que fuera, que protegiera a su hermano de cualquier daño, a esa niña, porque los dos eran inocentes, pero también comprendía que no podía salir a la luz, porque era su enemigo y querrían matarlo, tendrían el derecho a hacerlo. 

 

-Nadie va a lastimar a un bebé, a una niña de apenas un año, a ningún niño nacido en esta época de paz, no somos monstruos, no somos salvajes y no puedo juzgarlos, señorita Pandora, no se si dices la verdad o no, eso lo sabes tu y Radamanthys, pero esa niña, ella es inocente. 

 

Shion hablo claro y fuerte, no podía juzgar a Pandora sin saber muy bien que estaba pasando, que había ocurrido en realidad, pero lo que si podía hacer, era condenar esa atrocidad, esa locura de lastimar a una niña pequeña, o a cualquier niño.

 

-Como todos los niños, cada uno de ellos es inocente y Leviatán está bajo mi cuidado, quien quiera lastimarla tendrá que enfrentarse contra mi. 

 

Dohko al escuchar esa decisión, al ver como Shion defendia a esa pequeña sonrio, recordando cuando él quiso lastimar a Kanon y Saga, cuando se equivocó, creyendo que seguía siendo el mismo santo amable, el mismo compañero de armas, la misma persona de la que se enamoró en el pasado. 

 

-También tendrán que enfrentarse a mi, nadie lastimara a ningún niño del santuario o fuera de este, eso es lo que nuestra diosa querría y es en eso en lo que creemos. 

 

Aiacos suspiro aliviado, notando como los otros santos, aquellos que estaban controlando al león y al fénix, aunque en realidad debería decir al Bennu por el cambio en el color de la armadura, antes de que le abandonara, por obra del cosmos de su dios Hades, estaban de acuerdo con ellos, con los más viejos, no lastimarian a Leviatán y no tomarian una sola decisión hasta no hablar con su hermano, el podria decirles que ella mentía, que Pandora estaba mintiendo. 

 

-Y tú qué dices, mi querido hermano, también defenderas a esa niña, a ese traidor o me protegerás, como yo siempre te he protegido a ti. 

 

Pandora respondió, esperando que Hades dejara esa fachada de inocencia, que saliera de una buena vez, esperando que sus temores no fueron una mentira, que ella no hubiera regresado, porque ya había sido relegada demasiadas veces, mandado lejos de su hermano, todo por Perséfone y su cabello dorado. 

 

-O tal vez me des la espalda, para proteger a tu primavera, que ya está embarazada, o debería decir, embarazado, querido hermano. 

 

E inmediatamente atacó a Hyoga con su tridente, tratando de encajarlo en su cuerpo, siendo protegido por Milo y Camus, quienes eran sus padres, pues ellos le habían criado, no obstante, Hades no pudo quedarse sin hacer nada, sin defender a su primavera y usando sus cadenas, que tenían un brillo negro, le arrebató el tridente, apartandolo de sus manos. 

 

-No le harás daño. 

 

*****

 

Radamanthys aguardo pacientemente por la llegada del dios del vino a su habitación, aun sosteniendo la mano de Kanon, confiando en que Minos podía proteger a su sobrina, a su pequeña, que en ocasiones había sido atendida por él, así como por Aiacos y Violate, siendo esta una forma en que el menor de los tres, trataba de convencer a su compañera de alejarse unos meses del Inframundo, hacer su propio intento por tener un hijo propio, pero él esperaba que ella le dijera lo que deseaba, pues su lealtad era tal, que si le pedía un niño, lo haría, porque él se lo solicitaba no porque ella lo quisiera. 

 

Minos estaba acompañado de un omega, esa rosa era uno de los suyos, quién sabía le dijo que deseaba un alfa, un uke, o algo así dijo, una idea que le pareció graciosa, porque nadie se atrevía a mirarlo siquiera a los ojos y creía, como Aiacos, que era una buena señal, que su hermano ignorara esa presentación, porque de lo contrario, estaría muerto y ellos en peores problemas. 

 

-Te vestiste para mi Radamanthys, como una novia en el altar. 

 

Pronunciaron con delicadeza, una figura que avanzaba con paso lento hasta donde él se encontraba, deteniéndose a los pies de su cama, con las manos detrás de la espalda, ansioso por escuchar lo que tenía que decirle. 

 

-Supongo que estás listo para entregarte a mi, ya que te han olvidado, tu alfa te ha dado la espalda. 

 

Radamanthys beso la mano de Kanon una última vez, acariciando su mejilla, negando eso, levantándose de su asiento, para mirarle fijamente, comprendiendo que no era más poderoso que él, no si no se robaba el cosmos de su pequeña, que podía matarlo, podía destruirlo si usaba su cosmos y su esperanza, que había encontrado, gracias a su hermoso alfa, que se encontraba a su lado, que no lo abandonaría de nuevo a la soledad. 

 

-¿Por eso aun sigo aqui? ¿Por eso piensas que te daré a mi pequeña? 

 

Radamanthys empezó a elevar su cosmos, caminando en dirección de su pesadilla, que ahora se veía mucho menos impresionante, ya que no le tenía miedo y solo le veía como lo que era, como una piltrafa, como un remanente del pasado más remoto. 

 

-Por eso crees que yo en mi desesperación te entregaré la vida de mi hija, el regalo de Kanon hacia mi… 

 

Radamanthys era un omega, eso era cierto, pero también era un guerrero, también había sido aceptado por su alfa, que no le importaba su pasado, sino su presente, solo su presente y su futuro, que compartirian en el futuro, ya no era un príncipe sin cosmos, ni esperanza, ya no era un soldado de Hades nada más, ahora se trataba de un guerrero, de un omega que había dado a luz, que se sentía orgulloso de eso, que era amado por quien amaba, por quien deseaba, asi que tenia mucho por lo que luchar, mucho por lo que seguir. 

 

-Que correre asustado y te daré por mi propia voluntad la vida de mi pequeña, porque tan solo soy un omega estúpido al que te aseguraste de inculcarle miedo. 

 

Dionisio no se movía, ni decía nada, solo se mantenía escuchando sus palabras, muchos pensarían que se trataba de un dios, que podía destruir al omega en esa habitación, sin embargo, era porque como Radamanthys lo suponía, él con cada minuto que pasaba iba perdiendo su poder, su fuerza. 

 

-Me he dado cuenta, con esta último golpe, que tu estás asustado, que le tienes miedo a un combate real, con alguien que tenga la fuerza de Kanon, porque huyes de él como el maldito cobarde que eres, pero, sabes una cosa, yo soy casi tan fuerte como mi alfa y te matare. 

 

Ya podía pelear con su cosmos elevado, ya podía vengarse de su pesadilla, que retrocedio cuando elevando su cosmos, lo atacó, usando su fuerza física, su poder, sus técnicas aprendidas durante vidas enteras, usando su odio, su esperanza, sin temor a lastimar a su pequeña niña, a su tesoro que protegida en los brazos de su hermano, estaba fuera del alcance de sus técnicas, de su batalla. 

 

-¡Te enseñaré el significado del verdadero terror! 

 

*****

 

Pan sintió el estallido de cosmos con una mueca de disgusto, porque eso no debería pasar, Dionisio había aterrorizado a ese omega lo suficiente como para que les entregara a esa niña sin problemas, no para que peleara contra él. 

 

Si asistía en su ayuda lo matarían, si no lo hacía, matarían a Dionisio, y sin su aliado, el toro donde fabricaban el vino en su templo dejaría de funcionar, ya no podían hacer más vino y beberlo para recuperar su poder.

 

-Maldito omega. 

 

Lo necesitaba, se dijo, no deseaba dejarlo solo, porque se aburriría mucho sin él, sin su compañía y sobretodo, ya no habría más vino.  

 

-Maldito estupido. 

 

Comprendiendo que la rosa tenía al bebé en sus brazos, en compañía del alfa de cabello blanco, así como los otros dos, el albino y el de cabello negro, pero existía otro niño que podían tomar, otra pequeña uva que casi logra poseer, si no fuera por ese feo gigante. 

 

-Ese mocoso me servirá de momento. 

 

Pronunció, empezando a buscar al niño de cabello castaño, que estaba en compañía de ese omega, la pequeña uva de lemuria, que daría un vino perfecto y ya sabía quien podía ayudarle a buscarla.

 

-Tráeme al niño de lemuria al templo de Dionisio, a cambio tendrás a tu amado señor encadenado en tu cama, Dionisio te lo entregara sin problemas. 

 

El guerrero de cabello rosa asintió, partiendo en búsqueda del niño lemuriano, seguro de que podría derrotar al gigante de cabello café, a cambio de que le regresaran a su amado señor, que se negaba a ver su amor, su deseo por el. 

 

-Debes darte prisa, de lo contrario, dejaras de existir antes de que puedas poseer su dulce cuerpo. 

 

*****

 

-Te ves muy hermoso con esa niña en tus brazos. 

 

Pronunciaron de pronto, llamando la atención de los presentes en ese templo, especialmente la del alfa de cabello blanco, que no había dejado a la pequeña, ni un solo instante, quien arqueó una ceja, sonriendo. 

 

-A lo largo de mi vida he tenido muchos hijos, pero, soy un alfa y generalmente los omegas, son aquellos que dan a luz… 

 

Shura mantuvo la calma, aunque sonrió, esperando la respuesta de Afrodita, Angelo comenzó a reírse, pensando que pronto su amigo de la infancia le diría a Minos, que el no era material para eso, pero la rosa, en vez de molestarse, solamente se sonrojo, desviando la mirada. 

 

-Y confieso que al verla, me gustaria tener mi propio tallo, mi propio brote… o tal vez un huevo… 

 

Minos podía sentir el cosmos de su hermano arder, pero su deber no era interponerse en su batalla, solo defender a su pequeña y eso estaba haciendo, con ayuda de tres guerreros más, quienes también estaban demasiado tensos, porque sabían que se estaban sucediendo los combates. 

 

-¿Quieres socorrerlo? 

 

Minos negó eso, su deber era proteger a su sobrina, a su pequeña, aunque tambien temia por la seguridad de su hermano. 

 

-No quiere que Leviatán corra peligro, así que no debo ir, no es seguro para ella.

 

*****

 

Radamanthys sostenía su brazo, apretando sus dientes con furia, mirando fijamente al dios del vino, que también estaba malherido, que le veía en silencio, esperando algún golpe del omega, actuando como si estuviera a punto de ganarle, sintiendo los estragos del uso excesivo de su cosmos, comprendiendo que su apariencia iba decayendo, regresaba a ser un anciano, aquel que el espectro odiaba tanto. 

 

-Soy un dios, no puedes derrotarme. 


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