Encuentro XXXIV:
Predestinados
Casi nada más salir de la tienda de Levi, Eren se arrepiente de su actuar y decide regresar.
Sabe que está siendo injusto, sabe que su comportamiento es infantil, pero eso no evita que el miedo y la inseguridad que ha despertado en él se siga expandiendo dentro suyo. Teme a Erwin por lo que fue para el otro y por ser lo que él nunca podrá.
Días atrás, cuando Hange le confesó lo feliz que estaba al saber que su relación con Levi avanzaba bien, esta casualmente comentó sobre lo mal que se sintió cuando las cosas entre Erwin y su novio acabaron, haciendo nacer la inquietud en su interior. Inquietud que Levi acaba de confirmar de la peor forma.
Y es por eso que, a pesar de no conocer a Erwin, lo desea lejos, no quiere verlo, porque odia que su novio parezca tenerle tanta estima.
Realmente es un maldito mocoso, como Levi piensa. Y uno celoso además.
Apenas ha avanzado un par de calles cuando, finalmente, decide dar la vuelta y regresar. Pedirá disculpas al otro e intentará comprender. Eren no desea estropear los planes que tenían para esa tarde y mucho menos pelearse con él. Si tiene que aguantar a Erwin un momento, lo hará. Tiene veintiún años, no quince. Puede controlar su mal temperamento si se lo propone, aunque le cueste.
No obstante, pensarlo y hacerlo son dos cosas totalmente diferentes, pues nada más llegar a la calle donde la librería está emplazada, ve entrar en esta a un alto hombre rubio, y el mundo se desmorona a sus pies.
Está asustado de ese desconocido, y se odia por ello.
Resignado, mira la hora en su móvil y se apoya contra el muro de una pastelería cercana, deseando que Erwin se largue de una vez. Levi ha dicho que solo serán unos minutos, y él puede esperar.
Los cálidos rayos del sol del mediodía lo golpean suavemente, pero Eren apenas los nota. Está demasiado ansioso para fijarse en nada más que la puerta cerrada de la librería y la hora que parece arrastrarse lenta y dolorosamente, mientras su cerebro traicionero le hace preguntarse por qué demonios demoran tanto, a pesar de que su parte racional le recuerda que no han transcurrido ni cinco minutos.
Finalmente, su acuciante inseguridad le gana la partida a su miedo y, sin pensarlo más, se dirige hacia la tienda, entrando sin llamar y encontrándose directamente con la mirada de ambos hombres sobre él, haciéndolo tensarse un poco.
De inmediato sus ojos buscan a Levi, esperando hallar enfado y reproches en su mirada de luna; sin embargo, a diferencia de lo que teme, este solo asiente con un gesto que no revela mucho pero Eren sabe es su forma de decirle que está bien, que no le molesta tenerlo allí, que se siente aliviado.
—Vaya, ¿un amigo tuyo, Levi? —pregunta el otro, llamando su atención. Al mirarle, él nota como aquellos ojos azules lo recorren evaluativamente y siente cierta vergüenza.
—Tch, no seas cabrón. Sabes perfectamente quien es —responde este, haciéndole un gesto para que se acerque, y él se apresura en obedecer—. Erwin, este chico de aquí es Eren Jaeger, mi novio. Eren, este idiota de aquí, es Erwin Smith, uno de mis mejores amigos.
A pesar de que en muchas ocasiones él puede actuar como un tonto, Eren realmente no lo es, por eso comprende de inmediato la velada aclaración que Levi acaba de hacerle y lo acepta sin más. Sabe que aún deben conversar sobre aquello y explicarse, pero de momento está bien; de momento pueden esperar.
La visita de Erwin resulta tan corta como su novio ha predicho. Este solo se queda el tiempo suficiente para dejar a Levi las llaves de su casa, ya que se marcha de viaje de negocios, y hablarle brevemente sobre su vieja amistad con Hange y Levi, sugiriendo entusiasmado que todos ellos deben reunirse con mayor tranquilidad una vez regrese y tenga algo de tiempo libre.
Cuando finalmente quedan a solas, el silencio entre ambos se vuelve pesado y aquellas cuatro paredes parecen asfixiarles.
Mil palabras, mil disculpas bullen dentro de su cerebro, pero Eren siente que ninguna parece ser suficiente. Tal vez por eso solo logra pronunciar un «lo siento mucho» en el mismo instante que su novio también lo hace.
Una risa escapa de sus labios al percatarse de ello, descubriendo que Levi igualmente está sonriendo; pero es la otra emoción que percibe en aquel rostro la que le llena de felicidad el corazón y lo tranquiliza: este está profundamente aliviado de tenerlo otra vez allí.
—Me comporté como un tonto —reconoce él—. Pero me sentí inseguro por Erwin. Cuando me enteré por Hange de que aparte de ser tu amigo también había sido tu novio, me puse un poco celoso.
—Sin motivo alguno —lo reprende Levi con seriedad—. Erwin y yo somos buenos amigos, pero fuimos una mierda como pareja; por eso decidimos romper.
Eren, a pesar de su resquemor, se siente un poco más contento.
—Nosotros también podríamos acabar siendo una mierda de pareja, ¿sabes? —le dice sin pensar. Su novio, sin embargo, solo sonríe a penas y lo mira divertido.
—Podríamos, sí; pero no será así.
—¿Y cómo puedes estar tan seguro? —pregunta él con curiosidad.
—¿Acaso no lo dijo la puta adivina de Hange, mocoso? Eres el amor de mi vida, así que deja de pensar en tantas tonterías. No voy a perderte por tu inseguridad de mierda.
Las palabras de Levi obran magia, y antes de que este logre reaccionar siquiera, Eren rodea el mostrador para estrecharlo entre sus brazos.
La primera reacción del otro, como siempre, es apartarlo, pero pasados unos segundos de inútil forcejeo se deja hacer y lo acepta, también como siempre.
—Entonces, Levi, ¿eso significa que estamos bien? —pregunta por lo bajo.
—Estamos bien —responde este, y aquello acaba por tranquilizar su adolorido corazón.
Sí Levi cree que están predestinados a quererse, ¿quién es él para negarlo?