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ESQUIZOFRENIA por juda

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-Franchesco, ¿qué pasa? Dios! Hijo! ¿que pasa? levántate.

No podía, las piernas no respondían.

-Llama a Ale, mamá, llámalo al celular. Dile que Seba está herido, estaba ensangrentado -gimió temblando, sin poder lograr dar con el nombre de su amigo en la lista de contactos del celular -yo tengo que ver a donde se fue -se dijo para si mismo, intentando levantarse un par de veces pero fallando en el intento.

Su madre ya estaba esperando que el rubio atendiera la llamada.

-Ale!!! Ale soy la mamá de Franchesco. Fran me dice que Seba está herido, que andaba ensangrentado, no sé a donde se fue, saldré con mi hijo a buscarlo, pero ven por favor, ven!

Desde el piso Franchesco podía escuchar los gritos desesperados de Ale en la llamada.

Luego más gritos, pero no en el celular, eran cercanos.

-Dios -gimió la mujer llevándose la mano al pecho. De soslayo vio a su hijo luchando por levantarse y lo ayudó.

Las piernas le temblaban pero cuando dio el primer paso, recuperó paulatinamente el dominio de su cuerpo, salió a la vereda. Los gritos venían de la esquina, de la casa de Seba.

Hacia allí se dirigió, tropezando con sus propios pies.

Los vecinos ya habían salido para ver qué pasaba, los borrachos estaban fuera de la casa y algunas mujeres chillaban que "estaba muerto". Franchesco intentó seguir avanzando, aunque el pecho estaba temblando de espanto.

"¿Quien?" "El padre" "¿Quien" "El hijo lo ha matado" "¿Quien?" "Ese chico iba a terminar haciendo algo así"

La gente murmuraba y él comenzaba a entrever la catástrofe, cuando logró llegar al frente de la casa y miró hacia donde todos miraba, lo encontró.

Parecía un ángel allá arriba, un ángel rojo de sonrisa alienada.

Su carita manchada de sangre hacía juego con su pelito pelirrojo pegado en torno a su rostro.

Había subido al techo y luego al tanque de agua, estaba con los brazos extendidos y sonreía.

¿Cómo hago, lector, para contarte la historia de un zeus consumido por los monstruos de su propia mente? ¿Cómo hago, lector, para que no pierdas un poco el alma ante sus bracitos temblorosos abiertos al mundo?

-SEBAAAAAAAAAAA -chilló una voz, sin mirarla supo que era Mariana. No podía mirar a los costados, tenía los ojos clavados en él. Hubiese querido llamarlo pero no tenía voz, no tenía piernas, la vida misma estaba escondida debajo de una cama intentado no enterarse de lo que ahí ocurría.

Escuchó la sirena de la policía y la voz de alguien que gritaba que la gente debía dispersarse.

Nadie lo sacaría de ahí.

Corrió hacia la esquina, trepó al árbol que esa vez usaron, saltó al muro, corrió por él hasta la casa del pelirrojo, de un salto cayó en el patio, siguió su carrera, trepó por las ventanas y subió al techo.

Se acercó despacio.

-Seba -gimió.

Y Seba giró para mirarlo, la sonrisa hermosa de hoyuelos perfectos sobre su carita manchada de sangre en todo su esplendor.

-Prometo no olvidar tu nombre, ya no lo olvidaré -le dijo feliz mientras se abría la campera y mostraba su pecho, unas heridas gigantescas le marcaban el torso formando la palabra FRAN -Perdón, a veces los cuervos chillan muy fuerte y no puedo recordar, los cuervos me picotean la memoria -le explicó y Franchesco tembló en el lugar, hizo un paso en dirección al tanque de agua donde estaba parado, Seba le miró los pies y se le borró la sonrisa.

-No te acerques Fran, los monstruos están cerca, pero me quieren a mi nada más. Si te acercas te van a llevar a ti también!

-SEBAAAAAAAAAA -gritaron desde abajo.

Franchesco reconoció la voz rota de Ale.

El pelirrojo no giró a verlo, pero comenzó a llorar.

-Me tengo que ir al agujero, Fran, pero dejé un camino de migajas de pan, yo volveré y te buscaré. ¿Me esperarás?

El pelinegro no podía responder, lloraba clavado en medio del techo.

Seba suspiró, se escuchaban los gritos desgarradores de Ale y Mariana.

-¿Por qué lloras Franchesco? ¿No crees que pueda regresar del agujero? Ten confianza en mí, yo volveré.

Seba extendió los brazos hacia los costados, se lo veía tan feliz, tan lleno de paz... que dolía verlo arriba, convertido en un ángel de la muerte.

-Seba -lloró el pelinegro.

¿Cómo te sigo contando, lector, la destrucción del zeus alienado?

La policía había puesto una valla y no dejaba que nadie se acercara, un oficial tenía un megáfono y le hablaba, pero Seba no lo estaba escuchando, los cuervos habían comenzado a picotear los recuerdos, por eso el pelirrojo nunca dejó de mirar a los ojos de Fran, no quería que se le escapara de la memoria, lo miró hasta que cerró los ojos para partir con esa imagen y se dejó caer hacia atrás. Fueron cinco metros nada más, pero se sintieron como si fuesen mil.

Franchesco lo vio desaparecer con el rostro rojo sangre invadido por la paz y escuchó el grito de la gente que observaba.

***

Ale pegó un alarido cuando advirtió su cuerpito volando como un ángel y se arañó el rostro mientras se desplomaba inconsciente, Cesar logró abrazarlo antes de que su rubio llegara al piso.

***

Mariana giró el rostro para no verlo cuando su cuerpito cruzó el aire.

***

Tomás llegó corriendo y pudo ver la melena roja flameando en el aire mientras cruzaba los cinco metros que lo separaban del mundo de los mortales.

***

Seba cayó en medio de unos matorrales, su cuerpo aplastó las ramas y quedó con la mirada fija en el cielo mirando como los cuervos lo sobrevolaban y le picoteaban la mente. Cerró los ojos lentamente cuando la respiración se hizo difícil, dolorosa.

El pecho subía y bajaba de manera agónica, abrió la boca para que escapara la sangre que le subía por la traquea y lo invadía.

¿Dónde estaban las migajas de pan?

Quiso abrir los ojos para ver si los cuervos no se las estaban comiendo, pero ya no pudo.

El dolor había comenzado a ceder.

Intentó sonreír.

Las migajas de pan.

¿Cómo se llamaba él?

Tenía que regresar, cuando los cuervos se fueran, para buscarlo.

¿Cómo se llamaba?

Quiso levantar la mano para tocarse el pecho y recordar, pero la nada lo consumió.

***

La madre de Seba había salido de la casa de su hermana a las 3y40 porque el útero le exigía regresar, porque la matriz le avisaba que el producto de su vientre estaba por volar lejos de sus brazos.

Cuando llegó vio la gente, estaba aturdida, unas mujeres le gritaron que habían matado a su hombre y se sintió confundida porque su cuerpo no le había dicho eso, su cuerpo le advertía sobre algo más horroroso. Entonces intentó acercarse, pero había mucha gente y no entendía nada, y el corazón le lloraba en el pecho, y la razón había comenzado su luto.

Cuando pudo aproximarse hasta su casa y se topó con la valla y los brazos extendidos de la policía que no dejaba que nadie se acercara, ella lo vio de espaldas, allá arriba.

Le gritó al hombre que la dejara pasar, que ella era la madre del niño hermoso que quería volar y cuando el brazo se elevó para que ella cruzara, el fruto de su vientre realizó la hazaña más hermosa y voló. Lo vio volar, lo vio querer ser pájaro, pero su intento infructuoso lo llevó a caer, y sintió cuando el cuerpo se estrelló contra el suelo. Cerró los ojos porque era imposible creer que esa tierra sucia tuviese el tupé de recibir a su ángel bello, se llevó las manos al pecho. Su niño estaba tirado en medio de los matorrales y lo veía convulsionar. 

El niño que había parido pero que muchas veces no había protegido ni amado como se lo merecía, agonizaba a unos cuantos pasos de distancia.

Se sintió poco madre, poco mujer, medio muerta, medio viva.

Extendió la mano y desde donde estaba fingió acariciarlo.

-Vuela bebé, este mundo es poca cosa para vos -gimió y pareciera que Seba la hubiese escuchado porque su cuerpo dejó de convulsionar y quedó tirado en medio de un charco de su propia sangre, tan en paz!!

Notas finales:

A veces las historias me piden a gritos que las escriba aunque me duela, a este capítulo lo escribí llorando.


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