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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys no supo que responder en un principio, su mirada fija en la pequeña que seguía llorando desconsolada. 
 
-Kanon, solo piénsalo, tuvimos sexo, durante cinco días, pero solo fue eso, un celo entre un alfa y un omega, nada más. 
 
La mirada de Radamanthys era una segura, al menos en apariencia, Kanon por otra parte no sabía que decirle, porque tenía razón, pero llevaban un año viéndose, habían tenido sexo después de eso, el quería darle su mordida y el espectro deseaba recibirla. 
 
-¿Es por aquello que te dije? ¿Sobre los otros omegas que morderia? 
 
Kanon se acercaba lentamente a Radamanthys, quien mantenía su postura, con la bebé en sus brazos.
 
-Solo estaba jugando, haciéndome el interesante, porque ellos son como tú, eres fuerte, eres hermoso, orgulloso, eres divertido y aunque no nos conocemos, fue amor a la primera batalla. 
 
Radamanthys ya no sabía que hacer con los llantos de Leviathan, mucho menos con Kanon, que se detuvo a su lado, tratando de verla, cargarla en sus brazos, pero no sé atrevía a pedírsela. 
 
-¿Quieres cargarla? 
 
Kanon asintió, tomando a la pequeña en sus brazos, la que cargo con delicadeza, mirándola y notando que ella también le veía con esos enormes ojos azules, calmando su llanto. 
 
-Hola, dragoncita, soy tu padre... 
 
Ella al sentir los dedos de Kanon en su mejilla, los sujetó con sus pequeñas manitas, riéndose, como si estar a su lado le brindará alegría. 
 
-Me reconoces verdad... sabes que voy a cuidar de ustedes... 
 
Radamanthys negó eso por un momento, era un bebé y todavía no lo aceptada a su lado. 
 
-Todavía no te digo que te acepto.
 
Y como si la pequeña comprendiera sus palabras, comenzó a llorar de nuevo, un llanto conmovedor, que sorprendió a los dos. 
 
-Ella quiere que estemos juntos, por eso llora. 
 
Le dijo, Kanon, besando sus mejillas, acunandola en su regazo, esperando que pronto se calmara. 
 
-Lo ves, ella nos quiere juntos... 
 
Y ella lo hizo, se calmó, balbuceando algunas cuantas palabras o sonidos que se transformarían en eso, mucho más tranquila, tal vez, solo estaba haciendo un pequeño berrinche. 
 
-Es solo un bebé, no sabe lo que desea... 
 
Kanon la mecía con delicadeza, enamorado de ella, por completo, sintiendo una alegría difícil de describir, escuchando las palabras de Radamanthys. 
 
-Yo creo que sí lo sabe, igual que tú, los dos quieren estar conmigo, tu quieres darme una oportunidad, vivir conmigo, ser una familia con su nido en el santuario, ya tenemos un huevo, podemos tener otro... 
 
Radamanthys cerró los ojos, con una sonrisa, suponiendo que si era capaz de atravesar el Inframundo, abandonar su armadura e intentar suicidarse para destruir a su enemigo, sería igual de perseverante tratando de convencerlo de tener una familia juntos. 
 
-Eres un necio... pero tienes razón, me gustaría tratar de formar una familia contigo. 
 
Respondió al fin, sentándose en la cama, para buscar algo de ropa que ponerse, ropa que estaba doblada a los pies de su cama. 
 
-Pero sobre la mordida...
 
Kanon se acercó a Radamanthys para besar su frente, con delicadeza y después sus labios. 
 
-¿Todavía no estás listo? 
 
Radamanthys negó eso, estaba listo, quería su mordida, eso no había cambiado y respondiendo con un beso en su frente, se sentó en el brazo de la silla. 
 
-Por el contrario, quiero que me muerdas antes de que termine nuestro celo, tal vez, cuando ella se quede dormida. 
 
Kanon trago saliva, besando de nuevo a Radamanthys y después la frente de su pequeña, que tenía dos cejas unidas en una, idénticas a las de su omega, las que aparentemente le causaban cosquillas a la pequeña dragona, porque comenzó a reírse. 
 
-Siento no haber evitado que ese bastardo te hiciera daño, realmente lo lamento mucho. 
 
Radamanthys volvió a besar la frente de Kanon, que le había rescatado de la habitación de Pandora, después de que Valentine lo secuestrara. 
 
-Iba a pasar, tarde o temprano, ese dios me ha seguido desde mi juventud, así que nada podías hacer. 
 
Pudo matar a Valentine, pudo evitar que se lo llevarán, pero lo que si haría, sería destruir a ese dios, por lo que le hizo a su omega. 
 
-Ni siquiera creo que este interesado en mi cuerpo, o prendado de mi...
 
Los dioses eran así, simplemente hacían lo que deseaban, destruyendo a los mortales en el camino, haciéndolos sufrir incontables penas, únicamente por diversión.
 
-No le dejaré acercarse a ustedes, no mientras viva y después de eso, me liberare de las cadenas del Inframundo para cuidar de ti, como un espectro. 
 
Radamanthys se rió al escucharle decir eso, preguntándose, como era que nadie se había dado cuenta de lo adorable que era Kanon, que le gustaba fanfarronear y que era un buen chico. 
 
-¿Nunca podré librarme de ti? 
 
Esa pregunta la hizo con diversión en su voz, dejando que Kanon besara el dorso de su mano. 
 
-Los dragones solo tienen una pareja de por vida, así que ahora te aguantas. 
 
*****
 
Algunas horas antes, en el interior del templo de sagitario, Saga seguía a Aioros, hasta donde sabía se encontraba el cuarto principal de ese templo.
 
-Ese Aioria, nunca cambiara... 
 
Aioros sabía que su hermano no toleraba a Saga y también sabía, que tenía sus razones para eso, por su pasado, por ser el quien mando matarlo, pero ese no era su alfa, ese era un espíritu maligno que había tomado posesión de su cuerpo. 
 
-Aioria te detesta con ganas. 
 
Saga asintió, pero siempre había sido así con él, aún cuando eran unos muchachos, Aioria era algo sobreprotector, y había dejado de contar cuantas veces lo había mordido, pateado o hecho alguna maldad, por acercarse al que siempre supo era su omega. 
 
-Si tú me amas yo seguiré a tu lado, por siempre, porque si no lo hicieras, no sé qué haría. 
 
Aioros sostuvo a Saga por los mechones de su cabello, para besarlo en los labios, un beso profundo, usando su fuerza, y sus feromonas para atraerlo a él. 
 
-No tienes porqué pensar en eso, porque yo siempre estaré a tu lado, después de todos estos años, mi dulce alfa. 
 
Saga gimió al sentir sus feromonas inundar el ambiente, respirando hondo, dejando sueltas las suyas, respondiendo a la invitación del arquero, besando sus labios con la misma pasión. 
 
-Lo he demostrado... 
 
Claro que lo había demostrado, pensó asintiendo, besando los labios de su omega de nuevo, buscando los pocos broches y cuerdas, para descubrir su piel avellana. 
 
-Y yo tratare de ser el alfa que tú te mereces, te lo prometo, te lo juro, ya que estoy libre de mi viejo mal que nos atormentaba.
 
Aioros no deseaba tocar ese tema, hablar del espíritu que tuvo preso a su alfa por tantos años, pues a los dos les traía demasiado sufrimiento. 
 
-Dejemos todo en el pasado Saga, porque yo te sigo amando, a ti, al mejor alfa que he conocido, a mi dulce Saga. 
 
Saga no podía pedir nada más, ser amado por ese hombre, por Aioros, que era un héroe, admirado y deseado por muchos. 
 
-Y podemos recuperar el tiempo perdido, formar nuestra familia, ser felices. 
 
Eso era lo que más deseaba en ese mundo y en ese momento, estar con su arquero, borrar el pasado, reescribirlo, para que los dos pudieran amarse. 
 
-Eso haremos, seremos felices, tú y yo. 
 
Las manos de Saga comenzaron a recorrer el torso de su omega, que también le quitaba la ropa de entrenamiento, besando sus labios, recorriendo su espalda, gimiendo a su compás, como si fueran un instrumento, como si fueran uno solo. 
 
-He esperado tanto... 
 
Saga asintió, el también lo había hecho y se arrodilló frente a Aioros, bajando sus pantalones, relamiendo sus labios, antes de lamer su hombría, gimiendo al probar su dulce sabor. 
 
-Te quiero Aioros. 
 
Aioros llevo sus manos a su cabeza, con gemidos sonoros, sintiendo las manos de Saga recorrer su cuerpo, ingresar dos dedos de golpe, estremeciéndose ante el contactó. 
 
-Yo también te quiero. 
 
Susurro estremeciéndose sintiendo como Saga llevaba una de sus rodillas a su hombro, aprovechando la cercanía a la cama, en donde se sentó, recibiendo más caricias del antiguo patriarca. 
 
-Eres tan hermoso... 
 
Pronunció Saga, ingresando otro dedo, escuchando más gemidos del arquero, que se retorcía en la cama, sosteniendose de las sábanas, sintiendo ahora la lengua de su amado en su cuerpo, sus manos acariciando sus caderas. 
 
-Tu eres hermoso. 
 
Le dijo como repuesta, tomando de nuevo a Saga de su largo cabello, para besar sus labios, deseaba sentir su cuerpo en él, ser poseído por su alfa, que sonriendo asintió, ya sabía lo que su amado necesitaba. 
 
-¿Listo?
 
Aioros con una expresión avergonzada, mordiéndose el labio asintió, lo deseaba en el y Saga deseaba ingresar en su cuerpo, sentirlo en su interior, su sexo grueso, hinchado, el que se acomodó entre sus piernas. 
 
-Entonces... 
 
Saga empezó a empujar lentamente en aquella humedad, empujando, jadeando, gimiendo, ingresando lentamente, una vez y después otra, un embiste cadencioso que recibía gemidos de su omega, aferrándose a las sabanas blancas debajo de su cuerpo. 
 
-Déjame entrar...
 
Aioros no dejaba de gemir al sentir su sexo abriéndose paso entre sus piernas, aferrándose a su cuello, dejándole ingresar en él, demostrando su placer sin pudor alguno. 
 
-Si... Saga... Así... 
 
Esos gemidos lo volvían loco de placer, esos estremecimientos únicos en su omega, su calor, su humedad, sus besos y sus dedos en su espalda, dejando pequeños surcos, que serían marcas rojas por la mañana. 
 
-Te amo, te amo demasiado... 
 
Saga nunca se cansaría de decirle que le amaba, que lo quería más que a nada o a nadie, que era todo para él, con sus labios, con su alfa y con su cuerpo. 
 
-Te amo, te amo demasiado y quiero que seas mi omega por el resto de nuestras vidas.
 
Saga mordió entonces el cuello de Aioros, dejando una sangrienta marca en su piel, la que lamió con delicadeza, besando su cuello, su boca, sintiendo que ya eran unos. 
 
-Muerdeme, muerdeme tu también...
 
No se acostumbraba, tampoco era necesario, pero aún así lo deseaba, necesitaba esa marca, para que todos supieran que eran uno sólo. 
 
-Saga... 
 
Al ver que era cierto, le mordió, dejando su marca en el cuello de su alfa, gimiendo al sentir su sabor, como el vínculo se hacía más fuerte. 
 
-Te amo... 
 
Los dos se amaban y tenían varios días para complacerse mutuamente, para brindarse caricias, su cariño. 
 
-Yo también te amo... 
 
*****
 
Kanon aún cargaba a su niña en brazos, al mismo tiempo que Radamanthys dormía en la cama, a su lado, notando que se veía cansado, tal vez, por tener que cuidar de ella sin ayuda. 
 
-Dejaste a nuestro omega muy pálido... 
 
La niña parecía sonreír en sus brazos, moviendo sus pequeñas manitas, que estaban cubiertas de unos guantes pequeños, supuestamente hechos, para que no se lastimara con sus propias uñas. 
 
-Con unas ojeras pronunciadas y muy cansado, pero sigues feliz, porque no tienes vergüenza mi querida niña... 
 
Beso su frente, riéndose cuando la pequeña sintió cosquillas al soplar sus pequeñas cejas. 
 
-Eres igualita a mi... 
 
Sería su orgullo y cómo tal, debía presentarsela a los santos de bronce, a Milo, a los dorados... a su hermano, debía mostrarle su orgullo a su hermano. 
 
-Saga, mi apuesto hermano, te adorará, ya lo verás, te amará tanto como yo ya te quiero mi dulce niña.
 

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