Encuentro XVIII:
Todo o Nada
La euforia invade a Eren mientras va al encuentro de Levi aquella perfecta mañana de domingo. Ha conseguido finalmente su ansiada salida al parque, por lo que planea aprovechar esta oportunidad para pedirle al otro una cita por el día de su cumpleaños. Por supuesto, no piensa revelarle a este el pequeño detalle de que ese día será un año mayor, pero aun así desea tener ese momento especial con él. Será su preciado obsequio secreto, se dice. Y está ilusionado.
Al ver la hora se percata con horror de que está muy atrasado. Levi odia la impuntualidad, por lo que Eren tiene claro que el otro le hará pagar muy caro su descuido, así que mientras apura el paso piensa en una excusa más creíble que su despiste para ganar su perdón; sin embargo, su mente queda en blanco cuando el otro hombre entra en su campo de visión y él siente que el mundo explota y arde a su alrededor al ver como dos bonitas chicas hablan animadamente con este sin que Levi haga nada por evitarlo.
Y él muere de celos.
Dominado por su temperamento arrebatado, Eren prácticamente corre al encuentro del otro, posando una mano sobre su hombro al llegar a su lado para llamar su atención. De inmediato ese par de tormentosos ojos grises lo miran interrogantes, pero él, sin poder evitarlo, solo le devuelve un gesto enfadado.
—Oh, ¿es tu amigo? —pregunta una de las intrusas, observándolo con una atención que lo molesta aún más.
—No, soy su novio —suelta sin pensar—, y vamos tarde.
Sin darle tiempo al otro para que se reponga de la sorpresa y le pegue un puñetazo por su atrevimiento, sujeta su mano y lo saca de allí a toda prisa, ansioso por alejarlo de aquellas chicas y poder calmar así su corazón egoísta.
No es hasta que llegan a una zona de extensas áreas verdes con un estanque y bancas para sentarse, que él se detiene. Está cansado y está enfadado, pero sobre todo siente la rabia de los celos y el miedo fluir pesada por sus venas. Levi lo mira molesto; sus grises ojos cual frías dagas que dejan en claro su estupidez.
—Lo siento —murmura de mala gana, dejando ir aquella pálida mano y metiendo las propias en su abrigo para así evitar caer nuevamente en la tentación de monopolizar su atención.
—Tch, me impresionarías más si esa disculpa fuera real.
Sin poder evitarlo, Eren sonríe al verse descubierto. Ese astuto hombre sabe el motivo de su molestia y también que no se arrepiente ni un poco por haberlo sacado de allí.
—Estabas coqueteando —le dice, recriminándole aquel desliz.
La acerada mirada que Levi le dedica lo hace sentir como el idiota que realmente es, pero, ¿qué puede hacer? Cuando se trata de este su corazón no oye razones; cuando se trata de Levi, solo pierde la cabeza.
—Coqueteaba y una mierda, mocoso, solo me preguntaban la hora —explica, pero él no se lo traga del todo, no después de notar como estas le observaban—. Además, a ti que más te da.
Las palabras de Levi le duelen a Eren más que un puñetazo. No las espera y por eso no sabe cómo reaccionar a ellas, ¿reírse como si no le escocieran? ¿Restarles importancia como si se tratara de una broma? En lo único que es capaz de pensar en ese instante es en las terribles ganas que tiene de ponerse a llorar. Creía que las cosas entre ambos estaban avanzando, pero, al parecer no es así.
—Lo siento, no era eso lo que en verdad quería decir —añade el otro pasado un instante; tan abrumadoramente arrepentido y sincero, tan culpable, que parte del dolor se mitiga en su interior—. Y no estaba coqueteando, aunque tal vez ellas sí lo hicieran, un poco.
Eren, algo más tranquilo, está ansioso para rebatir aquello, pero las palabras de Levi, recordándole que no es su novio, lo pillan por sorpresa, desarmándolo y haciéndolo sonrojarse debido a aquella excusa tonta; una que, sin embargo, no es del todo una mentira, porque quiere que este le pertenezca y poder pertenecerle a su vez. Quiere saber, al verlo que, es suyo por elección y olvidar sus tontas dudas y el miedo a perderlo. Quiere entregarle su corazón sin restricciones y estar seguro de que este será recibido con anhelo. Quiere muchas cosas, pero no se siente capaz de decirlas; por eso solo decide, egoístamente, sincerarse y dejar que sea el otro quien haga su elección. Ya no le basta ser solo un amigo para Levi, porque quiere más, ansía más; porque con este nunca le es suficiente, siempre es como un todo o nada.
—Pero podrías serlo si quisieras —murmura, aparentando un valor que no siente al sujetar sus manos entre las propias y esperar porque parte de sus sentimientos sean correspondidos—. Es tan simple como que digas un «sí» o un «no».
El fuerte jalón de una mano sobre su cuello lo pilla desprevenido y le obliga a inclinarse; pero, antes de que pueda abrir la boca para protestar, se encuentra con un par de cálidos labios sobre los suyos y siente que el mundo se paraliza antes de explotar a su alrededor.
Levi lo está besando finalmente… y las distancias entre ellos han dejado de existir, de forjar barreras. Por fin están en el territorio del otro y se siente tan, tan correcto… El sitio donde en verdad pertenecen.
Cuando la boca de este abandona la suya, Eren se siente vacío y desnudo, pero los dedos de Levi se entrelazan con los suyos y un dejo de sonrisa asoma a sus labios. Parece contento.
—Allí tienes tu respuesta, mocoso tonto. Si hubieras preguntado antes, nos habríamos ahorrado todo este puto drama.
Eren solo ríe, completamente feliz. Con Levi siempre es así, un todo o nada, y eso le gusta; le gusta tanto que podría pasarse el resto de su vida lidiando con ello. Quizá lo haga.