Encuentro LVII:
Todo es Posible
Tal y como Levi supuso que sería, vivir con el mocoso no es algo fácil, por mucho que ame a este.
Decir que Eren es caótico es quedarse corto, ya que muchas cosas, a las que el chico no suele darle importancia, a él pueden volverlo loco debido a su TOC, motivo por el cual aún no logran encajar del todo a pesar de haberse repartido las tareas de la casa de la forma más equitativamente posible y teniendo siempre en cuenta sus puntos buenos y malos. Y es así como, a pesar de ello, han tenido más discusiones en apenas un mes que todas las que tuvieron durante los meses anteriores desde que comenzaron a salir formalmente.
Acabando de beberse su té para enfriar la cabeza, Levi, sentado en la isleta de la cocina, piensa en como arreglar aquel desastre que ha hecho. La discusión que Eren y él han tenido esa tarde ha sido bastante fea, quizá la peor hasta ahora, y todo porque ninguno de ellos supo cuando quedarse callado y las cosas acabaron por írseles de las manos.
Mierda.
Siendo honesto consigo mismo, Levi es consciente de que el motivo de su enfado no era la gran cosa. Eren, despistado como suele ser algunas veces, simplemente mezcló las prendas de ropa cuando las echó a lavar y acabó estropeando algunas de estas. Cualquier otro día probablemente él ni siquiera se habría molestado tanto, pero, al llevar acumulando regaños desde el día anterior, aquella equivocación fue la gota que colmó el vaso de su limitada paciencia, por lo que acabó estallando y, como no, el condenado mocoso también lo hizo a su vez.
Maldiciéndose mentalmente hasta que ya no tiene insultos que lanzarse sin llegar a repetirse, Levi aclara la taza en el fregadero y vuelve a tomar su móvil.
Tal y como espera, el teléfono del chico sigue apagado, por lo que durante unos minutos piensa en a quien debe llamar para intentar dar con su paradero: ¿los padres de este o Armin? ¿Annie o Historia? ¿Isabel o Mikasa? Aunque inmediatamente acaba descartando a estas últimas. Si el mocoso hubiese acudido a donde su prima para desahogar su rabia, la temperamental e impulsiva Isabel ya lo habría llamado para criticarle su actuar; por otro lado, si hubiese sido Mikasa la elegida, esta ya se habría presentado en su casa para arreglar cuentas con él.
Desanimado, Levi decide en primer lugar probar suerte con el rubio amigo de su novio, confiando en que este sabrá mostrarse neutral respecto a los malentendidos que Eren y él hayan podido tener.
No obstante, ni siquiera alcanza a buscar el número de Armin en sus contactos cuando el inconfundible sonido de la puerta de entrada al abrirse lo hace ponerse de pie a toda prisa para salir casi corriendo al recibidor.
Eren, con aquella expresión tormentosa que él conoce tan bien, está de pie junto a la puerta todavía, con los puños fuertemente apretados a los costados y los ojos bajos clavados en el suelo, haciéndole a Levi imposible predecir su estado de ánimo.
Al verlo finalmente de regreso, sabiéndolo a salvo y seguro, él siente como la desesperación que lo atenaza por dentro comienza a derretirse lentamente y desea decirle muchas cosas, desde pedir disculpas por todas las cosas malas que dijo, hasta explicarle a este que aquella discusión fue su culpa porque tuvo un mal día y su carácter de mierda lo jodió todo, como siempre. Pero, también como siempre, en cuanto quiere decir aquello parece como si las palabras se enredasen en su boca sin saber como salir de ella, obligándolo a callarse; condenándolo a ser tan terriblemente patético que ni siquiera puede arreglar aquel desastre que ha provocado en los sentimientos de la persona que ama.
Pero es entonces que Eren levanta la cabeza y sus verdes ojos le miran, mostrando tanto dolor y miedo en ellos que Levi siente como sangra su propio corazón. Ya no hay rabia ni tormenta entre ellos, dejando solo los despojos de lo ocurrido; y a pesar de que aquella no es la primera vez que ellos han discutido, ni será la última, lamentablemente, él sabe que no quiere que aquello vuelva a repetirse; no así por lo menos.
—Lo siento —murmura Eren apenas, pero en el silencio reinante sus palabras resuenan como un desesperado grito—. Yo realmente…
—No —lo acalla Levi, avanzando para rodearlo entre sus brazos y comprobar que es real, que está bien. Que a pesar de su idiotez, vuelve a tenerlo de regreso—. Está bien. En esta ocasión la equivocación fue mía. Estaba enfadado, pero no debería haberme desquitado contigo, Eren. No así. Nunca así.
Para su sorpresa, siente dolor en su costado izquierdo cuando el chico pellizca con fuerza su cintura. Sus miradas vuelven a encontrarse una vez más, y aunque en estas ya no hay nubes negras, Levi sí percibe el final de la tormenta y todo lo que esta ha dejado: miedo, culpa, preocupación, y una tristeza profunda que de seguro es igual a la suya.
—Te lo mereces, por hacerme sufrir así. Temí que ya no quisieras estar más conmigo —le dice Eren con su habitual testarudez. Sin embargo, al siguiente segundo un pequeño beso roza su mejilla con la ligereza de una mariposa y la mirada que este le dedica está llena tanto de amor como de remordimientos; dos sentimientos que en ese momento él entiende muy bien—. En verdad lo siento mucho, Levi; por todo.
Y él lo abraza por respuesta, sabiendo que no hay más que decir. Las cosas estarán lejos de ser perfectas entre ellos por un tiempo, quizá nunca lleguen a serlo, pero ya no le importa. Eren es un desastre con todas sus letras, y quizás él mismo también lo sea aunque jamás se haya dado cuenta; pero están juntos y eso es lo único que importa. Están juntos, y sacarán su relación adelante. Mientras se tengan el uno al otro, todo es posible.