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Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse por BocaDeSerpiente

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"Para empezar…"

Harry no paraba de dar vueltas por la habitación, con las cuartillas de instrucciones de su "yo" mayor entre las manos. Aquello era una locura. No le cabía duda de que el Harry de más de treinta años estaba demente.

"Para empezar, intenta no hacer demasiado ruido, Harry. Draco tiene el sueño ligero, y aunque debe estar agotado por lo de anoche, tiene secuelas de Voldemort que hace que reaccione mal cuando se despierta de golpe o por un susto. Te pido que no hagas pasar a mi esposo por un mal momento, entiende.

Por lo general, sería él quien se levante primero, pero ya que recuerdo perfectamente que cuando fui trasladado en el tiempo, me desperté antes, dejé el desayuno listo en la cocina, bajo amuletos para mantenerlo caliente; de nada. Notarás que apenas esté saliendo el sol, las niñas empiezan a despertarse, a James le toma más tiempo. Te recomiendo que te vistas, te pongas unos zapatos, des una vuelta por la casa para no parecer tan perdido, y vayas a conocer a tus hijos…"

Cuando Harry decidió que sí, aquello era real, y no, al parecer no era un plan de Voldemort que tuviese que frustrar, y por lo que veía, nadie saltaría a su cuello para lanzarle un Avada justo en la sien y asesinarlo, para hacerse con el control del mundo mágico de pronto, avanzó hacia el armario, sólo para descubrir una muda completa de ropa doblada, con unos zapatos en un costado del mueble; vaya que su "yo" adulto pensaba en todo. Se apresuró a vestirse, para después ir hacia la puerta. No supo de dónde salió la delicadeza que le permitió salir y cerrarla detrás de sí, sin haber hecho el menor ruido.

Fiel a las palabras del Harry adulto, comenzó a recorrer la casa, mientras daba ojeadas a la 'introducción' a su vida.

"Los cuartos de los niños son por el mismo pasillo que el de Draco y yo (nosotros, ahora), los distinguirás porque tienen letras de colores en la puerta. Deja que James se levante solo, y llama a Draco si tarda mucho, nunca, por nada del mundo, lo intentes despertar tú, Harry.

Lilian y Narcissa comparten cuarto todavía, son inseparables. Les llamas "Lily" y "Cissy", recuérdalo.

Lily es la niña más hermosa del mundo, tu princesa; llámala así. Descubrirás que Cissy también es muy preciosa, pero ese título lo tiene su hermana, y a ella le dices que es la más inteligente, porque le gusta más eso que un cumplido por su físico. Draco está convencido de que sería una Slytherin o Ravenclaw de ir a Hogwarts.

Dile "Jaimie" a James, si está de buenas. Si no, déjaselo a Draco.

Es en serio, Harry, todo, absolutamente todo, lo que no puedas manejar, déjaselo a tu esposo. Si sale bien, genial. Si sale mal, no será tu culpa.

Para cuando hayas terminado de leer esto, seguramente Cissy ya está despertando a su hermana; ve a su cuarto. Dejaré que te lleves una sorpresa con ellas, porque estoy seguro de que sabrás quién es quién. No son precisamente iguales.

Ten en cuenta que estás en mi cuerpo, Harry. Llevo años en esta rutina, tengo reacciones inconscientes que no puedo controlar, sentimientos que te van a invadir y son míos. Tus pensamientos y tu actuar son sólo tuyos, pero por lo demás, eres yo de momento. Actúa como tal.

Si haces llorar a mis hijos, o los haces sentir mal de alguna manera, lee bien esto, léelo dos y tres veces si hace falta, Harry: hazles algo que yo no haría, y me enteraré, y no sé cómo, ni cuándo, pero te haré pagar por eso, y no me importa que me esté amenazando a mí mismo. Son mi (nuestra) familia, Harry. No hay nada que me importe más en el mundo."

Al terminar de leer la cuartilla, avanzó hacia la puerta que tenía una L rosa, de flores enormes con capullos que se abrían por magia, desprendían brillos, y volvían a cerrarse, y una N de escarcha blanca que oscilaba igual que el agua. Pensó en tocar, luego se le pasó por la cabeza que era ridículo. ¿Tendría que hacerlo, como padre, y respetar la privacidad de sus hijas? Después de todo, eran dos niñas.

Alto, ¿qué edad tenían…?

Estaba a punto de buscar la información en los papeles cuando la puerta se abrió por sí sola y tuvo que tragar en seco, guardarlos, mal doblados y arrugados en su bolsillo, y enfrentar lo que estuviese allí dentro. La empujó para hacerse espacio y se asomó. Enseguida se quedó paralizado bajo el umbral de la entrada.

El cuarto parecía sacado de la fantasía de una niña que leía muchos cuentos de hadas. El suelo y la mitad inferior de las paredes eran acolchados, la parte de arriba cubierto de tapiz con motivos florales, que también se movían con magia y resplandecían, y el techo estaba cubierto de atrapasueños coloridos y pegatinas muggles de estrellas, que formaban siluetas que alguien unió con líneas de tiza blanca; las constelaciones del Norte, reconoció tras un momento, de sus clases de Astronomía. Las niñas contaban con peinadoras, armarios, incluso baúles de juguetes, de madera pintada, con relieves y tallos tan sorprendentes que era difícil imaginarse cuánto tiempo llevó o cómo los hicieron.

En lados opuestos, una frente a la otra, estaban un par de camas mullidas, con cobijas de tonos pastel y doseles traslúcidos que caían hasta el suelo. Una estaba vacía, la almohada todavía aplastada, las mantas a un lado y la cortina abierta. Desvió la mirada hacia la otra.

Y sí, en definitiva, podía distinguir a Lilian de Narcissa.

Cissy tenía el cabello imposiblemente claro, un tono de rubio que debía ser considerado blanco, una piel lechosa de escasas pecas y lunares, y unos ojos verde brillante que se hacían notar aun en la distancia. Estaba sentada en la orilla de la segunda cama, en una bata larga de colores pastel y flores, y le susurraba a la otra niña, que se sentaba y bostezaba a la vez.

Lily, en cambio, era pelirroja, no del modo en que lo eran los Weasley, sino de un rojo intenso y oscuro, que sólo había visto una vez, en una mujer de nombre similar. Su piel apenas tostada hacía destacar la bata blanca, de esas que se le antojaban muy Edad Media, y unos ojitos grises que luchaban por mantenerse abiertos.

Cissy debía estar despertando a su hermana, que abrazaba un peluche de león, de la colección sin fin que rodeaba las orillas de la cama, y apenas las había visto, pero Harry ya las amaba. Sentía una sonrisa enorme que se abría paso en su rostro, el impulso de ir hacia ellas y envolverlas a las dos en sus brazos, llenarles el rostro de besos, oír sus voces. No superarían los seis años, y sin duda alguna, eran preciosas, imágenes vivas de las princesas de las que hablaban los cuentos de los muggles.

Tenía la absurda sensación de que se echaría a llorar ahí mismo, cuando Cissy se percató de su presencia y sonrió. Oh, era aún más bonita cuando lo hacía. Las dos lo eran.

Harry no se contuvo más. Avanzó hacia la cama, removió el lado del dosel que lo separaba de ambas, y las atrapó en un abrazo, derribándolas contra la montaña de almohadas y animales de felpa de Lily, mientras las sentía retorcerse, sujetarse a él, y reír. Las vibraciones de sus risas eran todo lo que estaba bien en el mundo y más, podría haber vivido de sólo escucharlas.

—¡Papá, no, papá! —Cissy chilló al caer por completo en el colchón, interponiendo un peluche cualquiera entre ambos, pero Harry se echó hacia un lado y aun logró plantar un sonoro beso en su mejilla.

—¡Papi! —Lily no tenía reparos en gritar, reírse, chillar más fuerte, y dejarse cubrir de besos y mimos, pasándole los brazos alrededor del cuello tan bien como podía.

Las amaba. Su "yo" adulto las amaba, y él entendía muy bien por qué, sin nada más que esos segundos.

Cuando se enderezó para quedar sentado, estaba sin aliento; no creía haber dado tantos besos a nadie en su vida, al menos no él, quizás para el Harry adulto aquello fuese cosa de todos los días. Tuvo que admitir que no estaba mal. Había algo en ser cariñoso que lo llenaba de una sensación de paz y felicidad que nunca experimentó de niño, y pocas veces lo hizo de adolescente, no con esa fuerza.

Recordó lo que decía en las cuartillas al inclinarse hacia ellas, para depositar besos más cuidadosos y suaves en las frentes de cada una.

—¿Cómo está la niña más hermosa del mundo? —Lily se retorció con una risa ahogada, y le pagó con un beso en la mejilla y una sonrisa, que podría haber visto por el resto de su vida— ¿cómo amaneció la niña más inteligente de todas? —Siguió con Cissy, que se tapó la cara con ambas manitos, pero después le devolvió el abrazo.

—¡Tenemos hambre, papi!

—¡Hambre! —La secundó la otra niña, ambas lanzándose sobre sus piernas y sujetándole los brazos.

Y cuando intercambiaron una mirada y sonrieron entre sí, Harry sintió un escalofrío en la columna, y la certeza de que ocurriría algo.

—¡Hambre! ¡Hambre! ¡Tenemos hambre y queremos comer! ¡Queremos comer! ¡Tenemos hambre, hambre! —Canturrearon al unísono, dando saltos en el colchón y encima de él.

Lily parecía haberse olvidado por completo del sueño que portaba segundos atrás, desde que su hermana le sujetó la mano y la arrastró fuera de la cama. Las dos seguían cantando mientras daban saltos y hacían un baile extraño y cómico hacia la puerta, donde se detuvieron para observarlo con sonrisas que, pese a sus diferencias, eran idénticas.

—¡Tenemos hambre! —Abrió la marcha Cissy, elevando un puño al aire. Su hermana la siguió de inmediato, con el mismo gesto al atravesar la puerta.

—¡Queremos comer!

Harry vio a sus dos hijas salir del cuarto en una especie de marcha militar desordenada, al canto de "¡tenemos hambre!" que Cissy iniciaba y Lily respondía. Se le ocurrió seguirlas cuando se dio cuenta de que, muy probablemente, necesitarían ayuda para llegar a la cocina.

Quizás se equivocó.

Al pasar frente a la puerta que daba a su cuarto -el del Harry adulto y Draco, tuvo que recordarse con un estremecimiento-, Cissy frenó en seco a unos pasos del umbral, poniéndole la mano sobre la boca a su hermana, que a la vez, cubrió la de la primera, en un acto reflejo que debía ser usual.

—¡Shhh! —Al apartarse, Cissy se llevó un dedo a los labios, el mismo con que luego apuntó la habitación—. Puerta cerrada, padre duerme —Lily se apresuró a asentir para darle la razón, y se giró hacia Harry al ponerse el índice contra los labios también.

—¡Shhh, papi!

Tras otro intercambio de miradas y asentimientos, Cissy retomó la marcha y la canción, pero en susurros. Lily la siguió enseguida.

Bueno, eso era interesante. Raro e interesante.

Harry caminó detrás de ambas hasta un breve tramo de escaleras, que separaba el corredor de las habitaciones de una sala. Creyó que tendría que ayudarlas, al verlas tan pequeñas y con esos barandales ornamentados y altos. Sin embargo, las niñas se sujetaron de las manos y empezaron a bajar entre saltos y tambaleos, y no le fue difícil percatarse de la magia que tenían los escalones y las envolvía nada más detectarla, para mantenerlas en equilibrio cuando hacía falta; se preguntó si habría sido idea suya o de Malfoy.

Todavía sentía un escalofrío de pensar en que su versión adulta se hubiese casado con él. ¿Qué podía haber pasado desde su tiempo, que tenía quince años, hasta el momento en que se casaron, alrededor de los veintidós o veintitrés?

Una cosa se le pasó por la cabeza. Seguramente tendría que esperar una historia increíble de reconversión espiritual, o algo por el estilo.

Con un resoplido, fue detrás de las niñas, que le dejaron bien en claro que sabían llegar por sí solas a la cocina.

De la sala a la que llegaban las escaleras, se abría paso hacia un comedor pequeño y una cocina al fondo, y por el otro lado, hacia un recibidor del que llegó a divisar lo que supuso era la salida. Luego de conocer Grimmauld Place y los tétricos gustos sangrepura de los Black, no se imaginaba que el lugar de residencia de un Malfoy adulto, fuese tan sencillo; tenía colores combinados, que él no se habría molestado en elegir, muebles que no tenían aspecto de ser baratos, dispersos aquí y allá, de manera que no se sentía como si fuese un sitio lleno de lujos, y detalles que le daban esa calidez que Harry quería relacionar al hogar, la familia, y con el que soñaba de niño, como el mural de fotografías, en un collage mágico, que estaba en la pared sobre la chimenea.

Mientras las niñas deambulaban por la cocina, se tomó un momento para detenerse junto a este. Iba de abajo hacia arriba, comenzando con una fotografía navideña, donde un Malfoy más joven y él intercambiaron el rojo Gryffindor y verde Slytherin, y estaban sentados frente a un árbol, que creyó reconocer como el que Hagrid colocaba en Hogwarts por la fecha. Pero era imposible, claro, allí Malfoy tenía una ligera sonrisa, que nunca le había visto hasta entonces, y se encogía de hombros cuando Harry le tomaba la mano y entrelazaba sus dedos, rehuyendo de su mirada hasta que le daba un beso en la mejilla.

No pudo evitar quedarse viéndolo por más tiempo del necesario. Era simplemente extraño, casi terrorífico. Jamás llegó a encontrar más que burla, enojo, petulancia, en el rostro de Malfoy, sentimientos negativos que hubiesen destrozado cualquier intento de acercamiento, incluso si lo hubiese intentado.

¿Cierto?

De pronto, no estaba tan seguro. No podía imaginarse a sí mismo así, ni siquiera porque era Malfoy; no podía imaginarlo con nadie. Le recordaba, en cierto modo, a la manera en que lucían sus padres en el álbum que recibió.

Y eso lo hacía aún más raro. ¿Qué había ocurrido para llegar a ese punto?

Harry sacudió la cabeza, atontado. A partir de esa, una serie de fotografías en hileras mostraban, lo que supuso, serían momentos de su relación, mientras la adultez los alcanzaba, hasta una que le llamó la atención también, porque mostraba el patio de La Madriguera, a Ron y él montando algún tipo de escena, y a Hermione y Draco a poca distancia, en un intercambio de miradas cómplices y risas débiles. Bien, aquello le decía que los Weasley no intentaron asesinarlo, ni llevárselo a San Mungo.

Tendrían que haberlo llevado a San Mungo, pensó.

A medida que continuaba, comenzaba a aparecer un niño, y luego las dos niñas, en un conjunto que mezclaba cabezas pelirrojas, paisajes, y momentos que supuso eran cotidianos, salidas en familia, quizás, pero que no pudo apreciar lo suficiente porque fue el momento en que Cissy decidió pararse en el umbral que separaba la sala del comedor, con un puchero, y un impulso lo llevó a acercarse enseguida y agacharse frente a ella.

—¿Qué pasa, Cissy? —Le preguntó, en el tono más suave que era capaz, porque así se debía hablar a una hija.

¿O no?

La niña le sujetó por el pantalón, con un leve tirón.

—¿No vas a comer con nosotras, papá? —El puchero se hizo más obvio, Harry sólo atinó a boquear— ¿vas a buscar a James?

James, sí, seguramente tendría que ir por él. No, alto, ¿qué era lo que decía sobre el niño?

Cissy debió tomar su confundido silencio por respuesta, porque emitió un "hm" al balancearse sobre sus pies.

—Pero nos puedes servir la comida antes, ¿verdad, papá?

Se encontró a sí mismo asintiendo sin pensarlo. Al ponerse de pie, la pequeña le tomó la mano, para 'arrastrarlo' al comedor, donde descubrió que Lily se había subido sola a una silla, y balanceaba las piernas en el aire, al tiempo que pintaba con un creyón en un pedazo de papel muggle. ¿Malfoy dejaba que sus hijas tuviesen artículos muggles? Aquel día se ponía más extraño.

Alzó a Cissy para facilitarle subir a la silla y esta le besó la mejilla al darle las gracias, Harry no habría sabido explicar la emoción cálida que lo inundó. Otra vez quería llorar. Por Merlín, ¿qué estaba mal con él?

El desayuno, tal y como decía el Harry adulto de las notas, estaba en una encimera, resguardado por amuletos de calor, así que sólo tuvo que tomar dos platos, asumiendo que los más pequeños eran los de las niñas, y colocarlos frente a ellas.

—Papi —Lo llamó Lily, mientras cambiaba el creyón por un tenedor de puntas redondeadas—, la leche.

Eso sonaba a un recordatorio. Desorientado, hizo un gesto en dirección al refrigerador, y al ver que las dos asentían, lo abrió para buscar el dichoso producto y servirlo en un par de tazas, de un fénix y un hipocampo de colores llamativos. Qué cosas más raras les compraron a las niñas, en serio.

O tal vez a él le resultasen así porque nunca recibió nada de pequeño, quién sabe.

Entre lo que estaba resguardado por el amuleto, localizó una jarra de café, de la que sirvió y bebió en modo automático. Le llevó un momento darse cuenta de lo que acababa de llevarse a la boca, parpadeó, arrugó la nariz, y lo bajó. Él no tomaba café, ¿qué fue eso?

Ya que las niñas platicaban entre ellas, en voz baja, y no parecían tener problemas para comer solas (¿hasta qué edad era que necesitaban ayuda para comer? Harry no tenía idea), sacó el fajo de papeles y leyó la primera parte, hasta dar con la siguiente cuartilla.

"Son preciosas, ¿verdad? No lo niegues, sé que vas a sentir que son lo más hermoso del mundo, porque es lo que siento todos los días.

Como te habrás dado cuenta (espero), Lily es más hiperactiva y cariñosa. No te creas, la que manda es Cissy. Ella va a hablar si pasa algo, siempre guía las acciones de su hermana sin que lo note (a veces ni nosotros nos damos cuenta), y será la primera en molestarse si le haces algo a Lily. Es la mayor, olvidé mencionarlo, ambas tienen cinco."

Cinco. Tenía dos hijas de cinco años.

Harry no pensó que llegaría a vivir para algo así. Continuó leyendo.

"¿Qué opinas de los cuartos y la casa, en general? Sí, fue decorada por Draco, no lo dudes. Si fuese por mí, todo sería blanco, o marrón, o rojo; él dice que es el efecto de la falta de estilo gryffindoresca.

El mural de fotos lo hice yo, por si te lo preguntabas. Comenzó cuando nos mudamos y me di cuenta de que era la casa a la que llegaría al saltar en el tiempo, y quería presumirle a mi yo joven sobre esto. Luego me enamoré del proyecto y lo convertí en una recopilación de nuestras vidas.

Ahora que ya sabes lo más básico, y supongo que tendrás a mis hijas contentas y desayunando, tal vez tengas que ver a la Bestia."

Él bajó el fajo de papeles, despacio, procurando no alarmarse. Ya le parecía que aquello era demasiado bueno para ser verdad, ¿cuándo le había salido algo tan bien a él?


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