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ESQUIZOFRENIA por juda

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Daiana se aferró a su brazo y antes que llegaran, lo reconoció.

-Ese no es El Esqui? -preguntó -vamos para otro lado, he escuchado que esa clase de tipo puede reventar en cualquier momento, capaz que tiene escondida un hacha y nos mata a todos, las películas de terror siempre se basan en personajes como él. -comentó divertida y Franchesco giró. La observó serio. La castaña parpadeó sin entender la reacción y recordó que su mejor amigo era el hermano del loquito.

-¿En serio dicen eso de Seba?

-Perdón, no quise ser grosera. No se lo digas a Ale, es una broma nada más.

-Pues las bromas que hacen son el puto asco -respondió molesto y sacó con fuerza el brazo que ella estaba agarrando para seguir caminando decidido hasta Seba. El pelirrojo ahora estaba apoyado en un árbol con Tomás al frente y llevaba el vaso directamente a la boca.

-SEBA -gritó Franchesco mientras corría hasta él y de un manotazo le tiraba la bebida que estaba por tomar.

El movimiento brusco hizo que el vaso le rebotara de mano en mano antes de caer, en el ínterin se tiró el líquido en la remera y la cara.

-Eh amigo, que mierda te pasa? -gritó Tomás asustado mientras ponía a Seba a sus espaldas y empujaba al pelinegro.

-¿Que qué me pasa? Qué mierda te pasa a vos! ¿qué le diste a Seba? Él no puede tomar alcohol!!!

-¿Quien eres? -preguntó Tomás, Seba le puso la mano en el hombro a su castaño amigo y lo hizo a un lado delicadamente.

-Hola Franchesco -saludó el pelirrojo mientras se secaba la cara con la mano -No era necesaria tanta violencia.

-Lo conoces? -cuestionó Tomás sin apartarse de Sebastian.

-Si, es el amigo de mi hermano.

"El amigo de mi hermano", Franchesco cerró con fuerza los puños, Seba siempre había puesto distancia con él. Nunca había logrado ser su amigo, siempre era "el amigo de su hermano", no importaba que habían pasado interminables momentos juntos, que había ido a su casa a comer, que lo había acompañado al hospital un par de veces, que lo sostuvo en varias ocasiones durante esas dos semanas de locura.

Tomás se puso junto al pelirrojo mientras lo tomaba por la cintura de manera posesiva.

-Tranquilo bro, te enervaste al pedo, era agua. -aclaró el castaño.

Franchesco lo miró y cuando vio que la sonrisa amplia que tenia Tomás le provocaba otra a Seba, decidió que ese tipo no le caía bien.

-¿Era agua? -le preguntó al pelirrojo aun sin creer.

-Era agua. Sé que no puedo tomar alcohol, tranquilo, no era necesario que te pongas en calidad de hinchabolas.

-Te cuido y me dices así?

-No necesito que me cuiden, y mucho menos tu. Soy mayor, Franchesco, me tratas como si fuera un pinche retrasado.

El pelinegro hizo dos pasos hacia él, le levantó el cuello de la remera, se agachó acercándose al pecho del pelirrojo y olió el líquido... era agua.

-Eh! -protestó Tomás poniendo una mano en el hombro de Franchesco para alejarlo, el pelinegro dejó escapar una risita que distaba mucho de ser alegre.

-¿Desde cuando te crees dueño de Seba?

-No me creo dueño, pero no sé quien eres y estas invadiendo su espacio personal.

-Ya te dijo él que soy el amigo de su hermano.

-Ok, y yo soy el amigo de Seba, así que por favor, aléjate. Vamos a otro lado Sebastian, pensé que nos íbamos a divertir pero se me hace que estaremos mejor en mi casa mirando series.

Franchesco miró al pelirrojo con la esperanza que se negara, pero el chico estaba absorto contemplando el rostro del castaño y eso le cayó como patada al hígado.

-Te dije que era mejor quedarnos en tu casa -respondió Seba mientras giraban y se iban juntos, sin despedirse, sin que el pelirrojo lo mirase.

Seba y su frialdad.

Seba y su lejanía.

Seba y esa manía de provocarle un dolor agudo y extraño en el pecho.

El pelirrojo nunca entendería de la soledad que cargan los hijos únicos, Franchesco lo quería como si fuese su propio hermano, por eso se preocupaba tanto, por eso había días que pensaba demasiado en él, por eso... (Miró hacia la casa: Ale conversaba alegremente con César)  por eso, iba a seguirlo.

***

La casa de Tomás estaba a unas 6 cuadras de la fiesta.

El castaño rodeo los hombros de Seba con el brazo y caminaron tranquilos.

-y ese chavón? que onda? -preguntó cuando vio que su amigo pelirrojo no tocaría el tema por su propia cuenta.

-Amigo de Ale.

-Si, eso me lo dijiste, pero siempre te trata con tanta falta de respeto?

-Si

Tomás largó una carcajada aguda y Seba rió ante ella, era imposible no reírse ante la risa de su amigo. El castaño sonreía y el mundo dejaba de respirar para sonreír también. Era así. Tenía la risa más contagiosa que había tenido el placer de conocer.

-¿Y por qué lo dejas?

-¿y qué quieres que haga?

-No es lo que yo quiero que hagas, es lo que vos deberías... ¿o no te molesta?

-Si!!! A veces siento que tiene miedo que enloquezca y mate a todos! Te juro, creo que más que cuidarme, está cuidando a los demás. Soy como el monstruo dormido.

-Bueno, en ese sentido no le puedo echar la culpa, si tienes cara de loco.

Seba se deshizo de su agarre y le pegó una patada en el culo, Tomas volvió a reír estrepitosamente y Seba lo imitó.

-¿Te conoce desde hace mucho tiempo?

-Si, desde que él era un crío!!! soy mayor por 1 año y medio.

-¿Te vio durante tu crisis?

-No lo recuerdo, no sé que hacía cuando estaba en medio de la psicosis, no recuerdo casi nada de esas semanas. Pero supongo que si.

-Cuando mi hermana aun no estaba medicada, tenía fases de manías, así le llaman a un cuadro de euforia exagerada que tienen los bipolares, y es muy creepy, el que no está acostumbrado puede llegar a impresionarse. Supongo que eso le pasó a él, lo dejaste medio traumado y debe tener miedo por Ale.

-Si, yo también pensé lo mismo. Pero puedo jurar por mi psiquiatra que estoy bien cuerdo, las posibilidades que se repita mi crisis es casi inexistente así que debería superarlo!!

Estaban llegando a la casa de Tomás cuando el pelirrojo recibió un mensaje en el celular, mientras su castaño amigo entraba, él lo leyó. 

Era su madre.

Ale, él y ella había salido de la casa durante la mañana para evitar posibles enfrentamientos con el borracho de su padrastro y sus amigos, pero ella había regresado.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo... ¿qué la hacía volver? Siempre decía que tenía que cuidar la casa porque eso quedaría para él y su hermano, pero Seba presentía que regresaba para cuidar al borracho, para que no cometiera locuras, como si no las cometiera casi todos los días en el propio cuerpo de la mujer.

El mensaje le decía que regresara a buscarla, que estaba escondida en la pieza de Ale, que ingresara por el fondo y la ayudara a escapar. Que no se dejara ver.

Siempre le escribía a él. Tenía un lazo fuerte con él y en ese momento maldijo ser el menor y el más cercano a ella.

Tragó duro para que las lágrimas de desesperación no hicieran acto de presencia. Ella sabía que tenía que cuidarse de situaciones que le generen mucho estrés, pero ahí estaba el mensaje pidiéndole que la buscara, a escondidas, en la boca del lobo.

-¿Pasa algo? -preguntó Tomás desde el interior de la casa, mirándolo con curiosidad.

-Ale me dice que me tiene que dar la campera -le dijo mientras retrocedía.

-Vamos los dos.

-No, él está en camino, lo encuentro en unas cuadras más. Seguro me va a dar lata porque lo traté mal a Franchesco. Demoro un poco, pero no te duermas.

-No! vas a pasar aquí la noche, ¿verdad?

-Si!

-Ok, toma la llave.

-¿La llave?

-Si, te doy las mías, para que entres sin problemas.

-Ok, gracias Tomás, ya vuelvo.

Seba caminó en dirección a la fiesta, pero cuando sintió que la puerta se cerraba cambio de dirección y comenzó a correr hacia su casa.

***

Seba le decía a Tomás que su hermano le tenía que alcanzar una campera. Era imposible. Ale no se había cambiado en su casa, estaba vestido con su propia ropa.

Franchesco se incorporó para escuchar mejor, estaba en cuclillas detrás de unos matorrales. Ahora le decía que tal vez demoraría porque su hermano le recriminaría haber tratado mal a... sonrió. Era extraño como sonaba su propio nombre en esa voz gruesa.

¿A donde iría?

Comenzó a caminar hacia la fiesta.

Tal vez no tenía ganas de estar con Tomás.

Otra sonrisa más amplia.

Pero de pronto la puerta se cerró y Seba cambio la dirección y corrió.

¿Hacia donde corría?

¿Corría hacia...?

Dios! Seba regresaba a su casa.

Franchesco no lo pensó dos veces y corrió detrás de él.


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