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División de amor, resta un corazón. por AGR

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Notas del fanfic:

Informo que los personajes de Saint Seiya no son míos, la historia plasmada en en este fic es original y pertenece a mi autoría.

Notas del capitulo:

El amor es libre y no podemos retenerlo.

En el Sanatorio Mental Central, Milo Zabat, tuvo la oportunidad de escapar de aquel infierno, ahora que recordaba con lucidez la razón por la cual no abandonaba el lugar, contuvo la imperiosa necesidad de asesinar a uno de los enfermeros. Solo quería llegar a los brazos del hombre que tanto amaba.

Los destinos de cada paciente recaían en manos de un director, doctores, enfermeros y asistentes y los de limpieza, cada uno ejerce una obligación dentro de la institución que siguen minuciosamente, para Milo eso solo mostraba la decadencia de unas sociedad, no importaba si un paciente sufriera ellos se encargaban de solucionar todo en el cuarto del electro, donde la mayoría no se incorporaban por días y otros simplemente cedían llegar a los brazos de la muerte.

Optó por tomar cada una de las pastillas y luego de que fueran ingeridas, los enfermeros se aseguraban de que no las ocultaran bajo la lengua o entre la mejilla y los dientes, satisfechos de conseguir un trabajo excelente solo dejaban al paciente en el pequeño cubículo acolchado. Pronto caería la noche y sedar a todos facilitaba las cosas dentro del sitio.

Milo, solo observaba impaciente la llegada del enfermero que llegaba cada noche en la ronda de las siete y treinta, haciendo que la ansiedad se elevara conforme la aguja del reloj avanzaba de manera perezosa, deseando poder salir y adelantar esta y por fin verle en su bata de un extraño color gris con azul. Con solo pensar en ese uniforme envolviendo su fornido cuerpo ya estaba más que dispuesto a masturbarse antes de que la acción llegara a su acolchada habitación.

Ahí estaba frente a su puerta esbozando una media sonrisa algo labiosa y placentera, sus orbes de café miel parecían dos gemas destellando ante el sol del mediodía. Sus cabellos revueltos, direccionados por todas partes, le daban ese aire de chico malo y él esperaba que lo fuera. Se sentó en la cama con sus manos entre las piernas absorbiendo cada detalle de lo que era ese hombre, consiguiendo un gemido involuntario al imaginar lamer su tostada piel.

— ¿Quieres desvestirte para mi Milo?

—Te esperaba.

Se incorporó desnudando con sensualidad su cuerpo, dejando caer aquel pantalón de un horrible color verde olivo y la camisa del mismo color, se mantuvo quieto y expectante a los felinos movimientos de su amante que comenzaba quitarse la ropa. No esperó demasiado, hoy resultaba ser de esos días que no habría jugueteo para calentar la piel, pronto se vio obligado a poner sus manos en la pared y separar sus piernas lo mejor posible.

La penetración fue limpia y profunda, el ardor en su entrada comenzaba arder con la fricción constante de los vaivenes descuidados y poderosos, se mordió la lengua para no gritar, pero no pudo evitar que una solitaria lágrima se deslizara por su mejilla. Cada embate contra su cuerpo abría paso del dolor a la excitación, quería con desespero acariciar su hombría, pero su amante le tenía capturada sus manos arriba de su cabeza, no había forma de salir de aquel agarre cuando necesitaba el soporte para no caer aún más en la locura.

El pre-semen escurriendo en la punta de su pene era la prefecta evidencia de cuanto lo estaba disfrutando, el cuerpo caliente detrás de su espalda y las palabras sucias que se dicen en el sexo, le tenían en una montaña rusa de sensaciones que amenazaban con hacerlo perder la razón. Suplicó a su amante que le tomara con más fuerza, que le hiciera alcanzar las estrellas en una explosión placer que se le acumulaba al punto de llorar, nunca nadie le había amado de esa forma tan cruda y necesitada.

Sin que los dedos calientes de su amante le acariciaran su hombría, se corrió mojando con su semen la amarillenta pared, en un intento desesperado por conseguir el suficiente aire para llenar sus pulmones se desplomó, mientras que su enfermero preferido le seguía golpeando hasta liberarse dentro de él, dejando su cálido semen consolar sus entrañas cuando este se apartó.

Él de igual manera estaba jadeando y sudando contra su espalda, el aroma tan varonil le provocaba que su piel se erizara, era el momento perfecto y no deseaba que terminara, pero su amante parecía tener otros planes cuando comenzó a vestirse sin mirarle, solo pasó varias veces su mano en su rebelde cabellera y Milo sabía que pronto caería una bomba en sus manos y no estaba dispuesto a ello, él anhelaba que ese hombre le mirara y lo amara, pero de una forma más tranquila y apasionada, no tan fría como el acto que acaban de tener.

Resignado se comenzó a vestir y el silencio entre ellos solo consiguió que la tensión aumentara. Milo contenía el repentino impulso de exigirle una respuesta a una pregunta que no se había formulado, pero que estaba vagando en el ambiente, la incógnita era fuerte para hacerse notar. Se sentó en la orilla de la cama dejando que su muslo chocara contra el de su amante.

—Esta es mi despedida Milo, el director me ha enviado a otro centro médico, no podré venir.

—No me puedes dejar. Moriré si lo haces, si intentas dejarme te juro que me mataré.

—Lo lamento.

No hubo más palabras, no importaba si gritaba o no su amor se había marchado y eso estaba pesando en su corazón. Era verdad que no regresaría, lo esperó solo dos semanas antes de que tomara la decisión de cegar su vida, solo necesitó el momento perfecto para entrar en la sala de descanso y agarrar un cuchillo el cual desgarró sus arterias, quedando inerte entre su sangre y dolor de perder al hombre que amaba.

— ¡Corte!, excelente chicos con esto hemos terminado el rodaje.

Milo Zabat, se dirigió a su camerino, necesitaba cuanto antes salir del set, no soportaba el hecho de tener que pasar más tiempo junto a Aioria, pero parecía que él estaba empeñado a impedir su escape.

Detuvo su andar, pero no se giró para verlo, deseaba golpear su rostro y gritarle cuanto lo odiaba, que gracias a él, su vida era una miseria de constante dolor y una vez él cedió a la burla de permitir que abusara de su cuerpo en el rodaje, quería volver a sentir sus labios en su piel, pero no sería de esa manera.

— ¡Hijo de puta!

—No lo pude evitar, aún me vuelves loco y te deseo Milo.

— ¿Sabe Shaka que me deseas?

—Mi vida con él es insoportable, apenas y lo tolero. Cometí un error al dejarte.

—No soy el mismo estúpido de antes Aioria.

—Solo te pido una oportunidad, sé que todavía me amas. No te miento.

Cansado se giró para ver aquel hombre a sus ojos, no podía negar cuanto lo amaba y su cuerpo no dejaba de reaccionar ante esa escrutadora mirada por parte del que una vez fue su esposo. Aún continuaban con los trámites del divorcio y ahí estaba él expectante a lo que este respondería.

Solo necesitó un asentamiento de cabeza para que Aioria entendiera que Milo le amaba, que nunca lo podría dejar, por su parte él necesitaba de su aún esposo, Shaka era esa aventura pasajera en cambio Milo era su hogar, esa estabilidad que lo alejaba del vano mundo. El ser actores porno, siempre había todo tipo de estilos de vida, una carrera nada fácil y muchos se dejan deslumbrar por la fuerte cantidad de dinero que se gana o por las personas que conoces, fiestas, licor, drogas un mundo atractivo.

Ahora tenía devuelta a Milo en sus brazos un error con el joven actor, casi le costó su felicidad una que conseguía admirando a Milo recién bañado, envuelto en su bata y una taza de té observando el ocaso desde el balcón.

Era su momento de entrar en esa escena, solo que no había un set y un director guiando cada movimiento de ellos, ese momento era de ellos el amor en la intimidad de su hogar al que Aioria deseaba estar.

Posó sus manos en las caderas de su esposo, sus labios explorando el cuello de este y ese exquisito aroma a sándalo proveniente de la piel de Milo, le recogió un poco las hebras de su cabello para morder el lóbulo de su oreja, recibiendo como recompensa por esa caricia un gemido de placer.

Poco a poco abrió la bata dejando que esta se deslizara y dejara ver esa bien formada espalda revelando a su paso las dos hendiduras de la baja espalda. Fue dejando un camino de besos, pasando la lengua en cortos círculos hasta caer de rodillas ante aquel dios sexual que no le miraba.

Liberó el cuerpo perfecto de esa bata, mordiendo cada montículo expuesto a sus deseos, separó un poco sus piernas, haciendo que este dejara la taza de té y se inclinara un poco en la baranda del balcón. Sonrió al notar que aquella entrada convulsionaba exigiendo ser atendida. No se hizo de rogar y lamió con hambre ese rosado ano, mientras que le acariciaba un poco el pene dando varios jalones y golpes.

Jugueteó varios minutos en esa entrada para darle la vuelta y darle el mismo tratamiento a ese húmedo miembro cual engulló. No se necesitaban palabras de ninguna clase ellos estaban en plenitud con la entrega de cada uno sin secretos.

Recorrió con su lengua el largo eje hasta la punta, haciendo varias repeticiones de ello, sabía que para Milo era una tortura estar ahí de pie sin poderle tocar y esperando que le llevara a la cumbre del placer. Para sorpresa de Aioria, este se separó entrando a la habitación y comprendió lo que pedía.

Ambos exploraban sus cuerpos como si fuera la primera vez, el calor y el sudor eran las manifestaciones de lo que ellos estaban sintiendo. Milo jugaba con sus bolas mordiendo un poco el saco arrugado, mientras que Aioria le daba una que otra nalgada atendiendo su pene.

Tanta pasión no podría durar por mucho más tiempo, estaban agonizando por unirse, por sentir sus cuerpo compasados por esa danza que para muchos es un pecados siendo de dos hombres y para ellos una ardiente pasión.

Milo enlazó sus piernas en la cintura de su esposo, mientras que este le penetraba haciendo que en cada estocada gritara su nombre. Besos ardientes, mordidas, uñas dejando un camino rojo en brazos y espalda, todo era perfecto y solo ellos dos, no había un tercero en sus vidas no ahora que el amor estaba de nuevo floreciendo. Milo se arqueó cuando Aioria arremetió con fuerza y le masturbaba consiguiendo llegar a un orgasmo abrumador.

Aioria por su parte se contrajo dejando escapar su semen con el fin de marcar a Milo como suyo, nunca sería suficiente aunque aún estuviera sumergido en una relación con Shaka, sabía que Milo no se lo perdonaría, pero su corazón estaba dividido en dos amores que le daban lo que tanto necesitaba.

La película pronto se estrenaría y estarían lejos de la ciudad por largo tiempo, luego pensaría en como volver con Shaka y amarlo como ahora estaba amando a Milo, que no dejaba de estremecerse con cada uno de sus besos. Ambos eran perfectos y él estaba feliz.

Milo se abrazó a ese ardiente y sudado cuerpo dejando escapar gemidos cuando Aioria se salió de él. Lo besó acariciando sus hebras castañas mientras que se perdía en esa sensación, aunque él mejor que nadie sabía que Aioria nunca sería para él, se odiaba por permitir entregarse a un hombre que le engañaba, sabía que Shaka esperaba con impaciencia la pronta llegada de su amante, ese sería su boleto a libertad, el no regresaría de la gira, él se marcharía lejos de la espina que resultaba ser el amor que Aioria le profesaba en cada caricia, beso y miradas cubiertas de deseo.

El dolor creció en su corazón cuando observó cómo Milo se alejó de él, dejando un amargo recuerdo de un amor que resultaba ser puro y que ahora dejaba un sentimiento frío en su corazón.

 

-Fin-      

Notas finales:

Gracias a todos aquellos que me siguen, es un placer para mi mostrarles mis escritos, no son tan elaborados como muchos, pero cada uno de ellos está hecho con el corazón.

Ya son muchos años escribiendo y publicando y espero seguir en contacto por otros años más con ustedes.

Gracias.

Kisus pervertidos.  


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