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ESQUIZOFRENIA por juda

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-¿Te gusta el cine?

Seba volteó a mirarlo, no había llevado el suficiente dinero para eso, pensó que sólo sería un café.

Nicolás lo miró de soslayo, intentó no mirarlo de frente porque iba conduciendo y el rostro del pelirrojo le hacía perder la concentración.

-Tengo unos amigos que tienen un ciclo de cine, es una vez a la semana, pasan una película en un bar y luego se hace un debate sobre las analogías y la semiótica de la trama. Hoy le toca el turno a la Naranja Mecánica.

Seba se entusiasmó, había leído el libro y sabía que la película era todo un ícono de la época.

-Ya debe haber empezado, pero podemos mirar un poco mientras tomamos un café.

-¿Crees que empezó hace mucho?

Nicolás se sintió alentado, miró el reloj de pulsera.

-Unos 15 minutos.

-Oh! no demoremos en llegar entonces!

***

Decir que lo había disfrutado era poco.

La película le pareció fascinante, pero mucho más todo el análisis que se armó después, con las voces unas encima de las otras, tratando de hacerse oír por sobre el debate que se había armado.

Los miraba asombrado, todos eran cultos, con una percepción del arte mucho más profunda que la que él tenía. Sintió envidia. Si su madre no le hubiese dicho que no había posibilidades de seguir una carrera porque necesitaba que saliera a trabajar, hubiese seguido el profesorado en letras.

Terminó los estudios secundarios con un promedio de excelencia académica, pero Ale había repetido varios años y seguía estudiando en una escuela nocturna así que le tocó a él dejar de lado la ilusión de seguir una carrera para ayudar económicamente en la casa.

No opinó porque no tenía la suficiente confianza, pero le hubiese gustado agregar su punto de vista y hacer una comparativa entre la maestría de Burgess y Kubrick, de todas maneras, de regreso en el auto pudo hablar sobre eso con Nicolás. Y entre los dos entraron en un pequeño debate sobre si la obra cinematográfica había superado al libro.

Cuando llegaron a la casa de Tomás, todavía estaban los dos con el rostro rojo de tanto discutir.

El muchacho alto miró al frente mientras pensaba que había desaprovechado ese viaje, debería haber intentado crear una charla que los llevara a un intercambio de besos al menos, miró como el pelirrojo estaba por abrir la portezuela.

-Ha sido una noche extraordinaria, gracias por invitarme -le dijo y Nicolás se estremeció ante los hoyuelos de esa sonrisa.

-Podríamos salir alguna otra noche -arriesgó y Seba dudó. -No te estoy presionando, podría ser el viernes.

-Mañana es viernes -le contestó el pelirrojo sonriendo de nuevo y Nicolás se aclaró la garganta.

-ok, el sábado?

Seba largó una pequeña carcajada y Nicolás lo odió ¿cómo era posible que no solo fuera atractivo hasta la médula, tuviera esa voz grave tan relajante sino que aparte su risa tuviese la melodía justa y exacta como para excitarlo?

-Deja que yo te escriba cuando vea que tengo tiempo.

-No te creo, prefiero escribirte yo.

Seba volvió a reír.

Estaban coqueteando como dos adolescentes.

-Ok, escríbeme y yo te diré si puedo salir.

Abrió la portezuela y puso un pie afuera pero una mano lo tomó delicadamente por el brazo.

Volteó a mirarlo. Sentía los dedos de él temblando sobre su ropa.

-Si me das un beso de despedida prometo dejar que seas vos el que me escriba.

No lo dudó mucho, se acercó léntamente y Nicolás se abalanzó, lo tomó por la nuca y se apropió de esa boca, empujando la lengua, entrando para poder llevarse esa saliva de recuerdo. Lo besó profundamente hasta que se sintió tan excitado que fue dolorosa la pija en el pantalón, jadeó cuando se separó, quería más.

-¿Estás seguro que quieres entrar a la casa? podemos ir a un hotel! -susurró sin separar demasiado la boca del contrario, totalmente agitado.

El pelirrojo también se había excitado pero no quería apurar las cosas como sentía que había hecho con Franchesco.

-No, tengo que dormir temprano, mañana trabajo. Yo te escribiré. -le contestó mientras le daba un último beso, cuando la mano de Nicolás se levantó para sostenerlo nuevamente por el cuello, Seba se alejó riéndose. Salió del auto, lo saludó con la mano y esperó a que arrancara y se fuera.

La casa de Tomás tenía en la entrada una pequeña pared que no sobrepasaba el metro con un portón pequeño que siempre estaba abierto, desde ahí hasta la puerta principal había un jardín que Mariana se encargaba de cuidar personalmente.

Ingresó, pero una voz a su espalda le hizo pegar un grito.

-¿Qué mierda hacías dentro del auto que te demoró tanto?

Seba giró asustado, en el lado interno de la pared, sentado entre las plantas, estaba Franchesco.

Lo vio pálido de frío, abrazándose las rodillas y lo primero que hizo fue acercarse rápido para levantarlo, se puso de cuclillas y lo tomó de los hombros pero el otro le pegó un manotazo para sacarle las manos de encima.

-¿Qué hacías dentro del auto? Demoraste en bajar. ¿A donde te llevó ese tipo? ¿Ahora te volviste puta cara?

Seba se levantó como si lo hubiese quemado esa proximidad, su padrastro solía llamarlo puta selectiva cuando se enteró de su bisexualidad.

Giró en redondo, sacándose la mochila del hombro para buscar la llave, trastabillando con sus propios pies, temblando entero, sin poder alcanzar la puerta de ingreso.

Escuchó los pasos detrás y quiso apurarse.

Una mano se aferró con fuerza a su brazo y lo hizo girar bruscamente.

-Pensé que te cogías a Tomás nomas, pero veo que hay más en la lista. ¿Qué número era yo? ¿Éste te abre el culo mejor que yo? -le espetó cerca del rostro y sintió el olor a alcohol en el aliento de Franchesco, hizo una arcada y trato de retroceder. 

La violencia con la que lo tenía agarrado más ese olor le traía el recuerdo de su padrastro, se encogió y levantó el brazo para protegerse, en su mente ya no estaba en la entrada de la casa de Tomás, había realizado un viaje mental, estaba en la casa de su madre a punto de recibir una paliza.

Se protegió la cara por instinto y se quejó con los labios cerrados con fuerza, el brazo que Franchesco sostenía se movió hacia su estómago, eran los lugares preferidos para golpear: el rostro y el estómago.

Se encogió en su sitio, temblando entero, con los puños cerrados, la cara contraída en un gesto de dolor, Franchesco vio pasmado la metamorfosis y lo soltó.

Seba cayó de rodillas y gateó hasta la entrada.

-Mamá! -gimió bajito -mamá, mamá, mamá!

-Seba -gritó para volverlo en si y se acercó rápidamente.

El pelirrojo escuchó los pasos dirigiéndose hacia su persona y comenzó a patear al aire, en un intento desesperado para que no se le acercara, para que no lo golpeara.

-MAMÁ! ALEEEEEEEEEEE! -gritó agónico, soltando el delirio de su sufrimiento, tirado en el piso con todo el cuerpo, las piernas levantadas elevando los pies, pateando al aire, los brazos contraídos sobre su estómago, los músculos de todo el cuerpo en un temblor casi convulsivo.

-MAMMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ!!!!

Franchesco se arrodilló lejos, estirando los brazos para calmarlo, llorando ante la impotencia.

-ALEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!

La puerta se abrió y aparecieron los hermanos, Mariana se tiró sobre Seba y Tomás analizó un segundo la escena: Sebastián hecho un ovillo en el suelo, gritando, llorando y Franchesco a unos metros de él, de rodillas.

-LO GOLPEASTE HIJO DE PUTA? -gritó Tomás y se tiró sobre él para atacarlo.


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