Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amigos por Verde Lima

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Tomás y Alberto

 

 

Martes

Estoy cansado y solo es martes, a este ritmo la semana se me va a hacer realmente dura. Sueño con la llegada del viernes, pero hasta entonces iba a estar pegado a esta silla frente al ordenador de 9 a 18 sin remedio.

Con lo bien que estaba yo tomando mojitos en una de las terrazas de Chueca este mismo domingo después del sábado de fiesta que nos habíamos pegado mis amigos y yo.

El sonido de una consulta en el servicio de atención al cliente me saca de mis ensoñaciones, esas que siempre me tienen distraído. El servicio de atención de la empresa en la que tengo hipotecada mi alma de lunes a viernes ha implementado un chat y los clientes se estaban animando a usarlo. La verdad es que yo lo prefiero porque puedo poner todas las caras y bufar lo que me de la gana si me toca un pelmazo al otro lado.

"Buenas tardes Rogelia, soy Tomás Sánchez ¿en qué puedo ayudarle?"

Los clientes tienen que meter sus datos para poder acceder a este servicio, y por la experiencia que ya iba teniendo, aquella iba a ser una consulta larga y aburrida, quien se llamara Rogelia en esta era debía tener como 100 años.

"Hola Tomás, soy el hijo de Rogelia, no sé como mi madre ha podido contratar este servicio sin tener la más mínima idea de ordenadores, así que si puedes explicarme cómo funciona te lo agradecería"

Me hizo gracia la situación, una señora mayor que por lo que veo en su ficha había contratado un sistema de audiolibros que aunque pintara fácil no lo era para nada. Que me lo dijeran a mí, que casi todas esas consultas hablaban de lo mismo.

"Podría decirme su nombre para dirigirme a usted"

"Claro, perdona, Alberto"

"Muy bien, Alberto, ¿sus dudas son sobre el dispositivo o sobre el contenido?"

Tengo que repetir las mismas frases una y otra vez porque es el guión establecido para todos. Pero sé de sobra que es sobre el dispositivo, quien fuera el que lo hubiera creado lo había pensado con los pies.

"Sobre este cacharro del infierno, ya no sé qué hacer para configurarlo, creo que está todo en hindi"

No pudo evitar reírme, porque aunque parezca mentira por estas pequeñas cosas mi día a día no es una completa pérdida de vida.

"No se preocupe Alberto, estoy aquí para ayudarle"

Siempre que digo esa frase me imagino como un espectacular masajista que iba a dar un estupendo servicio a uno de mis clientes, pero la realidad es que soy lo menos espectacular que uno podría imaginar. Delgado, con cara de ratón, ojos y cabello de un insulso y común marrón y más blanco que la teta de una monja. Me salvan unas pequitas que todos consideran adorables, y un pequeño culo travieso, mi arma secreta, que se iba a acabar quedando plano de tantas horas allí sentado.

¿Cómo sería aquel Alberto tan buen hijo que estaba ayudando a su querida madre? La imaginación era libre, así que yo imagino lo que a mí me da la gana.

Así que Alberto es un maromazo de ojos claros y pelo oscuro, uno de esos que veo por Chueca y que no me dicen ni adiós. Asco de vida, atraigo a un tipo de hombre, y ya estoy aburrido de los tipos con complejo de padres pervertidos, que todos acababan donde acababan.

Al lío, el tal Alberto, mi cliente se iba a llevar un servicio cinco estrellas, por guapo, por buen hijo y porque es mi trabajo.

"Tiene que conectar el dispositivo a un ordenador, aunque por defecto viene seleccionado el idioma del país en el que se vende, a veces puede alterarse"

Alterarse, menudo eufemismo, aquello nunca iba bien a la primera.

Tras media hora de "audiolibros para dummies" como aquí llamamos todos a las instrucciones paso por paso. Alberto es un mar de agradecimientos y me ha pedido que le tute. Pequeñas delicias de mi trabajo.

"¿Puedo ayudarte en algo más, Alberto?"

¿Por qué todo me suena tan erótico? En serio, tengo que echar un polvo en condiciones. Eso de mirar y no tocar me está pasando factura, ¿en qué momento pensé que estar un tiempo en abstinencia me iba a venir bien? Eso y que era martes y me quedaba mucha semana.

"Nada más Tomás, muchas gracias por tu ayuda, mi madre también te da las gracias"

Sonrío dulcemente, que dos más tiernos.

Me despido de Alberto, alías el maromazo de mis sueños, con aquellas frases de despedidas tan impersonales, aunque intento que suene algo más cercana.

Al poco no me queda más remedio que olvidarme de Alberto porque otra consulta entra y tengo que atenderla.

A las seis de la tarde solo tengo ganas de irme a casa, jugar con Emilio, mi gato persa que se ha convertido en una reina más divina que yo, y tragarme todos los capítulos de mi seria favorita de esta semana en Neflix.

 

 

Miércoles

Son las 8 de la mañana del miércoles todo parece exactamente igual que el día anterior, en el metro todos vamos apretujados, la misma gente con cara de querer suicidarse y mi música a tope para no escuchar la conversación de un tipo gritando en el vagón con vete tú a saber quién. No es hora ni para estar despierto como para ponerse a discutir.

La oficina, como siempre; mis compañeros, como siempre; el café basura, como siempre. ¿Por qué siento que vivo el mismo día una y otra vez?

Miércoles, un día menos para el fin de semana, me digo dándome ánimos.

La mañana transcurre del mismo modo de siempre: chat para devolver una batidora, chat para darse de alta en el servicio streaming, chat para lo que fuera. Estoy mortalmente aburrido, y si hubieran puesto a un bot hubiera dado mejor servicio que yo. ¿Me convertiría en un bot?

Son las cuatro de la tarde, dos horas para mi libertad cuando entra una nueva consulta.

"Rogelia" mi cerebro se conecta rápidamente, Rogelia-Alberto, Alberto-maromazo, maromazo-mío.

—Rogelia es mía.—Sin pensarlo grito en medio de nuestra oficina. Mis compañeros me miran asustados pero consigo lo que quiero.

"Buenas tardes Rogelia, soy Tomás Sánchez ¿en qué puedo ayudarle?"

Estoy tan nervioso que tengo que escribirlo dos veces porque lo había escrito todo del revés.

"Creo que estuve hablando ayer contigo, mi madre compró un reproductor de audiolibros y juro que no sé como lo ha desconfigurado de nuevo"

"No te preocupes Alberto, estamos para ayudaros"

"Te acuerdas de mi nombre, tenía la esperanza de que fueras un bot, porque me siento estúpido, no recuerdo como volver a ponerlo en castellano"

Uy, quizás me he excedido en recordarle por su nombre, pero nadie podría decirme nada. Esto es un servicio de calidad y personalizado. Me río de mí mismo que no me acuerdo ni de como me llamo cuando abro el ojo.

"No te preocupes, pasa a menudo. Iniciaremos como ayer conectando el aparato al ordenador"

Y de nuevo, esta vez más rápido que el día anterior, Alberto y Rogelia tienen su aparatito en orden.

"Gracias de nuevo, espero no tener que molestarte más"

Qué ganas de decirle que me molestase lo que quisiera, que él no era una molestia y más cosas que no tengo permitido decir, obviamente.

A las 6 de nuevo escapo derechito a mi hogar, un minúsculo estudio en el centro donde Emilio, el amor de mi vida, aunque yo no lo fuera de la suya, me espera.

Aunque tampoco había pasado nada extraordinario, volver a saber se Alberto me había alegrado en día.

 

 

 

Jueves

Jueves, un día menos para el fin de semana. Y la verdad es que solo puedo pensar durante todo el día en que Rogelia, bendita señora, hubiera desconfigurado el reproductor de audiolibros.

Cuando la consulta con su nombre aparece yo no me lo puedo creer, pero no doy tiempo a mi cerebro a pensar. Los deseos hay que cogerlos al vuelo o se escapan.

"Buenos días Rogelia, soy Tomás Sánchez ¿en qué puedo ayudarle?"

"Vas a pensar que soy imbécil, pero lo ha vuelto a hacer, y esta vez ni sé qué idioma es"

Era tonto pero a mí me parece el mejor desbarajuste de mi vida, me daba pena por la mujer porque debía sentir mucha frustración cuando se le iba todo al traste. Pero yo tengo a su hijo todito para mí durante media hora al día. Moreno, de ojos claros, macizorro y paquetón, porque ya que uno imagina es espléndido y lo imagina con un señor pollón.

Cuando nos despedimos hago algo fuera de todo el protocolo. Pero ya he pulsado intro y aunque nuestra empresa nos incita a ser cordiales con los clientes, no ve con buenos ojos el coqueteo y mucho menos la invitación a que vuelvan a ponerse en contacto con atención al cliente.

El "Hasta mañana" que escribo, recibe un guiño y un hasta mañana suyo.

Soy tonto, lo sé, no digas nada que ya me lo digo yo. Pero me estoy emocionando con Alberto y se me ocurre una idea disparatada, que está provocando todo eso para hablar conmigo. Como sus expectativas sobre mí sean tan altas como las mías sobre él, se va a llevar el chasco se su vida.

¿He dicho que me enamoro hasta de mi sombra? Bueno, a veces me imagino cosas donde no las hay, pero no puedo evitarlo. Ya me imagino teniendo un idilio con Alberto, como viene a mi cuchitril y ama a Emilio tanto como yo lo hago, como fardo de novio buenorro y maravilloso. ¡Mira cómo trata a su madre, cómo se preocupa por ella! Solo podía ser una persona estupenda, obvio.

En fin, la película que me monto cada vez que conozco a un tío que me gusta, pero es que a este no solo es que no lo conozco, es que es un cliente al que no voy a ver en mi vida.

—Emilio, ¿crees que moriré solo?— le pregunto a mi gatito por noche sabiendo que al menos no me diría "sí" pero el desgraciado se baja del sofá y me deja allí solo. Este animal es cruel, no le voy a volver a comprar latitas de comida .

Vagueo, cena, serie y a dormir. Viviendo al límite.

 

 

 

Viernes

Cuando despierto es viernes y eso solo pueden ser buenas noticias. Además hoy voy a salir, y creo que voy a dejar de lado un poco eso del celibato que recomendaba el estúpido artículo que había leído en una revista. Matarse a pajas tampoco debía ser sano.

En el metro la gente lo sabe, es viernes y se respira libertad.

Ya solo quedaba que Rogelia apareciera y me hiciera el día aún más feliz, ¿quién no va a odiar los lunes existiendo el viernes que es un abanico de posibilidades infinitas?

Me estoy viniendo arriba, lo sé, pero así soy yo, un soñador inmerso en esa montaña rusa semanal.

Pero ¿es o no es mi semana? Rogelia aparece y Alberto detrás. Mi compañero de la mesa de al lado me mira echándome una sonrisita y haciendo corazoncitos con las manos. Pues sí, que pasa, Alberto es mi novio imaginario y tenemos una cita diaria, ¿envidia?

"Buenas tardes Rogelia, soy Tomás Sánchez ¿en qué puedo ayudarle?"

"Tomás, tenemos drama en casa, mi madre está desesperada porque se ha quedado a mitad de su novela romántica y le han empezado a contar una de terror. Ha metido el cacharro este en una caja y le ha puesto un crucifijo encima"

Estallo en carcajadas, menudo cuadro tenían en esa casa, mi "suegra" era todo un caso. Lo que mis compañeros pensaran me trae sin cuidado.

"Me parece una medida razonable, de ahí no escapará, pero vamos a hacer algo para ayudar a tu madre"

Se me va a caer el pelo como mi jefe haga revisión de las consultas entrantes y vea las mías, pero estoy desatado, es viernes, tengo a Alberto un ratito para mí, nadie puede culparme ¿verdad?

"Ya tengo a la reencarnación de Satanás conectada al ordenador"

"Buen chico, equipo de exorcistas conectados"

Sí, oficialmente voy a perder el trabajo, y lo que más me preocupaba no era cómo voy a pagar las facturas sino que no voy a poder hablar más con Alberto. Prioridades, chico, prioridades.

La suerte de Rogelia era para hacérsela mirar, a la pobre se le había quedado bloqueado el audiolibro en una frase realmente espeluznante. Pero entre los dos le hemos restablecido la historia azucarosa que a ella le gusta escuchar, y a quién vamos a engañar, a mí también.

Sé que me tengo que despedir de él, pero me da pena, durante el fin de semana no estaré yo y podría pasarle algo al audiolibro y yo no estar, que Alberto fuera atendido por otro que le gustara más que yo y que me lo levantaran.

No te puedes fiar ya de nadie.

Así que lanzo mi apuesta, total, me iban a despedir de todas todas.

"Espero que tengáis un buen fin de semana los tres, tu madre, tú y el audiolibro"

"No trabajas el fin de semana, ¿no?"

"No, pero cualquiera de mis compañeros podrá atenderos si tenéis cualquier problema"

Me falta decirle que no tan bien como yo, pero pienso en Emilio y que tengo una boca que alimentar.

"Lo que voy a decir es una locura, pero, ¿puedo darte mi teléfono?"

Grito, por lo visto a mis compañeros ya les trae sin cuidado mis reacciones, pero es que mis sueños se están haciendo realidad. Mi Alberto dándome su teléfono.

Estoy escribiendo, porque por desgracia para mí eso sí que está fuera de cualquier lógica, y aunque soy un loco enamorado, también soy realista y no quiero perder mi trabajo.

Pero debía olerse mi respuesta negativa a su ofrecimiento, porque escribe su teléfono, antes de que yo mande mi respuesta cortés.

"No podemos manejar ese tipo de datos personales, pero si surge cualquier problema con el servicio contratado puedes volver a ponerte en contacto con nosotros"

Tengo su teléfono, tengo su teléfono.

Lo apunto lo más discretamente posible que puedo, mi tesoro, me siento más Golum que nunca.

Después de la despedida formal de marras acuno mi tesoro entre las manos.

Ahora tengo un problema, ¿qué hago con esto? ¿Lo uso? Si hablamos podemos llegar a conocernos, y si nos conocemos puedo llegar a decepcionarme tremendamente.

Con el papelito en el bolsillo del pantalón me voy directo por la tarde a casa de mis amigos.

—Escríbele, obviamente—dice Hugo, mi amigo el "hazlo, o muere" y el guapo oficial, si te gustan rubios, claro.

—Yo no sé, ¿y si es una trampa?—Este es mi amigo el cenizo del grupo, él dice que la positividad se le fue como el pelo, de un día para otro.

—Carlos, eres la alegría de la huerta—le amonesta Hugo.

No sé que haría sin ellos, ninguno somos de la capital y cuando nos conocimos nos hicimos una pequeña familia entre nosotros.

—Pero es que yo quiero conocer a mi novio—lloriqueo un poco dramáticamente.

—¿Y si es tu jefe para despedirte?—Otra vez...

—Yo creo que en cuanto lean la conversación me van a echar, y si no lo es, y es él ¿amor de mi vida?—Esa lógica nadie me la podía rebatir.

—Eso son demasiadas expectativas—Hugo tiene poca credibilidad en el amor, no le puedo culpar, menuda mala suerte ha tenido en el amor mi amigo.

—Ya lo sé, la verdad es que me cayó bien, y cualquier modo es bueno para conocer a alguien, ¿no?

—Yo digo que sí—me apoya Hugo.

—No sé para que pedís mi opinión si siempre hacéis lo que os da la gana—Carlos es un cenizo pero le queremos y nos arrojamos a él para hacerle carantoñas.

—Venga, anda, escríbele—concede.

Mi papelito dorado con su teléfono me bailaba en las manos, introduje su teléfono en mi agenda y lo busqué por Whatsapp.

¡Qué nervios! Cuando veo su contacto me palpitaba el corazón, pero no tiene foto de él, sino de un árbol.

—Es feo, cariño—dice Carlos detrás de mi cogote, espiando mi teléfono.

—Me da igual, y a mí también me gusta la naturaleza—le defiendo.

No me lo pienso más y le escribo.

"Hola Alberto, soy Tomás, del equipo de exorcistas al rescate"

La gracia no es una de mis virtudes como estaba dejando de manifiesto.

Lo envío y en ese momento sí que me siento nervioso, y si no contestaba, y si de verdad era una trampa de mi empresa. Y si no le gustaba mi foto de perfil.

No puedo evitar mirar mi teléfono cada cinco segundos, pero me lo quita Hugo y dice que si me ha dado su teléfono es porque tiene interés, y que ahora tenía que pasar "tiempo de calidad" con ellos.

Obviamente solo pienso en Alberto y en si me habrá contestado. En realidad me siento un poco mal por estar pasando olímpicamente de mis amigos a los que había estando queriendo ver toda la semana. Pero, venga ya, no soy de piedra.

Después de más de una hora Hugo se apiadaba de mí y me devuelve mi móvil. Y allí estaba, Alberto. Bueno, un mensaje suyo.

—Me ha contestado—¿Se puede morir de emoción? Quizás soy un pelín exagerado, pero eso no tiene porque saberlo nadie.

—Lee.—Al cenizo le estaba picando la curiosidad.

"Hola Tomás, pensé que no me escribirías, perdóname por el atrevimiento"

"Pero me alegro mucho de que lo hayas hecho"

"El chisme parece haber expulsado al demonio y ahora tengo a mi madre contentísima escuchando su novela"

Me mandaba una foto de su madre, ella toda sonriente con sus auriculares puesto y saludando a la cámara.

—¿A qué es mono?—digo sintiendo que me derrito.

—Yo le veo mucho apego con la madre—dice Carlos.

—Caaarlos—gemimos Hugo y yo a la vez, cuando se pone a sacar punta a todo era insufrible.

—¿Qué? Alguien tenía que decirlo, todo el rato con su madre esto su madre aquello—se justifica—. Esos son de los que no se despegan de las faldas de su madre.

—Pues de momento no lo sabemos, así que prefiero pensar que es un buen hijo.—ya estoy harto, es mi novio imaginario y si tiene pegas ya saldrán, como las de todos, pero ahora quería vivir la ilusión del momento. Le enseñé la foto de la mujer—Además, mira que cara, ella es una monada.

—Dile que te mande una foto.—Teníamos a mister cenizo y a mister "que se mueran los feos", así ¿cómo se nos va a acercar nadie?

—Prefiero hablar con él un poco más, no quiero ir tan directo.

—¿Qué tiene de malo ser directo?—Ahora el enfadado era Hugo.

—No tiene nada de malo, pero yo no soy así.

—Luego pasa lo que pasa...

—Me tenéis harto, ¿tan difícil es alegraros por mí?—Joder, ¿es que era tan difícil? Pues si las cosas iban mal o no eran lo que yo pensaba ya llegaría, ¿qué más daba? Soy un iluso enamoradizo pero no soy imbécil.

Los dos se miran, qué sí que el último tío me había roto el corazón, pero aún lo tenía y quería darle uso, y a poder ser a otras partes de mi cuerpo también.

—Bueno, ¿entonces vas a quedar con él?—pregunta Carlos.

—Un poco pronto ¿no?—En realidad sí que quiero quedar con él, creo, yo que sé.

—Déjaselo caer, no pierde nada.

Miro el móvil, él se había atrevido a darme su teléfono, ¿me atrevería yo a pedirle vernos?

—Mejor mañana, hoy sonaría desesperado.

Le mandé un saludo a Rogelia, y un buenas noches a Alberto con beso al final.

Ahora era yo el que guardaba el móvil para no verlo en lo que quedaba de noche.

Dejamos el tema de Alberto al lado y salimos como habíamos dicho, nos dedicamos a bailar y mirar al tendido, pero hoy tampoco iban a haber más hombres en mi cama que Emilio.

 

 

 

Sábado

 

La diferencia entre despertar un viernes a un sábado es abismal, eso cualquiera lo sabe.

Pero incluso despierto más contento de lo habitual, guardé la noche anterior el móvil en el cajón de la mesilla para no tener tentaciones de whatsapearme con Alberto con alcohol y cachondismo de por medio.

Así que más despejado, desayunado y duchado me atrevo a coger el móvil. Y para mi completa desilusión no hay ningún mensaje suyo.

¿Sabría que lo había guardado en un cajón? ¿Era el karma por hacerme el difícil con el móvil? ¿O solo es que pensó que ya habíamos hablado todo por ese día y no quería ser pesado?

Me quedo con la última. Me gusta más.

Me voy a hacer la compra porque este cuerpo serrano no se mantiene solo del aire, y el de Emilio menos.

Me gusta tomarme mi tiempo en el súper mirando todos los ingredientes, pero la verdad es que hoy solo pienso en Alberto y en cómo romper el hielo para volver a hablar con él de una manera casual.

Así que el pasillo de los yogures desenfundo el móvil.

"Querido cliente, solicitamos reporte de audiolibro anteriormente poseído y políglota. Atentamente Tomás Sánchez"

Estoy que tiemblo de nervios hasta que me doy cuenta de que estoy pelándome el culo de frío con el frío de los puñeteros refrigeradores, eso no podía ser bueno para el medio ambiente.

Con mi compra semanal hecha y caminando cargado con ella hasta casa, todo me parece más luminoso. Hace un solazo impresionante y a la gente se la veía contenta. O era yo en sábado, ¡qué más daba!

El gato interesado se me enrolla entre las piernas, y como no tengo corazón para el mal le he comprado sus latitas gourmet.

—No te lo mereces, ser ingrato—le riño amorosamente a lo que él muy desvergonzado me maúlla.

Todo ordenado, colocado y libre para mirar el móvil, me estoy sorprendiendo a mí mismo por mi autocontrol.

Pero mi espera esta vez sí ha tenido sus frutos.

"Parte diario: el chisme es hispano hablante aún, no ha sufrido de posesiones"

"El servicio de la empresa es inmejorable, reportaré a sus superiores para que sea gratificado convenientemente"

"Buenos días"

Sonrío completamente encantado de que tengamos un sentido del humor tan compatible.

Hemos tenido una mañana de whatsapeo constante, y la verdad es que me ha encantado. Eso de no ponerle rostro es un poco molesto, la verdad. Y quizás Hugo tiene razón.

"¿Y qué haces tú los sábados por la tarde normalmente?"

Ese soy yo tirando la caña.

"Desde que volví a Madrid la verdad es que no tengo una rutina fija"

"¿Y dónde has vivido hasta ahora?"

"En demasiados sitios"

"No conozco demasiados sitios"

"Yo acabé un poco saturado, me gusta haber vuelto a mi país. ¿Tú qué haces los sábados por la tarde?"

"Suelo quedar con mis amigos, vamos a cenar, al ver alguna película o al teatro, y salir"

"Suena muy buen plan"

"Si quieres puedes venirte"

Ea, me había tirado a la piscina. Para que luego me diga Hugo que no soy directo. Ahora está en su lado moverse o no, y los segundos en los que tarda en escribir me resultan eternos.

"Me encantaría"

—¿Y ahora qué hago? ¿Por qué me lanzo si no sé si toco pie?—le digo a mi gato, pero como siempre pasa de mi.

"Hoy vamos a ir a un restaurante nuevo en Chueca"

"¿No le molestará a tus amigos?"

"Para nada, ellos son muy abiertos"

Voy a tener que pasarles a Carlos y Hugo un guión de lo que tenían que decir. A ver si me van a espantar a mi futuro marido.

"Te paso la ubicación, hemos quedado a las 9"

Ya no había marcha atrás.

Los chicos y yo hemos quedado en mi casa. Obviamente no tengo nada que ponerme que me guste.

—Esto me hace parecer un boy scout—me quejo.

—¿Y esto?—Me enseña Carlos mi ropa de follar.

—Quiero causar una buena impresión, no insinuar que me folle en el baño.

—Ni que fuera nada malo—escuchamos que dice Hugo en voz baja pero le fulmino con la mirada.

—¿Y esto?—Ey, eso no tenía ninguna mala pinta, ¿era mía esta camisa?

Me la pongo y la verdad que es con lo que mejor me veo. Outfit listo.

—¿Oye y te mandó foto?—pregunta Hugo de camino al restaurante.

Me doy cuenta de mi error, había dicho antes que no soy imbécil. Vale, lo retiro, sí lo soy.

—Bueno él si tiene mi foto.—Me costó, me costó reconocerlo.

Así que a las nueve estoy en la puerta con mi camisa reencontrada, nervioso como hacía tiempo no lo estaba, y esperando que me vea y no salga corriendo. Al menos tengo a Carlos y Hugo a mi lado.

Veo pasar a todos y los miro con intensidad, si alguna vez me pasa de nuevo juro que pido una fotografía, qué se me va a salir el corazón por la boca, señor.

—¿Tomás?—Me giro como si fuera a cámara lenta, pero en realidad debe ser muy rápido porque me duele hasta el cuello.

Había estado concienciándome de que todas mis expectativas habían sido altísimas y lo más normal es que encontrara que Alberto era un tipo muy normal tirando a feucho en cualquier caso, oye y a mí si me gustaba en realidad me daba igual si era feo o guapo.

Pero lo que me encuentro me deja realmente sorprendido, y eso que me había preparado para encontrarme cualquier cosa.

Alberto es clavado a lo que me imaginé, ¿cómo era posible? ¿En qué realidad estaba viviendo yo que algo así podía ocurrir? Por la cara que está poniendo el morenazo de ojos claros, azules para más señas, debe estar hablando. Hora de aterrizar.

—¿Alberto?—Yo pregunto por si las moscas, que nunca se sabe.

—El mismo—dice con una tímida sonrisa, encima eso, es adorable y no en el modo blandito que yo lo soy, no, él es "adorable" para lamer y morder.

—Nosotros somos Carlos y Hugo, los amigos.—Hugo siempre es el que me salvaba el culo, y no solo en el sentido figurado, pero eso es otra historia. Ahora estamos con Alberto, mi sueño hecho hombre.

—Encantado.—Les da dos besos a cada uno como dos soles, y yo debo tener cara de "a mí también" porque me da otros dos.

Huele tan bien que casi me corro en el momento. Lo siento, es que cuando me gusta alguien dejo las sutilezas para el día siguiente.

La cena está yendo bien, yo me he podido sobreponer poco a poco a su perfección, aunque Carlos es menos sutil que yo, porque se le queda mirando con la boca abierta.

Está claro que el concepto que debe de tener de nosotros debe ser bastante pobre, pero disimula muy bien. Y yo se lo agradezco profundamente.

Resulta que Alberto es, bueno era militar, de ahí que hacía tiempo no había estado en Madrid, y su cuerpazo. Aunque imagino que estaría bueno fuera o no fuera militar. Es simpático aunque un poco tímido y hace esos gestos adorables como los de cuando se presentó.

Tiene dos hermanos, está soltero, gracias Hugo, y está trabajando en la ferretería de su hermano, pero está buscando algo mejor.

Ah, y me he enamorado de él perdidamente.

¿Cómo? Pues rápidamente como un colegial, y me voy a pegar una hostia que la van a escuchar hasta en mi pueblo.

Hugo me está pegando patadas nada discretas, la verdad, pero me da igual.

Terminamos de cenar a las tantas, en realidad hasta que nos echaron. Y yo ya me estoy poniendo nervioso, ¿Y ahora qué?

Pero Hugo, cómo no, sale a lo que él cree que es mi rescate.

—Carlos y yo nos vamos, que tenemos mucho sexo atrasado.—La cara de Carlos es un poema y si no fuera porque me daba la opción de estar a solas con Alberto le hubiera tomado una foto.

Carlos está colado por Hugo desde que nos conocimos, pero más allá de los cuatro polvos que echaron no llegaron a nada más.

Así que nos encontramos Alberto y yo solos y a mí me empiezan a temblarme las piernas.

—No me había dado cuenta de que eran pareja.

—Es que no lo son, aunque creo que a Carlos le gustaría.—Me encojo de hombros mientras comenzamos a andar.

—¿Hugo no quiere?

—No es de esos, no cree en las relaciones amorosas.

Ambos caminábamos juntos sin rumbo fijo, las calles de este barrio siempre están llenas de gente animada a la que vamos esquivando.

—¿Y tú? ¿Crees en ellas?—me pregunta después de un rato.

A ver cómo le cuento yo a este chico que parece increíble, que no solo es que crea en ellas sino que vivo para ellas y que estoy buscando al hombre al que dar todo mi corazón y no se vaya corriendo con él. Pero no le quiero asustar.

—Supongo, por si acaso tengo a Emilio que cubre casi todas mis necesidades amorosas.—Intento que suene a broma pero por su cara y porque solo a mí se me ocurre llamar Emilio a mi gato creo que no le ha hecho ni puta gracia.

—Ya.

—Emilio es mi gato.—Le toco el brazo, y él me mira con esos ojazos que se me olvida respirar—Pero es un amor de esos donde solo uno da. Mi gato pasa de mí.

Ay, porque he dicho eso, ha sonado fatal. No me quiere ni mi gato, patético.

Pero él se está riendo y acabo riéndome yo también. La verdad es que aunque es guapo de morir es muy cómodo estar con él, y sin darme cuenta estamos llegando a la puerta de mi casa. Juro que no lo he hecho a propósito, pero es que soy como los burros me aprendo un camino y voy solo sin darme cuenta.

—Te he traído a mi casa, he puesto el piloto automático, lo siento.—Va a pensar que lo he hecho a propósito y que lo quiero subir a casa.

Bueno, en realidad en mi casa, aunque pequeña, debe quedar muy bien.

Lo miro apoyado contra la pared sonriendo, quedaría genial.

—¿Quieres conocer a Emilio?—Estoy lanzado y eso que no he bebido para controlarme mejor.

—No quiero que te molestes, pero la verdad es que acabo de salir de una relación larga...

Ay, mierda, me está rechazando ¿cómo no me iba a dar calabazas? A ver que no soy tan feo, pero claro, él es demasiado, ay dios, pica, duele, escuece...

—Ey, lo digo porque hace que no ligo muchísimo y no sé si quieres enseñarme al gato o significa algo más y no quiero tirarme sobre ti y que me digas que no.

—¿En qué realidad voy a decirte que no?—Lo siento, estoy demasiado sorprendido ¿quiere tirarse sobre mí?

—Bueno...

—Entonces...

—Quiero conocer al famoso Emilio, sí.

"Las llaves, las llaves, están en mi bolsillo, cógelas, abre." Ese es mi cerebro pero mi cuerpo aún no se lo cree, el claxon de un coche justo a nuestro lado me hace reaccionar, y abro.

Llevarlo detrás de mí en silencio, subiendo las escaleras me está poniendo tensísimo. A ver, que no nací ayer, y me he tirado más tíos de los que voy a confesar, pero aunque lo haya deseado, fantaseado y casi rogado a los dioses, otra cosa es tenerlo ahí.

Cuando abro la puerta el gato nos está mirando. Este sabía que iba a traer visita y tiene cara de "cuando ibas a contármelo."

—Este es Emilio, Emilio él es Alberto—les presento.

Y tan encantador como siempre Emilio nos mira, maúlla y se va enseñándonos su real culo.

—Ya te lo dije, quererle es eso, solo lo quieres tú—dije riéndome y su sonrisa es de esas adorables de nuevo. ¿Ya no se va a tirar encima de mí?

—¿Quieres tomar algo?—Me lo quiero tirar, sí, pero soy un buen anfitrión.

—Un vaso de agua.—Nos ha salido barato el chico, voy a la mini cocina y lo dejo en el mini salón, en mi casa todo es mini y todo está pegado.

Le veo husmeando y que sienta curiosidad por mis cosas y por mi vida me hace sentir el calorcito del amor. Pero intento mantenerlo a raya cuando estoy con alguien, solo me dejo llevar por él a solas.

Cada uno con nuestro vaso de agua, sentados en el sofá, en el que Alberto queda estupendamente, por si alguien se lo cuestionaba. Me trae recuerdos de mi adolescencia y de mi primer ligue.

Porque ahora mismo es lo que parecemos, y no sé él pero yo ya me he metido en la treintena de cabeza.

—Esto se me da fatal—dice riéndose y rasca su cabello corto avergonzado lo que me hace sonreír a mí también.

—Oye, no tiene porque pasar nada, está bien así.—¿Te estás oyendo? Pero su cara aliviada me está llevando a la friendzone más rápido que mi amor del colegio, me voy a convertir en Carlos y empezaré a verlo todo negativo y se me caerá el pelo.

Demasiado guapo para ti, Tomy, me digo. Asco de voz de la conciencia que habla casi como mi abuela. ¿Acabará contándome sus ligues y yo me revolcaré en la autocomplacencia de ser su confidente? ¿Desaparecerá de mi vida después de este momento incómodo?

La verdad es que ya no me da para pensar mucho más, porque se me tira encima, así literal, en plancha y doy con mi cabeza contra el sofá. Muy cómodo no es, pero ¿te vas a quejar tú? Porque yo no.

Sus labios son suaves, aunque sus besos son fuertes. Y sus manos me aprietan el culo, yo le rodeo con las piernas para que no pierda ninguna posibilidad de abarcarlo bien.

No sé si era militar o desnudador oficial pero dejo de llevar mis pantalones puesto en un visto y no visto, y estoy tan duro que en nada me voy a poner a rogar.

Pero yo también quiero jugar y el bulto que noto sobre el mío no es nada pequeño, ¿te imaginas que he hecho pleno al 15? Maniobro con su cremallera, yo tengo que dar un curso de esos de desnudado express, pero al final tengo en mis manos su polla. Ahora es cuando despierto y me doy cuenta de que todo es un sueño, es perfecto, pesado y grande y encima le cuelgan dos bolas que me van a estar chocando de aquí en nada.

—¿Te gusta?—¿Cómo un tío tan perfecto puede sonar tan tímido mientras me está abriendo el cuelo con los dedos? A mí que me lo expliquen.

—Fóllame.—Y se nota lo marcial porque sabe cumplir órdenes muy bien, me ha metido dos dedos de golpe y yo ya he empezado la ronda de gemidos sin control.

Se la agarro con fuerza, no es que sus dedos no sean una maravilla, pero quiero toda esa carne dentro y parece que lo entiende a la perfección, abriendo sus dedos dentro de mí.

Para no tener mucha experiencia en eso de entrarle a otro tío, sí que tiene experiencia en dilatarlo, eso y que me pone muchísimo.

Lo veo maniobrar en sus pantalones y sacar su cartera, de ella extrae un condón y un sobrecito de lubricante que rasga con los dientes. Yo me rasgo por dentro al verlo maniobrar con todo eso, estoy listo, estoy listo.

Bueno, quizás no estaba tan listo, porque mi culo se resiente un poco cuando entra poco a poco. 

—¿Paro?—me pregunta preocupado, sino fuera porque estoy más pendiente en relajarme y dejarlo entrar, le hubiera comido a besos. Pero solo niego y él sigue.

Estamos completamente unidos, y por un momento tengo una revelación, el celibato de este mes me estaba preparando para esto, en ese momento me doy cuenta. Y como me ponga ñoño voy a a acabar diciéndole cosas de las que luego me voy a arrepentir así que muevo las caderas y él entiende que quiero más. Y se sale un poco, y una vez que empieza a moverse ya no para, así que licúa mis pensamientos, mi voluntad y todo lo que él quiera.

—Tomás, mírame.—¿Cuándo he cerrado los ojos?—Mírame.

Me besa, y se separa para mirarme, cambiando el ángulo en el que me la mete y me corro en ese momento gritando.

En esos segundo que dura mi orgasmo, uno que hacía mucho más tiempo de lo que duraba mi celibato no tenía sin tocarme, me empieza a parecer que el universo está conectado y que tengo la clave para entenderlo, justo la tengo dentro de mí y también se está corriendo.

Pero no se sale, y después de mi viaje místico, me doy cuenta de que me está mirando.

—¿Qué?—Aún me estoy reponiendo, que el viaje ha sido largo.

—Me gusta tu cara cuando te corres, ratoncito.—Noto como me sonrojo, acabamos de hacer cosas que me hubieran sonrojado más, pero esto me sube los colores y me ponen tonto.

Nadie es tan perfecto, y empieza a darme miedo, por lo que salgo de debajo suya.

Con la excusa de ir al baño, me encierro, ¿sabes esa sensación de cuando te das cuenta de algo que no habías visto hasta ese momento pero estaba delante de tu cara? ¿De cómo pierdes pie cuando en un sueño te crees que hay algo debajo y solo hay vacío?

Pues ese soy yo ahora, nadie es tan perfecto, nadie es tan guapo y tan encantador, nadie te folla también que te corres solo con su polla dentro. Nadie te besa después y te habla con cariño, no alguien al que acabas de conocer y del que en realidad no conoces de nada ni él a ti.

Estoy entrando en pánico, pero es que cuando todo eran fantasías yo estaba a salvo, ¿qué haces cuando las fantasías se cumplen? Eso no me ha pasado nunca y la verdad, no sé cómo reaccionar.

Una parte de mi cerebro me estaba chillando que soy gilipollas, que salga y disfrute de Alberto, pero otra, la que Hugo siempre quiere que proteja porque se ha llevado más palos que ninguna otra, está a la defensiva.

Unos golpecitos en la puerta me sacan de mi crisis postcoito.

—Tomás, ¿estás bien?—¿Cuánto tiempo llevo aquí con mi drama?

Abro la puerta y está vestido completamente y con cara de preocupación.

Y yo con el culo al aire aún, agarro unos pantalones de detrás de la puerta del baño y me los pongo.

—¿Te he hecho daño, molestado o algo?

—¿Qué? No, no.

—Vale, me voy.—¿Por qué pone esa cara de perrito triste?

—Eres demasiado perfecto para ser verdad.—Hola bocata, hacía tiempo que no decías nada, porque no ha sonado al halago que podría ser, sino a acusación.

—Créeme, no soy nada perfecto—dice más triste que antes.

En ese momento me doy cuenta de que la he cagado, tengo delante de mí a un tipo amable, atento, cariñoso y que buenísimo, me estaba muriendo de miedo porque no me creía merecer algo así, y encima le estaba diciendo que era culpa suya.

Emilio hace aparición, y se frota contra sus piernas, ¿en serio? No me ha consolado el gato en mi vida. Alberto baja la vista y sonríe al gato que maúlla.

—No puedes irte, le romperás el corazón a mi gato.—Me mira de nuevo, no nos rompas el corazón ni a Emilio ni a mí, por favor, pienso. Pero solo le sonrió y él me devuelve la sonrisa.

Alberto no se va, no se va en toda la noche, y yo no sé ni donde he vuelto a dejar los pantalones ni me importa lo más mínimo.

 

 

Domingo

Es domingo, y me despierto sonriendo, no he dormido casi nada, pero no me siento cansado. Los domingos son buenos días de por sí, pero hoy es aún mejor.

Hacía tiempo que no me despertaba así, y no digo contento, digo abrazado por lo que parece ser un oso que respiraba contra mi cuello.

Disfruto de estar así, ¿no es el estado natural del ser humano estar en cucharita con otro ser humano?

Pero mi vejiga es la que me ha despertado, es lo que los seres humanos tenemos, un montón de necesidades fisiológicas molestas.

Salgo de su abrazo despacio, en realidad no le quiero despertar, me gusta demasiado en mi cama. No me equivocaba, Alberto combina con todo en mi casa, con todo lo mío.

Me voy a ahorrar describir el placer de una buena meada mañanera, pero cuando me miro en el espejo del baño, me veo hasta más guapo.

Los domingos solemos ir a algún sitio de bruch, porque somos unos modernos y nos gusta. Y cuando miro el móvil veo que Hugo me ha escrito y me pregunta que qué tal y que si nos vemos en un rato.

No suele ser Hugo el que escribe y eso ya me da mala espina, porque aquí mi amigo es una marmota.

Miro a la cama, estoy casi por decirle que no, pero suele ser Carlos es que nos saca de la cama los domingos. Y no dice nada.

"A las 12 en donde el último día" escribo y dejo el móvil rumbo a la cama. Aún tengo un poco de tiempo.

Y me meto debajo de las sábanas, dándole un buenos días muy oral al bello durmiente.

Una hora después, y con menos tiempo del que esperaba, salgo de mi casa con Alberto agarrándome la mano.

—¿Seguro que no quieres venirte?—le digo cuando le acompaño a la boca del metro.

—Vivo con mi madre, y aunque la avisé de que quizás no volviera a dormir, se preocupará, así son las madres.—Se encoge de hombros pero no me suelta la mano.

No le digo nada, si me va a llamar, si nos vamos a ver, no quiero ponerlo en palabras aún, me siento demasiado bien y ya bastante drama monté ayer en el baño.

Le veo sumergirse en las profundidades de Madrid, y siento un poco de aprensión, ¿y si no le vuelvo a ver?

Pero no me dejo caer y me doy prisa para llegar a tiempo al bar, allí ya está Hugo esperando, pero ni rastro de Carlos, eso tiene muy mala pinta, la verdad.

—Hey, ¿qué pasa?—Mala pinta tiene la ausencia de Carlos, pero por su cara sé que todo está relacionado.

—Soy gilipollas.

—Dime algo que no sepa, ¿qué ha pasado?

—Lo hicimos, Tomy.

Ay, me lo temía.

—Espera, necesito café y comida, no puedo escuchar todo esto con el estómago vacío.

Eso es verdad, y que necesito tiempo para pensar. Cuando nos traen el desayuno-almuerzo, le pido que empiece a contarme.

—Era una broma, ¿sabes? Yo lo que quería es que Míster Maravilla y tú os quedarais a solas, y como soy imbécil pues dije eso.

—Y ¿qué? Tú muchas veces dices cosas así—apunto mientras devoro mi cruasán.

—Bueno, pues se ve que también estaba cachondo, porque cuando Carlos se me tiró encima yo estaba encantado.

—¿No se suponía que no os ibais a acostar nunca más, jamás, porque sois amigos, bla, bla, bla?

Me mira ceñudo, vale, así no ayudo a que hable. Así que le hago señas como de que cierro el pico y que siga.

—Carlos es un pesimista, un cenizo y un aguafiestas, pero en la cama es otra cosa, créeme, se transforma.

Esa imagen es como la de dos padres follando, algo con lo que puedes perfectamente vivir sin conocer.

>>Total, que echamos un par de polvazos buenísimos, pero luego Carlos se me declaró... Y ahí es donde entro yo siendo mierda.

No lo puedo evitar y me pongo una mano en la cara, conozco el lado destroyer de Hugo, puede ser muy cabrón cuando le hablan de amor. Y creo que Carlos se ha llevado ración doble.

—¿Y qué ha pasado?

—Se fue de casa a las 4 y no ha vuelto.

—¿Le has escrito?

—¿Y qué quieres que le diga?

Pues la verdad es que no lo sé, pero no me da tiempo a hacer aportaciones a la causa porque Carlos aparece al lado de nuestra mesa. Trae una cara que es un poema, y si yo estoy sorprendido, Hugo tiene los ojos como platos.

—Carlos...

Uy, uy, ¿qué me he perdido? La voz de Hugo no tiene ni una gotita de su cinismo característico, siento que sobro. Así que dejo un billete y me voy alejando lentamente, creo que es lo que les va a venir mejor.

Y no me equivoco, oye para mí no, pero para los demás tengo un ojo. Se están besando y a mí me hace feliz, porque creo que en el fondo hacen buena pareja y porque todos necesitamos amor.

Pienso en el hijo pródigo que debe estar con su madre y sonrió, todos necesitamos amor.

Miro mi móvil y una sonrisa aún más amplia cruza mi cara.

"Me pongo en contacto con el Servicio Técnico, el audiolibro políglota y con propensión a la posesión funciona correctamente, pero yo te echo de menos y quiero volver a verte"

El halo triste que tienen muchos domingos por la tarde, ese de que se acaba el fin de semana, hoy no aparece por ningún lado.

Hoy todo parece mejor que la semana pasada cuando tomaba mojitos al sol pensando en que ojalá no acabara el fin de semana nunca.

 

 

 

Lunes

Hoy es lunes, son las 8 de la mañana y el metro está como siempre, lleno de gente, con cara de sueño, incluso el mismo tipo del otro día grita por teléfono. Pero yo no siento que sea lunes, ni martes ni ningún día en especial.

Sonrío sin tan siquiera ponerme mis auriculares, no necesito banda sonora para darme ánimos ese día. Y como el burrito que se aprende su camino salgo en mi parada, subo a mi oficina y me siento en mi puesto.

Escucho a mis compañeros hablar sobre su fin de semana, ¿el mío ha acabado? La verdad es que me da completamente igual.

Voy a vivirlo como si todos los días fueran viernes con un abanico infinito de posibilidades, pero esa posibilidad tenía nombre, Alberto, y ambos nos habíamos despedido con un beso esa misma mañana.

La primera consulta de la mañana entra.

"Buenos días, soy Tomás Sánchez ¿en qué puedo ayudarle?"

 

 

 

 

FIN

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).