Encuentro XXXVII:
Visita Inesperada
Finales de junio trae consigo algo más que la llegada del caluroso verano, con sus días largos e interminables y su calor martirizador que amenaza con fundir el cerebro.
Aquella tarde de sábado, Eren y él se hayan sentados en el suelo de la sala de estar, bebiendo té helado para refrescarse un poco y un montón de guías de viajes y turismo que se extienden ante ellos como si fuese un empapelado mar. Durante las últimas dos semanas han repetido ese ritual fielmente, intentando decidirse al fin por un destino después de que Levi sugiriera al chico el tomarse unas vacaciones para que pudiesen viajar juntos a algún sitio.
Lo que él no se sintió capaz de confiarle al mocoso, fue que durante los últimos tres años no se ha tomado ni un solo día libre en la tienda a menos que fuese por enfermedad o algún contratiempo importante; sin embargo, cuando unas semanas atrás Hange comentó en su última salida de grupo que ella y Moblit se irían de viaje, Levi había visto un brillo de ilusión encenderse en aquellos ojos verdes, y se encontró preguntándose por qué no hacerlo también. Fue debido a ello que, tras pensárselo un poco, se lo propuso a Eren, ganándose su total y bullente alegría, esa que siempre iluminaba su mundo. Además, la perspectiva de tener al chico solo para él durante dos semanas enteras es un aliciente agradable: sin trabajo, sin estudio y sin amigos que estorbaran de una maldita vez.
—¿Y si nos vamos a la montaña? Aquí dice que se pueden contratar excursiones turísticas por diferentes rutas y ofrecen diversas actividades al aire libre —le dice Eren mientras tiende un folleto en su dirección que él acepta—. Creo que sería divertido.
La absoluta verdad es que a Levi no puede importarle menos donde vayan, mientras vayan juntos, pero finge leer con atención y acaba asintiendo ante su elección. Este, por supuesto, se ilumina al ver su aprobación, por lo que soltando un gritito de júbilo le echa los brazos al cuello con la fuerza suficiente para terminar tumbándolo en el alfombrado y empapelado piso, ganándose un par de maldiciones y protestas de su parte a causa del golpe que acaba de darse en la cabeza, las cuales mueren cuando los labios del mocoso se apoderan de los suyos y, simplemente, ya no es capaz de pensar en nada más.
Lamentablemente, el maldito timbre de su móvil comienza a sonar con insistencia una y otra vez, interrumpiendo su pequeño momento pasional y sin permitirles ignorarlo por más que intentan hacerlo. Soltando una sarta de maldiciones que hacen reír al chico, Levi se pone de pie tras darle un último beso, y va en busca del condenado aparato.
Ni siquiera la vista de Eren ruborizado, con el cabello hecho un desastre y sin camiseta logra que su humor no se estropee en cuanto ve quien llama. Durante un par de segundos se plantea la posibilidad de apagar su teléfono y dejar que el bastardo se joda, pero sabe que no conseguirá nada con ello, ya que este insistirá hasta que consiga decirle lo que quiere.
—Habla —es lo primero que sale de sus labios al contestar, notando como la impaciencia avanza a pasos agigantados dentro de él mientras oye las críticas a su despreocupación y malos modos. ¡Como si no fuese por culpa de ese idiota que se comportara así!
La «buena noticia» que este le da se convierte de pronto en una amenaza al saber que por más que lo desee no tendrá opción para negarse o huir siquiera. Eren, todavía sentado sobre la alfombra, lo mira con sus ojos de mar de verano muy serios, alcanzando su desechada camiseta para volver a vestirse mientras sin disimulo alguno presta completa atención a su plática.
Con un «vete al demonio» y un «ni se te ocurra aparecer por aquí», Levi pone fin a la conversación, pero durante unos segundos más se queda observando el aparato que sostiene entre sus manos y sujeta con más fuerza de la necesaria a causa de la tensión.
Aunque ninguna palabra sale de los labios del mocoso, él puede ver las mil preguntas que este tiene asomadas en sus ojos; el deseo que siente de darle su espacio contra la necesidad imperiosa de ofrecerle ayuda o consuelo. Eren es siempre tan malditamente predecible, tan abierto con lo que siente y quiere que muchas veces eso a Levi lo desarma, porque él habitualmente se lo guarda todo; o, por lo menos, solía hacerlo hasta que ese condenado mocoso llegó a su vida con la fuerza de un huracán y se llevó por completo su paz, perdiéndolo en su intensa vorágine.
—¿Malas noticias? —le pregunta este de pronto, apoyando la cabeza sobre su hombro izquierdo cuando vuelve a sentarse a su lado. Aunque no le ha dicho nada, él puede sentir la tensión bullendo del chico, y eso lo molesta e indigna más que nada. Eren no merece pasar un mal rato por una tontería así; menos por culpa de ese idiota.
—Tch, una jodida. Visita inesperada —es su respuesta, permitiendo que su propia cabeza repose sobre la ajena mientras busca la mano del chico para entrelazarla con la suya—. Mi tío llegará mañana de visita para quedarse unos cuantos días. A lo mejor tendremos que retrasar las vacaciones.
La cabeza de Eren se levanta tan deprisa que acaba propinándole un cabezazo, pero antes de que Levi pueda protestar siquiera, este lo mira con aquellos verdes ojos enormes y sorprendidos.
—¿Tu tío? —le pregunta, ante lo que él solo asiente y suelta un gruñido que acaba en maldición.
—Sí, el bastardo de mi tío —masculla desganado. Pasando una mano por su revuelto cabello negro, deja escapar un pesado suspiro antes de continuar con aquella conversación que esperaba no tener nunca en la vida, y aun así allí está—. Creo que ha llegado el momento de que te hable sobre Kenny, el hombre que me crio.