Encuentro LVIII:
Un lugar en el Universo
Sintiéndose más triste y desanimado que en mucho tiempo, Eren, sentado a la orilla de la playa y entumecido hasta el cerebro a causa del viento frío de enero, observa el ir y venir del oleaje mientras maldice por milésima vez su explosivo temperamento.
Por supuesto, aquella no ha sido su primera discusión con Levi desde que comenzaron a vivir juntos, casi un mes atrás, pero también comprende que con la pelea de aquel día él acabó estropeando las cosas más que un poco debido a su mal carácter, estallando de la nada cuando el enojo de su novio fue evidente, debido a su descuido, y tuvo claro que las cosas no se arreglarían en esa oportunidad con un simple «seré más cuidadoso la próxima vez».
Su genio esa vez dañó tanto como fue dañado, y el dolor por lo que ha hecho le está resultando imposible de sobrellevar.
Tragándose como puede la angustia que tiene atrapada en la garganta, Eren se pregunta qué es lo que debe hacer a continuación. Ir a casa de sus padres sería fácil; está seguro de que su madre, que estuvo a punto de enloquecer cuando le informó que se iría a vivir con Levi, lo recibiría encantada e intentaría aconsejarlo, pero no quiere llegar a esa opción aun. Por otro lado, quedarse con Armin tampoco es viable, porque a pesar de saber que su amigo lo ayudaría sin dudarlo, las posibilidades de encontrarse con Annie son demasiado altas, y si de algo él tiene certeza absoluta, es que esta acabaría informando a Mikasa o Historia de ello en cuanto se enterase.
Durante unos segundos Eren sopesa la posibilidad de acudir donde su prima, pero al recordar que el novio de ella, Farlan, es el mejor amigo de Levi, comprende que la lealtad de este sería completamente para su novio, por lo que también acaba descartando esa idea.
Maldición, ¿cómo es posible que a pesar de tener tantas personas a su lado no pueda acudir a nadie en ese momento?, se pregunta. Es como una cruel y triste broma cósmica.
Tomando finalmente una decisión, Eren se pone de pie y enfila rumbo a la casa que Levi y él ahora comparten. Si ha arruinado las cosas tanto como teme, tiene que ser valiente y enfrentarlo. No ganará nada imaginando el disgusto de su novio y pensando en las consecuencias de su actuar. Si Levi quiere terminar con él, lo mejor es que se lo diga a la cara, aunque aquello lo destroce.
Sin embargo una vez llega a casa, parte de su valor se esfuma, siendo remplazado por el miedo de perder a quien ama a causa de su idiotez. Aun así, Eren se decide a entrar y contiene el aliento durante unos segundos mientras abre la puerta, sintiendo su corazón acelerar los latidos cuando oye al otro acudir a toda prisa, deteniéndose al final del recibidor nada más verlo.
Avergonzado por su actuar, temeroso por lo que pueda ocurrir, él no se atreve a mirarlo directamente; pero, tras unos minutos de total silencio, ya no puede contenerse más, por lo que sus emociones cuidadosamente contenidas acaban desbordándose.
Al levantar la vista, sus ojos se encuentran finalmente, y es entonces que Eren sabe con total certeza de que no soportaría perderle.
—Lo siento —murmura haciendo un enorme esfuerzo por tragarse las lágrimas—. Yo realmente…
—No —lo detiene Levi, abrazándolo con la fuerza suficiente para detener su temblor—. Está bien. En esta ocasión la equivocación fue mía. Estaba enfadado, pero no debería haberme desquitado contigo, Eren. No así. Nunca así.
Él, tan aliviado como confundido, tan feliz como avergonzado, lleva su mano hasta el costado de su novio y pellizca allí con fuerza suficiente para asegurarse de que este es real, de que sigue a su lado. Levi frunce el ceño pero no lo aparta, por el contrario; la fuerza de los brazos que lo rodean se hace mas intensa, y Eren solo puede desear que ojalá este nunca lo suelte.
—Te lo mereces, por hacerme sufrir así —dice con toda seriedad—. Temí que ya no quisieras estar más conmigo. —Inclinándose para besar su mejilla con suavidad, murmura sentidamente—. En verdad lo siento mucho, Levi; por todo.
Su novio, al igual que otras veces, no le da una inmediata respuesta, tan solo conformándose con abrazarlo y decirle de ese modo que todo entre ellos vuelve a estar bien. Que una vez más todo lo malo ha quedado en el olvido.
Minutos después, juntos en la cocina para preparar una rápida cena descongelada, Eren atrapa a Levi entre sus brazos y le pregunta lleno de juguetona curiosidad:
—¿Cuantas veces me llamaste al móvil desde que me marché?
Intentando fingir estar muy ocupado frente a los fogones para ocultar su vergonzoso rubor, su novio masculla en respuesta:
—Más de cien, supongo, no tengo una cuenta exacta, joder; mientras que tú, ninguna. Maldito mocoso cabezota —le regaña, dándole un codazo para que se aparte.
Eren ríe.
—Estaba enfadado, ¿qué quieres? Si te hubiese contestado, solo habría acabado por cabrearte todavía más. —Su novio gruñe por lo bajo y él, envalentonado, deja un beso sobre su coronilla—. Prometo portarme bien de ahora en adelante. Seré más cuidadoso.
—Te recordaré esa promesa cuando estés lloriqueando porque te he regañado. Como si fuese tan fácil enderezarte.
Eren vuelve a reír.
—¿Y crees que será difícil hacerlo?
—Tch, será una mierda. Pero tenemos tiempo. Todo el maldito tiempo del mundo, mientras sigamos juntos.
Apartando uno de los taburetes para sentarse y verlo trabajar, Eren piensa en todo lo ocurrido ese día y en todo lo que seguramente les queda aún por vivir. Apenas llevan un mes y convivir ha sido difícil en muchos aspectos, pero también infinitamente maravilloso. Por primera vez siente que tiene un verdadero lugar donde pertenecer, a pesar de lo malo y de los problemas, de las discusiones y los desacuerdos. Mientras pueda estar junto a Levi, amándolo, tiene su lugar en el universo.