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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Nuevo cap.

   Capítulo 10

   La fiesta

 

   El humo, las luces intermitentes y la música a todo volumen tenían a Susana un tanto mareada. La pobre había salido temprano de casa por recomendación de sus padres y había guardado hasta el último segundo la esperanza de no ser la primera de su grupo en llegar. Su deseo no se cumplió y en ese momento se encontraba sentada en un rincón con una bebida que se calentaba a cada instante. Quería que la tierra se la tragara y lo peor era que entre tanta gente desconocida se sentía bastante insegura. Le encantaban las fiestas, pero no sin su grupo de confianza a su lado. Siempre había sido de las personas que necesitaban un círculo de gente a su alrededor para tomar confianza. No era del todo tímida, pero sí bastante insegura fuera de su zona de confort.

   —Parece que no te diviertes —Susana alzó el rostro y se encontró de repente con un chico alto de ensortijados cabellos castaños. Lo reconoció enseguida como uno de los chicos nuevos del sexto B; uno que había entrado al club de teatro al que ella solía pertenecer—. ¿Puedo? —preguntó el muchacho, señalando un pequeño espacio que sobraba en el sillón. Susana miró el lugar y asintió con rapidez. El chico se sentó y sonrió. En su diestra tenía también una bebida de cola que bebía despacio y a sorbos; tenía licor—. Tiene ron —admitió al darse cuenta que Susana había notado que la bebía despacio—. ¿Te gustaría una?

   Susana se apresuró a negar con la cabeza. Si sus padres se enteraban que había estado bebiendo no la dejarían salir otra vez en su vida. Con modestia señaló su bebida sin terminar y sonrió tímida mientras bebía un sorbo. El recién llegado sonrió.

   —Soy Manuel, por cierto. Mucho gusto.

   —Susana.

   Tenían que hablar casi a gritos para escucharse sobre el sonido de la música. Manuel parecía un chico simpático y extrovertido y al parecer había detallado en Susana desde que la vio llegar. De hecho, ya la había visto un par de veces en la escuela pero al verla rodeada siempre de tantos Alphas no se había querido acercar.

   —¿Y tus amigos van a venir?

   Susana asintió despacio. De hecho, ya se estaba preguntando lo mismo. Eran casi las ocho y treinta y no había rastro aún de ninguno de ellos. Por lo menos, ya no la estaba pasando tan mal.

   —Si no estoy mal, tú te uniste al club de teatro, ¿verdad? —preguntó para retomar la conversación. Manuel dio un sorbo a su bebida y asintió. El ritmo de la música cambio.

   —Así es, pero que tal si hablamos un poco más mientras bailamos. Me encanta esa canción.

   Tomados de la mano, ambos chicos ingresaron a la pista de baile y se dejaron llevar por el ritmo de la música. Susana se olvidó por un rato de sus amigos, muy animada con su conversación con Manuel. Había algo de fascinante en tener que hablar con un extraño tan cerca al oído. También era genial estar tan cerca de alguien a quien no podías oler ni leer a través de sus hormonas.

   Sí, así era. Manuel era un beta.

   —¿Y entonces? ¿Eres amiga de Tere y Vivi?

   Susana asintió. Teresa y Viviana también iban a estar en la fiesta pero tampoco habían llegado. Teresa muy probablemente llegaría con su novia, una Alpha universitaria de veinte años con la que llevaba saliendo hacía varios meses. Viviana, por su parte, muy seguramente llegaría acompañada de su hermano que pese a estudiar en otro instituto siempre era obligado a acompañar en todo a su hermana.

   —¿Tu viniste con alguien? —preguntó esta vez Susana, alzando el rostro para ver a Manuel una vez superada la timidez inicial.

   —Vine con Andrés y Jaime —anotó, dirigiendo una mirada hacia donde se encontraban los chicos.

   Andrés y Jaime, en efecto, estaban apostados en una esquina del salón bebiendo de lo mismo que bebía Manuel. Andrés también tenía un cigarrillo en las manos al que cada tanto le daba una suave calada. Exteriormente era un chico común y corriente, nada fuera de lo normal. Sin embargo, para quienes lo conocían un poco más, como Susana, había algo turbio en su forma de ser que no le acababa de cuadrar.

   —¡Oh, por Dios! ¡Es Zully!

   —¿Quién?

   Susana se separó ligeramente de Manuel al percatarse quien era la persona que ingresaba al salón. Zully estaba enfundado en pantalones de mezclilla, suéter morado y botines negros. Su aspecto distaba mucho al de la escuela ya que sus cabellos rubios cruzaban su frente y contrastaban muy bien con su ropa oscura.

   Detrás de él venían los demás chicos. Susana comprendió entonces que al parecer, Alejandro había recogido a todos para que ninguno faltara a la fiesta. Seguro que primero pasó por Julián, luego por Daniel y por último debieron ir todos juntos en busca del tozudo de Zully.

   —Son mis amigos —sonrió, volviendo a retomar el baile. Manuel la abrazó y dieron un giro terminando la canción. Cuando el último sonido de la pista hizo eco en el salón, hizo un gesto de agradecimiento y la soltó. Un nuevo ritmo inundó el ambiente, haciendo a muchas parejas separarse para irse a sentar. Susana se acercó para saludar y Manuel la siguió. Julián le hizo ojitos cómplices.

   —Veo que no has perdido el tiempo —dijo, codeándola con sutileza. Susana rodó los ojos y presentó a su acompañante. Todos los demás los saludaron y se fueron juntos por bebidas. Susana miró a Zully le hizo un mohín con tintes reprochables. Zully le sacó la lengua y tomó una bebida.

   —¿Y cómo fue que te convencieron para que vinieras? —preguntó ella, tomando un nuevo vaso de ponche sin licor.

   —Fueron por mí y me sacaron a rastras —masculló Zully.

   —Fue exactamente lo que pasó —afirmó Daniel, dando un pequeño sorbo a la bebida con licor que eligió—. Sus padres también se confabularon con nosotros y prácticamente lo obligaron a venir. Fue la cosa más extraña del mundo.

   —Y a mí que tanto trabajo me costó convencer a los míos para que me dejaran venir —se quejó Julián, haciéndole ojitos a Alejandro—. Si no hubiese sido por Alejandro, no estaría aquí.

   Las mejillas de Alejandro se colorearon pero gracias a la oscuridad de la sala nadie lo notó. Lo que si notó Julián, fue el gesto de ligero malestar que cruzó el rostro de Daniel cuando escuchó la forma como él se deshacía en miradas de amor hacia Alejandro. Pensó que quizás debía ser un poco más prudente en su trato hacia Alejandro, por lo menos frente a Daniel, pero la idea le pareció supremamente cansada. No era alguien bueno para ocultar y guardar sus emociones y sentimiento; y no le gustaba engañar.

   —¿Y bien? ¿Quiénes han llegado? —preguntó Alejandro, tratando de disipar la ligera tensión que se había formado. Daniel dio un rápido repaso por toda la sala, ubicando a los rostros conocidos de la escuela. Al ser, junto a Susana, el más antiguo del colegio, era el mejor para reconocer a los demás de su escuela en aquel salón lleno de gente.

   —Veo a los gemelos Suárez del sexto b, a Arturo Buitrago del sexto C, al grupo de los fenomenoides del sexto C y a esta chica del club de gimnasia, ¿cómo es que se llama? Ah, sí. Estela.

   —¿Fenomenoides? —Julián enarcó una ceja. Susana sonrió.

   —Son un grupo de chicos y chicas que solían recibir mucho matoneo años atrás, pero este año cayeron en el mismo salón y desde entonces se han vuelto populares y se bautizaron a sí mismos  de esa forma.

   —Genial —canturreó Julián—Pongámosle un nombre a nuestro grupo también.

   —Si lo hacen me salgo —amenazó Zully, pasando de Julián totalmente. En ese momento una figura imponente y conocida por todos cruzó la puerta del salón. Venía acompañado de otro grupo de Alphas del sexto C y a pesar de que estaba impecablemente vestido, su semblante estaba rígido y malhumorado.

   —Miren, chicos. Es Fabián.

   La introducción de Susana hizo girar la vista de todos hacia el recién llegado. Zully dio un respigo al escuchar su nombre y la bebida que iba hacia a su boca quedó a medio camino de ella. Daniel frunció el ceño y se acercó a Zully tomándolo del brazo. Las feromonas de Zully comenzaron a brotar sin control. El hecho de haber aceptado a William como su omega había creado en su sistema nervioso y en su cerebro un efecto rebote de dominancia y posesión. Estar viendo al Alpha que se adjudicaba de momento ser la pareja de SU OMEGA era inevitable que lo pusiera muy irritable y agresivo.

   —Tranquilo —le habló Daniel, apretándolo fuerte—. Respira y contrólate. Ven, mejor vamos a bailar lejos de aquí. Te hará bien.

   La mirada de confusión del resto de los chicos cuando Daniel se llevó a Zully a rastras fue mayúscula. Susana miró al resto de los chicos, pero éstos solo se encogieron de hombros igual de anonadados.

   —Bueno, en ese caso, sigamos bailando también —propuso Manuel, tomando de la mano a Susana.

   —Eso suena genial para mí —asintió Alejandro, tomando del brazo a Julián—. Te prometí que esta noche no te iba a soltar y lo voy  a cumplir —sonrió coqueto, guiñándole un ojo—. Eres el omega más hermoso de la fiesta.

   El cuerpo de Julián vibró con anticipación y su boca no pudo evitar esbozar la sonrisa más boba que seguramente había regalado en toda su vida. Simplemente se sentía soñando; en una nube. La verdad era que se sentía completamente enamorado de Alejandro, estaba loquito por él. Si comparaba la atracción que sentía en ese momento con cualquiera de las vividas antes, la diferencia era abismal. Esa sensación de caer en un vacío, de quedarse sin aliento y de querer estar entre esos brazos para siempre, era simplemente incomparable a cualquier cosa que hubiera sentido antes. Qué Dios lo ayudara. Necesitaba que Alejandro le dijera que sentía lo mismo por él.

   —Veo que esta noche no traes collar —El comentario sobre aquello fue colocado prácticamente sobre su cuello. Julián sintió el aliento de Alejandro chocar directamente sobre su piel expuesta, irguiendo absolutamente todos los vellos de su nuca.

   —Sólo lo uso en la escuela porque me obligan —contestó, haciendo un adorable puchero—. No me gusta lo que significa y lo que disfraza: condescendencia y discriminación.

   —Yo creía que significaba seguridad y protección, pero tienes razón —asintió Alejandro—. En la capital ya no es obligatorio usarlo en ningún sitio. Los omegas no deberían necesitar un collar para sentirse seguros y a salvo. Existen cretinos que todavía creen que un collar es lo único que los puede detener a la hora de portarse como animales. Como Alpha sé que esa es sólo una patética excusa y que a la hora de la verdad, con o sin collar, los abusos se siguen presentando.

   —Entiendo que me expongo a ser mordido sin mi consentimiento —anotó Julián, alzando su mirada hacia Alejandro—, pero me niego a ser tratado como un animal que necesita ser controlado y contenido. Nunca he tenido un celo, es verdad. Pero confío en que cuando sea el momento, lo habré de compartir con alguien que no se aprovechará de mí.

   Intensa emoción cruzó por el rostro de Alejandro. Estaba seguro, Julián se le estaba declarando. Esa mirada en sus ojos, esos labios temblorosos pidiendo a gritos ser besados. No había duda. El omega deseaba estar con él.

   Al diablo todo. Iba a darle lo que pedía. Ya no se iba a engañar más. Estaba perdidamente enamorado de Daniel; de eso no tenía duda. Sin embargo, este omeguita sexy, risueño y delicioso lo hacía por completo perder el aliento. Alejandro se acercó, disminuyendo de golpe la distancia entre ellos. Su aliento cálido chocó contra los labios de Julián y ambos cerraron los ojos. El sonido vibrante de la canción de fondo se hizo cada vez más distante; los destellos de luces intermitentes cada vez más veloces.

   Entonces sucedió.

   La música paró de golpe, las luces se encendieron y el salón se iluminó. El cumplimentado se paró en la tarima saludando a todos los presentes y agradeciendo por su presencia.

   Alejandro y Julián se separaron de golpe, un tanto abochornados por la situación. Parecía cosa de locos, pero era la segunda vez que eran interrumpidos en un momento así. ¿Acaso era el destino?

   —Julián, me puedes acompañar al baño un momento —pidió Susana, llegando de repente hasta el lado de sus amigos. Julián apenas y tuvo tiempo de asentir antes de ser arrastrado de la mano por su amiga. Era obvio que algo le molestaba.

   —¿Se puede saber qué está pasando? —se quejó Julián, sobando la muñeca de la que Susana había tirado con fuerza. Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos. Julián resopló.

   —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Susana, taconeando con molestia—. Todos nos estamos dando cuenta de lo acaramelado que andas con Alejandro. ¡Sobre todo Daniel!

   Julián resopló de nuevo. Adoraba a Daniel pero no lo veía más que como un amigo. ¿Por qué Susana no podía comprenderlo? No podía pasarse el resto del año ocultando sus sentimientos por Alejandro sólo para no molestar a Daniel. Era ridículo. Si Alejandro le pedía que fuera su novio, iba a aceptar y estaba decidido. Si Daniel era su amigo y el de Alejandro tendría que aceptarlo.

   —Escucha, Susana. No quiero lastimar a Daniel pero no me gusta de esta forma. ¿Entiendes? Es Alejandro el que me gusta.

   —Lo entiendo pero por lo menos podrías ser un poco más sensible —riñó Susana—, además, no te lo quería contar pero mis amigas del sexto C me contaron que fue justamente Andrés Cossio el chico que le envió a Alejandro esa última carta de amor que le llegó esta semana por medio de Fabián. ¿Recuerdas?

   —Recuerdo —reconoció Julián, con un mohín de disgusto—. ¿Y eso qué?

   —Pues que Andrés Cossio es el ex de Daniel —informó Susana—. Daniel va a quedar devastado si se entera de que tanto su ex como tú deliran por Alejandro. Es de lógica. Sería demasiado humillante. Por más dulce que sea, él es un Alpha y los Alphas tienen su orgullo. Yo que tú esperaría un poco más. Aquí hay mucho más en juego que tu enamoramiento, Julián. Las regionales están a la vuelta de la esquina y lo que menos queremos es al grupo desunido y distante. No le hagas esto a nuestro grupo… y sobre todo, no se los hagas a ellos dos.

   Susana entró al baño y dejó a Julián de pie en el corredor. Julián se sintió fatal. Lo que menos quería era ser la manzana de la discordia de nadie y mucho menos de dos amigos tan fieles y unidos como Daniel y Alejandro. Nunca se había sentido tan frívolo y nunca creyó que fuera justamente Susana, la más suave y con tacto, quien le mostrara la realidad tan crudamente. Con un nudo en la garganta, esperó paciente a que Susana saliera del baño y luego volvieron juntos a la pista de baile. Las luces se habían vuelto a apagar, pero él había perdido todo el deseo de seguir en la fiesta. Quería ir a casa y quedarse encerrado para siempre. Ni las siguientes veces que Alejandro lo invitó a bailar, ni los vasos de cerveza que bebió, a pesar de no estar acostumbrado a hacerlo, lograban sacarlo, de momento, del bajón emocional que estaba sintiendo.  Susana se sintió fatal también. No había querido ser tan dura pero la forma como Daniel había visto la escena del casi beso entre Julián y Daniel la desconcertó. Nunca había visto a Daniel tan pálido y aturdido. Casi en shock. Hasta Zully, que también parecía un ente, se había dado cuenta de todo. Daniel no quiso regresar al lado de los demás y prefirió seguir bailando con Zully. Era irónico que justamente el que menos quería ir a la fiesta resultara siendo uno de los que más había bailado.

   —No puedo creer que me convencieran de venir a esta mierda de fiesta —gruñó Zully, un poco más relajado por el calor, la cerveza y los giros de baile.

   Daniel chistó la lengua.

   —Por lo menos tú no tienes que ver cómo tu mejor amigo está a punto de comerle la boca al chico que te gusta.

   —Ya yo he visto como le comen la boca al chico que me gusta —recordó Zully, sintiendo que una nueva tormenta de hormonas lo sacudía.

   —No mires hacia donde está Fabián —le advirtió Daniel, reclinando la cabeza de Zully contra su hombro—. No sé si lo has notado pero trae cara de estar pasándolo fatal. Lo más probable es que sus padres ya le hayan prohibido seguir siendo novio de William.

   —No sé por qué vino hoy a esta fiesta de todos modos —chistó Zully, concordando con las conclusiones de Daniel—. Creo que dará más para hablar el hecho de que esté aquí sin su prometido.

   —Fabián es el mejor amigo del anfitrión de la fiesta —le recordó Daniel—. No te niego que tuve mis dudas acerca de su asistencia hoy, sin embargo, no creo que esté mal el que haya venido. Conociéndolo como lo conozco debe estar hecho polvo con la situación de William; despejar la mente le hará bien. Escucha, Zully; Fabián no es tu enemigo. El sólo quedó en medio de esto y por cierto, está en la vida de William mucho antes que tú.  Piensa en eso antes de permitir que tu instinto te domine.

   —Díselo a mis hormonas —gruñó Zully—. Es una mierda que mi desarrollo hormonal haya coincidido con el descubrimiento de mi omega. Esto es muy difícil de manejar a la vez, ¿entiendes? Hasta hace unos meses era un omega estable y tranquilo y ahora, en cosa de semanas, soy un Alpha, me cambia la voz, me crece pelo en la cara, me hago más alto y grande cada día y siento que las feromonas me llevan de la mano. ¡Es una puta locura!

   —Sí, comprendo —Daniel lo abrazó con amabilidad y  frotó sus cabellos—. ¿Es por eso que no querías venir a la fiesta?

   —En parte —bufó Zully—. Nunca he sido muy amante a fiestas de este tipo pero ahora es peor. Me siento inseguro y raro. Siento que soy un fenómeno.

   —¿Un fenomenoide?

   Zully rió por primera vez en toda la noche y le dio un empujoncito cariñoso a Daniel.

   —¡Basta! Como le lleguen a poner un nombre ridículo a nuestro grupo me salgo.

   —Sólo Julián puede pensar que algo así es genial. ¡Es tan dulce y espontáneo!

   —Y tú estás tan enamorado y tonto —le contestó Zully, con un golpecito en la frente.

   —Mira quién habla —suspiró Daniel, volviendo la vista hacia donde Julián conversaba con los demás chicos. Se preguntaba si no era mejor hablar de frente con Julián y con Alejandro. Era obvio que ese par serían novios en corto tiempo y él no quería que ninguno de los dos se sintiera culpable o reprimido por su culpa.

   —Julián es un gran chico —dijo Zully de repente, retomando de nuevo la atención de Daniel—. Pero algo me dice que Alejandro no podrá hacerlo feliz.

   —Alejandro es un chico genial —contraatacó Daniel, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Por qué piensas que no puede hacer feliz a Julián?

   —Es solo un presentimiento —se encogió de hombros Zully, mirando hacia Alejandro—. Sólo un presentimiento.

   La canción terminó. Por primera vez en todo ese tiempo, Daniel y Zully se separaron y salieron de la pista. Zully quería morderse la boca al sentir que había vuelto a hablar de más. Daniel sabía que Zully había notado su reacción cuando vio a Alejandro y a Julián a punto de besarse. Lo que Zully no podía saber, era que su reacción había sido tan exagerada debido al doble impacto que sintió. Un pensamiento tan perturbador que no pudo procesar de forma inmediata.

   Daniel había sentido celos por los dos. Tanto por Julián como por Alejandro. ¡Era una jodida locura! No podía creer que un simple sueño hubiera trastocado tanto su mente. Lo que estaba sintiendo era obsceno, turbio, totalmente degenerado. No había sentido celos por el casi beso en sí. Había sentido celos por no hacer parte del casi beso. ¡¿Qué clase de aberración era esa?!

   Si Alejandro se enteraba de sus pensamientos de seguro lo golpearía. ¡Y Zully pensando que era Alejandro el que no le convenía a Julián! ¡Si supiera!

   Aturdido prefirió no volver con el grupo sino distanciarse en busca de una cerveza. Cuando estaba a punto de llegar a la mesa, Fabián se acercó hasta él y tomó también una bebida. Era cierto lo que había visto a la distancia. Fabián lucía fatal.

   —¡Ey! Creí que no vendrías hoy. ¿Cómo has estado?

   Fabián pareció quedarse aturdido por un par de segundos, como si algo hubiese captado su atención. Finalmente, se relajó y asintió pasando un trago de cerveza. Su rosto volvió a mostrar la misma serenidad de siempre.

   —He estado mejor —confesó, empujando el resto de la cerveza de golpe. Daniel lo miró y suspiró. Sólo las personas que conocían bien a Fabián podían comprender aquellos gestos.

   —Tus padres han roto el compromiso, ¿verdad? —preguntó Daniel, aprovechando que en el sitio de las bebidas la música no llegaba tan fuerte.

   —Mis padres no pueden romper nada —respondió Fabián, arrugando el vaso vacío para tomar otro—. Yo decidiré qué hacer con mi vida. Y por cierto… —Daniel sintió la vibración hostil que le enviaba Fabián y su cuerpo de inmediato se tensó—. Deja este tonito hipócrita y condescendiente que siempre tienes conmigo. Yo sé que no quieres que me case con William y la verdad no entiendo por qué. Aunque… —olisqueó de nuevo el aire—, es posible que pronto lo empiece a entender.

   Daniel retrocedió un par de pasos ante el fuerte poder de las feromonas de Fabián. De repente, otro olor intenso brotó a sus espaldas y Daniel giró encontrándose con Alejandro. El par de Alphas dominantes se miró con desafío y Daniel frunció el ceño en señal de malestar.

   —¿Tienes algún problema con mi amigo? —preguntó Alejandro, colocando un brazo sobre los hombros de Daniel.

   —No. ¿Lo tiene él conmigo? —devolvió Fabián, mirando a Daniel.

   Daniel negó con la cabeza. El poder de las feromonas de Alejandro y su toque tan personal hicieron que la sensación de peligro se redujera sustancialmente.

   —Perfecto. Entonces te puedes retirar —hizo un gesto Alejandro, señalándole a Fabián el salón en penumbras. Fabián hizo un gesto por fin. Una sonrisa peligrosa que Daniel jamás le había visto. 

   —No interfieras de nuevo, Daniel —dijo antes de retirarse, apurando un nuevo trago de su cerveza—. William no es juego para mí.

   Daniel se relajó por completo. Una vez calmado, Alejandro lo tomó del brazo y se alejaron un poco más del ruido de la música. Las feromona de Alejandro aún estaban en todo su esplendor, haciendo que la sangre de Daniel se agitara complacida.

   —¿Qué rayos fue eso? —preguntó Alejandro, sorprendido por la reciente situación.

   —Creo que Fabián por fin llegó a su límite —respondió Daniel, recostándose a un árbol—. William no lo ama y él lo sabe. Ahora esta nueva situación complica todo para él.

   —De todos modos, tú no tienes culpa en ello —anotó Alejandro, recostándose contra el árbol también—. Tú sólo te preocupas por ellos.

   —¿Cómo siempre, no? —bufó Daniel.

   —¿Qué quieres decir?

   Alejandro giró un poco y se encontró de repente con la mirada intensa de Daniel. Las feromonas seguían girando y girando sin control y Daniel se sintió mareado y aturdido tanto por ellas como por el alcohol que ya empezaba a correr por sus venas. ¡Al diablo Fabián! ¡Al diablo William! ¡Al diablo Julián! ¡Al diablo todos! Su principal problema radicaba en que era demasiado bueno y siempre hacía lo que era correcto para los demás. Sin querer ofender, sin querer transgredir. Siempre obediente, correcto y generoso. ¡Pues al carajo!

   —¿Daniel?

   —¿Le pedirás a Julián que sea tu novio?

   Daniel preguntó aquello de repente. No había molestia en su tono ni en su voz, tampoco en su postura. Parecía genuinamente interesado en la respuesta, pero no por irritación o enojo.

   —¿Te molestaría? —Alejandro se paró frente a Daniel. Dio un paso al frente y su cuerpo quedó a centímetros de distancia del de Daniel. Se miraron de frente, cara a cara y Alejandro resopló, mandando todas sus restricciones al carajo.  El cuerpo de Daniel tembló y sus fosas nasales se dilataron al sentir “feromonas de cortejo” sobre su cuerpo. Sus ojos se ampliaron y su boca se abrió. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

   —Alejandro… tú… ¿desde cuándo?

   —Desde hace años —respondió Alejandro, acercándose un poco más cada vez—. No sé ni el día ni la hora, si eso es lo que me preguntas. Sólo sé que ni la distancia lo pudo matar.

   —No entiendo… ¿Y Julián?

   —¡Deja de hablar de Julián! ¡Te estoy hablando de mí! ¡De nosotros! —se irritó Alejandro y sus feromonas se hicieron mucho más intensas. Daniel jadeó y sus manos apresaron con fuerza  el suéter de Alejandro; sintiendo la tensión de sus músculos.

   —Te deseo   —reconoció finalmente Daniel, tirando de la prenda—. Tampoco me preguntes cuándo ni a qué horas. Sólo sé que te deseo.

   —Creo que está bien para mí.

   Inclinándose, Alejandro juntó sus labios con los de Daniel y lo besó. Daniel se tensó pero no rechazó el contacto. Sus labios, por el contrario, se abrieron permitiendo el paso de la lengua de Alejandro y su cuerpo también respondió. Alejandro introdujo su lengua despacio, separando los labios de Daniel hasta tenerlo participando también del beso. Daniel suspiró y cerró los ojos, entregándose a la caricia. Se sentía arder y su piel clamó por más contacto.

   —Te amo, te amo —susurró Alejandro, bajando sus besos hacia el cuello. Daniel lo abrazó por la cintura y se dejó hacer, totalmente perdido en las sensaciones —Eres tan dulce como imaginaba.

   —Esto está mal —jadeó Daniel, sin poder detener en absoluto las caricias—. No se supone que las cosas fueran así.

   —¿Y cómo se supone que fueran? —se separó Alejandro, mirando a Daniel a los ojos.

   —Julián no merece esto.

   —Lo sé —contestó Alejandro—. Le diré lo que siento por ti.

   —No lo hagas. ¡Me odiará! —se crispó Daniel, tomando de los hombros a Alejandro.

   Alejandro observó las facciones aterrorizadas de Daniel y entonces lo comprendió todo. Sintió su corazón romperse en mil pedazos y una lágrima corrió por su mejilla.

   —Estás enamorado de Julián —dijo. Y no era una pregunta.

   Daniel asintió.

   —Lo siento.

   —No lo sientas —susurró Alejandro y sin decir nada más se alejó.

 

***

   

   Julián estaba bebiendo su quinto vaso de cerveza cuando Susana se la acercó. Vaya noche de mierda estaba teniendo.

   —¿No crees que ya no deberías beber más? —dijo ella.

   —¿No crees que deberías dejar de hacer el papel de mi madre de una buena vez? —respondió Julián, sin importarle los ojos llorosos que se le quedaron a su amiga. Pasándole por el lado se marchó en busca de Zully pero no lo encontró donde lo había dejado. En serio, qué noche de mierda. Y para completar tampoco veía ni a Alejandro ni a Daniel por ningún lado.

   —¿Se perdieron tus amigos, omega?

   Una voz desconocida lo hizo sobresaltar. Julián giró sobre su eje y se encontró de lleno con un Alpha moreno de ojos grises. No era muy corpulento ni demasiado alto, pero sí intimidante y con aire depredador. Además, algo en sus feromonas le resultó inquietante a Julián. No le gustó.

   —Perdón… ¿nos conocemos?

   —Yo no sé si tú a mí. Pero yo a ti seguro que sí.

   —¿Y me dejarías saber quién eres para estar a mano? —alzó una ceja Julián, poniéndose un poco incómodo.

   El alpha alzó una ceja y le regaló a Julián una sonrisa torcida. Lo dicho. Inquietante.

   —Me pregunto qué es lo que algunos Alphas ven en ustedes —dijo el chico, acercándose peligrosamente—. A veces quisiera comprobarlo por mí mismo.

   —¡Déjalo en paz! —interrumpió de repente otro Alpha trigueño de intensos ojos miel. Al verlo, el moreno hizo un mohín de disgusto y regalando una última mirada de asco a Julián se alejó—. Siento eso —dijo el recién llegado, acercándose a Julián.

   Julián asintió.

   —Muchas gracias.

   —No te preocupes —sonrió el Alpha—. Es un idiota que gusta molestar omegas cuando estos están solos. Quiere ser algo así como una copia barata de William pero le sale fatal. Por cierto… qué pena. No me he presentado. Mi nombre es Andrés… Andrés Cossio.

   —Julián —se presentó él, aceptando la mano que Andrés le ofrecía. ¿Andrés? ¿Andrés Cossio? ¿Dónde había escuchado ese nombre? ¿Dónde?

   Los ojos de Julián se abrieron como platos. ¡Ese era el nombre que le había dicho Susana! ¡El nombre del ex novio de Daniel!

 

***

 

 

   Zully tuvo que abandonar su sitio para ir al baño. Las siete cervezas que bebió le pasaron factura y su vejiga no pudo esperar hasta el regreso de Julián. Su mente estaba un poco aturdida por el alcohol y el sonido. También por sus feromonas que esa noche entre tanta gente estaban desbocadas.

   Sabía que había sido una pésima idea ir a esa fiesta, y lo supo más cuando de repente una mano que pareció salir de la nada tiró de él hacia una habitación contigua al baño, estrellándolo contra la pared.

   —Así que eras tú… ¡Lo sabía!

   Fabián tenía una mirada de absoluta ira en sus ojos. Sus manos estaban cerradas en el cuello de la playera de Zully y tiraban de ésta con fuerza. Zully se defendió, tomando las muñecas de Fabián hasta retorcerlas. Aun así, la presión seguía siendo intensa.

   —Suéltame —siseó Zully, soltando un montón de feromonas—. ¡¿Qué te pasa?!

   —Pasa que sentí el olor de tus feromonas hace un rato. Quedaron en el cuerpo de Daniel después de que terminaron de bailar —explicó Fabián—. ¡No lo podía creer cuando las sentí! ¡Son las mismas feromonas que estaban sobre William el día que entró en celo! ¡¿Por qué?! ¡¿Dime por qué demonios tus malditas feromonas estaban sobre el cuerpo de mí prometido justo el día en que entró en celo?! ¡Dímelo!

   Zully apretó más las muñecas de Fabián. La frase “mi prometido” en boca de Fabián, y lo que ello implicaba, tocaron un punto álgido en su cerebro. Fabián gimió y soltó un poco su agarre cuando el dolor empezó a surgir. Zully dejó que sus instintos lo dominaran por completo y no se reprimió más.

   —¡No es tu prometido, maldito! —exclamó, empujando bruscamente a Fabián—. ¡Es mi omega!

 

  

   Continuará…

 

  

 

Notas finales:

Gracias por leer, mis amores.


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