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ESQUIZOFRENIA por juda

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-¿Cómo que vamos a ir a la 1? a esa hora no pasa nada!

Ale se quejaba mientras su amigo lo sacaba de la casa a los empujones.

-No puedo ir tarde, me tengo que encontrar con ella a esa hora en el Rapsodia -le explicó Franchesco, el rubio volteó con una sonrisa pícara.

-¿Me la presentarás?

-Primero veré si ella quiere ser presentada, en una de esas no pasa de esta noche.

-Ok! no me empujes! -gritó sacándose las manos de encima de su amigo -me voy a casa, me baño y regreso a buscarte. Intentaré que mi madre no me vea así no me de lata con El Esqui.

La palabra mágica: "Esqui". Franchesco dejó de empujarlo.

-Por? qué pasa con él?

-Ya consiguió trabajo y quiere que regrese a la casa para que ayude con los gastos. El muy sorete parece que no tiene pensado regresar. ¿Recuerdas la hermana de Tomás? es una friki como él, le gustan los libros. Bah! la rarita y Tomás son como Seba. Supongo que se siente más cómodo entre raritos que con su propia familia.

-A Tomás también le gustan los libros?

-Si! libros, películas, series, todas esas choteces de intelectuales que le gustan al Esqui. El Tomás es un universitario, se pasan todo el día hablando de esas pelotudeces, son unos amargados. Esta semana me lo crucé al Esqui y andaba como loco porque la rarita de la hermana de Tomás le había regalado una novela de no se quien! Parece que hasta a mi me cambió. Si me llego a enterar que se va con ellos al psiquiatra y no me busca para que yo lo lleve, lo voy a mandar a la mierda.

Franchesco sintió una punzada de celos. A él no le gustaban los libros, si pudiese alejarse de ellos por el resto de su vida sería feliz. Pero su Seba los amaba y había encontrado gente como él.

-Tu madre tiene razón. Seba debería regresar y ayudar con los gastos de la casa. Vos como el mayor tienes que ordenarle que regrese -sugirió el pelinegro, Ale levantó los hombros en señal de que no le importaba y salió.

***

Entraron al Rapsodia a la 1 y 45 minutos. A Franchesco el corazón le rebotaba entre las costillas, estaba nervioso, ansioso y con la urgente necesidad de desaparecer de ese lugar cuanto antes, pero debía dejar a Ale entretenido para que no se diese cuenta de su retirada.

Lo llevaba empujando por los hombros hacia la barra, en el trayecto vio a Cesar sentado en una esquina así que lo redirigió, Ale iba a preguntar qué estaba haciendo cuando vio al pálido en su camino y comenzó a caminar con energía. Cesar lo vio llegar y sonrió.

El paliducho rara vez sonreía, a menos que viera a su rubio amigo, ahí le cambiaba el rostro: los ojos le desaparecían y mostraba sus dientecitos pequeños en sonrisas tímidas.

-Hola! -dijeron los dos al unísono.

Franchesco quedó a unos pasos de distancia, esperando con ansias que su rubio se sentara al lado del amargado paliducho. Cuando vio que no se sacaban los ojos de encima y que Ale tomaba asiento, giró y salió corriendo del Rapsodia.

Eran las 2 y 15 cuando llegó a la casa de Tomás.

El pulmón le quería estallar, había corrido como si la parca le estuviese lamiendo los talones.

"Ya estoy"

"donde estás?"

"Afuera, sal"

Luego de unos segundos, la puerta se abrió con mucha suavidad, dentro de la casa se escuchaba el sonido de un televisor.

-¿Te estás escapando? -susurró Franchescho cuando lo vio llegar a hurtadillas.

-Más o menos, creen que estoy en el cuarto, durmiendo. ¿a donde vamos?

-A mi casa!

Seba quedó paralizado.

-No hay nadie en tu casa?

-Mi madre duerme, deberemos entrar en silencio, te dije que sería toda una aventura.

El pelirrojo sonrió en señal de asentimiento y comenzaron a correr, cuando estaban en la esquina, en una zona llena de árboles y lejos de las miradas ajenas, el pelinegro se detuvo y lo acorraló. No iba a aguantar hasta llegar a su casa, necesitaba tocarlo.

Franchesco lo tomó del brazo para que se detenga y lo puso de espaldas al muro, pero fue Seba el que le tomó de la nuca y lo acercó con tanta desesperación que la lengua del mayor primero chocó con sus labios antes de que el menor pudiera darle el permiso para la intromisión.

Seba jadeaba mientras lo besaba como nadie nunca lo había besado. Franchesco pegó su cadera a la de él y notó la pija erecta del pelirrojo.

Llevó la mano hacia ahí y la agarró con fuerza, Seba soltó el beso que lo estaba demoliendo y gimió con fuerza, el pelinegro casi se corre en ese mismo lugar con tan solo ver el erotismo que derrochaba el mayor. Seba era la seducción materializada, y con la pija dura y jadeando era el erotismo llevado a su máxima expresión.

Tenía que llegar cuanto antes a su dormitorio, lo tomó de la mano y corrieron lo que les faltaba con los dedos entrelazados, cada uno totalmente consciente del calor que emanaba la mano del otro.

Entraron a la casa intentando no reírse de la travesura que estaban haciendo, corrieron hasta el dormitorio en puntas de pie, chocando con las sillas cuando pasaron por el comedor y se encerraron en el cuarto con llave.

Apenas Franchesco volteó se encontró con las manos del pelirrojo que comenzaron a desnudarlo con urgencia. Seba se lo quería comer entero, y eso a él lo estaba matando del gusto.

Se sentía bien ser el objeto de deseo de un hombre como el pelirrojo.

-Que hermoso que sos -le dijo mientras le mordisqueaba los pezones, el pelinegro sonrió halagado, en ese momento la situación se sentía surrealista, nunca había contemplado la posibilidad de que le gustara a Sebastián.

Seba siempre había sido una especie de zeus inalcanzable, y ahora lo tenía pegado a él, lamiendole todo el pecho.

El pelirrojo terminó de sacarle la remera entre chupeteos de pezones y cuello, y cuando bajó hasta los pantalones, se arrodilló.

Los bajó lentamente, tomando el boxer también, la pija dura de Franchesco saltó apenas fue liberada de la ropa interior y cuando chocó contra el rostro del pelirrojo, él se adueñó de toda la pija con la boca. Y no lo hizo con suavidad y tampoco de a poco, fue brutal y de un solo bocado. Se la metió entera en la boca, hasta la garganta. A Franchesco le temblaron las piernas, puso los ojos en blanco mientras le acariciaba el cabello.

Tener a Seba arrodillado en la oscuridad, comiéndole la pija y haciendo ruiditos de succión era convertirse en dios y ser el dueño del universo.

-Franchesco, sos vos? -gritó la voz de la madre desde la cocina.

Seba se paró de golpe y retrocedió hasta golpear la espalda con la pared, Franchesco se puso bien el pantalón y se abalanzó sobre el pelirrojo y le tapó la boca riéndose.

-Soy yo mamá, perdón si te desperté.

-Escuché sonidos en tu pieza, porqué regresaste tan pronto?

-Ya volveré con los chicos, estoy esperando a que Ale me mensajée, estaba viendo la tele.

Franchesco sacó la mano de la boca del pelirrojo y la suplantó con su propia boca.

-Ok, estoy preparándome un té, me desperté con dolor de estómago, creo que no me hizo bien lo que cenamos. Quieres un té?

El pelinegro se separó un milímetro solo para contestar mientras terminaba de desnudar al pelirrojo.

-No mamá, gracias, tómalo tú en la cama, yo cuando regrese retiro la taza de tu cuarto.

-Gracias hijo!

Cuando los dos cayeron sobre la cama, ésta crujió, así que Franchesco prendió el televisor para tapar los ruidos.

Se dio cuenta que así era mejor, con la luz que emitía el aparato, podía ver en detalle al pelirrojo, eso quería: cogerlo mientras lo miraba.

En la cama, Seba volvió a tomar el control, lo hizo acostar boca arriba, bajó besándolo, lamiéndolo, mordiéndolo hasta llegar a los testículos y siguió bajando hasta encontrar su entrada, le levantó las piernas y las puso sobre su espalda. Dentro de todo el placer que estaba sintiendo, Franchesco percibió los dedos del pelirrojo, perforándolo. Dio un brinco.

-Tranquilo -le susurró desde abajo. -No te va a doler.

¿Cómo sabía que era virgen en ese sentido? Había tenido sexo con mujeres y con un hombre, pero siempre fue él el activo.

Suponía que se daba cuenta porque las piernas comenzaron a temblarle de los nervios, el susto, la ansiedad, el placer que le estaban dando.

Seba se levantó y buscó el pantalón que había quedado en el piso, hurgó en los bolsillos y sacó un preservativo con un sobre de gel.

Franchesco tragó saliva, Seba había venido decidido a cogerlo.

Dejó que lo dilatara con el gel puesto en su culo y en los dedos del pelirrojo, se calmó un poco cuando Seba se dedicó a besarlo dulcemente mientras lo preparaba. Hizo algo que no solía hacer: abrazó.

Abrazó al pelirrojo, lo aprisionó entre sus brazos hasta sentir todo el calor del pecho del hombre sobre él, pronto se dio cuenta que no solo lo había aprisionado con sus brazos sino con las piernas también.

Seba se dejaba querer y lo trataba con tanta dulzura que era imposible no crear una conexión importante, no estaban cogiendo... estaban haciendo el amor!

Cuando Seba lo penetró, todo fue perfecto, el pelirrojo se tomó su tiempo, lo masturbó, lo acarició, lo besó, hasta que su cuerpo se amoldó a la intromisión de la pija y cuando ésto sucedió, el hombre comenzó a taladrarlo con una energía que iba in crescendo, hasta que Franchesco comenzó a gemir tan fuerte que Seba tuvo que taparle la boca porque parecía que iba a gritar más alto que el volumen del televisor, entonces los dos enloquecieron y Seba le dio estocadas profundas, violentas y descoordinadas, y Franchesco apretó el cuerpo del pelirrojo contra el suyo para que mientras sentía que le perforaba la próstata, los mismos movimientos sirvieran de masturbación. Llegaron al clímax de manera brutal, el pelinegro le mordió con fuerza la mano que le tapaba la boca y Seba a su vez se apropió de su cuello y lo succionó con delirio mientras el orgasmo los llevaba al límite de la locura.

Le petite mort.

Cuando las respiraciones comenzaron a ceder a la agonía por la que habían atravesado, Seba se levantó de su cuerpo. 

Lo besó profundamente, se vistió y huyó amparado por la oscuridad.


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