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Dudas de amor por AGR

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Notas del fanfic:

Personajes originales: Kai Winchester y Aya Collins.

 

Nota: Informo que los personajes mencionados en este fic son originales al igual que la historia que se desarrolla.

 

Dichos personajes son utilizados en un juego de roll por lo tanto el personaje de Kai Winchester es de la autoría de la persona que amo y Aya Collins es de mi auditoría así como la historia.

 

Dedicatoria: Este fic es un regalo para Isabel, una mujer hermosa y que siempre ha estado a mi lado en los bueno y malos momentos.

¡Gracias! Cielo.

Te amo

Notas del capitulo:

Un inicio bastante complejo, la desesperación y necesidad de ayudar pueden causar en otros un fuerte impacto logrando cambiar vidas.

Aquella no era la sonrisa dulce que siempre solía mostrar Aya Collins, esta resultaba ser una expresión equivalente a la crueldad, sus palabras destilando veneno en forma de insultos. La convivencia cada vez resultaba ser más tóxica en el hogar que solían compartir, volviendo este en un campo de batalla sin vencedor.

 

Resultaba notorio como sus manos sudaban, sus orbes claros desenfocados perdidos en el tictac de las agujas del reloj, pasando su vaga mirada por las imágenes de los cuadros que parecían cobrar vida, arremetiendo contra las figuras en relieve que según él se burlaban de su persona. Por más que intentara cubrirse los oídos con sus manos, no lograba callar las voces de esos fantasmas que conseguían atormentarle mientras que aclamaba por un pase, solo necesitaba uno y todo estaría bien.

 

Una pinta de cocaína que le quitara el sudor de la frente, el espasmo de su cuerpo y ese constante dolor en su estómago que le obligaba a caer de rodillas y vomitar. La tortura de soportar tal ansiedad le derribaba el razonamiento, cayendo en la desesperación que estaba causando los síntomas de abstinencia de solo un día.

 

Los murmullos provenientes de la estancia resultaban ser como martillazos sobre el concreto, el escapar de aquel infierno al que estaba siendo sometido era una prioridad. Pero se encontraba preso en esas cuatro paredes, la puerta sellada con doble paso, las ventanas con barras gruesas de hierro haciendo que su odia fuera en aumento.

 

De nada valía gritar, no sería escuchado, pedir su libertad no estaba en los planes de su carcelero Katze. Solo le mostraba indiferencia al dolor que padecía, no importaba las súplicas o los arrebatos de ira contra su protector, solo una oportunidad y saldría así tuviera que asesinar.

 

—Ya no puedo más, esta situación es insostenible, ya no sé qué hacer.

 

La aflicción podía mostrarse en las escuetas palabras, exponiendo por primera vez la situación que estaba viviendo con el fin de aplacar un poco sus nervios. Sumada la tensión que le podrían llevar a cometer alguna locura contra aquel chiquillo que se encontraba sumido en un viaje acentuado por las drogas y del cual se podría arrepentir. Toda su frustración contenida buscaba la manera de como liberarse.

 

Fijó su mirada en la fría taza de té, mientras que su mente vagaba por los recuerdos de Aya corriendo a sus brazos en busca de consuelo por haberse caído, el cómo sus azules ojos parecían brillar cuando desenvolvía un regalo, su sonrisa al ver llegar a su madre. Pero fue el tacto de la mano en su hombro que le obligó regresar a la cruda realidad, alejándolo de su único consuelo que le daban esos viejas remembranzas al lado de su pequeño y que ahora solo era un despiadado adolescente que no le importaba lastimar a todos los que estuvieran en su camino con el fin de llegar a su objetivo.

 

Los pasos de Kouta, eran precisos conforme escuchaba a su viejo amigo, era el único con el que Katze podía acudir en momentos tan oscuros. Pero ver en esos orbes carmesí la dureza al mencionar el nombre de Aya, le inquietaba, no era para menos cuando este le atacó clavando en su brazo un cuchillo al intentar encerrarlo en la habitación.

 

—Ya no es lo mismo, ya no es el chico dulce y juguetón, solo es una fiera que muestra todo su odio. Solo mira como nos atacó, es una amenaza y comprendo, pero Kouta, yo le he criado simplemente no lo puedo dejar solo en esto.

 

—Katze, comprendo la situación, pero con desesperarte no ganas nada y lo sabes.

 

Sus cabellos plateados le cubrían el sombrío rostro manteniendo en las sombras el dolor reflejado en este, esperando llegar a una solución. Pero solo se preguntaba ¿cuál fue el error que cometió para ver a Aya en aquel reprobable estado?, tan solo tenía dieciséis años, empezando a vivir y ya era todo un experto de la vida fácil e inmunda

 

Los sórdidos detalles sobre su estilo de vida eran evidenciados cuando le seguía en un cauteloso silencio, descubriendo lo que sucedía con su protegido, quien se negaba a la ayuda que tanto intentaba brindarle, consiguiendo aumentar más la agresividad en Aya.

 

—Katze, ¿te has planteado llevarlo con los guardianes?, no sería mala idea después de todo ellos están para mantener todo en orden.

 

—Ellos solo le han quitado sus poderes haciendo de él un ser humano ordinario y eso fue suficiente para que me odie y se corrompa más.

 

—Si los guardianes no se quieren hacer cargo del problema, conozco alguien que sin duda nos ayudará. Si confías en mí y aceptas partiremos en esta misma noche rumbo a la Montaña Sagrada, mi gemelo vive en ella y sin duda alguna él nos podrá ayudar.

 

—Te conozco desde hace una década, confío en su buen juicio amigo.

Observó a su único amigo marcharse, dejando a Katze sumido en su dolor que era interrumpido por los constantes gritos de amenaza que proclamaba Aya en su contra. Las palabras de odio resultaban ser más hirientes que una estocada al corazón, no había forma de sanar ante esa clase de ataques.

 

Nada estaba en su lugar cada adorno, muebles, todo estaba destrozado por su violenta actitud, alegando que así era como él deseaba dañarlo solo por el hecho de haber interrumpido su fiesta de alcohol y drogas, por obligarlo a salir de aquel motel de mala muerte en que se desnudaba para adquirir solo un pase más.

 

Era un infierno sin retorno en el que Aya, estaba cayendo a pasos agigantados y muy dentro de él sabía que esto no podía continuar así se ganara el repudio por parte de aquel chiquillo que acogió de los brazos de una madre que ni siquiera era consciente de lo que era su hijo en realidad.

 

Un demonio mestizo era lo más bajo para el mundo de paranormal, su inestabilidad los hacían ser muy peligrosos, por ende preferían mantenerlos al margen de todo. Pero Katze, fue distinto le crío y rescató de una muerte segura por parte de los ejecutores, ocultando la verdadera identidad de él.

 

Sabía que los líderes de manadas y clanes estaban en busca de seres con poderes especiales, y a eso le temía Katze, que siendo Aya un Dorado, pudieran someterlo a un mundo indeseable para cualquier sumiso. Él no podía permitir que le usaran, sin embargo hubo un demonio que le indujo a lo peor. Fei.

 

— ¡Te odio Katze!, juro que te mataré, desgarraré sus entrañas y me bañaré en ellas.

 

Giró el pomo entrando a la habitación, sus pasos medidos y cautelosa mirada, siendo Aya mortal era imposible que consiguiera ser dañado, pero aun así lo mejor era ser precavido al saber que no siempre la restricción de poderes podría funcionar con él.

 

Su postura cambió cuando fue atacado, dando un certero golpe detrás de la nuca de su protegido haciendo que cayera en un profundo sueño, dando libertad necesaria para empacar su ropa y algunos artículos personales.

 

Tres horas después Kouta y Katze, se dirigían a las faldas de la montaña. Había comentado su amigo que los poderes en ese lugar sagrado no funcionaban y por ello debía caminar hasta el final del bosque, hubiera sido fácil solo abrir un portal y llegar a su destino. Solo esperaba que Aya continuara en su sueño forzado, mientras que Kouta le cargaba en su hombro izquierdo.

 

La luna llena comenzaba a iluminar la empinada ruta alfombrada por el vivaz pasto bañado por la lluvia que se desata en el mes de julio. El silencio se cernía sobre ellos y la culpa arrastrando a Katze en un amargo sentimiento, el brazo que le rodeó por la espalda fue un bálsamo cual agradeció. Siempre estaría agradecido con su amigo por no dejarle caer.

 

Llegaron a un frondoso jardín donde recorría una naciente de agua pura y a lo lejos se vislumbraba una cabaña estilo victoriano de dos plantas, construida en cedro, no había algún portón o bardas que rodearan como protección el lugar.

 

Katze negó con su cabeza esbozando una sonrisa apenas pintada en sus labios ante la absurda idea de algo resguardando la vivienda, ya que siendo un lugar sagrado nadie podía entrar o salir sin el consentimiento de la Sacerdotisa, que celosa guardaba los secretos de la montaña.

 

La fragancia de las rosas que se yerguen imperiosas dejando sus pétalos expuestos como si saludaran a los viajantes le inundó sus sentidos, los helechos caían perezosos por el balcón que rodeaba la cabaña. Varios árboles frutales forman sombras refrescando el lugar, los lirios y jazmines desplegando belleza con sus aromas.

 

Katze no perdía detalle de aquel paisaje que se imponía ante sus plateados orbes, nunca ante había encontrado tan mágica creación, pero la pregunta que rondaba en su mente durante todo el trayecto le estaba poniendo a dudar. ¿Podría dejar a Aya en este perdido lugar?, sabiendo a ciencia cierta que él no podía continuar sin ayuda y él por su parte estaba cansado. No eran solo drogas humanas Fei, había mostrado un mundo oscuro cual cautivó al joven mestizo. 

 

—Hemos llegado Katze. Como puedes ver es en este lugar donde habita mi gemelo.

 

—No estoy seguro que sea lo correcto. Las dudas me invaden y me hacen retroceder.

 

—Entiendo el dolor que llevas, pero si permites que esas inseguridades te obligue a retroceder como me afirmas, te llegarás arrepentir. Esto es lo mejor para Aya, aunque lo dudes, solo confía en mí y en mi hermano.

 

Subieron las gradas que les guiaban al polvoriento corredor, notando que comenzaba a lloviznar, se detuvieron frente de la enorme puerta con acabados hechos a mano, muy artesanal para Katze y de exquisito gusto. Se mantuvo junto a Kouta hasta que la puerta dio un chirrido dejando ver la sombra de un hombre alto, quien tomó cierta distancia suficiente para dejarles entrar a su morada.

 

El crepitar de la chimenea se podía escuchar, manteniendo el hogar cálido con ese característico aroma a leña quemada. El vestíbulo decorado con adornos antiguos, los muebles eran también artesanales de un color caoba, las cortinas de algodón eran de un tono verde olivo y lino blanco formando pliegues que llegaban al haz del piso, el gran reloj de madera yacía en un rincón.

 

El hombre encendió la luz iluminando toda la estancia y parte del pasadizo que se dirigía a una escalinata que llevaba a la segunda planta. Con un simple movimiento de mano les señaló el enorme sofá donde Kouta dejó el aun dormido Aya.

 

—No te esperaba tan pronto.

 

—Yo también te extraño Kai. Quiero presentarte a Katze, es el protector del chico del que te hablé. Katze, este poco sociable hombre es mi gemelo, es quien se hará cargo de Aya.

 

—Un gusto señor. Quiero darle las gracias por su ayuda en esto.

 

— ¿Por qué está atado?, no importa.

 

Recogió el flácido cuerpo de Aya entre sus brazos, mirando a los presentes con sombría expresión. No tenía la intensión de alargar más la visita, prefería estar en la soledad y tristeza que emanaba en desborde la Montaña Sagrada y ahora tenía un invitado no deseado, pero negarse a la petición de ayudar a su gemelo era una prioridad para él ya que Kouta, arriesgó su vida por salvarle de aquel terrible momento en que ambos perdieron a Kaim, desequilibrando así la unión de trillizos que tenían.

 

Sacudió su cabeza para alejar esos pensamientos, el amargo sabor en su boca comenzaba a formarse no solo por olisquear las drogas que había consumido el chico en sus brazos si no por la impotencia de no haber podido salvar a su trillizo menor, él debió morir y esa culpa siempre la cargaría en su corazón.

 

Solo Kouta podía leerlo como un libro abierto, pero agradeció en silencio a su gemelo que no buscara la forma de consolarlo en esos momentos, era mejor de esa manera, aunque sabía que este igual se culpaba por no llegar a tiempo cuando el ataque se dio. 

 

—Cuidaré bien del chico. ¿Se quedarán?

 

— ¿De verdad nos invitas aquedarnos?

 

— ¡Kouta!

 

—Es imposible quedarnos. Nos veremos hermano.

 

Ignorando con advertencia la broma de Kouta, la enorme figura asintió en despedida, dando la espalda para perderse por el zaguán y dirigirse a una de las habitaciones que había preparado para su invitado. Depositó el cuerpo en la cama, estudiando a su paso los finos rasgos del chico. Era hermoso y perfecto ante sus orbes.

 

Pronto amanecería y la incipiente lluvia parecía no marcharse, él estaba bien con eso. La advertencia de la Sacerdotisa aun jugaba en su mente, su voz era nítida con tinte de severidad cuando Kai, le comentó sobre la llegada de un joven a sus tierras, ella por su parte no se dejó ver en esa ocasión, solo dio un reflejo entre las hojas de los árboles.

 

“La soledad, tristeza y el dolor que cargas no será comparado cuando entregues el corazón.”

 

Creyendo que Kai era el asesino de sus padres, la Sacerdotisa, se vengó de él confinando su lado demonio y vampiro a la Montaña Sagrada, haciendo que este viviera en una eterna soledad, siempre aislado de tanto de su especie como de los humanos.

 

Se perdió en la llegada del amanecer, sabía que pronto su invitado despertaría sofocado por la asfixia de la purificación de su alama corrompida. No sería un paseo por el jardín, le esperaba momentos llenos de dolor antes de liberarse, no duró mucho formando ese pensamiento cuando comenzaron los gritos llenos de agonía.

 

Atado y sin manera de poderse soltar Aya Collins se retorcía en fuertes espasmos y el sudor mojando todo su cuerpo. Kai sabía de ese sufrimiento él mismo lo había experimentado hace tanto tiempo, pero ver ahora el dolor en otro ser le hizo estremecer. Se acercó pasando un paño húmedo por el rostro del joven con el fin de calmar su piel ardiente por la alta temperatura, maldiciones y amenazas salían como dardos venenosos para luego vomitar desechando todo lo que había ingerido antes de entrar a la montaña.

 

Podía escuchar el susurro de la Sacerdotisa, pero la ignoró, no podía dejar al hombre agonizar solo en su purificación, pero algo había en el chico que le impedía sanar del todo. Llenó la tina de agua fría donde introdujo a Aya, quien no dejaba de gritar, solo habían pasado varios minutos y ya estaba cansado de lidiar con tal situación, podía dejarlo solo, pero algo le impedía alejarse, quería estar cerca y sostenerlo en sus brazos, mientras la imperiosa necesidad de quitarle el dolor crecía en él.

 

—Pronto pasará. No te resistas más, eso complica todo, deja que su alma sane.

 

Susurró cerca de oído y ahí estaba el repentino llanto que al ser escuchado desgarra cualquier ser que estuviera a su lado, el aroma de las drogas comenzaba a supurar por los poros haciendo que Kai tuviera intensas ganas de vomitar, pero se mantuvo firme hasta que este se consumió en un profundo sueño.

 

Cinco días de agonía, apenas Kai podía comer o descansar, el proceso de sanación estaba completo o al menos eso pensaba él. A veces la Sacerdotisa le acompañaba, pero este se negaba a escuchar lo que ella tenía para decir, sus palabras solo le confundían más de lo que ya estaba.

 

Preparó algo ligero de comer para su invitado. Al entrar le observó dejando la bandeja en la mesa de noche, le había desatado la noche anterior para que al despertar no entrara en pánico o algo similar. Solo bastó un instante para conseguir alejarse de aquel chico que sin dudar le incrustó el tenedor en su brazo, su demonio se agitó por dentro con ganas de liberarse por completo y terminar con aquel que le amenazaba. Pero eso era imposible su demonio no podía mostrarse en su totalidad, solo podía ejercer cierto poder.

 

— ¿Eres uno de esos dementes que Fei contrata?, ¡responde ahora maldito hijo de perra!

 

—Te sugiero que no vuelvas atacarme o te arrepentirás.

 

— ¿Dónde está Fei?, dile a ese maldito jefe suyo que venga o haré que se arrepienta.

 

Lanzó la mesa de noche derribando de ella a su paso la bandeja con la comida y la lámpara así como una fotografía, Kai miraba el arrebato de la pequeña amenaza sintiendo su ira crecer, no era de aquellos que perdían el control, pero la agresividad que emanaba Aya, le ponía de inmediato a la defensiva.

 

Solo tuvo que dar dos pasos para llegar frente del hombre al cual sujetó de su fino cuello dando cierta presión para evitar que el suministro de aire no se cortara del todo. Sus orbes cambiaron a un color carmesí, mientras que sus colmillos se alargaban, podía ver el impacto que había causado en Collins, aunque no dejaba de luchar por su libertad eso le obligó a colocarlo en la cama y atarlo una vez más, ahora sabía porque razón Kouta, lo hizo y si su memoria no le fallaba había visto que su gemelo estaba herido, podía sanar sin problema, pero eso no era algo superficial y eso le llevó a la conclusión de que este chico era algo más que un simple mestizo.

 

Sin decir palabras se marchó, no podía ahora hablar con él o terminaría matándolo, por el contrario se dedicó a leer, pero parecía que no tendría un poco de calma no cuando el brillo formaba una silueta dando la imagen de aquella mujer. Le gruñó negando con su cabeza en un vano intento de callar cualquier comentario que le pudiera dar.

 

—No digas nada, no es el momento para ello.

 

—Un Dorado y un demonio un mestizo muy poderoso. Te destruirá.

 

— ¿Destruirme?

 

No hubo más palabras solo una inquietante sensación, pero había notado desde un inicio el poder que ejercía Aya y su odio dominaba todo juicio. Eso no le sentaba bien a Kai que había pasado de una vida llena de soledad a una llena de incertidumbre.

Notas finales:

He regresado con una nueva historia 100% original desde personajes hasta el relato que se da.

 

Quiero darles las gracias por el apoyo que me brindan y que con gusto responderé los mensajes que deseen dejar.

 

Sé que a veces me ausento un poco, pero la verdad es que no ando bien de salud, pero eso no me impide volver y dejarles algo que leer.

 

Espero que disfruten de este fic tanto cómo al hacerlo.

 

Kisus pervertidos.


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