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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Dohko sintió el cosmos de Shion elevándose afuera de la morada de su alumno, de la que era su propia casa, no quería ir, porque no sabia que haria si no le decía que lo deseaba de vuelta o algo parecido, pero tampoco sabia que haria, si el patriarca le pedía que fuera con él, si le recordaba su amor. 

 

-¿Quiere que le diga que se marche? 

 

Dohko negó eso, lo haría él en persona, eso era lo mejor y así se olvidaría de sus ilusiones de juventud, cuando se diera cuenta que solo necesitaba algún consejo, alguna tarea parecida. 

 

-No, es mejor que yo vaya. 

 

Shun Rei cargaba a su pequeño en sus brazos, arrullandolo, mirando de reojo a Shiryu que también estaba demasiado preocupado, porque nunca habian visto asi a su maestro. 

 

-Si necesita cualquier cosa maestro, por favor, solamente debe decírnoslo. 

 

Pronunció el joven dragón, que no deseaba ver sufrir a su maestro, pero no comprendía lo que estaba pasando, Shun Rei tenía una idea, pero no se atrevía a decir nada al respecto, aunque sí lo siguió, deteniéndose en el marco de la puerta, sintiendo como su esposo le sostenía de los hombros.

 

-Maestro… 

 

*****

 

Shion espero algunos minutos, casi una hora para que Dohko saliera, mirándole fijamente con una expresión distante, pero lo notaba en sus ojos, había estado llorando, estaba demasiado triste y todo por culpa suya.

 

-Lo siento, realmente lo siento. 

 

Intentaba llegar a él, pero no pudo, sintiendo un puñetazo en su rostro, viendo como Dohko nega eso, se negaba a escucharlo con un movimiento de su cabeza, sin creer una sola palabra de sus labios. 

 

-Ya no… ya no digas nada. 

 

Shion retrocedió sosteniendo su mejilla, sin saber que hacer o qué decir, sintiendo ese golpe como si hubiera sido provocado por un mismo dios, de tan doloroso que era, mucho más, acompañado de aquellas palabras. 

 

-No te escucharé de nuevo, ya no, Shion, ya no. 

 

Dohko retrocedió e intentó marcharse, sintiendo como Shion sostenía su camisa, tratando de acercarlo a él, pero esta vez tiró de la ropa, con fuerza, apartándose, mirándole fijamente, para después alejarse un poco más. 

 

-Solo marchate. 

 

Era una orden que no quería obedecer, pero pensaba que esta vez su amado había tomado una decisión, apartarse de su influencia por el bien de su cordura y destino, e intentó caminar hacia él, tomarlo de los brazos, arrebatarle un beso que demostraba su afecto, pero su alumno se interpuso entre ellos. 

 

-Nunca he visto a mi maestro llorar, jamas, asi que es mejor que se marche. 

 

Shion apenas pudo responder aquella acusación, alejándose unos cuantos pasos de Shiryu, pensando por un momento en marcharse, pero no pudo hacerlo, su felicidad dependía de eso y creía que también la de Dohko. 

 

-¡Por favor! 

 

Shun Rei avanzó los pasos que la separaban de su esposa, colocando una mano en su brazo, porque pensaba que Dohko necesitaba de Shion, porque ella si había visto llorar a su maestro, por su alumno, por su amado, por su diosa, nada más por ellos, por los seres que más amaba en ese mundo. 

 

-¡Por favor Dohko! 

 

Shiryu por un momento quiso negarse, mantenerse en ese sitio, pero no pudo, cuando su esposa se lo suplico con la mirada, cuando escucho ese alarido de dolor, esa profunda desesperación que amenazaba con volverse irremediablemente loco. 

 

-¡Te amo desde el primer canto del ave y el último crujir de las hojas, te amo con la intensidad del canto de la cigarra y con la suavidad de las plumas, te amo mi alfa, te amo siendo alfa y no importa, porque yo se que tu y yo somos uno, que eso está bien, que moriré si no te amo! 

 

Dohko se detuvo, recordando esas palabras, las que ya había escuchado antes de esos labios que le supieron a miel, volteando apenas un poco, observando como Shun Rei, tal vez por su sensibilidad, no dejó que su esposo apartara a Shion de su lado. 

 

-¡Te amo! ¡Te amo a ti y solamente a ti! 

 

Dohko negó eso, retrocediendo algunos pasos, ya habia escuchado esas palabras, le habia creido demasiadas veces y era por eso, que no podía creerle, no esta vez, así que respirando hondo, se armó de valor, para arrancar su corazón. 

 

-Vete, necesito que te vayas. 

 

Le suplico apartándose, para irse de allí corriendo, no soportaba la mirada de angustia de sus alumnos, su dolor, apartándose de prisa, escuchando que Shion lo seguía y era uno de los soldados más rápidos del santuario, quien se detuvo delante suyo, sosteniéndolo por los brazos. 

 

-La diosa me visito, la de los matrimonios, me dijo que nos bendecía porque tu bondad, tus buenas acciones deben ser recompensadas, mi tigre, mi dulce tigre, no lo ves, aun los dioses saben que nos amamos, que debemos estar juntos. 

 

Dohko se soltó utilizando su cosmos, su fuerza, estaba demasiado perturbado con su presencia y sabía, que solo estaba mintiendo, dándole esperanzas, para después, regresarlo a las sombras. 

 

-Solo marchate, solo vete Shion, es lo mejor para ambos. 

 

Shion se arrodillo de nuevo, sin soltar sus muñecas, negando eso, no era lo mejor para nadie y ellos lo sabían, ellos lo comprenden perfectamente, solo que le  había hecho tanto mal a su amado, que sabía, era imposible ser perdonado de nuevo. 

 

-No es lo mejor para nadie, ni tu ni yo deseamos eso. 

 

Tal vez por eso la diosa de los matrimonios y de los enamorados le había dado su regalo, así que soltando las muñecas de su tigre, le mostró el pequeño huevo que llevaba consigo, el que le había dado la diosa Hera. 

 

-Es un regalo de los dioses, la viva muestra de que los dos nos amamos aun, porque si la tocas mi tigre, veré la intensidad de tus sentimientos, como tu comprenderas la intensidad de los mios, que no miento, que nunca he mentido. 

 

Dohko retrocedió algunos pasos, mirándole fijamente, tratando de apartarse de su lado, pero Shion sostenía ese huevo como si fuera un bebe, como sostuvo a Saga y Kanon, como lo hizo con Mu, como si fuera una criatura viva en sus brazos.

 

-Solo tienes que tocarlo, poner tu mano en este huevo y si no cambia me ire de aqui, ya no volveras a verme, pero si cambia, sabrás que mi amor es sincero, como se que tu aun me quieres. 

 

Dohko por un momento quiso tocar esa superficie, pero se detuvo a unos centímetros de distancia, observando a Shion, preguntándose que haría si no ocurria nada o por el contrario, pasaban los disparates que decía el patriarca que pasaria. 

 

-¿Y si no lo toco? 

 

Shion sonrió, mirándole con esa expresión que usaba cuando estaba planeando alguna campaña, alguna estrategia de guerra, ladeando la cabeza con delicadeza, esperando su respuesta, que vino en un jadeo, porque conocía bien esa expresión.

 

-No me alejare de ti, hasta que lo hagas.

 

Y cuando viera que eran ciertos sus sentimientos, que su amor por él era real, entonces, aceptaria darle una oportunidad para probar su cariño, para probar que los dos podían ser felices juntos. 

 

-Cuando no ocurra nada Shion, te marcharas y dejaras de jugar con mis sentimientos. 

 

Dohko entonces toco el huevo en sus brazos, viendo como cambiaba de color, como absorbía parte de su cosmos, como si se alimentará de él, retrocediendo unos pasos, para caer de rodillas, al ver que la materia blanca iba tomando forma, la de un infante, un bebé recién nacido.

 

-Un bebé recién nacido, un niño fruto de nuestro amor que es sincero, lo ves, yo te amo, tu me amas, y sé que no me merezco una vida a tu lado, pero tambien se que sin eso no podre ser feliz, no sin ti. 

 

Dohko acarició la mejilla de ese pequeño de brazos, que se movía, que estaba vivo y demostraba el amor de Shion, al menos eso era lo que dijo el patriarca, que tomaría la forma de su amor, un niño suyo, nacido de un amor puro. 

 

-¿Porque te fuiste entonces? ¿Porque actuaste como si no existiera cuando murieron los dioses? 

 

Shion acarició la mejilla de Dohko, desviando la mirada, porque estaba avergonzado de sus oscuros sentimientos hacia él, sus celos, su posesividad, su lujuria, mirándole fijamente con una expresión que lo decía todo. 

 

-Porque aun deseaba que solo fueras mio, porque seguía pensando en una forma de apartarte del santuario y hacerte venir conmigo, a donde nadie pudiera interrumpirnos, porque mi amor, sigue tan fuerte como cuando bebí ese vino, pero, podía controlarme y temía que pudiera hacerte daño. 

 

Shion esta vez le miraba fijamente, besando el dorso de la mano de Dohko, que no se atrevía a decir nada, esperando comprender lo que pasaba por la mente de su amado, que le amaba también. 

 

-No creo que te hubiera gustado que me abalanzara sobre ti para robarte un beso y te llevará en mis brazos a mis habitaciones, como si fuera un hombre de las cavernas, he escuchado que eso es poco atractivo en un alfa. 

 

Suponía que no lo hubiera apreciado, pero eso sería mucho mejor que simplemente ser ignorado por su alfa, que al verle sonreír supuso que eso hubiera sido mucho mejor. 

 

-Aunque prometo que de ahora en adelante no tendré decoro en demostrarte lo mucho que te amo y que te necesito. 

 

Dohko entonces se acercó a él, para besar sus labios, con delicadeza, sosteniendo su rostro de ambas mejillas, para gemir en sus labios, apartándose un poco, para verle con una expresión cálida, que hablaba del amor que sentía por él. 

 

-Con que me lo demuestres a mi es mas que suficiente. 

 

Pero no lo era para Shion, que le ofreció a su amado poder cargar a su nuevo hijo, el cuarto de ellos, preguntandose que pensarian sus gemelos y su lemuriano de este nuevo pedacito de alegría, para cargar repentinamente a Dohko, restregando su nariz contra su cuello. 

 

-Ven conmigo, quiero estar a solas contigo. 

 

Ya no temía a demostrar sus sentimientos y sin más, se llevó a Dohko a su morada, porque deseaba estar a su lado, cada día de su vida, pero se conformaría con unas cuantas noches.

 

-Quiero hacer lo que pensé realizar cuando dejo de funcionar el vino. 

 

Shiryu pensó en acudir en ayuda de su maestro, pero su esposa se lo evitó, tirando amablemente de su brazo, su intuición le decía que debían dejarlo solo, para que pudiera tomar sus propias decisiones, permitirse ser feliz con su patriarca. 

 

-¿De que estas hablando? 

 

Pero ya no le respondió, pronto se lo demostraría. 

 

*****

 

Afrodita al escuchar las palabras de Minos, como esperaba escuchar una respuesta, no pudo más que sonrojarse, porque nunca pensó que eso seria posible, no sin forzar al alfa sentado en sus piernas, que le seguía mirando con una expresión de lujuria contenida. 

 

-No puedo creer que te tengan miedo. 

 

Fue lo primero que se le ocurrió pronunciar, acariciando los muslos de Minos, de arriba hacia abajo, primero con timidez, después con mucha más fuerza, relamiendo sus labios, notando la sorpresa del juez, que no sabia que pensar de esas palabras. 

 

-Eres una buena persona, que cuidas a quienes amas, lo se bien y por eso no puedo creer que te tengan miedo... 

Pronunció besando los labios del juez, que respondía a sus caricias, acariciando su cintura, sus hombros, arrebatando la ropa que tenia puesta, de pronto, usando sus hilos para destruirla, riendose entre dientes cuando escucho una pequeña queja de Afrodita. 

 

-Pero eso funciona para mi, porque eres muy apuesto y de saber que eres tan blando, te querrían para ellos. 

 

Esta vez fue Minos quien se sintió de cierta forma insultado, porque no era un hombre blando, era fuerte, era un juez, poderoso, duro y despiadado, era un tiburón, un grifo sediento de sangre, no lo que fuera blando en ese mundo, cualquier animal que asociaras con eso, como un panda, o un Koala, o algo parecido. 

 

-¿Blando? 

 

Afrodita se rió al escuchar esa pregunta, ver que Minos se consideraba un ave de presa, una criatura de temer, no un lindo felino, como una pantera, si estas fueron blancas, o un águila albina, pero, a lo que se refería era que se trataba de un soldado poderoso, pero justo, amable con sus seres queridos. 

 

-Quise decir justo mi apuesto juez de las almas. 

 

Minos se apartó de Afrodita, esperando que este le siguiera, cosa que hizo, sosteniendo su cintura, tragando saliva, porque no sabía muy bien qué hacer en ese momento, sin embargo, el juez únicamente aguardaba, como si estuvieran en los últimos movimientos del juego que realizaban desde que llegó al santuario. . 

 

-Mi poderoso Grifo que decidió anidar entre los tallos de una planta carnívora, de una rosa sumamente hambrienta. 

 

Minos se rió de nuevo, sintiendo como las manos de Afrodita iban bajando un poco más, recorriendo sus caderas, sus nalgas, gimiendo cuando sus sexos se juntaron, besando sus labios con hambre, silenciando cualquier palabra que quisiera decirle, perdiéndose en sus sabores y sus esencias, apartándose unos pocos centímetros, para mirarse fijamente. 

 

-Tu Venus. 

 

Era su Venus, tu diosa de la sabiduría y de la belleza, a quien deseaba, mucho mas de lo que deseo a Albafica, a quien ya encontraba imperfecto debajo de aquella belleza, porque no creía que ese soldado conociera cualquier cosa de la maldad humana, como para considerarse justo o misericorde, en cambio, su rosa, Afrodita, lo sabía todo de eso y aun así era bueno, era dulce, era justo, era misericordioso, perfecto para él en todos los sentidos. 

 

-Afrodita y Venus, son las diosas del amor y la belleza, pero no son dignas de tu perfección.

 

Su cuerpo era como el de todos los omegas, lampiño en su mayoría, con piel suave, su perfume natural, sus feromonas le hacían desearle todavía más, pero no lo tomaría, no hasta que pudieran amarse, siendo el quien disfrutara del placer que su pareja tenía que darle.  

 

-Eres un blasfemo. 

 

Cuyo sexo empezó a acariciar con una de sus manos, el que ya estaba despierto, igual que el suyo, riéndose cuando le dijo que era un blasfemo, porque no creía que fuera una blasfemia, porque simplemente, no creía en ninguna de las dos diosas de la vanidad y siempre había encontrado mucho más bellas, a las diosas de la muerte, claro, de otras cosmogonías. 

 

-Solamente mi dios Hades merece mi respeto, los otros dioses, no, y puedo asegurar que tu belleza es como ninguna que haya visto antes, una que no está acompañada de vanidad y eso lo aprecio demasiado mi dulce rosa. 

 

Se quejó, retrocediendo lo suficiente para sentarse en la cama, en la que le hizo un espacio a la rosa, que se veía sumamente nerviosa, no creía que supiera lo que estaba haciendo, pues nunca había sido el dominante en una relación, sin embargo, él tampoco le había dejado a nadie más, poseer su cuerpo, así que los dos aprenderían mucho en esa noche, que esperaba fuera eterna. 

 

-Pero prometiste enseñarme las caricias posesivas y lujuriosas de un omega, cuando desea dominar a un alfa como lo soy yo, y hasta el momento, no es lo que había imaginado.

 

Se quejó, jalando el cuerpo de Afrodita para que se acostara sobre el suyo, acariciando su mejilla con delicadeza, esperando que ese golpe a su orgullo fuera suficiente, notando como su omega entrecerraba los ojos, aceptando su reto. 

 

-¿Que habías imaginado? 

 

Afrodita llevó entonces sus manos a las caderas de Minos, para lamer su hombría, escuchando un gemido lánguido, y un quejido de sorpresa cuando llevó sus manos a sus nalgas, acariciandolas con delicadeza. 

 

-Algo como esto… 

 

Pronunció inmediatamente, cuando Afrodita empezó a chupar su sexo, primero la cabeza y después todo lo largo, siguiendo con su masaje, pensando que tenían toda una noche para eso y que la disfrutarian al máximo. 

 

-Sin duda algo como esto… 

 

Pero apenas empezaban y le haría el amor de tal forma, que nunca quisiera a nadie más en su cuerpo, lentamente, pausado, para que su Minos lo aceptara en su cuerpo. 

 

-Y apenas comenzamos. 


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