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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys siempre llevaba consigo una daga, con la que señaló al senador, cuando dio unos pasos en su dirección, alejándose, sus dientes apretados, pensando que su padre le había traicionado, notando su extraña apariencia, como si estuviera drogado más allá de la simple borrachera.

 

-¡Alejate de mi, dejame solo, te lo advierto!

 

Gracchus no se molestó en obedecerlo siquiera, acercándose a él con pasos lentos, riéndose de su expresión, del arma en su mano, porque pensaba que estaba hecho, el seria suyo, sin importar lo que pasara.

 

-Pero siempre estas solo, yo soy el unico que te hace compañía, al igual que la oscuridad y la noche, por eso ese guardia logró acercarse a ti tan rápido, porque necesitas el contacto con otros humanos, aunque finjas ser fuerte, ser resistente a la soledad.

 

Radamanthys se dio cuenta que varios guardias comenzaban a rodearlo, que no podía enfrentarse a todos ellos, así que corrió, tratando de escapar, usar cualquier medio para alejarse de ese anciano.

 

-Quien más que yo aceptara protegerte de ti mismo Radamanthys, piensalo bien, antes de cometer una locura.

 

El príncipe cretense cortó el cuello de uno de los guardias que trataban de acercarse a él, encajando su daga en otro más que logró sostenerlo de la ropa, pero logró salir por la puerta, sintiendo como parte de su ropa era arrancada, sus joyas cayendo al suelo.

 

-No huyas, no puedes escapar de lo que eres.

 

Le advirtió, dejando que llegará hasta uno de los jardines interiores, en donde siempre lo esperaba Kanon, ese guardia de hermosa apariencia, viendo su cuerpo en el suelo, ensangrentado, como si lo hubieran molido a golpes antes de matarlo, escuchando los pasos del senador, que se movía demasiado rápido para un hombre de su edad, como si se hubiera saltado todos los pasos necesarios para llegar a ese jardín.

 

-Era un traidor que quiso deshonrar a un príncipe, recibió su justo castigo.

 

Radamanthys retrocedió unos pasos, siendo sostenido por varios guardias, con los que intentó pelear, enfrentarse a ellos, pero le era imposible liberarse, observando con asco, con horror como ese anciano se acercaba a él, acariciando su mejilla, después su cuello.

 

-Y ahora pequeño, presentame ese cuello dulce y joven, para que pueda morderlo.

 

Radamanthys no quiso obedecer al senador mostrándole su cuello, pero los guardias le obligaron a agacharse, sosteniéndolo de su cabello, para que el senador pudiera encajar sus dientes en su cuello, cortando su piel con ellos, dejando una marca que le llenó de asco, porque sabía que era lo que eso significaba para el.

 

-Generalmente el sexo viene antes de la mordida, pero quise probar tu sangre primero, mi principe.

 

Radamanthys despertó llevando su mano a su cuello, sintiendo la reconfortante mordida de Kanon, su alfa y padre de su primer hijo, escuchando unos pasos en esa habitación, tratando de buscar al dios del vino, que era tan esquivo como la cordura cuando te ha embrutecido el vino, apenas viendo una silueta oscura por el rabillo de su ojo, levantándose a punto de gritarle a su compañero, aunque le pensara un cobarde.

 

-Silencio Radamanthys, no quieres llamar la atención de esos dos alfas al otro lado de la habitación.

 

La silueta oscura lo sostuvo por la espalda, haciendo un sonido con sus labios que claramente le decía que guardara silencio, siseando, llevando una mano, un dedo, a la altura de sus labios.

 

-Yo fui primero tu alfa, debes recordarlo…

 

Radamanthys de nuevo trato de soltarse, de elevar su cosmos, pero el dios lo evito, recorriendo su marca, relamiendo sus labios, notando como su celo se había cortado de pronto, sonriendo por las implicaciones que eso podía significar.

 

-Estas embarazado Radamanthys… y yo soy un Dios, puedo exigir que te entreguen a mi, pero quiero jugar contigo, si pierdo te dejaré ir, si gano, te entregaras a mi por tu propia voluntad, como tu único amo.

 

Dionisio llevó su mano a su vientre, tocándolo con las puntas de sus dedos, sintiendo la vida gestándose, apenas eran un montón de células, nada que se pudiera considerar una persona, pero, era divertido jugar con los humanos, en especial, aquellos que estaban embarazados.

 

-Tuviste sexo conmigo y con el, si estas embarazado de ese mortal, te dejare ir, pero si es mi hijo, vendrás a mí, para ser mi consorte..

 

Dionisio conocía el comportamiento de los humanos, Kanon pensaría que ese nacimiento era provocado por él, o en todo caso, no querría arriesgarse a cuidar a un niño que no fuera suyo, dándole la espalda a Radamanthys, abandonandolo a su suerte, ahora que la posibilidad de que diera a luz al hijo de su verdadero dueño podía volverse realidad.

 

-Pero, para hacerlo mucho más interesante, hagamos una apuesta mayor…

 

Dionisio relamió sus labios, como si quisiera morder su cuello, manteniendo la puerta cerrada con su cosmos rejuvenecido, escuchando los golpes de Minos y Kanon, como trataban de hacerse paso a través de los muros de ser necesario.

 

-Porque se que el te abandonara a tu suerte, tarde o temprano te dará la espalda cuando se de cuenta que tu vientre tiene vida engendrada por un dios, cuando se canse de jugar al padre de familia y si eso pasa, si llega a darte la espalda, yo vendré por ti, para llevarte a mi templo.

 

Radamanthys creía conocer a Kanon, era una buena persona, un buen chico, que no le daría la espalda, no lo abandonaría, era su wyvern, tendría a sus huevos, como le decía tan graciosamente, ademas, se suponia que los dragones solo tenían una pareja de por vida, eso era él.

 

-El nunca me daría la espalda, jamás me abandonaría y el niño que dices, espero, no es tuyo, es de mi alfa...

 

Estaba seguro de eso, tan convencido de su amor, de que la vida que estaba esperando era de su alfa, que apostaría lo que fuera por ello, porque sabía que no sería derrotado, haciendo reír al dios del vino, que asintió.

 

-Si estas tan seguro de eso, haz un juramento sagrado, una promesa que no se puede romper, que te llevara a mi lado apenas te des cuenta que ese mentiroso no te ama, que no se quedara a tu lado, porque tu no le importas.

 

Radamanthys no respondió al principio, porque había una parte que aún faltaba escuchar, eso era lo que ganaría él de aceptar sus condiciones, Dionisio lo sabía, por lo que acariciando de nuevo su mejilla, besando su frente, ofrecería lo que su futuro omega deseaba escuchar.

 

-Pero si su amor es verdadero, si tu le importas, si de verdad te ama y no solo es una ilusión provocada por tu perfume, te dejare ir, buscaré a otro que embarazar, otro omega que dominar…

 

Dionisio cortó la palma de su mano, esperando la respuesta de Radamanthys, que al ser un omega apostaría por el falso amor de ese alfa, creyendo que sus promesas hechas durante el celo eran verdaderas.

 

-O puedo llevarte conmigo mi dulce omega, tu decides.

 

Radamanthys cortó la palma de su mano, aceptando su promesa, uniendo su sangre con la de Dionisio, observando como su cosmos se entrelazo, tratando de ignorar la sonrisa satisfecha del dios del vino, que se creía vencedor.

 

-Muy bien, pero recuerda, ni una sola palabra de esto a Kanon, porque si sabe que hiciste una apuesta, no se marchara, y eso será considerado trampa, en cambio, para ser justos, yo no usare mi vino en el.

 

Poco después el dios se marchó, abandonando ese cuarto, justo a tiempo para evitar que Kanon utilizara su explosión de galaxias, quien ingresó en la habitación, para rodear el cuerpo de Radamanthys con sus brazos, al mismo tiempo que la sangre en su mano, la herida abierta, se cerraba, como si nunca hubiera estado allí.

 

-¿Estas bien?

 

Radamanthys asintió, lo estaría, porque estaba seguro de la pureza del amor de Kanon y como este nunca le daría la espalda.

 

-Por el momento.

 

*****

 

Pan seguía tranquilo, con sus brazos detrás de su espalda, observando todo a su alrededor, sintiendo los cambios, el cosmos de su buen amigo, que le ayudaria a salir de esa celda, después de todo, quien le acompañaría en su diversión si él no estaba presente.

 

La criatura se sentó con las piernas cruzadas, tocando su flauta, la que empezó a tocar con delicadeza, una sonata que despertaria a los juerguistas que hubieran bebido del vino del dios, incrementando su locura.

 

Cerrando los ojos, pues ni siquiera tenía que prestarle atención a lo que hacía, pues le había tocado tantas veces, que la sabía de memoria, recordando al arquero, al hijo del mercader, después de algunos años bajo su cuidado, esa belleza de cabello negro, de músculos marcados, alta, fuerte, tan exquisita como su versión actual.

 

Lo había conservado a su lado, y después de algunos intentos, le había embarazado, pero aun seguía tratando de huir, aun seguía peleando con él cada ocasión que deseaba poseer ese dulce cuerpo, al que mantenía encadenado muy cerca, a sus pies en algunas ocasiones.

 

En ese momento ellos bailaban, bebían y reían, era una fiesta como ninguna otra, una orgía, una delicia a la vista, su amante, aquel que había conservado por tanto tiempo que pensaba buscaría la ambrosía para volverlo inmortal, se encontraba a su lado, su estómago abultado, sus manos en este, tratando de ignorar los sucesos a su alrededor.

 

A su dios, cuya mordida ya tenía en su cuello, múltiples de ellas, más otras cuantas en diferentes partes de su piel, sus piernas, sus brazos, sus muslos, pues no podía dejar de tener sexo con su mascota, que a pesar de estar embarazada, aun le deseaba con locura.

 

Pan en ese momento tiraba de su cadena para llevarlo a su lado, porque deseaba sentir su calor, después de poseer a unas ninfas que no se le comparaban en belleza, riendo al ver como luchaba contra él, tirando de la cadena hacia otra dirección.

 

-No… ya no, por favor…

 

Era tan solo un muchacho, pero aun tenía fuerza en su cuerpo, la suficiente para lograr romper su collar de seda, cayendo al suelo, libre de la cadena, viendo con horror cómo se levantaba de su comodo sillon, para obtener lo que deseaba en una sala llena de borrachos decadentes, de personas fuera de sus cabales.

 

-Pero has roto tu cadena… que mal chico eres.

 

Aioros al verse libre gateo, usando sus pies y sus manos para arrastrarse algunos centímetros, antes de comenzar a correr tan rápido como podía, sosteniendo su estómago redondo, lleno de vida, deteniéndose frente a un barandal.

 

-Vamos mi dulce omega, no te dejaré escapar.

 

El bello muchacho al escuchar sus pisadas y ver que ya no tenía escapatoria, simplemente salto, sin miedo, para escapar de sus brazos, matándose al chocar en contra de unas piedras afiladas, rocas inmensas que destrozaron su cuerpo, haciéndole rabiar.

 

Pan recordaba ese momento con humor, pues, ese muchacho creia que asi de facil podría huir de sus brazos, cuando le había encontrado en un sin fin de vidas y en todas ellas le había hecho suyo, lastima, que siempre terminaba matandose.

 

-¿Estas aburrido?

 

Preguntaron de pronto, su buen amigo, con su vieja apariencia, que era todo lo contrario a la suya, delgada, hermosa, humana, cuando él era fuerte, feo e inhumano, aun así, ellos tenían el mismo gusto por el vino, el sexo y la locura.

 

-Solo medito un poco…

 

Dionisio había asesinado a los guardias en esa celda, todos ellos santos de plata, que no eran tan poderosos, pues Shion buscaba información en los libros del santuario y nadie pensaba que su amigo pudiera pensar siquiera en abrirle la puerta de su celda.

 

-Viste a tu omega.

 

El dios asintió, había logrado engañarlo y suponía que Pan también había visto a su esclavo, que era protegido por Saga, quien tenía una oscura fuerza interior, que usaría una vez que el vino le volviera loco, como a todos los demás.

 

-Logre que me prometiera entregarse a mi, pero, es un omega, estos no tienen la capacidad para leer las letras pequeñas, son inferiores en todos los aspectos...

 

Esa noción también era compartida por Pan, que despreciaba a las mujeres y a los omegas, porque les consideraba simples entes para su placer o su diversión.

 

-Cuando ese alfa vea que carga una criatura que no es suya, le dará la espalda y el vino hará lo suyo, con su hermano, al final de esta fiesta, se quedaran solos, para nuestro disfrute.

 

Pan comenzó a reírse al escuchar eso, encontrando ridículo que en ese decadente santuario, que en el inframundo, les dieran oportunidad a los omegas de pelear, cuando estas criaturas estaban hechas, únicamente para complacer a sus amantes.

 

-Y mientras tanto, todos y cada uno de los alfas, perderán la cabeza… me gusta, será divertido ver este santuario arder.


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