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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Shaka espero unos momentos antes de buscar a Kiki, que estaba solo en el templo del patriarca, como si estuviera maldito, como si le tuvieran miedo y es que muchas veces, así se le trataba a los lemurianos, les tenían como criaturas divinas, tanto, que nadie se atrevía a acercarse a ellos.

 

Kiki ya tenía trece años, ya no era un niño, así que como el más joven lemuriano, era temido por su poder, por su linaje, aunque seguía siendo un granuja, la mayor parte de sus congéneres le trataban como algo caído del cielo, dándole la espalda, dejándolo en la soledad.

 

Como sucedio con Mu, pero con Mu era por mucho peor, ya que se trataba del alumno del propio Shion, que era el patriarca, que simplemente realizaba su deber, proteger el santuario, dejando solo a su propio hijo, que generalmente vagaba por allí, celoso de los gemelos, que habían sido adoptados por el anciano lemuriano, pero ellos no tenían sus características, por lo cual no eran temidos, además, ellos se hacían compañia.

 

-Kiki.

 

El pequeño lemuriano acudió inmediatamente al encuentro de Shaka quien sabía era un buen amigo de Mu, quien le señaló que le acompañara, lo siguiera a su templo, una orden que seguiría con mucho gusto, pues estaba aburriendose en ese sitio.

 

-¿Porque mi maestro Mu y el señor Aldebarán están peleando?

 

Esa era una pregunta muy difícil de responder, porque ni él sabía muy bien cual era la causa de su discusión, pero esperaba que pudieran solucionar sus asuntos, porque les había visto convivir juntos, estaba seguro que se amaban.

 

-En ocasiones cuando las personas guardan silencio por mucho tiempo, les es muy difícil decirse lo que piensan o desean y con ellos ha pasado eso, han dejado que el tiempo les haga a un lado.

 

Kiki se detuvo, sabía que el señor Aldebarán era un omega y que su maestro lo quería mucho, demasiadas veces como para poder contarlas, su maestro había estado en compañía del amable omega, que le cocinaba comida deliciosa, que le había enseñado a defenderse y a pelear, por lo que siempre quiso creer que los dos estaban enamorados, pues les veía como una familia.

 

-Pero ellos se quieren mucho, porque desearían separarse, porque mi maestro actuaba así con Aldebarán, como si quisiera hacerle daño, esa no es la forma de tratar a quien tu amas y sé que mi maestro ama al gran toro.

 

Shaka no supo qué decir al respecto, pero suponía que lo minimo que podia hacer por ellos era encargarse de la seguridad y comodidad de Kiki, porque sabía que Shion no era un padre muy dedicado, al menos, no desde que iniciaron las guerras, después de haber adoptado a los gemelos, que vieron lo mejor de él.

 

-En ocasiones lastimamos a las personas que más amamos.

 

*****

 

Dohko ni por un instante pensó en permanecer en su templo, porque se habían llevado a uno de ellos, al toro, y aunque fuera considerado un traidor, se marcharía por él, para buscarlo para dar con él y regresarlo al santuario.

 

En el interior de su templo, vistió con su armadura y decidió marcharse del santuario, antes de que Shion quisiera evitarselo, negarle su ayuda al toro, que habían transformado en un sacrificio, no para dioses antiguos, o modernos, sino para la propia sangre del patriarca.

 

-No será un toro de sacrificio.

 

Y aunque ya había dado su respuesta, que era que deseaba la soledad, estar lejos de cualquiera de los dos, creía que si comprendía que le deseaba como un amante, no como un amigo, le aceptaría a su lado.

 

-No lo voy a permitir.

 

Shion sintió el estallido de su cosmos, así como se alejaba del santuario en busca de Aldebarán, pero no pudo hacer nada por el momento, no pudo evitarlo, pero si cumpliria su amenaza, si mandaria a buscarlo por los guerreros más poderosos del santuario, aunque pensaba que no era del todo justo hacer algo como eso.

 

-Maldita sea Dohko, no quería hacer esto, pero tu me obligaste...

 

*****

 

-¿Como me llamaste?

 

Pregunto Kanon sin comprender muy bien qué estaba pasando en ese momento, porque le decía viejo amigo, retrocediendo unos pasos, observando a la bebé en los brazos de su omega, que también le veía extrañado.

 

-¿Qué es lo que has dicho?

 

Hades acarició la mejilla de la pequeña que solo se rió al sentir la punta de esos dedos de uñas negras, mirándole fijamente con una expresión alegre, pasando su mirada a su soldado más leal, que podía ver, ya estaba esperando otro pequeño, del mismo Leviatán, que actuaba como si lo hubiera maldecido.

 

-Te dije viejo amigo, porque eso somos, te dije Leviatán, porque eso eres, el gran Leviatán de los mares, pensé que tu armadura sería una buena pista, o tu gusto inequívoco por la oscuridad que emana mi fiel Radamanthys, un dragón alado, para un dragon marino.

 

Hyoga le veía en completo silencio, sin entender muy bien que estaba pasando, sintiendo como Radamanthys le acercaba una silla para que pudiera sentarse, él también guardando silencio, sin saber si debía arrodillarse, o estar igual de sorprendido como su compañero.

 

-No te arrodilles Radamanthys, no es necesario que lo hagas, ademas, creo que ya no me perteneces a mí, sino al mi amigo aquí presente, como un obsequio de mi amistad.

 

La actitud de Hades reflejaba camaradería, su guardia estaba baja, sus manierismos eran delicados, pero no controlados, se sabía entre aliados, así que por eso se permitía conversar de esa forma con ellos.

 

-He encontrado a mi primavera, oculto entre los hielos eternos, espera un hijo mío, un tesoro engendrado por un dios, un tesoro que no puedo proteger si estoy tan debilitado.

 

Kanon observó a Hyoga, que llevó una mano a su vientre, sin saber muy bien qué era lo que eso significaba, tratando de mantener la calma y no desesperarse al saberse un monstruo, una criatura de cosmos oscuro, una bestia de las profundidades.

 

-Pero tu si podrias, tu podrias hacerme un último favor, proteger a mi pequeño fruto, para que madure y dé más frutos, como es lo correcto y lo natural, para que no sea transformado en vino de una cosecha prematura.

 

Radamanthys le permitió a Hyoga, que era el más afectado en ese momento, cargar a su pequeña en sus brazos, para dirigirse a su dios Hades, notando como esa información había afectado a todos los presentes, al chico rubio y a su alfa, que se imaginaba como una mala persona, una criatura de pesadillas, cuando no lo era.

 

-¿Vino? ¿Cosechas? ¿De que esta hablando mi señor?

 

Hades no tenía tiempo para guardar silencios dramáticos, así que usando un poco de su cosmos, le mostró a los dos juerguistas a los pies de la estatua desecrada de Athena, en donde conforme pasaban las horas, mas y mas soldados iban reuniéndose, uno de ellos Aioria.

 

-Dionisio usa la vida de los jóvenes, de sus juerguistas para mantenerse vivo, pero su vino, este usa los frutos de los viñedos de los dioses, niños nacidos con el cosmos de guerreros como ustedes y mientras más jóvenes, es mucho mejor para él, como su pequeña Leviatán, o mi conejito, o el niño nacido del toro, ellos serán los primeros en morir, arrancados de los brazos de sus padres.

 

Dionisio le había sido indiferente, pero cuando el bastardo quiso cosechar a su hijo, eso era un acto que condenaba y que no permitiría.

 

-Y si proteges a mi niño, trayendome la cabeza de Dionisio y de Pan como obsequio, liberaré a tu compañero de mi servicio, para que los dos estén juntos eternamente.

 

Kanon guardó silencio, observando a su bebé en los brazos de Hyoga, después su estómago abultado, pensando que no solo deseaba quitarle a su omega, también deseaba arrebatarle a su bebé, a su dragoncita, para convertirla en vino, con lo que sea que les hiciera en el proceso a todos esos frutos, pero había estado en un viñedo alguna vez y las imágenes que fueron a su mente no eran agradables.

 

-No soy tu amigo, tampoco soy un monstruo, soy Kanon de Geminis o Kanon de dragón marino, pero no soy un leviatán, sin embargo, no permitiré que lastimen a mi omega, ni que toquen a mis hijos, ni a ninguno de los niños de este planeta.

 

Era absurdo ese pensamiento de negar lo que era, porque el dragón marino era precisamente Leviatán, su coraza protegida por el dios del mar, pero una vez que abriera los ojos, retomaría su antigua gloria.

 

-Eso me basta Kanon, pero no puedes negar la realidad por mucho tiempo, eso solo trae la división, que Leviatán se levante desde las sombras, y te deje a ti, sin comprender las acciones del verdadero tu…

 

Inmediatamente después, Shun cayó de rodillas sosteniendo su cabeza, sin comprender qué había pasado en ese momento, sintiendo las manos de Kanon en sus hombros, para ayudarle a levantarse, escuchando los movimientos de Hyoga, que aun sentado en esa silla, trataba de pensar quienes eran sus principales víctimas.

 

-Tu hija, nuestro conejito… y el niño nacido del toro… ¿Kiki?

 

Debía ser Kiki, porque Aldebarán era un omega y siempre estaba velando por el bienestar del pequeño granuja, lo sabían, porque fue el toro quien le dijo a su alfa que no debería dejarse llevar por lo que decían era el perfecto compañero, pues, lo que más importaba era el alma de su compañero, el cariño y la compañía que le brindaran a su par.

 

-¡Kiki también está en peligro!

 

*****

 

Comían en silencio casi absoluto, Aldebaran apenas probaba bocado, aunque la mesa por alguna razón que no alcanzaba a comprender tenia varios platillos que él apreciaba, Mu había mantenido su distancia, no había tratado de tocarlo, o acercarse a él, más de lo moralmente correcto, si no tomabas en cuenta que le había secuestrado del santuario.

 

Sin embargo Aldebarán no hacia mas que pensar en Kiki, en el pequeño granuja que siempre se metia en problemas, al que quería mucho, porque era fruto de su cuerpo y era un buen muchacho, Mu lo había educado bien, aunque, en muchas ocasiones había resultado malherido en su cuidado.

 

-No dejo de pensar en Kiki, lo extraño mucho, así que debemos ir por el.

 

Le ordenó por primera vez a su alfa que deseaba que hicieran, porque su instinto, podían decir su instinto de omega, o de madre, le decía que su pequeño estaba solo, está desamparado, necesitaba ayuda, apenas tenía trece años, era un niño, uno muy fuerte, pero un niño al fin y al cabo.

 

-Así podremos ser una familia, los tres solos en Jamir, explicarle nuestro silencio, pero también que los dos daríamos nuestra vida por estar a su lado y porque sea feliz.

 

Mu trato de pensar en que responderle, en una forma de decirle que no podían ir por él, porque los separarian, porque Dohko insistía en buscar su mano y que de verlo, estaba seguro de que lo mataría con sus propias manos.

 

-Kiki es mucho más capaz de lo que piensas, él puede cuidarse muy bien solo, será un guerrero brillante.

 

Aldebaran sabía que no era la intención de Mu reaccionó golpeando la mesa, destruyendola con un solo golpe de su mano, apretando los dientes, debido a su enojo, levantándose de un solo movimiento.

 

-Se que no he estado a su lado, que no conozco la mayor parte de su vida, no tienes porque recordarmelo…

 

Mu guardó silencio, dejando que se marchara, recordando las palabras de su maestro cuando lo estaba entrenando, al menos aquellas que entendió, y estas eran que los patriarcas debían ser fieles a Athena, no debían tener pareja, así que, cuando niño, creyó que lo mejor era ocultar a su toro, esperando que alguien más fuera el patriarca.

 

-Dormiré en la misma habitación de siempre.

 

No quería ser patriarca, no quería una mayor responsabilidad que reparar las armaduras, por lo cual decidió declinar si su maestro deseaba nombrarlo patriarca, pero, para su buena o mala suerte, había decidido que fuera Aioros el responsable del santuario, aunque no estaba seguro de que lo nombrara su sucesor de nuevo, pues, tenía un alfa, una familia y su lealtad debía ser únicamente de Athena.

 

-Mi maestro quería dejarme su título, me estaba entrenando para ser patriarca, pero yo debía ser fiel únicamente a nuestra diosa, por lo que pensé que si sabía lo nuestro me ordenaría abandonarte y no desea eso, así que se me ocurrió la brillante idea de ocultarte, no porque no quisiera que me vieran contigo, o porque no esté orgulloso de haber sido elegido por ti, solo que, no deseaba perderte.

 

Aldebaran escuchó atento esas palabras, para después retirarse con un paso lento, para encerrarse en la que consideraba su habitación, observando una pequeña caja, debajo de la cama, de madera, que llamó su atención, una caja grande, algo pesada, que ocultaba algo que le hizo estremecer en cuanto lo vio, pues lo recordaba bien, de su primer viaje a Lemuria.

 

-¿Esto es?

 

Mu ingreso en esa habitación, cruzando sus brazos con fuerza, porque de lo contrario querría abrazar a su toro, pero él no deseaba sus caricias, y se mantuvo apartado de sus brazos.

 

-Lo compre cuando lo vimos esa vez, quería que fuera una sorpresa para cuando te pidiera tu mano y tu me dijeras que sí, claro que tuve que mandarlo a hacer de tu talla…

 

Aldebaran lo extendió fuera de la caja, un atuendo de bodas, que llamó su atención en Lemuria, una ropa hermosa, con bordados y telas llamativas, un atuendo que era acompañado de un juguete, un muñeco de trapo con el que jugaba con Kiki, el único regalo que le había dado.

 

-Kiki dejó de jugar con él cuando tenía ocho años, así que lo guarde en esa caja, no deseaba que se perdiera y pensé, que tal vez podría heredarlo…

 

No supo qué decir en ese momento, dejando el vestido dentro de su caja, pero manteniendo el juguete en su mano, recordando el año en que estuvieron juntos, alargando una mision que resulto sumamente sencilla.

 

-Claro que eso fue antes de comprender lo mal alfa que he sido y lo imposible de ganarme tu perdón.

 

Mu poco después cerró la puerta, para retirarse a su estudio, dejando solo a su toro, con el juguete en sus manos y la caja con el atuendo a sus pies.

 

-No es justo…

 

*****

 

Shion al sentir que Dohko se marchaba del santuario, decidió mandar a un guerrero que era lo suficiente poderoso para detenerlo, ese era Shaka, aunque en un principio quiso mandar a uno de los gemelos.

 

-Ve por Dohko, regresarlo al santuario, pero no quiero que lo lastimes.


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