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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys observó en silencio la copa de vino que se le ofrecía, a los otros bebiendo y riendo, como festejaban en nombre de la locura, preguntándose que haría Minos en ese momento, pero él era un alfa, siempre había hecho lo que deseaba, no tenía que soportar los insultos de Pandora, por lo que, sin pensarlo más, tomó la copa que se le ofrecía para beberla de un solo trago, derramando parte de la bebida roja en su barbilla. 

 

-No… no es tan fuerte… 

 

Pronunció, limpiando su boca con el dorso de su mano, observando cómo el hombre alto le servía un poco más de vino, en la copa de oro con algunas piedras incrustadas, ofreciendoselo con una sonrisa seductora. 

 

-Entonces bebe un poco más, bebé hasta que ya no recuerdes qué es la sed o que alguna vez la tuviste. 

 

Radamanthys aceptó el ofrecimiento, pero no bebió de la copa, tomando la botella de vino de las manos del apuesto hombre de cabello negro, para beber directo de ella, varios tragos, sintiendo como sus pesares iban desapareciendo poco a poco. 

 

-Es delicioso… 

 

Pronunciaron haciéndole un sitio en ese sillón, permitiéndole sentarse a su lado, su mirada fija en la suya, con una expresión divertida, tomando otra botella, para beber en su compañia, riendose al ver que ya se habia terminado el licor, empezando a marearse. 

 

-Tomemos un poco más. 

 

Su botella que ya estaba vacía volvió a llenarse, para que pudiera beber mucho más, algo que hizo sin preocupaciones. 

 

Sintiéndose mareado después de unas horas bebiendo sin detenerse, llevando una mano a su rostro, sintiendo como el sujeto de cabello negro, acariciaba su rostro, acercándose demasiado a él, un gesto que recibió con una sonrisa, acariciando su mejilla con las puntas de sus dedos. 

 

-Es muy buena, no es verdad. 

 

Radamanthys asintió, sintiendo que su cuerpo estaba cansado, recargándose en el hombro del extraño, respirando hondo, bebiendo un poco más, relajándose como nunca antes junto a este hombre calmado, olvidando sus problemas, solo entendiendo que nunca había estado tan relajado en toda su vida, en cada una de ellas y que encontraba sumamente atractivo a su acompañante. 

 

-Si, es muy buena… casi tan agradable como mi compañía. 

 

El hombre de cabello negro comenzó a acariciar su cabello con delicadeza, permitiendo que Radamanthys se recargara en su hombro, bebiendo un poco más, escuchando unos tambores y unas flautas, música de lira, una tonada que pronto empezaron a danzar alrededor suyo, una melodía que les hacía perderse en su euforia, mientras que él seguía recargado en el hombro del apuesto hombre de cabello negro. 

 

-Bailemos Radamanthys, comparte esta danza con Dionisio. 

 

Radamanthys no acostumbraba de bailar o perderse en su euforia, pero en esta ocasión sí quiso hacerlo, si quería bailar con este hombre apuesto, así que se levantó de su asiento para tirar de él, girando en la pista improvisada de baile.

 

Estaba eufórico, sosteniendo su mano, para empezar a danzar en la compañía de Dionisio, al ritmo de aquella música, notando entonces la asombrosa estatura de ese hombre de cabello negro y ojos dorados, que llevo una de sus manos a su cintura, para poder guiarlo con más facilidad. 

 

-Te mueves como las mismas ninfas... 

 

Radamanthys se sonrojo, porque no se consideraba especialmente hermoso, pero la forma en que este extraño le veía le hizo desearle en ese momento. 

 

-¿Como las ninfas?

 

Girando con él en sus brazos, bailando en compañía de este hermoso ser, que le guiaba como si se tratase de un titiritero, sin darse cuenta como las horas pasaban y como seguía bebiendo de aquella botella, en compañía de este extraño que le había dicho su nombre, sin embargo, no lo recordaba. 

 

-Pero eres mucho más hermoso todavía… 

 

Eso lo pronuncio besando el dorso de su mano, llamando su atención lo suficiente como para darse cuenta que ya era de noche y que ahora vestía ropa mucho más parecida al que le guiaba en ese extraño baile, sin tener muy claro porqué se cambió de ropa, ni cuando lo hizo, pero no le importaba, el quería seguir festejando en nombre de su acompañante. 

 

-Cuanto… 

 

Apenas pudo preguntar, escuchando como en la lejanía podían percibirse algunos gemidos, llamando su atención, apenas unos instantes, cuando la luz de la luna fue intercambiada por los rayos de sol calentando sus cabezas. 

 

-¿Cuánto tiempo ha pasado? 

 

Eso no le importaba en realidad, podía haber sido segundos, o meses, lo único que le importaba era que estaba a su lado, en su compañía, divirtiéndose como nunca. 

 

-¿Acaso importa? 

 

No, no importaba cuánto tiempo hubieran danzado, ni cuánto licor estaba bebiendo, ni cuánto tiempo llevaba sin alimento, lo único que deseaba era seguir disfrutando de la libertad en los brazos de ese hombre tan apuesto.

 

-No, no me importa eso, solo me interesa seguir divirtiéndome en tu compañía. 

 

Y era cierto, en especial, cuando le veía hermoso, joven, poderoso, tanto que tiró de él para recostarse en el sillón, en uno como diván, donde cabían perfectamente los dos.

 

-Aunque podemos hacer mucho más que bailar… 

 

El hombre de cabello negro, Dionisio arqueó una ceja recorriendo su cintura, esperando por escuchar o ver lo que deseaba de su persona. 

 

-¿Más que bailar? 

 

Radamanthys se acomodó sobre sus piernas, a horcajadas, relamiendo sus labios cuando comenzó a desvestirse, quitándose las prendas que lo cubrían, dejándolas caer en el suelo, su pecho descubierto, sosteniendo las manos de Dionisio, para llevarlas a su cintura. 

 

-Podemos probar otros placeres Dionisio, como aquellos de la carne… 

 

Radamanthys beso los labios del dios, gimiendo en su boca, sintiendo como sus manos le acariciaban con más fuerza, dejando algunas marcas en su piel desnuda. 

 

-Ya veo… 

 

Dionisio espero a recibir otro beso de Radamanthys, quien correspondía a su deseo y se divertía a su lado, gimiendo cuando sus manos empezaron a recorrer más de su piel desnuda, desvistiendo lo que faltaba de su cuerpo, tirando la ropa al piso. 

 

-Dulce príncipe… 

 

Sus manos recorriendo sus muslos, su espalda baja, sus caderas, todo ese tiempo besando sus labios, sin separarse de ellos, apenas lo necesario. 

 

-Espero que no te arrepientas, porque eso me haría sentir muy dolido. 

 

Radamanthys tiró con fuerza de su cabello, para recostarlo sobre él, besando sus labios, gimiendo en su boca. 

 

-¿Tengo que pedirtelo mucho más amablemente? 

 

Por supuesto que no, se dijo con una sonrisa, acostándose de espaldas, tomando la cabeza de Radamanthys para llevarla a su hombría. 

 

-Por supuesto que no, mi amado príncipe. 

 

Radamanthys al ver hacia donde llevaban su cabeza, se rió entre dientes, para empezar a liberar la hombría de Dionisio con sus manos, respirando hondo al verle casi erecto. 

 

-¿Te estás poniendo nervioso? 

 

Radamanthys negó eso, agachándose para lamer la punta de ese sexo erguido, escuchando un gemido de los labios del dios del vino. 

 

-Espere tanto… 

 

Susurraron llevando sus manos a su cabeza, para que le tomara desde una vez entre sus labios, jadeando cuando por fin esa cueva húmeda lo rodeó por completo. 

 

-Radamanthys… 

 

Radamanthys no tenía vergüenza, no sentía pena, solamente lujuria, cuando escuchaba esos gemidos, dandole placer con su boca, para separarse cuando sintió que su semilla estaba a punto de inundar su boca. 

 

-Te he conquistado… 

 

No entendía muy bien de qué le estaba hablando, pero no le importaba, porque aún le deseaba y seguía besando su hombría, aunque estaba manchado con la semilla de Dionisio. 

 

-Tus labios son deliciosos, pero estoy seguro que tú humedad debe ser mucho más placentera todavía. 

 

Radamanthys asintió, deseaba ser poseído, pues creía que su celo estaba muy próximo, porque se sentía igual de ansioso, igual de deseoso y creía que solo con ese alfa podría saciar su deseo. 

 

-¿Lo dudas? 

 

Radamanthys de nuevo se sentó a horcajadas en el cuerpo de Dionisio, besando sus labios, escuchando un estruendo, como alguien llegaba de pronto, llamando la atención de todos los presentes, en especial del hombre de cabello negro. 

 

-¡Mi señor! ¡Mi señor Radamanthys! 

 

Gritaron, llamándole, una persona perdida en la desesperación de no encontrarlo, una voz que me hizo molestarse, porque no había lugar alguno en donde su fiel soldado no le siguiera, haciendo que se preguntara, la razón, de su visible obsesión por él. 

 

-Valentine. 

 

Estaba desnudo, sobre un extraño de cabello negro, manchado de su semen, era obvio que no deseaba interrupciones, pero aún así, se acercó a ellos, usando su cosmos, atacando a quienes se interponian en su camino. 

 

-Debemos regresar al Inframundo mi señor, su celo se aproxima y no deseo que algún alfa de aproveche de eso. 

 

Radamanthys sintió que su sangre hervía debido a la vergüenza y al enojo, porque estaba en compañía de un alfa muy atractivo, estaba divirtiéndose demasiado, a punto de tener sexo con Dionisio y aún así, creía que se marcharía. 

 

-Marchate Valentine, estoy ocupado, no me molestes. 

 

Valentine podía ver qué tan ocupado estaba, pero aún así, usando su cosmos atacó al hombre en sus brazos, apartandolo de ellos, tirando en su dirección, o eso intento, porque Radamanthys se soltó, elevando su cosmos. 

 

-Te he dado una orden. 

 

Pero, como si no pudiera comprender sus palabras, volvió a tirar de él, intentando marcharse con él, aunque fuera en contra de su voluntad. 

 

-Es el celo mi señor y si usted lo desea, yo podría tomar el sitio de ese desconocido, me sacrificaría por usted. 

 

Radamanthys negó eso, aún estaba desnudo y aún deseaba sentir el placer de un alfa conquistando su cuerpo, así que soltándose, retrocedió lo suficiente para sentarse en las piernas del dios del vino, que no movía un solo músculo, esperando por la respuesta de su fiel soldado. 

 

-No tienes porqué realizar tan dura tarea, Valentine, lo único que tienes que hacer es marcharte y dejarme disfrutar de este celo en compañía de este hermoso alfa.

 

Radamanthys no era amable cuando sentía que era desafiado, mucho más, por ser un omega, así que riéndose de su expresión de dolor, de su despecho, relamió sus labios, antes de besar la mejilla de Dionisio y después sus labios. 

 

-Ya lo escuchaste, Radamanthys quiere pasar este celo en mi compañía, este y todos los demás, no es cierto, príncipe. 

 

Pocas personas recordaban que fueron príncipes, que fueron emperadores, en especial el, que en esos momentos no era más que la niñera de Pandora. 

 

-Pero mi señor… 

 

Valentine había dejado de existir para el, que simplemente se sentó en las piernas de Dionisio y siguió besando sus labios, sin percatarse en qué momento su segundo al mando se marchó, dejándolo por fin a solas, para que pudiera divertirse un poco más. 

 

-Ese soldado está prendado de tu belleza… 

 

No le importaba, no era nadie, nadie lo era para él, solo se trataban de cuerpos calientes que utilizaba a su antojo, para su placer y con este alfa no era muy diferente. 

 

-No me importa, el no es a quién deseo. 

 

Nadie lo era en realidad y solamente uno habría podido poseerle, solamente uno de los alfas con los que había compartido su lecho pudo decirse su dueño, pero ya no estaba, ya no existía, por lo que no le importaba nada más, ni nadie más. 

 

-¿A quien deseas? 

 

Tal vez deseaba escuchar que le deseaba a él, pero no era así, no lo añoraba como a su embaucador, su soldado sin futuro, que le hizo caer rendido a sus pies, cuyo nombre nunca supo, porque decía ser hijo de dioses, sin embargo, bien sabían que no era nadie, no era nada, solo su mundo. 

 

-¿Acaso importa? 

 

Radamanthys le preguntó besando sus labios con lujuria, tratando de desviar la conversación, pensar en algo más que no fuera el soldado, porque sabía que su seguía recordándole, su buen humor se desaparecería. 

 

-Estoy aquí… eso es lo único que debería interesarte. 

 

Susurro en su oído, comprendiendo que había sido sumamente cruel con Valentine, pero no lo deseaba y él no parecía entenderlo, ni siquiera parecía importarle. 

 

-Yo seré tu dueño… 

 

Era una promesa, o tal vez una amenaza, no lo supo, tampoco le importó, lo único que deseaba era olvidar, perderse en su estupor, en la euforia de la música, del vino, del sexo, algo que hizo, durante mucho tiempo, tanto que por un momento creyó que permanecería en ese sitio para siempre, pero no fue así, al final tuvo que regresar, pues la guerra se aproximaba y con él, un nuevo intento por ser uno con su amado, al menos en la oscuridad. 

 

Radamanthys despertó varias horas después, sintiendo un cuerpo caliente a su lado, dos en realidad, uno pequeño acostado a la altura de su cabeza y otro más grande rodeando su cintura con delicadeza. 

 

-¿Dormiste bien? 

 

Había dormido bien, aunque había recordado su pasado en compañía del dios del vino, que lo engaño, o eso deseaba pensar, porque fue él quien aceptó bailar, beber y fornicar con él, sin comprender muy bien que estaba pasando. 

 

-Si, dormí muy bien. 

 

Susurro, con una expresión que no era sincera, porque aún tenía miedo de lo que pensaría Kanon, de saber lo que hizo en compañía de Dionisio. 

 

-Debes saber que puedo detectar una mentira con mucho facilidad, en especial contigo… 

 

Radamanthys se sorprendido, porque no estaba mintiendo, había descansado, pero sus recuerdos no eran placenteros. 

 

-Tus cejas crean un remolino cuando mientes… 

 

Kanon llevó la punta de su dedo a la unión de sus cejas, con algo de ternura, esperando escuchar la verdad de su omega. 

 

-Así que dime… por favor. 

 

Radamanthys desvío la mirada, o eso intento, porque Kanon sujeto con delicadeza su barbilla, para que pudiera observar su rostro. 

 

-Recordé… recordé mi pasado, mi momentánea locura… eso es todo. 

 

Kanon le veía en silencio, sin decirle nada, aunque suponía que ya sabía de qué le estaba hablando. 

 

-Cuando me entregué a Dionisio… recordé que Valentine intento apartarme del dios del vino, pero yo no lo permiti… 

 

Valentine, quien lo secuestró y le hubiera poseído contra su voluntad de tener la oportunidad, aún en ese momento, quien le traicionó, pero se preguntaba si no se merecía lo que estaba sucediendo en ese momento, por actuar como un demente. 

 

-¿Te has entregado a Dionisio por tu propia voluntad desde que estamos juntos? 

 

Kanon quiso saberlo, aunque ya lo sabía, solo deseaba que Radamanthys comprendiera que lo que hubiera hecho en el pasado, los amantes que hubiera tenido, no eran asunto suyo, no podía juzgarlo por ello, solo su presente era lo que le importaba, desde que decidieron estar juntos. 

 

-No… nunca lo haría. 

 

Kanon asintió, besando el dorso de su mano con delicadeza, esperando que comprendiera lo que tenía que decirle. 

 

-Es cierto, tú me has sido fiel desde que estuvimos juntos en ese bosque y yo no voy a juzgarte, por nada de lo que hubieras hecho cuando no estábamos juntos, así que mi dragón, deja de angustiarte por eso, creeme cuando te prometo que voy a protegerte, que no dejaré que vuelva a tocarte y que te amo, a ti, al juez de las almas, mi dulce dragón. 

 

Cuando Radamanthys asintió, aferrándose a su mano, llorando en silencio, Kanon le ayudó a recostarse sobre su cuerpo, abrazándolo con ternura. 

 

-Yo te amo y nada de este mundo hará que deje de hacerlo, te lo juro. 

 

*****

 

Aldebaran fue el último en despertar en el templo de aries, sintiendo las sábanas frías al otro lado, dándose cuenta que se encontraba sólo en esa habitación. 

 

-Era demasiado bueno para ser verdad… 

 

Se dijo, pero antes de poner un pie en el suelo, vio una bata, varias toallas y escucho el sonido de agua salpicando. 

 

-Kiki se está bañando, cuando termine es tu turno, Aldebaran… 

 

Aldebaran vio como Mu colocaba ropa, una muda de las que tenía en su propio templo en una silla, haciendo que se sonrojara, cuando beso sus labios sin pena. 

 

-Me hubiera gustado bañarme contigo, pero Kiki no desea estar solo todavía. 


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