Encuentro VI:
Poco a Poco
Eren no puede creer la suerte que tiene, lo inmensamente afortunado que es: Levi, su exdesconocido, acaba de aceptar su invitación. Y Se siente eufórico.
No obstante, antes de que pueda decir nada, le ve dudar. Es solo un instante, pero teme que este decida retractarse, rechazándolo. Y se aterra, porque sabe que no tendrá el valor para pedir otra oportunidad; suele ser un cobarde con las cosas importantes.
Desesperado por no perder su oportunidad, él suelta lo primero que viene a su cabeza y sugiere ir al café de Hannes, After Times. El local está cerca, lo suficiente para ir andando, además es bonito y tranquilo, un sitio ideal para Levi, porque, aunque apenas lo conoce, presiente que ese hombre prefiere la tranquilidad y Eren necesita que esté a gusto en su compañía, porque si no, ¿cómo lo convencerá de que es su indicado?
Los ojos grises de Levi, pálidos como la luna invernal, viajan hacia la cafetería donde él trabaja, como si desease ir allí; sin embargo acaba aceptando su sugerencia y se deja guiar calle arriba. Y Eren, nervioso por su cercanía, no sabe que decir y se sume en el silencio. Se siente tan idiota, tan poco interesante…
Hannes lo saluda nada más verlo entrar, pero sus ojos ámbar lo miran curiosos cuando nota que viene acompañado. Él sonríe en respuesta, vislumbrando un insonoro «buena suerte» murmurado por el otro y lo agradece; de seguro la necesitará.
Finalmente ambos deciden sentarse cerca de la chimenea, lo que a Eren le parece perfecto, porque le gusta aquella intimidad. No desea sobre él los ojos fisgones de Hannes, sabedor de que este acabará contándole todo a su madre; algo que confirma cuando hacen su pedido y este contempla a Levi con curiosidad mal disimulada.
El silencio entre ellos se vuelve pesado, mientras ambos se limitan a mirarse de tanto en tanto. Ese hombre no es su primera cita, pero Eren lo siente sumamente inalcanzable, como si fuesen polos opuestos. Apenas y se conocen, se recuerda; aparte del hecho de saber que se llama Levi y que es el dueño de la librería Antique, para él sigue siendo un completo desconocido. Y se desanima un poco.
Los cafés llegan pronto, y cuando Hannes se inclina para depositar el suyo sobre la mesilla, le lanza una mirada que dice a gritos, «se valiente». Ese hombre lo conoce bien, y sabe que él suele acobardarse en los momentos más importantes.
Pero no esa vez.
Respirando profundo, tragándose el miedo, Eren comienza a contarle al otro de su vida. Le habla a Levi de sus estudios y de su familia, sobre lo que suele hacer en su tiempo libre y sus planes para el futuro. Poco a poco comienza a relajarse y también, poco a poco, percibe como el imperturbable rostro de Levi ya no lo es tanto. Son detalles pequeños, como el alzar de una ceja, su mirada entornada o el casi imperceptible dejo de una sonrisa en sus delgados labios; pero él ha descubierto su secreto: aquel hombre, que aparenta ser tan frío, no lo es en absoluto. Y tal vez por eso mismo Levi le gusta un poco más.
El tiempo vuela y, aunque no lo desea, Eren comprende que ha llegado el momento de poner fin a su interludio. Le indica a Levi que irá a pagar pero este se opone, ante lo que él insiste, porque quiere hacerlo, porque este ha sido su capricho; porque así tendrá una excusa para dejarlo en deuda y volver a verlo, y, cuando se lo dice, Levi frunce el ceño y acepta a regañadientes; sin embargo, algo en su gris mirada de tormenta le indica que esa pequeña treta ha sido un acierto.
Fuera del local una persistente llovizna cae sobre ellos y Eren se incomoda, pero cuando sus ojos verdes se posan en Levi, para protestar, lo ve relajado, tal vez incluso contento; y sabe que ha descubierto un nuevo secreto de ese hombre: a Levi Ackerman le gusta la lluvia, así como parece gustarle el frío y las tardes invernales. Es una criatura de invierno.
Cuando este finalmente le dice que se marcha y agradece su invitación, Eren le da una respuesta esquiva mientras siente su mundo despedazarse, porque sabe que no tiene nada a lo que aferrarse. No comparten cosas en común ni un mismo círculo de amistades, y a menos que Levi vaya al café en sus días laborales, él no podrá verlo.
Pero entonces sabe la respuesta. Y lo llama.
—¿Te molesta si voy a la librería? —le pregunta, desesperado por una excusa.
Este lo mira confundido, pero se repone de inmediato, cuestionándolo:
—¿Te gusta leer?
El primer impulso es decir que sí, una mentira blanca que le permitirá tener algo a lo que aferrarse, pero Eren no desea ese comienzo para ellos, no cuando sabe que Levi será especial y están destinados a algo mejor. Así que se arma de valor y sonríe avergonzado, negando con un gesto.
—Pero podría llegar a gustarme —le dice, y eso sí es verdad. Quizá los libros no sean lo suyo, pero podría hacer un intento si ese hombre de ojos grises es el incentivo.
La sonrisa en el rostro de Levi, sutil y efímera como el aleteo de una mariposa, lo sorprende. Para Eren este siempre ha sido guapo pero, tras verlo sonreír, siente que esa descripción se queda corta. Y desea, egoístamente, convertirse en el principal receptor de aquel gesto que parece ser tan escaso.
—Entonces nos vemos, mocoso.
Las palabras de Levi provocan un extraño calor dentro suyo. Anticipación, anhelo y la seguridad de haber recibido un presente que no merece, pero que piensa aprovechar. Este ha dicho que volverán a verse y Eren no puede más que ansiar por su próximo encuentro. Levi no le ha contado nada de su vida, pero eso le parece perfecto; tienen todo el tiempo del mundo y él irá descubriendo sus secretos, poco a poco. Este es su comienzo.