El sol empezaba a asomar desde las lejanas montañas de aquel brillante reino. Todo estaba en completa paz y silencio, si se concentraban, incluso podían escuchar la suave respiración de aquellos que dormían, esperando a que el sol terminara de alzarse y dar paso a un nuevo día.
Un cuerpo delgado, luchaba por mantener los ojos cerrados aún, y concentrarse en volver a tomar el sueño, sin embargo la vida le tenía otros planes, y muy a su mala suerte, con un suspiro, abrió con pesadez sus brillantes ojos color esmeralda. Observó la habitación en la que se encontraba, despertando de nuevo en la misma aburrida rutina que le esperaba día tras día desde que aquel accidente ocurrió.
No era su culpa, claro que no. Él, el dios de las mentiras, del caos, el grandioso mago de Asgard, príncipe de ambos reinos, engañado por un maldito alfa con el mismo comportamiento que un tozudo hombre de las cavernas. A estas alturas del proceso, aunque ya acostumbrado a su nueva vida, seguía depositando toda la culpa en el joven heredero al trono de Asgard, el mismísimo hijo de Odín, Thor.
Por qué realmente no era su culpa, no lo era haber visitado en un inició Midgard para traer al irresponsable y calenturiento de su hermano a Asgard, sacándolo de entre las piernas de aquella molesta mundana de nombre Jane Foster. Tampoco era su culpa haber reaccionado ante el imprevisible celo de su hermano y mucho menos el haber cedido ante él.
Loki era fuerte, se mentalizaba una y otra vez de que él había podido rechazar a su hermano y propinarle un buen golpe, pero Thor se aferró a él con tanta fuerza que le fue muy complicado defenderse o deshacerse del agarre, las feromonas se esparcieron y, finalmente, el resistirse fue imposible.
Aquel accidente había ocurrido siete meses atrás, y las consecuencias no tardaron en hacerse presentes.
Enfrentar la ira de Odín tan solo fue la punta del iceberg. La reacción de Thor tampoco fue la más esperada, y era entendible debido al amorío que mantenía con la midgardiana. Aún así, a Loki tampoco le importó que el suceso se hiciera saber por todo Asgard, ni el próximo matrimonio que le recomendaron, o más bien, impusieron con el joven príncipe. Deshacerse de Thor sería realmente fácil, no lo presentaba un grave problema después de todo, o eso pensaba.
Todo terminó de estallar, tras varias semanas en las que su propio cuerpo se sintió completamente extraño. Solo había un diagnóstico: embarazo.
Llevaba en su vientre al futuro heredero de Asgard, y todo aquello que en un principio no le tomó importancia, comenzaba a hacer salir su molestia e incrementar su mal humor. Lo que el de cabellera azabache más odiaba, era sentirse encerrado, inútil y, por sobretodo, tener que cumplir las ordenes de aquellos a los que una vez soñó en considerar sus sirvientes.
Loki estiró su cuerpo, en un intento de desperezarse, o al menos lo intentó. Tuvo que resistirse de inmediato ante la presión en su baja espalda y los continuos revoloteos de su hijo no nato en su vientre.
"Inquieto como el estúpido de Thor" pensó. Una fuerte patada desde su interior en uno de sus costados le dejó sin aire. Su cuerpo se dobló hacía delante, resintiéndose por la molesta sensación y llevando una de sus manos al lugar lastimado, dejando suaves masajes que lograran aliviar el dolor.
— Bien, bien, pequeño engendro. No te compararé más a ese estúpido dios del trueno. — Pudo sonreír de lado ante el suave movimiento que hizo el bebé no nato, como si estuviera realmente conforme ante las palabras de aquel que lo cargaba en su vientre. — Tal vez puedas parecerte a mi. . .
— ¡Loki! — La puerta de repente fue abierta, y una figura para nada grata aparecía por la puerta.
El dios de las mentiras se sobresaltó tanto, que incluso el niño en su vientre detuvo todo movimiento, o tal vez tan solo se cansó de moverse y volvió a dormirse.
Tras el susto recibido, frunció con notable molestia el ceño, y con algo de dificultad debido al abultado de su vientre, logró pararse y cruzar los brazos sobre el mismo.
Su posición, encarando a aquel sujeto, era de completo desagrado y, aunque no lo admitiera, defensa ante su cachorro. Lo admitiera o no, Loki seguía siendo un omega, y por instinto, el proteger a sus cachorros nublaba todo rastro de juicio en su cabeza.
— ¡Loki! — El sujeto avanzó un paso, Loki retrocedió un poco. — ¿Por qué?
— ¿Te preguntas el por qué? ¿Debo darte ahora clases de reproducción?
— ¡No necesito eso! Quiero una explica-
— ¡¿Una explicación ahora?! Serás maldito. . . — Sus dientes rechinaron ante la molestia, sus manos, ahora a sus costados, se mantenían en puños que fuertemente mantenía apretados. — ¿Te atreves a pedir una explicación luego de desaparecer por meses? Oh Thor, creo que no la necesitas.
— ¡No sabía que estabas embarazado! Si así hubiera sido, yo. . . yo. . . — El de cabello rubio no sabía como procesar toda la información.
Había regresado a Asgard luego de meses. Su ausencia siempre se debió a que no podía terminar de procesar aquel extraño suceso, no cuando era una relación prohibida, y no por ser hermanos, eso era lo menos importante. Un alfa hombre con otro alfa hombre. . . ¿Qué clase de aberración era esa? Él, acostándose con Loki, durante su celo, con un alfa. . . por qué Loki era un alfa ¿verdad?.
Había vivido engañado toda su vida, y tal vez ahora entendía la perseverancia de su padre en hacer notar las diferencias entre ambos. Loki había sido presentado por él mismo ante todos como un Alfa, aunque podían notarse las diferencias de las cuales el menor escaseaba, se había escondido bajo el prospecto de que aún no terminaba de desarrollarse.
¿Quién habría dicho que todo sería falso? ¿Qué realmente era un omega ensalzado con profundas ganas de poder que usaba sus técnicas para pasar desapercibido como un alfa en desarrollo? ¿Para qué? ¿Obtener beneficios a caso?
La cabeza de Thor aún no terminaba de procesarlo, y a su dolor de cabeza tan solo se le añadían más problemas.
El género alfa, ahora omega de Loki. El más que evidente estado de gravidez que este portaba. El futuro heredero al trono de Asgard. El matrimonio al que debía someterse y por último. . . Su relación con Jane.
¿En dónde se había metido por ceder ante los instintos de su estado más primario?
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No tenían señales del hombre de acero desde hacía un tiempo. Ya debía haber regresado con Steve Rogers completamente sano y salvo, y sin embargo no tenían de la mínima noticia de su paradero.
La joven espía rusa caminaba por la habitación como gata enjaulada, o bueno, al menos lo intentaba, arrastrando su pierna aún en proceso de curación y parándose sobre la pared cuando esta empezaba a doler. La tensión se sentía en el aire, sobretodo tratándose sobre HYDRA, Steve y Tony.
No era de esperarse que al de menor altura el rubio no terminaba de caerle y, aunque aceptaba que era un buen vengador, tal vez de los mejores, y que sus estrategias eran tan buenas como su inteligencia, jamás superaría el intelecto superior de Anthony Stark y, por ello, a vista de todos, le consideraba inferior. Sin embargo, no era un pensamiento meramente único y dirigido a Steve, en general, Tony tenía una visión igualitaria de todos sus compañeros.
— ¿Por qué no regresan. . .? — Un sonido procedente del exterior les hizo voltear hacia la ventana, en donde una figura borrosa se acercaba a gran velocidad.
— ¿Quién no ha regresado? — Aquella voz, tan esperada desde hacía tiempo, por fin llegaba a los oídos de todos. Nadie se explicaba como es que había escuchado la desesperada pregunta de la rusa desde tanta distancia.
Tony ingresaba por el mismo lugar por el que había abandonado la torre momentos antes, en su espalda, y con algo de dificultad debido al peso del mayor, llevaba a un inconsciente y sobretodo, empapado Steve, que no realizaba ningún movimiento e intento por querer abandonar el mundo de los sueños y despertar.
Qué chiste que el destino quería que pasara otra cosa.
El cuerpo de Steve fue dejado en el sofá de la sala donde tembló por unos segundos, deteniéndose en seco antes de que emanara del mismo una suave fragancia, desconocida hasta el momento por todos menos por Tony.
— De nuevo ese olor. . . — Tony, quien ya se había desecho de su traje tas depositar al inconsciente Capitan America sobre el mueble, tuvo que tapar con su brazos su propia nariz, evitando oler y reaccionar ante el aroma que se intensificaba cada vez más, llegando a marearlo y confundirlo.
Era gracias a este aroma, que Tony había encontrado a Steve. Por suerte, y aunque cayó al mar estando inconsciente, el cuerpo del rubio había podido flotar en la superficie.
Tony no entendía las razones, no había forma científica en la que aquello pudiera ocurrir, así que le atribuyó el mérito a la razón más estúpida que pudo haber pasado por su confundida mente
"Debe cargarse un buen trasero como para flotar, buen trabajo Capipaleta" pensó con una pequeña sonrisa, tal vez aliviado al verlo "a salvo", mientras cargaba con un brazo el pesado cuerpo del rubio, dándose cuenta de que no duraría todo el camino si lo llevaba de da manera.
Volviendo al presente, todos habían notado el aroma que emanaba del cuerpo de Steve, sin embargo este no podía compararse al dulce aroma que experimentaban las fosas nasales de Tony. Con profundo desagrado, y cubriendo su nariz, los agentes alpha de S.H.I.E.L.D que se encontraban dentro de la habitación tuvieron que abandonar la habitación ante las repentinas ganas de vomitar. Natasha, apenas podía percibir un olor poco desagradable, realmente no podía considerarlo como desagradable ya que era bastante común tal vez a suelo mojado, o a humedad acumulada.
Extrañada, miró a Fury. Este tenía la vista clavada con insistencia en Anthony Stark, y como su cuerpo empezaba a tiritar como lo había hecho minutos antes Steve.
— Señor Stark, abandona la habitación. — Ordenó, pero el castaño de menor altura no se movió.
Era como estar en trance. Anthony no respondía a las ordenes, y su cuerpo se mantenía estático e incapaz de realizar movimiento alguno. Su mente estaba dispersa, como si no procesara que estaba realmente pasando, completamente aturdido por aquel fuerte y dulce aroma que lo hacía temblar.
Siempre se había echado el mérito de ser un alfa completamente capaz de controlar sus instintos, jamás cediendo ante todo omega que se le insinuara, y haciendo provecho de su propia esencia de alfa para conseguir aquello que deseara ya fuera para pasar una divertida noche, o mantener alguna relación para su propia diversión. Pero ahora, dudaba mucho de aquello en lo que había creído fervientemente, sobretodo cuando sus pies no respondían a las ordenes y cuando mucho menos deseaba abandonar la habitación, consciente o inconscientemente.
— ¡Sal ahora, ya! — El cuerpo de Tony tembló nuevamente, y un gruñido involuntario salió del mismo. Fury temía que si mantenía al alfa en aquella habitación con Steve algo grave pudiera ocurrir.
Debía investigar que clase de droga habían obligado al rubio a ingerir para que se mantuvieran en ese estado de inconsciencia y liberará aquellas feromonas totalmente anormales. El hecho de que tan solo afectara a un alfa ya no era buena sueñal, y que este fuera Tony. . . ¿Qué estaría ocurriendo en el cuerpo del omega? No había duda en que aquella situación era irreal, y el aroma en el aire no significaba nada bueno, cada vez era más intenso y desagradable para los betas, e insoportablemente bueno para el alfa de menor altura.
— ¡Llévatelo, Natasha! — Todo tuvo que ocurrir en un momento.
Tony, que había reaccionado tras estar en trance por largos minutos, logró moverse lo suficiente como para abandonar la habitación, con la poca ayuda que la beta le podía brindar.
El cuerpo del alfa seguía temblando incontrolablemente, además, había empezado a sudar frío, lo suficiente para que las gotas se deslizaran por su cuerpo y su cabello se empapara.
Furia, reaccionando a tiempo, cerró la puerta tras Tony abandonar la sala, sintiendo como esta había sido la acción correcta cuando tras unos segundos, insistentes golpes dados a la puerta empezaron a resonar por la habitación.
El beta tomó la mano del omega para comprobar su pulso, completamente inestable. Tuvo que cubrir su nariz para poder acercarse más al rostro del chico, su respiración también era inestable.
Esto no era un celo normal en Steve, no lo era, porque Steve realmente era un omega, y a pesar de todo, estaba desprendiendo feromonas de alfa. Feromonas que ante los demás alfas les causaba una sensación de malestar, pero. . . ¿Por qué con Tony no era el caso? ¿A caso Anthony podía reaccionar ante el verdadero aroma de Steve?
Sin duda, no podía ser un celo, Steve terminaba de pasar por uno y su cuerpo se encontraba débil como para experimentar otro de manera tan inestable.
Fury sacó de su bolsillo una especie de pequeño maletín, del tamaño de un monedero. Daba gracias por siempre llevar un kit con diferentes supresores inyectables, cualquier soldado suyo podía tener problemas con su segundo género en la situación más inesperada.
El beta, tomó el brazo del rubio, tras encontrar la vena principal y ante la duda, decidió administrarle el supresor más fuerte, vigilaría los posibles efectos secundarios en cuanto este hiciera efecto en el capitán.
Posteriormente, haría una nota mental para llamar a la central y hacer un estudio más exhaustivo a Steve y se segundo género. Tal vez, tendría que haber extraído alguna muestra de sangre, pero ni la situación lo permitía ni tampoco tenia los instrumentos necesarios a mano para realizarlo.
Una cosa era clara, el cuerpo de Steve estaba cambiando, y solo había dos causas para ello. Había sido expuesto a alguna substancia mientras estaba en manos de HYDRA, o sus instintos habían evolucionado porque había encontrado a su compañero y así priorizar su vínculo. ¿Acaso estaba siendo expuesto por primera vez a su naturaleza?
— Señor Rogers. . . Creo que tenemos un gran problema entre manos.
Nuevo capítulo.
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¡Nos vemos pronto!
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