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Dudas de amor por AGR

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Notas del capitulo:

El capítulo dos viene con toda una gama de sensaciones, espero de verdad que lo disfruten y me sigan apoyando como hasta hoy lo han hecho.

 

Buscar una salida nunca se es fácil, estar bajo la mirada del verdugo fomenta la necesidad de buscar la libertad. La sed de continuar una vida destructiva solo surgen  cadenas constantes errores.

 

Despertar a una nueva realidad.

Aya Collins, poseedor de una belleza extraña mitad demonio y neko, pero su especie era de aquellos enigmáticos seres puros llamados Dorados, cuyas alas blancas y negras caían como cascada sobre su espalda y poderes que eran celosamente protegidos por los guardianes. Cabellos rojizos recogidos en una cola, semblante cálido, piel lozana, nariz respingada. Varios atributos que visualizaba Kai desde su posición tras ver al chico dormido, mientras que quitaba esas amarras después de mantenerlo así por dos largos días.

 

No comprendía como un ser tan hermoso pudiera ser una fiera, se atrevió a pasar sus dedos largos y un poco fríos por sus finos labios y que le incitaban a besarlo, estaba cautivado por alguna especie de embrujo. A fruta dulce, ese es el sabor que poseía la piel de Aya, se inclinó una vez más su cuerpo para volver a besar esos labios

 

A fruta dulce, ese es el sabor que posee Aya, inclinando una vez más su cuerpo para volver a besar esos labios. La necesidad de estar a su lado le resultaba abrumadora, nunca antes había reaccionado de esa manera mostrando sus sentimientos o deseos, pero con él era todo distinto y ahí estaba tan cerca para abrazar y lejano para amar.

 

Absorto estaba en tratar de analizar sus extraños sentimientos que no se había percatado de que aquellos deslumbrantes orbes le miraban con desaprobación, odio y algo parecido al asco.

 

— ¡No me toques sucia escoria!

 

Las afiladas garras fueron directo al rostro de Kai, rasgando parte de la mejilla y labios. Aún aturdido por el embrujo, reaccionó al ver que se aproximaba el segundo ataque por parte de ese joven, obligando a dar marcha atrás para adquirir una posición de pelea y dar frente al embate en su contra, con ágil movimiento Kai esquivó esas garras propinando un certero golpe en la boca del estómago haciendo que el chico cayera de rodillas por causa del dolor.

 

Esperaba atento que se levantara y continuara con lo que había empezado, debía darle crédito a Aya por su persistencia de continuar una pelea que no iba a ganar, se dio la vuelta impactando con su puño directo al rostro, le empujó haciendo que cayera a en la cama.

 

Aya le miraba desconcertado por lo sucedido no entendía o más bien no tenía claro quién era aquel sujeto de mirada ardiente y que desplegaba un desdén nato. Le observó acercarse hasta el borde de la cama para sujetarle por el cuello y rasgar su camisa dejando al descubierto su pálido torso, provocando que Aya temblara y se sintiera expuesto. Retrocedió con el fin de alejarse lo suficiente, pero aquella sonrisa que dejaba ver esos labios, estaba cargada de crueles promesas.

 

Intentó cubrirse el pecho, mientras que en vano intentaba liberarse, debía irse de ese lugar cuanto antes ya que podía reconocer muy bien esas miradas cargadas de deseo y lujuria, sabía que solo traerían graves consecuencias. Fei se lo había hecho ver de la manera más cruda posible.

 

—Me llamo Kai Winchester, y soy el guardián de este lugar sagrado. Son mis dominios y eso implica que ahora eres mío.

 

—No… te temo ¡hijo de puta!

 

—Te advertí que no me volvieras atacar o te arrepentirías.

 

Se inclinó sujetando con fuerza el estilizado mentón de su presa, pasando la punta de su lengua por esos rojos labios forzando aquel beso abrazador y castigador que estaba dejando a Aya sin aliento. Muchos le habían besado, pero ninguno detonaba tanta hambre de pasión como ese, se podría decir que era su primer beso que marcaría una nueva vida a la que no deseaba dar inicio.

 

Fei, había tenido esa misma lujuria por él y le llevó por caminos del que ahora le condenaba a una vida llena de humillación y dependencia, permitir que otro hombre llegara y tomara algo de él no estaba permitido y no lo deseaba de ninguna manera.

 

Renovó sus fuerzas al sentir su espalda reposando sobre el colchón y ese hombre que le encarcelaba con sus brazos explorando su boca. Escupió su rostro dando otro golpe, logrando así levantarse y buscar la salida que le llevaría lejos de ese lugar.

 

— ¡No!, ¡no me toques!, sucia bestia.

 

No se detuvo a evaluar el brillo candente de aquellos ojos que afilaban una mirada diabólica, su cuerpo temblaba por causa de la necesidad de escapar de aquella habitación, pero un azote en su espalda le hizo arquearse sin poder llegar a quitar el seguro de la puerta, otro azote más desgarró su camisa dejando una franja roja e intercalada que le recorría desde el hombro hasta la parte de su cintura. Emitió un grito ahogado por la seguidilla de golpes que comenzaba a impartirle, intentó cubrirse al ponerse en posición fetal, pero eso no ayudaba cuando el impacto descocía la piel expuesta.

 

Sus lágrimas emergieron con suplicas hechas gritos y fue cuando dejó de sentir la quemadura del látigo sobre su piel. Los pasos de aquellas botas se detuvieron a escasos centímetros de donde él estaba acurrucado en el sucio piso de madera, mientras que Kai le miraba satisfecho de haber conseguido que su presa comprendiera con quien se estaba enfrentando.

 

—Ya sabes cuales son las consecuencias de sus actos. Pagarás su estadía limpiando la cabaña, si intentas algo, este castigo no será comparado con lo que te puedo hacer, no me obligues a cumplir mis promesas.

 

El silencio se quebrantaba con los sollozos que salían al levantarse del suelo tras notar que el hombre se había marchado. ¿Sí no era Fei quien había planeado esto, entonces fue Katze?, pero sabía muy bien que se vengaría de él por tal humillación.

 

Se dirigió al baño con el fin de lavarse observando las marcas que le habían dejado en su piel y en su arrebató comenzó a destruir la pequeña habitación para luego dejarse caer en la bañera.

 

Debía planear como escapar sin que el hombre lo pudiera detener, él ya no sería de nuevo sometido por nadie, se juró cuando Fei, le enjauló permitiendo que sus hombres le violaran, mientras que le inyectaban o le daban a ingerir la droga de una u otra forma. Había caído tan bajo que ya extrañaba ese infierno de vida.

 

Se tensó cuando escuchó la puerta abrirse, pero no escuchó a nadie entrar, ¿eso resultaba bueno o malo?, se envolvió en una toalla para encontrarse con una bandeja de comida sobre su cama ya que había tirado la mesa de noche. Ignorando el hecho la dejó en el suelo para disponerse a dormir.

 

Sus puños le dolían por causa de los continuos golpes que le daba a la puerta de aquél oscuro sótano el aire en ese lugar era rancio, dificultando un poco el respirar provocándole ganas de vomitar. Un mes de constantes intentos de escapar, un mes de castigos que le hicieron suplicar a su verdugo y ahora estaba encerrado en la oscuridad, no lo soportaba más al comprender que le temía.

 

No había comido nada en tres días y sus fuerzas le abandonaban, se retiró de la puerta cuando esta se abrió dejando ver al enorme hombre que le mostraba la salida. Dudaba en dar un paso, cuando lo intentó la noche pasada este le ató al cepo y con su cinturón le golpeó abandonándolo en ese frío sótano sin luz.

 

Comenzó a retroceder cuando este le sujetó de su brazo para levantarlo, Aya no podía más así que volvió a luchar contra su carcelero logrando que este le inmovilizara y atara sus manos en unas cadenas incrustadas en la pared.

 

Desnudo y expuesto a lo que Kai quisiera hacer, aumentando en su ser el odio por ese sujeto al que debía de eliminar. No importaba lo que tendría que hacer, solo quería hacerle pagar cada humillación.

 

Se intentó agazapar cuando la mano de Kai le acarició su mejilla llena de mugre, no podía estar aseado ya que no se le permitió salir de ese sucio encierro en el que fue depositado. Escuchó un suspiro que parecía más a un gruñido proveniente de él y luego se alejó dejando a su ser atado, solo en esa odiada oscuridad.

 

Despertó dando gritos y el sudor que le tenía mojada su camisa. Ya no estaba en el sótano, quizá por fin había muerto, pero sabía que no era así ya que reconocía a la perfección cada rincón de esa horrible habitación. Se sentó en la orilla de la cama notando que con cualquier ruido él comenzaba a temblar.

 

Miedo, por vez primera sabía lo que era realmente tener miedo y eso se lo debía a Katze que le había enviado a un lugar desconocido. Se negó a ir por ese camino ya que lo primordial era mantener la cabeza fría y planear como liberarse, apretó con fuerza sus sienes con el fin de callar esa voz en su cabeza que le taladraba haciendo que cayera en la desesperación.

 

Se obligó a sí mismo a salir de la habitación con el fin de buscar algo que comer y se encontró con que Kai no estaba en ninguna parte de la cabaña, no sabía que estaba haciendo o planeaba el hombre y eso le tenía sin importancia. Se preparó algo de comer y arregló su desastre, permitiéndose vagabundear por el lugar, al punto de atreverse a salir de la casa, ese era el momento perfecto para huir y no lo dudó comenzó a correr como si eso dependiera de salvar su vida.

 

Bajó por la colina rodeando el río, conforme más avanzaba en su escape volvía al mismo lugar, marcó el camino, pero le resultó en vano comprendiendo que solo daba vueltas sin llegar a ninguna parte, estaba lejos de la morada y volver no era una opción para Aya, siguió intentando hasta dar con su salida y sonrió al ver que se aproximaba al pueblo que estaba en las faldas de ese perdido lugar. Por fin era libre.

 

Kai, rugió al darse cuenta que Aya no estaba en casa, él era suyo, de alguna forma lo quería para él y se dio cuenta que la Sacerdotisa le permitió escapar, eso era inaceptable solo él tenía el poder de permitir quien salía y entraba, pero ella había conseguido alejar a su único de él.

 

Tres horas sin rastro de Aya Collins, su tiempo en el pueblo se estaba terminando, Kouta estaría molesto al saber que había perdido al chico. No encontraba un indicio de él por ninguna parte, sus entrañas se agitaban ante la idea de no volver a ver al joven.

 

Caminó devuelta a la montaña cuando unos gemidos captaron su atención, se dirigió a ellos quedando sin palabras. Aya, era mancillado por varios hombres, mientras que le inyectaban algo en su brazo y él gritaba por más. La ira se elevó sobre su razonamiento matando al instante a los que poseían al hombre que había elegido como suyo.

 

Alzó en sus brazos a Aya enmascarando su dolor dando paso a la furia que se asentía dentro de él. Aferró su agarre en el chico, mientras que se dirigía hasta la cabaña, jurando que no volvería a cometer el mismo error. El nauseabundo aroma del veneno que Aya consumido le ofendía, quería castigar sin piedad al que yacía en sus brazos y eso mismo es lo que tenía pensado hacer.

 

Llenó la tina de agua fría y con toda la ropa dejó en esta a su presa, no se inmutó cuando Aya gritó ante el impacto del frío en su piel, no se perturbó cuando este le insultaba, solo se limitó en mantenerlo en la tina, no pensaba tomarlo con su cuerpo sucio y marcado por esos adictos.

 

—Será mejor que te bañes bien. No quiero la suciedad de otros cuando te reclame.

 

— ¿Qué quieres decir con eso?

 

No la respuesta quedó en el olvido y él no se quedaría a esperar que tuviera pensado hacer Kai en su contra, fue testigo de la mano dura con que ejercía sus torturas y no esperaba quedarse para una nueva sesión de dolor. Salió corriendo del baño, pero sus intentos de fuga se volvieron polvo cuando su captor le sujetó el brazo con tal fuerza que comenzaba a doler.

 

Le llevó al baño rasgando su ropa y se dedicó asearle sin emitir un gruñido, estaba en un mortal silencio, pero sus orbes mostraban el cúmulo de emociones que no podía enumerar. Intentó soltarse, pero solo consiguió que este le golpeara contra la pared inmovilizando sus brazos arriba de su cabeza.

 

Gritó cuando Kai le mordió entre su hombro y cuello logrando que se aterrara ante su violenta actitud, intentó suplicar, pero no fue escuchado por el contrario sus labios se sellaron ante ese beso opresor, volvió a renovar su lucha consiguiendo que le liberara o eso pensó Aya, pero su idea de que todo terminó se desvaneció cuando le jaló del brazo para llevarlo a la habitación.

 

Aya cayó en la cama observando cómo Kai se desnudaba, su mandíbula estaba tensa y el enojo se reflejaba por la forma en que se despojaba de cada prenda igualando su desnudez con la suya. Se acercó tomando las piernas de Aya para obligarlo a darse la vuelta y juró en ese momento que su visitante no deseado le pertenecía.

 

— ¡Por favor déjame ir!, ¡te lo suplico!

 

Las súplicas caían a oídos sordos, Kai tenía un objetivo y no importaba cuanto clamara. Gritó con fuerza. Podía sentir los embates duros contra su entrada cuando este metía y sacaba su hombría, era como si le estuvieran partiendo en dos, no le llegó a preparar para lo que se avecinaba, solo fue tomado por instinto, las garras de Kai se incrustaban en sus caderas logrando cortar un poco su piel nacarada.

 

Se sacudió cuando la pesada mano de Kai azotó una de sus nalgas repitiendo en la otra el mismo tratamiento. Sus lágrimas salían al comprender que estaba siendo violado una vez más y de manera salvaje. Perdió la noción del tiempo hasta que fue traído a su realidad cuando un par de colmillos se clavaron en su cuello logrando que gritara en el momento en que Kai laceró su espalda con sus garras.

 

Sus movimiento eran precisos en cada estocada, no era gentil, no habían caricias ni palabras dulces, solo resultaba un acto que nunca olvidaría. El sudor de Kai le mojaba su espalda, mientras que continuaba con su faena, solo esperaba que terminara y así poder perderse en sus sueños con la esperanza de no volver a despertar.

 

El peso en su espalda se alejó, permitiendo que Aya retrocediera poniendo distancia entre ellos aunque eso no funcionaría cuando Kai había demostrado su poder sobre él, la dignidad era inexistente para el momento en que comenzó a procesar lo sucedido, estaría atrapado en esa montaña con un hombre que haría de él todo lo que le complazca con el fin de saciar su lujuria.

 

—Recuerda Aya, a quien perteneces desde ahora. ¡Eres mío!

 

Kai se acomodaba su ropa, sin palabras sujetó del brazo a Aya, sacando a este de la habitación y llevarlo al sótano, eso solo incitó a que el chiquillo comenzara a forcejear, pero no valía de nada, de nuevo estaría perdido y temblando en ese oscuro sótano. Fue lanzado contra la espuma que yacía llena de polvo y donde de seguro dormiría, ya que dudaba que Kai le dejara marchar a su habitación.

 

Se cubrió lo mejor que pudo en un vano intento de amortiguar los azotes impartidos por una fusta, sus piernas, espalda, brazos, no había un lugar en que Kai no golpeara, no sabía que más hacer que retorcerse y suplicar a su verdugo que terminara con su castigo.

 

Odiaba sin duda a Katze por abandonarlo a su suerte, él quería verle para cobrarse cada una de las barbaries en que estaba siendo sometido, denigrado como un ser vivo. Por fin los azotes habían terminado dando a su presa un respiro, dejando a Aya sumido en su propio lamento.

 

Kai por su parte se odiaba así mismo por su actuar, pero llevaría gravado en su memoria la manera en que Aya llegó a permitir que esos hombre le utilizaran solo con el fin de obtener ese veneno en su sistema. Era un demonio y vampiro hijo de uno de los príncipes del Inframundo, nadie podía contra él y se sentía orgulloso de siempre mantener la calma ante el peligro que constantemente le acechaba antes de caer en la sucia trampa de la Sacerdotisa siendo él inocente de tal crimen.

 

Pero con Aya estaba aprendiendo que toda su capacidad de mantener firme su compostura se derrumbaba ante sus ojos sin posibilidad de razonar, solo dejaba que sus partes dominantes tomaran el control haciéndose cargo de todo.

 

Se maldijo y se odiaba al mismo tiempo, poseía en su interior una guerra constante al no saber cómo lidiar con esos sentimientos que le estaban quemando por dentro, quería correr a ese sótano y consolar al chico, tomarlo en sus brazos y decirle que todo estaría bien, pero su otra parte le impedía hacer tal acto. Ahora Aya era su pareja, para amar, proteger, sería parte también de la Montaña Sagrada.

 

Dejó de escuchar los gritos y el llanto desgarrador que emergían del sótano, no había forma de que se arrepintiera, el joven necesitaba comprender quien mandaba en ese lugar y que debía de obedecerle, no importaba cuanto luchara con ese extraño sentimiento tan ajeno a él. Podía ser contradictorio, pero las cosas eran así, ahora era solo cuestión de esperar.

 

—Estás a tiempo de dejarlo marchar, pero en cambio te empeñas a tenerlo a su lado. Solo conseguirás que te odie más de lo que ya hace.

 

—Lo hice mi pareja, él es mío, nunca permitiré que deje esta maldita montaña. Aprenderá a amarme, así tenga que someterlo en todo momento. ¡Mío!

Notas finales:

Gracias por todo y lo que han preguntado por mi salud, bueno bellas, estoy luchando con todas la fuerzas.

Ya saben que responderé a sus mensajes con mucho cariño y respeto.

Kisus pervertidos.


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