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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

VI
 
Nicolás abandonó la terraza ante la mirada fija de Alejandro, entre murmullos cada vez más débiles provenientes de los comensales que ocupaban las mesas alrededor, y para cuando desapareció del alcance de su vista, pareció volver en sí solo para ver frente a él la figura de Cristina, ansiosa por oír una explicación.
 
–¿Qué pasó Alejandro?, ¿qué fue todo eso?
 
–No sé –respondió sin inmutarse mientras caminó en dirección al bar.
 
–¿Cómo que “no sé”?, te estabas abrazando con ese cliente, ¿acaso lo conoces? –siguió preguntando Cristina. Después de todo lo que había visto, no iba a dejar a su amigo así tan fácil.
 
–No lo conozco –respondió, y viendo a Ignacio muy irritado, le dijo simplemente–: Disculpa la demora.
 
–Sí, claro, ¡¿qué fue ese espectáculo de ahí afuera?!, ¿era tu novio?, porque no se me ocurre otra razón para que, de un momento a otro, te olvides de todo.
 
–¿Mi… novio? –murmuró Alejandro.
 
–¡Entonces sí que lo es!, sabes que no está permitido…
 
–Ya déjalo, Ignacio, no lo molestes más –dijo Ariel, asomándose a la ventanilla de la cocina con voz de regaño, pero se suavizó al ver a Alejandro–. Lo sabes, ¿verdad?, no está permitido hacer esas cosas en el trabajo, debiste haberle dicho que esperara a que terminara tu turno.
 
–No me habías contado esto, Alejandro, tendremos que conversar un día de estos, cuando estemos libres –señaló Cristina, cruzándose de brazos.
 
–¡Esperen!, ¡esperen! –recién caía en la cuenta de lo que hablaban sus compañeros y se apresuró a aclarar–. ¡Nicolás no es mi novio!, ¡ni siquiera es mi amigo! 
 
–¿Nicolás?, pero si sabes su nombre, eso es raro –observó Ignacio.
 
–No lo conozco, nos presentamos recién hoy –el rostro de Alejandro comenzaba a sonrojarse–. Apenas cruzamos unas palabras, pero…
 
–Eso lo hace más raro todavía, si no lo conoces, ¿por qué se estaban abrazando de esa forma? –Ignacio no parecía convencido en absoluto.
 
–Alejandro, ¿de verdad no se conocían de antes?, incluso para mi es difícil de creer –dijo Cristina.
 
–Para mí también y créeme que, para estar tan lejos, me parecía que ustedes estaban abrazándose como una pareja –agregó Ariel, saliendo de la cocina y acercándose al grupo–. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿nos quieres decir?
 
Alejandro estaba a punto de ceder ante la petición de su compañero, pero tras pensárselo un poco, ¿qué podía decirles?, que se había encontrado con Nicolás durante una noche, que habían caminado de la mano y se habían abrazado sin siquiera conocerse. ¿Qué clase de historia era esa? No, primero tenía que ordenar sus ideas respecto de Nicolás y luego poder hablar con sus amigos, antes no, solamente provocaría más confusiones y en ese momento no estaba ya de ánimo para tal situación, sobre todo porque su turno no había terminado y aún quedaban algunas horas antes del cierre del local.
 
–¡Oigan, ustedes!, ¿qué hacen todos ahí conversando? –era la voz de don Julio–. ¡Aún no hemos terminado!, ¡vuelvan a sus labores! Ya me extrañaba no verlos trabajando.
 
Inmediatamente el grupo se disolvió, regresando Ariel a la cocina, Ignacio al mesón y ambos camareros, tomando sus bandejas, a atender a los clientes recién llegados.
 
–No creas que te has salvado, Alejandro, me debes esa explicación –dijo Cristina con seriedad.
 
–Después te contaré todo, lo prometo, pero antes hay algunas cosas que debo ordenar en mi cabeza –fue la respuesta de Alejandro antes de separarse de ella y dirigirse a una de las mesas–. “Sí, algunas cosas.”
 
Cristina lo observó unos instantes y se retiró a atender sus propias mesas, pensado que lo que le ocurría a su amigo era consecuencia directa del encuentro con el extraño aquella tarde, pero qué podría haber ocasionado el cambio tan notorio en Alejandro y, sobre todo, que haya tenido aquel desenlace que a todos dejó sin palabras. Qué podía hacer mientras tanto, salvo esperar la explicación prometida; quizá hablara con su novio sobre la situación o quizá no, no lo sabía aun, y por otro lado, quizá comentara con Ariel e Ignacio, que también habían visto la escena, pero no eran tan cercanos como para hablar tales cosas. En fin, esperar era la única opción que le quedaba, además de ser la más razonable.
 
… … … … …
 
La jornada se había prolongado y bastante, sobre todo después de la cadena de sucesos que habían ocurrido. Las puertas se cerraron, se hizo la limpieza y las luces se apagaron; todo el personal se retiró a los camarines, se cambiaron y comenzaron a abandonar el local. Todos, salvo Ariel, que tenía su propio auto, caminaron hasta la calle principal, en donde se volvían a separar. Cristina, su novio y el amigo de este caminaron hacia la estación de trenes, en tanto que Ignacio se fue caminando hasta perderse entre la gente; Alejandro, por su parte, tras despedirse del grupo, caminó hasta la parada de buses y emprender el regreso a casa. Se quedó dormido durante el viaje, sin darle tiempo a pensar en nada de lo ocurrido, estaba cansado y un poco harto de todo, quería llegar a su casa, cambiarse de ropa y acostarse.
 
… … … … …
 
–Oye, ¿qué fue lo que pasó hoy con Alejandro y el otro tipo en la terraza? –preguntó Sebastián a su novia.
 
–No sé, la verdad, ¿también los viste? –respondió Cristina sin levantar la cabeza del hombro de su pareja.
 
–No, pero el rumor corrió rápido entre los clientes, y creo haber visto al tipo cuando se retiró. ¿Es amigo de Alejandro?
 
–Eso es lo más raro, porque nos dijo que no se conocían, pero las reacciones de él lo delataban –dijo ella, cerrando los ojos, también estaba cansada.
 
–¿Cómo así? –intervino Francisco.
 
–Parecía como si hubiese algo más entre Alejandro y ese chico, Nicolás creo que se llama –dijo Cristina.
 
–¿Cómo supiste que se llamaba así? –Sebastián se separó un poco para mirarla.
 
–Alejandro lo dijo de repente, eso nos sorprendió aún más. La cosa es que le pregunté directamente si había algo entre ellos.
 
–¿Y qué te dijo? –insistió Francisco, parecía como si le hubieran contagiado la curiosidad.
 
–Me prometió que en algún momento me lo diría. Así que confiaré en su palabra.
 
–Bueno, si así te lo dijo es porque debe ser importante –dijo Francisco, soltando un suspiro de resignación–. Dime algo, ¿cómo se veía?
 
–¿Alejandro?
 
–Sí.
 
–Parecía preocupado al principio, luego un poco nervioso y, al mismo tiempo, ¿feliz? –explicó Cristina.
 
–No lo entiendo –soltó Sebastián, recargando su cabeza sobre Cristina.
 
–Yo tampoco, pero de alguna de manera parecía darle gusto ver a Nicolás, ¿por qué?, es lo que espero que me diga.
 
–¿No será que le gusta ese tal Nicolás? –sugirió Francisco–. Oí que se abrazaron frente a todos.
 
–No me atrevo ni a pensarlo. Alejandro no habla acerca de sus sentimientos, ni siquiera conmigo, por eso prefiero esperar –concluyó Cristina.
 
–Quizá sea lo mejor, en fin, aquí los dejo chicos, nos vemos mañana. Buenas noches.
 
El tren se detuvo, Francisco se despidió de la pareja y descendió en la estación limpia e iluminada.
 
–¿Qué pasa Cristina? –preguntó Sebastián, pasando su brazo por la espalda de ella.
 
–Con todo, me preocupa Alejandro, es mi amigo y no quiero verlo mal –dijo, tomando la mano de su novio–. Sabes, si fuera algo así como lo que sugirió Francisco, no sé cómo reaccionaría.
 
–¿Que a Alejandro le guste otro chico?, no veo cuál es el problema, salvo que ese Nicolás esté jugando con él. En ese caso, no podemos dejarlo solo.
 
–Eso debería decirlo yo, es mi amigo. Pero creo que ambos podemos ayudarlo, digo, si ese fuera el caso, claro –dijo Cristina.
 
–Tal vez no sea tan cercano a Alejandro como tú, pero, aun así, me gustaría ayudarlo –sonrió Sebastián.
 
–Gracias, te quiero –se acercó un poco más y le besó la mejilla a su novio–. ¿Me dejarás en la casa?
 
–Obvio. Es muy tarde para que camines sola.
 
–¿Y tú?
 
–Caminaré el resto hasta mi casa, no está tan lejos, además de que camino rápido, verás que no tardaré en llegar.
 
Lo que quedaba de viaje lo continuaron en silencio, hasta llegar a la estación. En las calles brillaba la luz blanca de los faroles y poca gente circulaba ya a esas horas. Tras llegar a su casa, Cristina se despidió de su novio, le dio un beso y este aguardó hasta que ella entrara. Sebastián rápidamente tomó su propio camino hasta su casa, evitando cualquier problema; minutos más tarde, Cristina recibía un mensaje en su celular en donde su novio le avisaba que había llegado a casa y deseándole buenas noches. Aliviada, procedió a cambiarse ropa y comer algo liviano, antes de regresar a su dormitorio y acostarse, no sin antes volver a rememorar los acontecimientos del día. “¿Qué fue todo eso, Alejandro?, ¿qué fue?”
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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