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ESQUIZOFRENIA por juda

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-¿Por qué no entraste los días anteriores? Ale me decía que estabas afuera -le dijo en un susurro mientras le pasaba la lengua por el cuello.

Franchesco se estremeció hasta la última fibra de su cuerpo y se apartó un poco, pero Seba lo volvió a adherir a él.

-No me dejaban, tenían que hacerte más estudios supongo -jadeó, intentando nuevamente alejarse, pero el pelirrojo se había sacado las mantas de encima e intentaba subirse a horcajadas sobre sus piernas -¿qué haces Seba? -preguntó temblando entero, quería sostenerlo pero cada vez que lo tocaba sentía sus huesos y tenía miedo de quebrarlo. -Seba estás convaleciente.

-No, ya no lo estoy -gimió sobre su boca, abalanzándose sobre él. -No me duele nada y estoy caliente, muy muy caliente. No me están dando esas pastillas de mierda y quiero cogerte.

Seba llevó la mano de Franchesco a su entrepierna y le hizo sentir lo duro que estaba.

El pelinegro giró el rostro hacia la puerta de entrada.

-Puede entrar alguien, Seba.

-Franchesco, quiero cogerte!

-Dios mío, Seba, en serio, no sé si te hará bien esto!!! Estás muy débil.

El pelirrojo retrocedió hasta sentarse nuevamente en la cama e hizo un puchero llevando las rodillas al pecho.

-Ya sé lo que pasa. Si me vi en el espejo, sé el espanto que soy.

-No, no, no amor, no digas eso, sigues siendo tan hermoso como siempre fuiste!! Toca, toca y verás que no es eso -gimió mientras llevaba la mano de Seba hasta su propia polla dura.

-Entonces déjame que te coja.

Franchesco lo miró y miró la puerta. Sacó el celular y le escribió a Ale.

"Dame 10 minutos, cuida que nadie entre a la habitación. Hazme sonar el celular si ves que algún médico viene"

El rubio no respondió y a los segundos entró enfurecido.

-Franchesco, ya mismo te vas de aquí -siseo cuando lo vio sobre su hermano. Seba lo tenía fuertemente sujeto por el cuello y el pelinegro había pasado la mano por debajo del pantalón del pelirrojo y lo masturbaba.

-Hermano, no, por favor!! ya se irá!! quiero estar con él! por favor -le rogó.

Ale los miró a ambos, estaban rojos y transpirados.

-Esqui, esto te puede hacer mal, estás débil.

-Esta bien, no haré nada, solo quiero besarlo, pero cuida la puerta -rogó Franchesco -dame 3 minutos, 3!

Ale los fulminó con la mirada.

-Dos minutos y medio -les gritó y salió.

Seba comenzó a levantarse y se quejó cuando sintió una puntada en las costillas.

-Ni loco te mueves de la cama, déjame que yo arreglo el problema -le bajó el pantalón y llevó la cara hasta la pija del pelirrojo para metérsela en la boca y comenzar una mamada vertiginosa, Seba jadeó fuerte mientras le bajaba lo suficiente el pantalón deportivo que su pelinegro tenía y sacaba la polla dura. En la cama, ambos de costado, se chuparon mutuamente llenando la habitación de sonidos acuosos, de chupetéos desesperados.

No llegaron a ocupar los 3 minutos que habían pedido, en menos de dos acabaron en la boca del contrario. Franchesco se acomodó la ropa con las piernas temblando y mientras miraba hacia la puerta, acomodó el pantalón de su pelirrojo y lo tapó nuevamente.

Seba tenía los ojos cerrados, estaba muy agitado pero una sonrisa llena de semen le marcaba el rostro.

-Quita esa cara de degenerado que tienes o todos los doctores se van a dar cuenta de lo que hicimos.

-Me vale verga -susurró sin fuerzas y sin abrir los ojos.

***

Dos años después: era un martes cuando Seba abandonó definitivamente el hospital psiquiatrico libre de todo cargo.

Nunca había podido recuperar los quince quilos perdidos pero ya no era un esqueleto como aquella vez, se había dedicado a estudiar y estaba en la mitad de la carrera del profesorado de literatura con notas sobresalientes.

Durante ese tiempo había tenido leves ataques de ansiedad y la medicación había vuelto pero no con las dosis que lo dejaban sin ganas de vivir.

La relación con Franchesco se había afianzado a tal punto que juntos habían tomado la decisión de abandonar la ciudad.

A Seba le faltaba poco para recibirse y sabía que nadie contrataría a un profesor que había estado internado en un psiquiátrico por asesinato, no importaba que intentaran explicar que no constituía un peligro para nadie porque el 90 % de su crisis había estado ligada al cáncer benigno que tuvo en el cerebro y el 10% restante al acoso del hombre que los había maltratado psicológicamente durante años. La condena social estaba sellada en el lugar donde residía.

En un primer momento la idea fue de Seba, se iría, buscaría empleo y vendría a estar con Franchesco los fines de semana. Pero el pelinegro se negó categóricamente a mantener la relación de esa manera. Eso le valió una discusión y un distanciamiento de unos tres días, pero el pelinegro apareció ese viernes y le hizo prometer que no pasarían nunca más un fin de semana separados.

Así que ahí estaban los dos, de la mano, dos años después.

Seba subió al auto en el que Franchesco lo pasó a buscar y fueron primero a la casa del pelirrojo a buscar las maletas. La madre intentó convencerlo para que se quedara, pero Ale desde atrás sonreía y le hacía señas negativas a su hermano.

Seba lo veía y se sentía feliz por él también. Agradecía que hubiese tenido a Cesar a su lado en los peores momentos.

La madre lo besó y él le prometió que todas las semanas vendría a verla.

Ale se acercó y lo abrazó fuerte, le acomodó la melena pelirroja que tenía sujeta en una coleta bien arriba de la cabeza y luego le apretó la mejilla.

-No te voy a perdonar que te hayas quedado con mi mejor amigo.

-No es así, sigue siendo tu mejor amigo. El que me lo esté cogiendo no cambia eso. -retrucó Sebastian.

Fran largó la carcajada desde el auto.

-Que tengas suerte, Esqui.

-Gracias hermano!

Se abrazó también a Tomás que estaba en la vereda y tuvo que consolar a Mariana que lloraba a moco tendido, no había manera de calmarla, ni aun diciéndole que todas las semanas la vería.

La despedida en la casa de Franchesco fue distinta, la madre del pelinegro era la que les había buscado el departamento que ahora alquilaban en la ciudad vecina y tenía la firme convicción de buscar trabajo ahí para ayudarlos mientras se acomodaban. El pelinegro ya había conseguido un empleo y creía que no necesitarían nada pero la mujer no admitía negativas y Seba se sintió cómodo con aquello.

Emprendieron el viaje a las 4 de la tarde. 

Eran sólo 3 horas de distancia.

En la ruta, mientras Franchesco conducía y tarareaba la canción que reproducía la radio, Seba se dedicó a mirar el paisaje desierto.

Unos pájaros negros sobrevolaron el cielo y él sintió el impulso de sacar la cabeza por la ventanilla para mirar si las migajas de pan aun seguían ahí.

No había migajas, pero a la distancia vio el agujero, aun estaba, casi cerrado, casi inexistente... pero aun presente, como un monstruo escondido y dormido.

-Todo bien? -preguntó Franchesco cuando Seba se sentó correctamente en su lugar.

El pelirrojo le regaló unos hoyuelos luminosos (y también mentirosos, había aprendido a realizar la sonrisa de mentira para no asustar a los que lo rodeaban).

-Si no me sueltas la mano nunca... todo estará bien.

Y Franchesco alejó una mano del volante y la apretó a la suya.

Seba suspiró y cerró los ojos.

Los cuervos volaban lejos, pero a veces, sólo a veces, de noche los escuchaba graznar.

 

 

FIN

 

N/A: Si llegaste hasta aquí, mil gracias por leer este fic y darle apoyo. 


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