Encuentro XXXIX:
Rival
A pesar de todas sus protestas, Eren igualmente va a su casa ese día.
Tras la «gran» noticia de la visita de Kenny, Levi ha estado de un humor de perros. Apenas logró dormir algo la noche pasada y ya ha hecho la limpieza de la casa, dos veces, para calmar sus putos nervios, pero su día sigue pareciendo muy negro.
Pero una vez ya no tiene nada más que hacer, acaba tumbado en el sofá de la sala con un libro mientras el mocoso, con el portátil sobre la mesilla de centro, teclea sin descanso, corrigiendo detalles del informe que debe entregar al día siguiente.
Desganado, suspira pesado y frunce el ceño mientras da un sorbo a su taza de té. Se suponía que ese domingo Eren y él pasarían el día agradablemente juntos en alguna cita, pero el bastardo de su tío ha alborotado sus planes, como siempre, y ahora ambos se hayan encerrados en su casa a la espera de que el muy desgraciado decida aparecer.
Al notar el conocido peso de una mano sobre la suya, abandona sus sombríos pensamientos, volviendo su atención al chico que tiene delante. Ese día los ojos de Eren son como verdes llamas con un toque de jade, suavizando la expresión ávida que inunda su rostro y habla de una inquietud que este se niega a poner en palabras.
—Relájate un poco, Levi; ponerte nervioso no ayudará en nada —le dice, apoyando la castaña cabeza contra su muslo derecho, ante lo que él se apresura a enterrar los dedos en el desastre que es ese cabello.
—Si el idiota de Kenny dice alguna mierda que te hiera o te moleste, mocoso, tienes mi permiso para defenderte —suelta él sin pensar, observando como aquellos enormes ojos se abren hasta lo imposible y los labios se fruncen en un mudo gesto de desconcertado horror.
—¿Me estás diciendo que puedo golpear a tu tío? —pregunta este incrédulo, y aunque la intención en sus palabras no es esa, acaba asintiendo con desgana, mordiéndose la lengua para no confesar a Eren que probablemente Kenny le patearía el culo, obligándolo luego a disculparse.
—Podrías intentarlo, al menos. Te ayudaría de ser necesario —masculla humilde.
Para su sorpresa, el chico ríe, con aquella risa clara y vibrante que siempre le llega al alma y hace que los malos momentos y las penas se esfumen como los malos sueños al despertarse.
—Entonces, confiemos en no tener que necesitarlo —responde Eren, divertido.
Su inmediata respuesta es inclinarse para buscar su boca y besarle como si su vida dependiera de ello, tal vez lo hace, no está seguro; lo único que Levi sabe con certeza es que el regusto del té negro mezclado con el sabor de los labios del mocoso calman su corazón inquieto, y que respirar le es más fácil cuando es el aliento del otro el que se confunde con el suyo.
Sin embargo, el sonido del timbre resuena en la sala y ambos se separan un poco jadeantes. Eren tiene las mejillas encendidas, lo que le parece un detalle adorable, pero antes que pueda hacer cualquier observación sobre ello, vuelven a llamar a la puerta y Levi sabe, sin duda alguna, que su pequeño remanso de paz y confort ha acabado. Kenny ya está allí.
Poniéndose lentamente de pie, frota la zona rasurada de su nuca y cierra los grises ojos al oír una nueva ronda de timbrazos. Cuando abre estos y enfoca una vez más al chico, le dice con desánimo:
—Prepárate, mocoso. Vas a necesitarlo.
Sin esperar a oír su respuesta o ver si le sigue, Levi se dirige hacia el recibidor y abre la puerta de un solo tirón, para no arrepentirse. Tal y como teme, la alta figura de su tío se encuentra en el umbral de la misma, todo sonrisa socarrona y burlesco gesto de diversión llenando su rostro surcado de prematuras arrugas a causa de la mala vida. Y como siempre, el sentimiento que lo inunda al verlo es conflictivo, una compleja mezcla de desprecio, enfado y rencor envueltos en amor familiar, porque aunque ese bastardo sea un malnacido de lo peor, es la única familia que le queda. Fue el único que se ocupó de él cuando podría haber decidido no hacerlo.
—Mierda, muchacho, que te ha entretenido tanto. Ya estaba pensando en tumbar la condenada puerta de una patada —protesta Kenny nada más poner un pie dentro de la casa.
—Te dije que no vinieras, ¿verdad? No te quejes si no es este el recibimiento que esperabas —espeta, cruzándose de brazos y contemplándolo ceñudo.
Los claros ojos de su tío lo recorren de arriba a abajo, haciendo que él se tense de inmediato al percatarse del brillo burlón que baila en estos, sabedor de lo que vendrá.
—Joder, Levi, sigues sin crecer una mierda. Al final sí has acabado siendo una simple rata enana. —Divertido de su propio comentario, Kenny ríe jocosamente, pero antes de que él pueda devolver la puya, los ojos de su tío se abren como platos, observando tras él—. ¿Y quién demonios eres tú, chico?
Soltando un suspiro de resignación, Levi se apronta a responder:
—Kenny, este es Eren Jaeger, mi…
—… su novio —acaba el mocoso por él. Una vez llega a su lado entrelaza su mano con la suya, y aunque su expresión sigue siendo amable, está llena de determinación—. Es un placer conocerlo —le dice, tendiendo su mano libre en su dirección.
Tras unos segundos de duda, Kenny la acepta demudado, ya sea porque es la primera vez que alguien piensa que es placentero conocerlo o, simplemente, que el ver la tranquilidad con que Eren alardea de su relación «inmoral» lo pasma. Sea lo que sea, lo llena de euforia. Si aquel encuentro es inevitable, se alegra de que por una vez no sea Kenny el vencedor.
Ciertamente, aquel mocoso de ojos verdes es rival para cualquiera. Y Levi nunca ha estado más feliz de haber aceptado aquella primera cita.