Encuentro XIV:
Principio y Final
Eren tiembla de emoción cuando entra a la librería y ve a Levi. Sabe que es demasiado temprano y que, probablemente, no debería estar allí, pero la perspectiva de tener una cita con este, una cita que el mismo Levi le ha pedido, hace que toda su precaución y sentido común se vayan de paseo. Está eufórico.
La sonrisa se escapa de sus labios cuando va al encuentro del otro, que se haya de pie tras el mostrador. Levi, como siempre, lo observa imperturbable, con su mirada de invierno y gesto impasible, pero en cuanto él comienza a disculparse por su atrevimiento al ir a buscarle, este le resta importancia al asunto con sus malos modos habituales y le ofrece té; su manera especial de decirle, sin palabras, de que es bienvenido.
Lo que resta para el cierre del local se lo pasan hablando sobre el libro que Levi le recomendó, logrando que Eren se pierda en esa grave voz que lo envuelve y en aquella plateada mirada que lo hipnotiza mientras platica de dragones y aventuras, injusticias y magia.
Una vez cierran la tienda y están fuera, el frío de finales de febrero golpea su rostro y orejas desnudas, haciéndolo reír. A Eren o le gusta el invierno, nunca lo ha hecho, pero estando allí junto a Levi, que siempre le ha parecido un ser creado entre escarchas y cielos grises, sombras y claros de luna, se siente feliz y satisfecho como nunca antes, porque, tras conocerle, ha comenzado a amar una estación que antes detestaba. Fue el invierno, blanco y crudo, quien trajo a este hacia él.
La improvisada cita acaba convirtiéndose en una película de acción, que ambos en verdad disfrutan, para acabar en una tranquila cena en uno de los pequeños locales emplazados a orillas de la playa, dejando que la conversación entre ambos fluya como una vertiente mientras el salvaje sonido del mar de fondo parece ser su único confidente.
Aquella, piensa Eren, ha sido una noche mágica. No un encuentro casual ni una corta y nerviosa plática entre ambos, sino que, por primera vez, ellos han decidido darle una oportunidad al otro y conocerse un poco más, para mostrarse tal cual son. Solo le bastan unos pocos minutos juntos para saber que nunca estuvo equivocado; Levi le gusta cada vez más. Definitivamente, es el hombre de su vida.
La horrible certeza de que deben poner fin a la velada y despedirse, llega junto con la medianoche. Aunque él odie la idea, al día siguiente tiene trabajo y sabe que para Levi es lo mismo, así que después de pagar la consumición, salen fuera nuevamente y recorren a paso lento el camino que lleva hasta la avenida principal. Eren no vive demasiado lejos de allí, por lo que sabe debe ser el primero en decir adiós, aunque no quiera hacerlo; no desea que esa noche termine.
Las palabras que no ansía decir salen de sus labios, educadas y correctas, disfrazando entre quejas y agradecimientos su inmensa decepción, su tristeza por dejarlo ir. Quiere que esa noche dure y perdure, casi como un sueño eterno, pero también sabe que eso no es posible, por mucho que lo desee.
Sin embargo, es cuando ve a Levi de pie frente a él, envuelto en su oscuro abrigo y las manos enfundadas en este, con el pálido rostro de luna alzado hacia él para verle bien, que Eren descubre que está totalmente perdido. Aquel hombre no es como los demás que ha conocido, para nada. Levi es, de cierta forma, principio y final, borrando todo lo que vino antes de él y dejándole la seguridad de que nadie jamás podrá hacerle sombra si decide dejarlo ir.
Está comenzando a caer… por él.
El beso, como casi todo lo que hace, es más necesidad e impulso desbocado que sentido común. Eren sabe que ese atrevimiento puede costarle caro, que apresurar así las cosas con ese hermético hombre puede ser un error, pero no se arrepiente, porque el ligero roce de sus labios sobre aquella pálida y fría mejilla le han hecho comprender que la magia entre ellos sí existe; porque solo basta ese sutil contacto para que algo dentro de él explote y le diga que Levi es por quien esperaba y no podrá ser nadie más que él.
Eren, a pesar de su arrebato, no piensa disculparse, ¿cómo hacerlo si no siente ni una pizca de arrepentimiento por ello? No obstante, es cuando aquellos afilados ojos le observan, asombrados y escrutadores, llenos de dudas y más emoción de la que él ha visto reflejada en estos desde que se conocen, que comprende que no será necesario, porque para Levi, ese pequeño gesto también ha sido importante y especial. Ha significado un inicio.
La mano que este extiende lentamente hacia él sorprende a Eren, pero una tierna y cálida alegría lo invade cuando la acepta y siente el calor de Levi extenderse por su propia piel, como una premonición, como una promesa.
Sabe que aún es demasiado pronto para hablar de amor y hacer mil promesas sobre ello, pero él también comprende que ese es el camino que ha decidido seguir luego de conocer a ese hombre aquella tarde invernal; el camino que el destino le ha señalado al llevar frente a sus ojos a su persona correcta.
Eren aun no hará promesas de amor eterno, ni siquiera dirá aquellas palabras hasta que tenga la certeza de que Levi también desea oírlas, pero en ese momento, con sus manos entrelazadas y los ojos de ambos hablando un lenguaje desconocido, jura no perder aquella oportunidad que le ha dado la vida. Porque el hombre de largos silencios y miradas de luna se ha encargado, con su misteriosa aparición, de convertirse en su principio y su final; borrando todo lo que estuvo antes de él y haciendo su futuro tan suyo que, Eren sabe, jamás podrá existir otro más después de haberle conocido.
Y, secretamente, fervorosamente, él tampoco desea que exista esa opción.