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Un viaje de placer por SexyYuri69

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Capítulo 2

 

La sensación de tener la boca llena con la virilidad de un hombre, es algo que no tiene comparación. Era una clase de mezcla entre lujuria, morbo y una excitación tal que incluso comenzaba a ser dolorosa entre mis piernas. Era como un paraíso en mi lengua.

El pene de Mac, su grosor, que es lo más importante a fin de cuentas, me llenaba la parte interna de la mejilla. Luchaba por chupar toda su longitud, brindándole caricias húmedas con mi lengua. Él me sujetó de la cabeza con la esperanza de que mi mamada fuera mucho más profunda, más violenta.

Me saqué su miembro de la boca y mientras lo besaba en el glande, alcé los ojos hacia él. Estaba mirándome con una atención que delataba no sólo placer, sino una cierta autoridad que me ponía como loco. Él sabía que me tenía a su merced, y que claramente estaba disfrutando con las carnes que su cuerpo tenía para ofrecerme. Era una mirada que enamoraría a cualquier persona. Una sonrisa ladina que estaba entre lo tierno y lo perverso.

—¿Qué sucede? ¿No te gusta? Prueba más abajo.

Eso era como un desafió. Yo estaba al borde de perder la locura. Me fui al sofá y me desabotoné los pantalones. Mac ayudó y los tiró al otro lado de la sala. También me quitó la ropa interior y la camisa. Se sentó sobre mis piernas y acarició mi cuerpo, concentrándose más en mi pecho y en mis hombros.

Mi erección era tan colosal como la suya. Nuestros glandes estaban en contacto directo, rosándose igual que dos serpientes a punto de copular. Se pegó a mi cuerpo y me besó justamente en los labios. Frotó sus caderas, aumentando así la fricción entre nuestros penes.

—Sigue chupando, pequeño.

—No me digas así —repliqué, fingiendo que me molestaba la forma en la que se burlaba de mi baja estatura.

Hice a un lado mis mechones rizados y descendí con besos por su vientre hasta volver a tomar su polla con mi boca. Mamé la punta sonrosada y luego, recorrí con la lengua un camino de saliva hasta sus bolas. Jugué con ellas, chupando una y luego otra como si se tratara de caramelos. Sentí el calor que desprendían sus testículos y el peso que estos ejercían contra mis labios. Vulgarmente podría decir que tenía los huevos de un toro, pero francamente, no me gustaba hablar así.

Masturbé a Mac durante un rato mientras mordía delicadamente sus testículos. Los bañé de saliva y una vez me sentí listo, me di media vuelta y me apoyé en los reposabrazos del sofá.

Mac se aproximó. Sus gruesas manos me dieron una nalgada que me hizo sonreír. Se encaramó contra mi espalda y permitió que su lengua resbalara dócilmente a lo largo de toda mi columna vertebral.

De repente, vinieron a mí las imágenes de Josh y yo haciendo el amor. La tristeza de lo que él me había hecho, por un momento, amenazó con romper la corriente de placer que Mac estaba brindándome. Mis ojos se llenaron de lágrimas y también de rabia. Yo había sido una buena pareja con Josh. Fui comprensible incluso cuando él quiso terminar y le dije que no permitiría que las cosas entre nosotros se arruinaran. Le prometí que haría de todo para que nuestra relación fuera feliz. Él juró que haría de su parte; y sin embargo, cuando me dijo que se había enrollado con su compañero, no pude sino sentir una furia que me caló el alma mil veces.

Y esa furia ayudó a que me dejara penetrar por Mac.

Mi amigo separó un poco mis nalgas y acarició mis testículos con la punta caliente de su glande. En un momento, advertí su resbalosa lengua lamiendo la entrada de mi recto. Me sacó una serie de carcajadas que resonaron por toda la casa. Él también se rio.

—¿Qué tienes?

—Siempre me ha dado risa cuando me hacen eso.

—¿Esto? —preguntó, divertido antes de volver a besarme—. Me sorprendes. Viéndote, nadie diría que te encanta por atrás.

—¿De qué hablas? —arrugué los ojos cuando sentí la presión de su polla abriéndose camino a través de mi entrada. Mi respiración se agitó un poco cuando la presión hizo que todo mi cuerpo se encendiera como una antorcha.

—Bueno, no tienes una apariencia afeminada. Eres más bien una clase de Harry Potter. Sólo te faltan los lentes.

—No me compares con… mi ídolo.

—Rata de biblioteca.

—Rebelde sin causa.

—No soy rebelde. Sólo vivo la vida como si no hubiera un mañana. Joder.

—¿Qué?

—Estás muy estrecho.

—Cállate.

Me dio otra nalgada. Gemí cuando Mac convirtió una leve penetración en un vaivén más pronunciado. Me aferré al esponjoso sillón al mismo tiempo que cerraba los ojos e intentaba que mi cuerpo resistiera las embestidas de Mac. Él lo estaba haciendo lento, pero a una velocidad constante que me hizo ver las estrellas detrás de mis párpados.

—Creo que me voy a venir más rápido de lo que creí.

—Pues eso no me importaría —me dijo al momento que me daba otra nalgada.

Dirigí mi mano a mi entrepierna y empecé a tirar de mi polla hasta que fue doloroso. Joder. El placer era algo inenarrable. El punto g estaba siendo estimulado al máximo.

—Terminaré.

Mac se apresuró a salir de mi cuerpo y me dio la vuelta. Logró poner su boca alrededor de mi pene mientras este se estremecía con cada chorro de esperma que viajaba hasta su garganta. Mientras bebía de mí, él se fue masturbando hasta que también eyaculó. Los disparos blancos surgieron a presión y en gran cantidad. Quería tenerlos en mis labios, pero no me podía mover con Mac succionando hasta la última gota de mi semen.

—Bienvenido a América, niño.

—Gracias…

—Acabo de beber tu esperma ¿Es todo lo que tienes que decir?

—¿Qué más quieres que te diga? —sonreí.

Me ayudó a levantarme y cruzó un brazo por encima de mi hombro. Caminamos desnudos hasta la cocina.

—Lo siento si no puedes caminar. Soy muy rudo en ocasiones.

—Me acabo de dar cuenta. ¿Me dejas vestirme?

—¡Claro! Aunque aquí andamos desnudos.

—¿Andamos?

—Tengo una compañera de piso. No te preocupes. Es lesbiana, así que no dirá nada sobre nosotros. Aquí al lado también vive un amigo que es gay y, créeme, tiene algo muy bueno entre las piernas.

—No vine a coger, Mac.

—¿Disculpa? —me presionó el pene de una forma dolorosa. Retrocedí.

—Vine a arreglar las cosas con mi novio.

—No estás haciendo un buen trabajo.

—Cállate —me coloqué la camisa y los pantalones.

—Te mostraré tu habitación. Instálate. Yo saldré al trabajo. Mary deberá llegar en una hora, más o menos. Puedes ir con ella a comprar algo al súper mercado.

—Sí. Y Mac.

—¿Qué?

—Gracias por…

—Cuando quieras, niño —me regaló un último beso mientras subíamos por las escaleras.

Notas finales:

Comenten! me encantaría si les ha gustado y de esa forma podré actualizar más seguido


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