Encuentro XLII:
Para ser Feliz
Mientras prepara la cena, Eren no deja de preguntarse el por qué Levi parece tan diferente de lo habitual. Por supuesto lo ha interrogado un par de veces, de manera seria y otras entre bromas al tiempo que cocinan, pero de momento no ha conseguido nada; aun así, él puede ver el ligero cambio en su novio, como si sus bordes, casi siempre afilados, se hubieran suavizado un poco, sobre todo con su tío.
Durante el tiempo que los tres han pasado juntos durante esas semanas, Eren ha descubierto un sinfín de facetas de Levi que hasta ese momento eran desconocidas para él, como el hecho de que Kenny no le disgusta tanto como aparenta y que, sorpresivamente, suele bajar mucho la guardia cuando está con este, algo que Eren solo le había visto hacer con él.
Y es quizá por eso que aquella visita no le ha disgustado del todo. Kenny Ackerman es un hombre terco y que habla sin medirse mucho casi todo el tiempo, pero a su modo rudo y áspero no ha sido desagradable con él, respetando el espacio que ocupa en la vida de Levi y por ello haciéndolo partícipe de esa extraña familia que los dos conforman.
Cuando está acabando de dar los últimos toques a la comida, Eren siente el conocido peso de la gris mirada de Levi sobre él. Este, concentrado en destrozar unos tomates para la ensalada, lo contempla de manera escrutadora, los labios pálidos y apretados en una tensa línea como si desease decir mucho pero no fuese capaz de explicar nada.
—Si tu tío ha vuelto a decir algo sobre mí y nuestra relación, no te disgustes por ello —le dice con desenfado, regalándole una ligera sonrisa—. Simplemente lo hace porque le gusta ver cómo te enfadas. Ni siquiera siente lo que dice, ¿sabes?
Su novio bufa con fastidio.
—¿Y si lo estuviese diciendo de verdad?
Eren se encoje de hombros, apagando el fogón y apartando la cacerola de este.
—Entonces, yo también tomaría medidas de verdad. —Acercándose a este, lo envuelve entre sus brazos y planta un beso en aquella pálida mejilla, haciendo que un leve rubor tiña los pómulos de suave rosa, dándole así un aire adorable a pesar de su ceño fruncido—. No soy tan débil de carácter cómo crees, Levi.
Antes de que el otro pueda abrir la boca para replicar, la cocina es invadida por la alta presencia de Kenny que se queda de piedra nada más verlos en esa situación tan comprometedora.
Aunque desde un comienzo el tío de Levi ha sabido de su noviazgo, ambos han intentado comportarse en su presencia durante esas dos semanas que ha durado su visita, evitándole en lo posible las muestras de afecto desmedidas que podrían incomodarlo. Sin embargo, allí están los tres, con ellos dos abrazados en la inmaculada cocina mientras Kenny los observa como si a alguno de ellos acabara de salirle una segunda cabeza.
Demonios… la perfecta escena incómoda para darle la despedida.
—La cena está casi lista —dice él con voz ligeramente alta para desviar la atención, al mismo tiempo que Levi suelta un «¿qué mierda haces aquí?» que no suena muy amistoso. Kenny, por su parte, parece recuperar la capacidad para respirar y carraspea sonoramente un par de veces.
—Te has dejado el móvil en la sala y te están llamando —se justifica este de inmediato. Cuando Levi tiende una mano para que le pase el aparato, su tío sonríe con sarcasmo—. ¿Qué? No pensarás que iba a traerte ese maldito cacharro, ¿verdad?
—Has venido hasta aquí, Kenny —masculla su novio masticando el enfado, pero su tío sonríe de medio lado y lo observa burlón.
—¿Y eso me obliga a traértelo? —pregunta mordaz—. Yo solo cumplo con avisarte.
Soltando una palabrota, Levi le lanza una mirada asesina al hombre y sale de la cocina hecho una furia rumbo a la sala.
Una vez se quedan a solas, la mirada de Kenny se posa sobre él y lo observa un par de segundos. Incómodo, Eren piensa si debe disculparse por lo ocurrido anteriormente, pero antes de que pueda decir cualquier cosa, el tío de Levi cambia su expresión socarrona a una mucho más seria y le dice:
—Trátalo bien, ¿entendido? Ese condenado muchacho es muy terco y se carga un carácter del demonio casi todo el tiempo, pero es un buen chico, bueno en realidad; como su madre. —Luciendo algo inquieto, Kenny suspira pesado y se rasca la corta barba que perfila su mentón—. Supongo que esta es la parte en la que debería decir que si le haces daño me las pagarás, pero prefiero ahorrárnoslo. Si eso llegase a ocurrir, será el propio Levi quien te pateará el culo y te de una paliza para que jamás lo olvidaras.
—Probablemente —admite él, totalmente de acuerdo y riendo ante ese comentario. Esa conversación no es algo que esperara, pero le es agradable saber que, a pesar de todo, Kenny no cree que sea una mala elección para su sobrino. La familia siempre es algo complejo de llevar, pero Eren siente que en esa oportunidad todo ha resultado bien. Mucho mejor que eso incluso, porque aunque Kenny y él son tan diferentes, aman profundamente a la misma persona.
Cuando unos minutos después su novio vuelve a la cocina, mira a su tío malhumorado, pero este simplemente suelta una risotada y sale de la estancia dejándolos solos. Eren, echándole los brazos al cuello se inclina un poco para besarlo en los labios, ante lo que Levi lo mira con sospecha.
—¿Ha ocurrido algo?
Él niega con un gesto.
—Nada, solo estoy contento. Estás aquí, y eso basta para hacerme feliz. —Volviendo a acercar su rostro al suyo hasta que las narices de ambos se rozan, sonríe juguetón y le pregunta animado—. ¿Quieres hacerlo eterno?
Los labios de Levi sobre los suyos son la única respuesta que precisa. Realmente se necesita de muy poco en la vida para ser feliz.