Encuentro XXIII:
Un Deseo
Levi, bastante nervioso, espera sentado en la sala la llegada de Eren. Han quedado de verse en su casa antes de la cita cuyos planes él cambió, convenientemente, para convertirlo en un día especial para este; el mocoso todavía lo cree ignorante de su cumpleaños y Levi planea aprovecharlo.
Sus pocas habilidades culinarias, como era de suponer, no han mejorado demasiado en tan poco tiempo, pero ya sea por fortuna o milagro, el pastel resultó medianamente decente. Isabel, quien le supervisó la noche anterior, tomó un par de fotos con el móvil, haciendo que él se sintiera un poco orgulloso de su logro, aunque no es algo que desea repetir.
El timbre suena, acelerando su corazón en una alocada carrera y amenazando con emprender la huida a la menor provocación; no obstante, Levi toma valor y se apresura a abrir.
La enorme sonrisa de Eren y sus brillantes ojos verdeazulados le dan la bienvenida al otro lado de la puerta, haciendo que su estómago se contraiga. Sus cálidos labios, rozando los suyos en un delicado beso, son el claro indicio de que su lugar correcto es junto a este.
El efecto romántico e íntimo entre ambos se rompe en cuanto el chico cierra la puerta tras de sí y Levi aprovecha su descuido para darle un fuerte puñetazo en el brazo. La indignada exclamación de este muere en sus labios en cuanto ve su mirada de advertencia.
—Eso es por ocultarme información importante —dice al otro antes de sujetar su mano y tirar de ella para que lo siga hacia la entrada de la cocina. Eren, consternado, obedece sin dudar, quedándose de piedra en cuanto él se vuelve y tira de la pechera de su camiseta para robarle otro corto beso, uno lo suficientemente devastador para poner fin a la guerra—. Feliz cumpleaños, Eren.
La sorpresa dibujada en su rostro es evidente; sus ojos abiertos simulando pequeñas esferas de un verde luminoso y su boca entreabierta en una pregunta que ha muerto en sus labios antes de pronunciarla siquiera.
—¿Pero como…? ¿Yo no…? —comienza el chico un par de minutos después, pero los dedos de Levi lo callan sellando sus labios al tiempo que lo observa con enfadada resignación.
—Tch, ya sé que no quisiste decirme nada, mocoso egoísta; pero te recuerdo que tengo la desgracia de conocer a una pelirroja parlanchina que no ha dudado en ponerme al corriente de ello —explica torciendo el gesto—. He sido su esclavo estos últimos tres días, joder. Tendrás que compensarme por aguantar a tu prima, Jaeger.
La risa de Eren, clara como ese día de primavera, resuena vibrante en la silenciosa habitación, volviéndola un lugar cálido. Ese detalle, pequeño e insignificante, hace que Levi descubra lo solo que ha estado durante los últimos años y lo mucho que su vida se iluminó con la llegada del muchacho; lo acertado de su decisión al correr el riesgo de amarle.
Una vez más toma su mano, instándolo a entrar en la impecable estancia. Sobre la isleta central descansa su desastroso pastel, del que se siente orgulloso a pesar de todo y, junto a este, una caja bonitamente adornada.
Confundido, Eren lo observa con una extraña mezcla entre el pasmo y una emoción desmedida. Durante los últimos días Levi ha imaginado bastante ese momento, esperando por su reacción y al mismo tiempo muriendo de nervios por ella, pero nunca imaginó que los ojos de este se anegarían de lágrimas. A lo mejor, se dice pesaroso, el pastel quedó peor de lo que pensaba y el mocoso ahora mismo siente lástima de él.
—¿Lo has hecho para mí? —pregunta Eren con apenas un hilo de voz. Levi asiente con un gesto vago, a punto de comenzar a disculparse por ese desastre, sin embargo los brazos del chico lo rodean, apegándolo a su pecho—. Muchas gracias, esta es la primera vez que alguien fuera de mi familia hornea un pastel para mí. Me has hecho muy feliz.
Un poco abochornado, enreda sus brazos en la cintura ajena, dejando que ese cálido momento se alargue de forma infinita.
—También es mi primera vez horneando un pastel para alguien; horneando un pastel, realmente. Solo intenta no malacostumbrarte, mocoso.
Eren vuelve a reír y lo suelta para abrir su otro obsequio: un par de libros que él pensó podrían gustarle y un bonito marcador de página que encontró dos días atrás en una tienda de antigüedades.
Este se lo agradece con humildad, pero, es ese pequeño atisbo de emoción que perdura en el verde fuego de sus ojos, el que hace que algo dentro suyo se estremezca.
Antes de salir de casa, Eren insiste en que desea probar el pastel. Levi sabe que debido a ese capricho irán con retraso el resto del día, pero acepta de igualmente. Es el cumpleaños del chico después de todo; puede consentirlo un poco.
Tras servir té para ambos, se dispone a cortar el pastel, pero Eren no se lo permite.
—Antes debo pedir un deseo.
Levi no tiene en casa velas ni nada que se le parezca, por lo que se disculpa, pero el chico niega con un gesto y le sonríe.
—Si lo deseo con todas mis fuerzas servirá igual —arguye con convicción. Su mano entrelazándose con la suya sobre la fría superficie de la isleta—. Solo deseo que sigas siendo parte de mi vida. Que año tras año podamos repetir este momento.
Levi no responde enseguida, pero aprieta sus dedos con más fuerza. Nunca ha creído en los deseos, como tampoco en el destino, y sin embargo allí están, se recuerda; juntos a pesar de sus dudas y reticencias, juntos gracias a la predicción de una adivina. Si las palabras de esa charlatana se han cumplido, quizá pueda hacerlo también el pequeño deseo de ese chico. Cada día que pasa junto a Eren descubre que el mundo se convierte en un sinfín de posibilidades.
—Quien sabe, mocoso —responde finalmente con una sonrisa—. No suena del todo mal.