Encuentro XXX:
El otro lado del Cristal
Contemplando los desesperados intentos de Isabel por ordenar sus coletas, Eren no puede evitar sonreír disimuladamente ante su nerviosismo. Él mismo ha experimentado en más de una ocasión esa sensación de ansiedad e inseguridad que sientes cada vez que estás frente a la persona que te gusta y temes actuar como un tonto, por lo que, a pesar de que su relación con Levi ya ha superado un mes, muchas veces se siente tan inseguro como en su primera cita.
—Deja de preocuparte, Izzi —dice a esta mientras le abre la puerta del restaurante donde han quedado—. Si Farlan no deseara verte, habría dicho que no.
Su prima lo fulmina con la mirada, todo fuego verde en sus ojos angustiados.
—Levi podría haberlo obligado a venir, ¿no?
El primer impulso de Eren es negar con rotundidad aquello, pero lo cierto es que no está demasiado seguro. Dos días atrás su novio le informó que la cita grupal ya era un hecho, pero no bajo que medios acabó consiguiéndola.
Dios, solo espera que Isabel no sufra una desilusión.
Llegan cinco minutos tarde, pero por una vez él se siente tranquilo. En esa ocasión la culpa es toda de Isabel y su indecisión, por lo que, precavido, Eren envió un mensaje a su novio para justificarse, y este pareció entender.
El local elegido es pequeño y tranquilo, por lo que nada más entrar, ve a Levi sentado en una de las mesas del fondo. Su mundo parece iluminarse en mil colores diferentes en cuanto este también lo nota y le sonríe sutilmente.
—Has puesto cara de idiota enamorado, ¿sabes? —le pica su prima, divertida; su rostro brillando como el de un duendecillo travieso.
—Mejor cierra tu boca, Izzi. Si hoy estamos aquí es por ti.
Como si sus palabras contuviesen un hechizo, los ojos de esta se abren y van a parar de inmediato a la alta figura del chico sentado frente a Levi, quien en ese momento también se vuelve para verlos, sonriente.
Algo que Eren no ha dicho a Isabel, ni siquiera a su novio, es que él también está bastante nervioso por aquella cita. Desde que han comenzado a salir formalmente, solo ha coincidido con Farlan en dos breves ocasiones a pesar de que este es uno de los mejores amigos de Levi. Ha intentado convencerse de que solo ha sido mala suerte, pero su parte más insegura, la que suele llenarse de miedos bobos, le dice que ese chico piensa que no está a la altura de ser la pareja de su mejor amigo y por eso lo evita. Lo peor es que Eren no puede culparlo, él mismo muchas veces también lo cree.
Isabel, a pesar de los nervios iniciales, se vuelve toda sonrisas y palabras en cuanto llega a la mesa, ocupando el sitio libre junto a Farlan para permitir que él se siente al lado de Levi.
De inmediato este sujeta su mano bajo la mesa, mientras la incómoda conversación entre ellos cuatro da comienzo, fluyendo poco a poco hasta dar paso a una agradable camaradería entre platos de comida, alguna que otra broma y discusiones absurdas.
Con el transcurrir de los minutos, los nervios de Eren también van disminuyendo, y, antes de darse cuenta de cómo, su plática con el otro hombre se ha vuelto mucho más amena y amistosa. Aun así, el estómago le da un vuelco cuando, tras ir al baño, se lo encuentra esperándolo junto a la puerta.
La sonrisa de este es afable, pero algo en su mirada celeste y calculadora le recuerda a Eren la inteligencia de Armin. Sabe que aquel encuentro no es una coincidencia y que ese hombre está allí porque desea decirle algo.
—Es un idiota la mayor parte del tiempo, ¿sabes? —le suelta Farlan sin cuidado alguno nada más reparar en su presencia—. Y sus últimas relaciones fueron un auténtico asco —continúa explicando, haciendo que su estómago se contraiga dolorosamente una vez más al imaginar a Levi con alguien que no sea él—, pero contigo es distinto. Parece más contento e ilusionado que nunca; realmente feliz. Creo que le haces bien —admite este, suspirando al mirar el techo—. Demonios, quince años de diferencia. Quien lo imaginaría.
Algo en su tono advierte a Eren que, a pesar de sus palabras amables y su reciente aceptación, Farlan no está solo hablando de su relación con Levi. La diferencia de edad que este tiene con Isabel también es bastante considerable, y eso, bien sabe él, puede dar mucho miedo a veces.
—Es una chica estupenda, la mayor parte del tiempo —le dice con seguridad, ante lo que el otro le mira, confuso—. Siempre es amable y ama estar alegre. Es cierto que parece un poco infantil buena parte del tiempo, pero en el fondo es muy madura; solo necesitas llegar a conocerla.
Las rubias cejas de Farlan se alzan al mirarlo, y otra de sus ladeadas sonrisas asoma a sus labios. La palmada que le da en el hombro lo pilla desprevenido, pero Eren no protesta.
—Lo sé. Claro que lo sé. El problema es que siento que soy yo quien no vale para ella —le explica, guiñándole un ojo—. Siempre que nos interesa alguien nos sentimos en deuda, nunca somos suficiente de nada.
Eren lo mira sorprendido, sintiéndose identificado.
—¿Y eso es malo?
—Probablemente, porque muchas veces a ojos del otro somos mucho más de lo que nosotros mismos creemos. Quizá solo necesitamos vernos desde el otro lado del cristal.
Las palabras de Farlan son como una revelación a su inseguridad, a todo lo que Eren teme no ser.
Y entonces lo comprende.
Aquella tarde, se dice, cuando Levi y él estén nuevamente solos y tranquilos, sin Isabel ni Farlan para distraerlos, le dirá a este lo maravilloso que le parece, lo afortunado que se siente por tenerlo.
Eren desea que Levi sepa cómo se ve a través de sus ojos. El maravilloso milagro que es desde su lado del cristal.