Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los ojos del Alma por Liesel Meninger

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo IV: Ya no quiero luchar más.

Caminaba por el pasillo sin importarle si chocaba contra algunos pacientes, mientras se limpiaba las lagrimas que salían de sus ojos sin cesar. Solo pensaba llegar a su destino.

Abrió la puerta sin tocar y Margaret, sabiendo quien era la única persona que ingresaba de esa forma a su oficina, ni siquiera se molesto en apartar sus ojos de la pantalla del computador.

—Tony, cariño, te he dicho muchas veces que debes anunciarte antes de entrar; ya no eres un niño —siguió escribiendo en el computador, escuchando los suaves pasos acercándose—. Lamento haber cancelado nuestra sesión, pero hoy…

—Tía Peggy… —la llamó, entre sollozos.

Margaret detuvo sus acciones y levantó la mirada. Anthony estaba de pie, con las majillas y la nariz sonrojadas, dejando salir su dolor en forma de lágrimas. Y, antes de que pudiera preguntarle lo que había sucedido, se arrodilló, abrazándola por la cintura, mojándole la camisa con sus lágrimas.

—Cariño… —intentó apartarlo un poco y mirarlo al rostro, pero se aferraba más a su cuerpo—. ¿Qué sucedió?

—No quiero… No dejes que se vaya

No podía soportar la idea de que Steven se fuera con alguien más. No quería que eso sucediera, pero no sabía cómo arreglarlo. Había pensado en salir y pedirle que se quedara, pero ver aquel abrazo y la forma en que se trataban, fue más de lo que sus frágiles emociones pudieron soportar. Se había quedado llorando dentro del armario hasta que ellos decidieron salir de la habitación.

—¿Cómo sabes que Steve se va?

Estaba tan inmerso en su dolor que no le prestó atención al hecho de que Margaret supiera que se refería específicamente a Steven.

—No quiero que se vaya —levantó el rostro, observando a la mujer—. Pídele que se quede, por favor. No quiero que Steve me deje… No quiero…

—Cariño… —le acarició las mejillas, mirándolo de forma maternal—. Ya autoricé su salida; dentro de una hora se irá

Hizo un movimiento negativo con la cabeza y, alejándose de Margaret, se levantó, dejándose guiar por sus deseos de impedir que se marchara.

—Anthony —lo tomó de la muñeca evitando que saliera de la habitación—. Espera, no puedes ir a verlo en ese estado; lo alterarás

—Él no puede marcharse —intentó soltarse, pero fue tomado por la otra muñeca—. Steve tiene que estar a mi lado —dijo, hablando con seguridad—. Lo necesito… No lo comprendes

—Está bien, podrás hablar con él, pero antes debemos tener una conversación

—No quiero —dijo—. Tengo que ir con él

—¿Qué le dirás?

Dejó de intentar soltarse y la miró, relajándose. Y, antes de responder, sonrió.

—Le diré la verdad…—dijo, de forma suave—. Mis sentimientos no son fantasmas. Estoy seguro de que lo único que quiero recordar siempre son mis sentimientos por Steve; ellos jamás desaparecerán, hoy lo descubrí. Lo que fui o a quien ame… Eso ya no me importa. Quiero iniciar de nuevo

No quería pensar ni siquiera en la posibilidad de que Steven amara a otra persona. No deseaba creer en que pudiera rechazarlo por la persona con la que se encontraba. Creía… anhelaba con todas sus fuerzas que él también podía llegar a amarlo.

Margaret soltó lentamente su agarre, sin dejar de observarle, pensando que tal vez era mejor de esa forma.

Anthony le agradeció en silencio y corrió hacia la puerta, pero cuando tomó el pomo de la puerta, dudo por algunos segundos si girarlo y salir.

—Quiero que Steve este a mi lado, pero no quiero lastimarlo —dijo—. No me importa mi pasado, pero… —miró el dedo donde antes reposaba su anillo—… no es justo para esa persona. Él necesita que lo recuerde y le dé una explicación —se giró hacia Peggy—. Aceptó, pero no permitas que Steve se vaya dentro de una hora

—Estoy segura de que terminaremos a tiempo —se dirigió hacia el computador, suspendiéndolo y le señaló el sofá negro que se encontraba al otro lado de la habitación—. Toma asiento, por favor —hizo lo que le fue indicado, empezando a ponerse ansioso por lo que pudiera recordar—. Tony, necesito que te relajes y dejes tu mente en blanco

Respiró profundizo, aferrándose a la idea de que solo tenía que hacer eso y podría ir finalmente con Steven.

—Lo haremos de la forma tradicional —tomó un reloj de bolsillo de una mesa pequeña que estaba al lado de su silla—. Necesito que dejes tu mente en blanco y no dejes de observar el reloj mientras escuchas mi voz —colocó un reloj frente a sus ojos y lo empezó a mover con lentitud—. Simplemente escucha mi voz…Solo mi voz… No hay nada más —se concentró tanto en el reloj, que su mirada empezó a seguirlo inconscientemente—. Cinco, te sientes relajado —dijo, después de permanecer por un minuto en silencio—. Cuatro, tus ojos se están cerrando —como si no tuviera voluntad propia, su cuerpo empezó a reaccionar ante aquellas palabras—. Tres, sientes los ojos muy pesados. Dos, tus ojos se cierran. Uno, te quedaste dormido —cuando escuchó estas últimas palabras, a su alrededor, solo pudo observar oscuridad—. Inhala, exhala, relájate. Estas completamente dormido, relajado. Te encuentras en un estado placentero, nadie puede sacar de este aparte de mi voz. Quiero que escuches cada palabra que digo. Ahora quiero que te remontes a seis años atrás. Imagina que es una película. Puedes poner pausa, regresar o detenerte en los detalles que quieras ¿Entendiste?

—Si —respondió mecánicamente.

En ese momento varias imágenes empezaron a correr rápidamente ante sus ojos. Todo sucedía con tal rapidez que no podía diferenciar nada, a excepción de dos personas, las cuales aparecían en todas las escenas. Una de ellas era él, pero no podía ver con nitidez el rostro de la otra persona que lo acompañaba, a pesar de que siempre estaba a su lado.

—¿Dónde estás?

Una escena se detuvo ante sus ojos.

Tengo diez años y estoy en el parque. Ese día me había escapado del instituto y no quería escuchar a mi padre, por esa razón ni siquiera le había informado a mi madre donde me encontraba.

Mientras caminaba cerca de un lago, me percaté de una pequeña figura que se encontraba debajo de un árbol. Era una persona de cabello rubio y de contextura escuálida. Me quedé observándolo, llevado por la curiosidad que me generaba su estado; de su labio inferior salía sangre y su rostro tenía algunos moretones, pero él no parecía sentir dolor, cosa que estaba seguro estaba fingiendo.

Me observó, pero casi inmediatamente bajo la mirada, tratando de cubrir los golpes que poseía.

Me acerque sin pensarlo, pero él no volvió a mirarme.

—Toma

Le ofrecí un pañuelo, por lo cual me observó nuevamente, mirándome fijamente por casi un minuto, lo cual me incomodo un poco.

—Eres… —se ruborizó y miró hacia abajo, empezando a agarrar distraídamente el pasto. Supuse que era una persona muy tímida, a pesar de que era evidentemente mayor que yo—. No es… necesario

—Sí lo es…Te ves desagradable —me miró y pareció muy avergonzado—. Tómalo —le ordené, logrando que me mirará nuevamente. Creía que me reclamaría por ser tan impertinente, pero simplemente levantó lentamente la mano y, con dedos temblorosos, agarró el pañuelo. Me agradeció y, sin responderle, decidí marcharme, pero un pequeño quejido provocó que me detuviera. Evidentemente no podía mover ninguno de sus brazos con facilidad.

—Debes ir a un hospital —le aconsejé, pero él ignoró mi comentario, mientras trataba de limpiar sus heridas a pesar del dolor. Y me di cuenta de algo, él tampoco quería que lo encontraran; deseaba lo mismo que yo. Le arrebaté el pañuelo y, sentándome a su lado, empecé a limpiar sus heridas.

Mencionó repentinamente su nombre, sin dejar de observarme, cuando finalicé mi tarea. Pero no tuve tiempo de presentarme, ya que alguien nos interrumpió. Era un chico alto, de cabello oscuro, que parecía estar agitado.

—Al fin —respiró profundo, tratando de normalizar el ritmo de su respiración—. Tu madre te está buscando

Miró hacia abajo, luciendo muy acongojado. Se levantó y se despidió de mí, pero, mientras caminaba, no dejaba de mirar hacia donde yo me encontraba.

Creí que no lo volvería a ver, pero una semana después lo encontré en el mismo lugar. Me esperaba bajo el mismo árbol.

—Bien, vamos avanzar en el tiempo —aquella voz lo obligo a dejar de mirar los ojos que, en ese momento, no era consciente de que amaba—. ¿Qué ves?

Estábamos debajo del árbol, yo tengo catorce años. En esos cuatro años se volvió mi mejor amigo y diariamente nos encontrábamos en ese mismo lugar después de que salía de clases. Me agradaba hablarle, a pesar de que no comprendía la mayoría de las cosas que le comentaba. Pero me molestaba un poco cuando su amigo nos interrumpía, cosa que casi siempre sucedía.

—¿Las dos personas son hombres?

No lo sé, no puedo ver sus rostros.

—Prosigue ¿Qué hacen?

Esta lastimado nuevamente. No puedo observar las formas de su rostro, pero lo sé. Trata de que no me percate de que siente mucho dolor, pero los golpes fueron más fuertes que los anteriores.

Después de insistirle por algunos minutos, terminó confesándome quien lo lastimaba mayormente.

—Mi padre me golpeó porque… —bajó la mirada y, después de algunos segundos en los que me miraba de soslayo, continuo—… Bucky y yo… nos besamos

Desde algunos meses atrás, tenia sospechas de que eran novios, pero no me lo había comentado. Y eso me dolía porque lo consideraba mi mejor amigo… Y desde que tenía doce me gustaba, en ese momento sentía que lo amaba, pero yo no era como su novio; a mi jamás podría verme como una posible pareja por más que me esforzara. Me levanté y me marche, a pesar de que él me llamaba. Corrí lo más rápido que me permitieron mis pies, aprovechándome de su debilidad física, decidido a no volver más a ese lugar. Sabía que era egoísta de mi parte, pero no creía poder seguir soportándolo.

Sin embargo, fue diariamente a buscarme por un mes… y, a pesar del dolor que sentía, decidí ocultar mis sentimientos, conformándome con el simple hecho de estar a su lado.

Una semana después su madre murió, pero él no me lo mencionó. Enojado fui a buscarlo, pero, cuando llegué a su casa, su padre lo estaba golpeado. Tenía un ojo morado y su labio inferior estaba lastimado.

—¡Maldito desviado! ¡Por lo menos el otro asqueroso podía darte hijos y evitar habladurías, pero prefieres a alguien que no te beneficiará en lo más mínimo! —su padre le gritó mientras le sostenía del cabello. Corrí hacia ellos, intentando ayudarlo. Él me pidió que no me acercara, pero no le hice caso y un golpe en la mejilla me hizo caer. Su padre era más alto y robusto que los dos juntos.

Toqué mi mejilla, intentando no llorar por el dolor, pero aquel hombre lo lanzó al piso y caminó hacia mí, sonriendo de una forma que me dio terror. Traté de alejarme, a gatas en el piso, pero me sostuvo de una pierna y me jaló hacia él. Intenté alejarlo con la pierna que tenia libre, pero me sostuvo de ambas.

—¿Qué tienes que él desea tanto? —me tomó de la cacheta y me levantó sin ninguna dificultad, apretando tan fuerte que me dificultaba respirar. Intenté soltarme desesperadamente, pero su agarre era implacable—. Te lo advertiré una sola vez, mocoso y te dejaré un recuerdo para que no se te olvide —no sé cómo sucedieron las cosas, pero estábamos los tres en el piso; ellos forcejeando y yo arrodillado, intentando respirar. Me sorprendí como, a pesar de su físico, podía defenderse de su padre, reduciéndolo en el piso, tal vez porque estaba borracho y agotado por pegarle—. ¡Te atreviste a hacerlo! —lo tomó por la camisa a cuadros que llevaba, desgarrándola, pero él no lo soltó—. ¿¡Vas a irte en contra de mí por este desviado!?

—Puedes hacerme lo que quieras a mí, no me importa, pero no toques jamás a Tony —jamás lo había visto enojado. Siempre había sido un chico muy pacifico—. Si vuelves a intentarlo… me olvidaré de los lazos sanguíneos que nos unen

Lo tomé por el hombro, llamándolo. No me gustaba verlo de esa forma. 
Me miró y después a su padre, parecía apenado. Se levantó lentamente y tomó una pequeña maleta.

—Eres igual a tu madre… Eres un desperdicio, mírate ¡Estabas destinado a ser el mejor, pero heredaste la genética débil de tu madre! —lo tomé por el antebrazo, no quería que fuera igual a ese hombre, y él me miró, sonriendo débilmente—. ¡Él no vale la pena… Recordarás mis palabras!

Me tomó de la muñeca y nos alejamos, escuchando las carcajadas maniáticas que daba su padre.

Caminamos en completo silencio por algunas cuadras hasta que él se detuvo. Tomó mi rostro entre sus manos y, después de observar la marca en mi mejilla por algunos segundos, pareció afligido. Intenté reconfortarlo, pero me abrazó, aferrando su pequeño cuerpo al mío.

—Lo siento, Tony

Quise preguntarle en ese momento a que se refería su padre, pero recordé que él mantenía una relación con su amigo y me dolió tanto que decidí asirme a su abrazo.

Dos semanas después, ante todo pronóstico y después de todos sus intentos, finalmente ingresó al ejército y, aunque no quería que se alejara de mi lado, lo apoyé. Cada semana me enviaba una carta, pero no volví a verlo por un año. Y, cuando volvió, acepté definitivamente que jamás pasaría algo entre nosotros. Él era inalcanzable para alguien como yo. 

—Avancemos un poco más

Tengo quince años y es de noche. Ese día me había escapado de casa, ya que mi padre me había castigado por hackear el sistema de seguridad… Algo sin importancia. Estoy frente al lago donde me había conocido con él, pero está congelado, y hay nieve. Alguien me toma de la mano, a pesar de que yo trato de deshacerme del agarre, aunque en realidad no quiero que él me suelte.

—¿Hay un hombre contigo? ¿Quién es? ¿Puedes identificarlo esta vez?

No puedo. A pesar de que veo directamente sus ojos; son azules, aunque dependiendo de la luz, pueden, a veces, parecer verdes.

—¿Qué hacen?

Él se arrodillo delante de mí.

—¡No hagas esto! —trate de soltarme, pero el agarró mi otra mano. A pesar de los guantes, y para mi desgracia, su agarre me ruborizo completamente. A parte la mirada—. Las personas del otro lado se percataran… ¡Levántate, es vergonzoso!

—No me importa si nos ven. No me importa si tengo que seguir haciendo cosas que consideras estúpidas —dijo con una sonrisa—. No me importa seguir haciendo “cosas tontas” hasta que respondas a mi pregunta

Dos semanas antes, al volver de su primera misión, cuando le había presentado a todos mis amigos del instituto, incluyendo al más reciente, Stephen, me dijo que me quería. Pero, aunque me había hecho inmensamente feliz saber que mis sentimientos eran correspondidos, siempre lo rechazaba. Jamás podría olvidar la relación que había mantenido con su amigo, no solo por el daño que me había causado, inconscientemente, por casi un año. También estaban todos los pretendientes que lo perseguían ahora que había cambiado físicamente. Sabía que no debíamos estar juntos. No merecía estar con alguien como él.

—Somos hombres —dije con fastidio, lo que siempre le respondía, a pesar de que decirlo dolía. Ya tenía quince años y no había presentado. Sabía que su padre odiaba a su amigo por ser un hombre omega, al considerar una desviación el que dos hombres, aunque uno pudiera concebir, estuvieran juntos—. Soy un hombre normal

—Eso jamás me ha importado porque te amo, Tony —fingía molestia siempre que lo decía, pero en realidad me gustaba escuchar esas palabras—, no creo… no, estoy seguro de que sin importar lo que haga o suceda, eso jamás cambiará

—No asegures ese tipo de cosas… El amor es efímero. Nada es eterno, solo la muerte y el olvido —mentía, pero era lo correcto, especialmente para él. Las relaciones entre alfas y betas eran casi inexistentes. Jamás podría complementarle.

Miró la nieve que cubría el suelo. Estaba triste, lo sabía. Quise retractarme, pero él me observó nuevamente.

—Mi amor por ti va más allá del tiempo y el espacio. Desde que te conocí fui consciente de lo que sucedería, por esa razón, creyéndolo incorrecto, intenté mantener una relación con Bucky, pero inclusive él era consciente de que no funcionaría. Te amo en este momento, y te amaré incluso después de la muerte. Incluso si llegara a olvidarte, te seguiría amando porque… —llevó mi mano a su corazón—… tú siempre estarás aquí… Mi alma siempre estará entrelazada a la tuya. No me importa seguir esperando… Siempre lo haré, Tony. Si tu amor por mí es efímero, jamás permitiré que te olvides de que me amas o que tu amor por mi muera a manos de la inclemencia del tiempo

Mi corazón parecía querer salir de mi pecho, al igual que el de él. Y, a pesar de que no podía hablar o moverme, cuando él se levantó e hizo un ademan de soltarme la mano, no pude evitar jalarlo hacia a mí.

—¿No te cansas de hablar, Rogers? —dije de forma seria, y sin darle tiempo a contestar o reaccionar, lo agarre por el cuello de su chaqueta y lo jale hacia a mí, uniendo por fin nuestros labios, pero el inmediatamente se separó.

—¡Tony! —fruncí el ceño, él estaba sonrojado y se cubría la boca con su mano derecha—. No podemos hacer eso; no es correcto… Solo tienes quince años y yo…

—¿Piensas esperar dos años para poder darnos nuestro primer beso? Lo que estás haciendo es reservarme, como si fuera un objeto

Trató de explicarse, pero me pareció tan adorable que me aproveché y lo besé. Después de algunos segundos respondió al contacto, olvidándose de su promesa de esperar dos años para poder hacerlo.

Las sensaciones que me invadieron fueron sorprendentes. El toque de nuestros labios me producía una extraña sensación que contrastaba con el frio que sentía en el resto de mi cuerpo.

—Solo lo hago porque ya no soporto escucharte, Rogers… —dije, en un susurro, deleitándome con el vaho que salía de sus labios, y el calor que se producía en el lugar donde se unían nuestros frentes—… Si no cumples tu promesa, te arrepentirás

Sonrió, y dijo las palabras que jamás me cansaría de escuchar.

—También te amo, Tony —y nuevamente unió nuestros labios, mientras la nieve empezaba a caer sobre nosotros.

Fue uno de los días más felices de mi vida.

—Avancemos un poco más —no quería dejar de ver aquella escena. Podía en ese momento sentir todo lo que aquel día la propuesta y el beso le provocaron. Pero aquella voz produjo que la escena se desvaneciera—. ¿Dónde estás ahora?

Estoy en la cocina, junto con Jarvis, esperándolo. Llevábamos una semana de ser novios y había decidido que era momento de hablar con mis padres antes de marcharse nuevamente. Le agradaba a mis padres, pero no estaba seguro de que siguiera haciéndolo cuando supieran que éramos pareja.

Cuando la puerta se abrió, corrí hacia él y Jarvis salió por la puerta que daba al jardín.

—¿Qué sucedió? ¿Mi padre no fingió no ser insoportable?

Sonrió, pero parecía estar nervioso.

—Inicialmente no estuvieron de acuerdo —intenté decirle que no iba a permitir que me dejara por esa razón, pero prosiguió—, pero finalmente lo aceptaron, aunque tu padre aún parece un poco reacio y no lo culpo… Solo me advirtieron que debía respetarte, algo que realmente no es necesario que me lo pidan —me acarició el cabello y se irguió para darme un beso en la frente, ya que era mucho más alto que yo.

En ese momento no me importó mucho la promesa que le había hecho a mis padres, ya que siempre lograba lo que me proponía.

—¿Puedes avanzar un poco más? —la voz lo sacó inmediatamente de la escena—. ¿Dónde estás ahora?

En Canadá. Estoy en una cabaña perteneciente a mis padres, sentado en el piso del baño… Estoy frustrado y enojado. Ese día era 28 de diciembre y dentro de algunos días se iría nuevamente y en esa ocasión nos volveríamos a ver dentro de seis meses, ya que la misión sería aún más larga. Por esa razón quería que ese día fuera especial, pero él continuaba rechazándome, argumentando que aún era muy joven para mantener relaciones sexuales, pero llevaba deseando hacerlo desde antes de que fuéramos novios. En esos momentos me preguntaba si no me amaba tanto como yo a él.

No era un omega y, por ende, no me deseaba… Ni siquiera después de aplicarme un perfume de feromonas.

—Tony… Abre, por favor —su voz se escuchaba cansada. Pero yo estaba muy enojado. Él no comprendía que yo no quería sexo… Lo que quería era unirme a él, en una muestra de amor, que aunque pareciera ser efímera, nos uniría eternamente. Nuestros cuerpos y almas se entrelazarían para siempre… Esas estupideces me las había comentado Sharon y, aunque solo eran eso, estupideces, con él creía que podrían ser ciertas—. Tony…

—¡Vete! —apreté fuertemente los labios. Él no podía saber que estaba llorando—. ¡No quiero verte!

No sé en qué momento me dormí. Pero cuando mis ojos se abrieron todo estaba completamente silencioso. Salí del baño, observando el pequeño caos en que había convertido la habitación, pensando que, por lo menos, esta vez no tendría que disculparse con mi madre por ser el culpable de que una de sus vajillas quedara reducida a fragmentos sin forma.

Lo busqué por todas partes, pero él no se encontraba, por lo cual, sin importarme que estuviera en calcetines, corrí hacia afuera. Sentí la fría nieve bajo mis pies, pero eso no me detuvo. Grité varias veces, pero nadie me contesto. A los pocos metros el frío bajo mis pies al fin me venció y, sin importarme evitarlo, caí sobre la nieve.

—¿¡Por qué tenías que hacerme caso!? —sin importar el dolor que el frío provocaba a mis manos, apreté la nieve bajo mis dedos. Tampoco me importaba que aquellas frías lágrimas bajaran por mis mejillas—. ¡Eres un idiota! —me grité a mí mismo. Siempre lo arruinaba… Siempre supe que no merecía estar con él.

—Tu idiota —su voz era muy hermosa. Y, aunque estaba feliz de escucharla, no podía dejar de llorar —. Tony ¿estas…?. ¿Por qué saliste de esa forma? —estaba evidentemente preocupado… Eso era lo único que le producía. Me colocó su chaqueta en los hombros y me cargó, como si fuera una princesa. Sin poderlo evitar hundí el rostro en su pecho y, por primera vez, lloré frente a él—. Rollito…—fingía odiar ese apelativo, pero en ese momento agradecí que me llamara de esa forma tan cariñosa —, no llo…

—L-Lo sien…to —mi voz salía entre sollozos. No me gustaba disculparme, pero no podía soportar la idea de que él se hubiese enojado conmigo—. Nunca me hagas caso… No me dejes. No te atrevas a dejarme —él me abrazo más fuerte—. Lo siento...

—Jamás podría enojarme contigo —dijo de forma suave, mientras se detenía —. Sé que jamás dirías eso enserio… Sé que me amas tanto como yo a ti —levante la mirada y, al ver la hermosa expresión que me mostraba, pensé nuevamente que no lo merecía—. Pensaba prepararte la sorpresa que te tenía anoche hoy, después de arreglar lo que provocaste, pero aunque no es de noche o nada salió según lo planeado… Estas aquí conmigo, y eso es lo único que importa —se sentó en el piso de madera de la entrada, sin bajarme de su regazo. En ese momento me percaté de que había una mesa vacía, aún decorada, acompañada de dos sillas. Además, había un camino de rosas y algunas tarjetas decoradas con mis colores favoritos.

Tomé una y la leí: “Eres muchas cosas en el mundo, pero en mi mundo lo eres todo”. Y, aunque yo nunca se lo dije, él también lo era todo en mi mundo. Me sentí como un idiota por arruinar todo, pero antes de que comenzara a auto-insultarme mentalmente, un pequeño agarre en mi dedo me sacó de mis cavilaciones. Él había atado un hilo rojo en el dedo anular de mi mano izquierda… igual que en su mano. Ambos hilos conectaban con un globo rojo y, al mover su mano, el globo explotó. Una rosa roja cayó en mi regazo.

—Te he dicho que no soy una… —algo que cayó en mi dedo anular me hizo callar. Subí mi mano y un anillo brillo en mi dedo; había bajado por el hilo que conectaba en mi dedo. Levante el rostro y seguí su mirada. En un pino ahora había una pancarta con luces, en mis colores favoritos, y las palabras más hermosas y simples que había leído: “Cásate conmigo”. Y, aunque todo había sido estúpidamente cursi, era aún más hermoso y, sin pensarlo, aquellas palabras que jamás había pronunciado salieron de mis labios.

—Te amo — y lo besé. No quería que se percatara de mi rubor.

—No era necesario que usaras ese perfume—mencionó, alejándose de mis labios—, el único aroma que me atrae es el tuyo… Pronto se hará más intenso

No tuve tiempo de pensar en el significado de su frase, ya que volvió a besarme.

—Vamos a avanzar un poco —la orden lo obligó a alejarse de él—. ¿Ves algo?

Veo un auto negro… Una carretera, pero nada más.

—Háblame del auto, Tony

El auto se mueve. Pero no veo a nadie a mi lado… Todo está oscuro.

—¿Dónde estás ahora? —inquirió—. Concéntrate, solo debes mirarlo. Solo mira su rostro

Aquella voz provocó que, paulatinamente, todo a su alrededor cobrara nitidez y, antes de que el rostro frente a él se aclarara totalmente, respondió:

Estoy junto a Steve. Él conduce el auto.

Apretó los bordes del sofá con sus manos, como si se estuviera preparando para las escenas que seguían.

—Háblame sobre eso ¿Adónde van?

Vamos al aeropuerto. Le había prometido a mi madre que volvería el 30 de Diciembre.

Steve cantaba mi canción favorita. Me sorprendía como alguien con gustos tan anticuados pudo haberse aprendido esa canción.

—¿No puedes callarte un momento, Rogers? —dije, con fingido fastidio.

—Sé que te encanta mi voz —dijo —. Solo te complazco… Todo lo que desees te lo daré

—¿De dónde sacas eso, idiota? —me ruborice totalmente, por lo cual giré el rostro hacia la ventana—. Si lo dices por las cosas que dije ayer en la mañana… aún estaba adormilado. Tu voz es muy desafinada; arruinas mi canción favorita —me coloqué los auriculares y simule escuchar música, pero en realidad seguía oyéndolo a él. Escuché una adorable risa, antes de que siguiera cantando. Sonreí, pero lo oculte con el envés de mi mano.

Miré disimuladamente el anillo que se encontraba en mi dedo. Steve me había prometido que después de que me graduara de la universidad nos casaríamos y, aunque me parecía mucho tiempo, había aceptado su condición, por lo cual pensaba presentar exámenes para graduarme dos años antes del instituto.

Cerré los ojos y me concentré completamente en su voz, guardando en mi memoria el que, hasta ese momento, era el día más feliz de mi vida.

Apretó más fuerte sus manos, mientras se movía un poco. No sabía lo que sucedería pero no quería seguir observando. Sin embargo, a pesar de intentarlo, aquella escena frente a sus ojos no se detenía.

—Continua, nada puede hacerte daño. Recuerda, es solo una película. Estas completamente solo

No puedo… Todo se desvanece nuevamente.

—Nada se desvanece, Tony. La película de tu mente está cortada, eso es todo. Ahora háblame de Steve

No puedo…

Un sollozo escapo de sus labios cuando todo se volvió nuevamente nítido.

No quiero… Deseo que se detenga.

—Nada puede dañarte. Recuérdalo. Dime que ves —la orden lo obligó a hablar.

Su canto se detuvo abruptamente. Pero antes de que yo pudiera girar a verlo, el carro siguió al lado derecho con brusquedad, tratando de evitar un alce que había salido de la nada. Sentí un dolor agudo en el lado derecho de mi cabeza, seguido de algunos vidrios quebrándose, y un peso asfixiante sobre mí. Steve me protegía, aferrándose a mi cuerpo. Le devolví el abrazo y todo se volvió negro.

—¿Qué más sucedió?

No sigas… No quiero verlo.

—Respóndeme ¿Qué más sucedió, Anthony?

La voz provocó que todo a su alrededor cobrara nuevamente nitidez.

Rojo. Fue lo primero que distinguí. Estaba lleno de sangre. Incluso en mi boca había. Traté de moverme, pero no podía.

—Steve —dije lo más fuerte que pude, pero mi voz no fue más que un susurro—. Steve ¿dónde estás?

—No te mueras, por favor

Escuché una voz… Era tan fría y carente de vida… Era la voz de Steve. Intenté moverme, pero nuevamente fue en vano. Y, producto de la impotencia que sentía, empecé a llorar, sin dejar de llamarlo. Una mano apretó levemente la mía, seguramente tratando de reconfortarme.

—Steve —con las pocas fuerzas que tenía la tomé.

Algunos segundos después, escuché una sirena y vi algunas sombras.

—No te mue…

Grite al no volver a escuchar su voz. Él no podía dejarme. Me rehusaba a creerlo y sobre todo a aceptarlo. Con mucho esfuerzo levante un poco la cabeza. Pero lo que vi me hizo gritar de horror. La cabeza de Steve… ¡Basta!... ¡No quiero verlo! ¡No quiero seguir viéndolo!

Lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas mientras se movía bruscamente.

Steve… No puedes dejarme ¡Lo prometiste!

—Tony, escúchame. No…

¡Basta!... ¡Quiero que pare! ¡No me obligues a verlo!

La escena se repetía una y otra vez. Sangre… Sus ojos vacíos y su silencio eterno.

—Tony, a la cuenta de cinco y con un chasquido de dedos despertaras. Estarás tranquilo y recordaras todo lo que hemos hablado. Uno, te sientes despierto. Dos, no sientes los ojos tan pesados. Tres, puedes abrir los ojos —aquellas imágenes seguían repitiéndose en su cabeza—. Cuatro, todo acabo. Cinco, despierta, Tony

Aquel pequeño sonido lo liberó.

—Tony ¿estás bien?

No respondió. Estaba concentrado en un punto inexistente del techo. Margaret, tratando de captar completamente su atención, movió suavemente su hombro, pero Anthony no mostró ninguna reacción.

—Tony —llamó nuevamente, pero el aludido no parecía poder escucharla.

—Steve…—mencionó repentinamente y se levantó exaltado, alejándose, mientras observaba a los lados.

Margaret se levantó, tratando de tranquilizarlo, pero Anthony huía de su contacto.

—Tony, sé que debe ser…

—¿Dónde estás? —sus ojos se cristalizaron nuevamente—. Steve…

—Cariño…

—Steve…—dijo nuevamente, interrumpiéndola, observando sus manos, tratando de encontrar algún rastro de sangre, pero, como si recordara algo, dirigió su atención hacia la entrada, mientras algunas lágrimas bajaban por sus mejillas. Y, antes de que pudiera detenerlo, corrió fuera de la habitación.

Necesitaba verlo.

Corrió por los pasillos sin importarle las personas con las cuales tropezaba en su camino. Lo único que le importaba era ver a Steven. Cuando finalmente llegó a la habitación, abrió la puerta con tanta rapidez que casi cae en el piso.

Steven se encontraba arreglando una maleta con ayuda de James.

Caminó hasta él, mientras se intensificaban las lágrimas que salían de sus ojos. Era feliz porque estaba bien.

Steven detuvo lo que hacía y, después de inhalar profundamente, giró en su dirección, observándolo fijamente mientras su expresión cambiaba lentamente. Había sonreído, pero casi inmediatamente dio la impresión de estar abatido.

—Steve… —no sabía que decirle, solo deseaba que lo cubriera con sus brazos y le asegurara que todo estaría bien. Levantó, inconscientemente, un brazo hacia él, tratando de tocar la zona donde antes se encontraba su herida y ahora estaba cubierta por su cabello.

Pero, en ese momento, las palabras que Steven le había mencionado en una ocasión llegaron a su cabeza, como un horrible recuerdo.

No lo sé… No recuerdo absolutamente nada. Cuando desperté no sabía ni siquiera mi nombre… Me explicaron que algunas zonas de mi cerebro se habían visto seriamente afectadas… Con terapias pude recuperarme físicamente, pero… jamás podré recuperar mi vida anterior. Sin embargo, existe algo de esa vida que no puedo olvidar totalmente… Lo paradójico es que tampoco podré recordarlo jamás

Sus dedos se contrajeron cuando rozaron las hebras de su cabello y su brazo cayó lánguidamente, mientras sus labios dejaban escapar un gemido lastimero.

—Yo… —intentó hablar, pero la mirada que Anthony le dirigió lo abrumó. Se veía tan dolido que lo rompió emocionalmente.

—¿Por qué? —inquirió de forma dolida. Se interrogaba tantas cosas que lo único que hacían era aumentar su dolor. Se preguntaba ¿Por qué Steven lo había protegido?¿Por qué lo había condenado a vivir en un mundo sin él?—. ¿Por qué? —no pudo evitar que un pequeño sollozo escapara de sus labios, lo cual hizo que Steven se moviera instintivamente hacia él, pero sin atreverse a tocarlo.

—Yo… —no comprendía totalmente a que se refería. Pensaba que era referente a lo que había sucedido entre ellos dos, pero él mismo había dado por zanjado el tema, por lo cual no entendía totalmente lo que le cuestionaba. Pero, sin comprender la situación, se sentía culpable por verlo de esa forma y tenía el deseo imperante de reconfortarlo. Sin embargo, no sabía cómo hacerlo sin ser nuevamente rechazado.

—¿Por qué? —volvió a repetir, sin importarle mostrarse totalmente destruido frente a ellos. No quería vivir en un mundo sin Steven, pero al salvarlo lo había condenado a hacerlo.

—No… No llores, por favor —estaba genuinamente acongojado por la situación, por lo cual, olvidándose de sus temores, intentó abrazarlo, pero Anthony retrocedió—. Te di mi palabra de que no volvería a…

—¿¡Por qué tuviste que ser un maldito egoísta!? —no le importó la expresión de sorpresa de Steven, ya que a este tampoco le había importado condenarlo a una vida sin él—. ¿¡Por qué me hiciste esto!?... ¿¡Por qué!? —lo tomó del cuello de la camisa, jalándolo a pesar de que sabía que no podría moverlo de su lugar a menos que Steven lo deseara, mientras se preguntaba ¿por qué había sido tan egoísta y no lo había dejado partir junto a él? No lo recordaría nunca… Steven jamás sufriría por extrañarlo.

—¡Basta, no le hagas esto!

James intentó meterse entre ambos, alejando a Anthony, pero Steven no se lo permitió. Necesitaba seguir escuchándolo para aceptar completamente su decisión.

—¿Por qué lo hiciste, idiota? —dijo sin fuerzas, mientras trataba de verlo por la cortina empañada en que se habían convertido sus lágrimas—. No quería que lo hicieras…

Antes de que cualquiera de los dos pudiera decir algo más, algunos enfermeros llegaron. Y, por primera vez en su vida, Anthony dejó de luchar, dejándose llevar mientras observaba como James se acercaba a Steven nuevamente.

<<<<>>>> 

—Las enfermeras me dijeron que te niegas a salir y comer —en respuesta, lo único que hizo fue cubrirse con la sabana, preguntándose por qué no podían dejarlo en paz—. Tony, sé que debe ser muy difícil para ti la situación, pero para Steve también lo es… Él…

—No recuerda nada —dijo interrumpiéndola—, él jamás me recordará. Eso lo sé —dijo esto último en un pequeño susurro—. “Hubiese preferido morir” —sus ojos se cristalizaron nuevamente.

—Él jamás te ha olvidado —quiso gritarle que dejara de decir cosas sin sentido, pero no tenía fuerzas para hacer absolutamente nada—. Dirás que es una estupidez, pero, aunque no recuerda absolutamente nada de lo que vivieron, él no ha podido olvidar lo que siente por ti… Incluso te extraña. Lo cual es muy curioso contando con el hecho de que perdió permanentemente todos sus recuerdos… Un milagro, como algunas personas lo catalogarían. Supongo que su amor por ti va más allá de cualquier barrera mental. Su amor por ti es platónico… Un amor tan puro que solo puede provenir del alma. Solo tienes que recordarle que todos esos sentimientos van dirigidos hacia ti

Si tu amor por mí es efímero, yo jamás permitiré que te olvides de que me amas o que tu amor por mi muera a manos de la inclemencia del tiempo

Las palabras de Steven resonaron en su cabeza e inmediatamente empezó a llorar silenciosamente, siendo aún protegido por las sabanas. No quería rendirse, pero ya no tenía fuerzas para ir en contra de su destino… No sabía cómo seguir luchando.

Se consideraba un idiota que lo único que hacia correctamente era arruinarlo todo, mientras Steven solo había sabido amarlo.

Steven lo había dado todo por él… Siempre lo había hecho. Y desde el inicio lo supo, pero su amor era tan grande que se rehusaba a aceptarlo… Jamás se mereció ser amado por Steven. Alguien como él siempre había sido inalcanzable.

—Quiero… regresar a casa


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).