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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola, mi gente. 

  Lamento el retraso, pero estoy de duelo. Perdía a un ser querido muy importante y no tenía ánimos ni para moverme. Poco a poco he vuelto a recuperar la calma y por fortuna esta pasión que me desconecta del mundo real y me entretiene permanece intacta. Un beso a todos los que me leen y gracias por seguir conmigo. 

   Capítulo 11

   El collar

   —¡Pelea! ¡Pelea! ¡Hay pelea!

   Una algarabía en el corredor cercano a los baños hizo a todo el mundo correr hacia el sitio y encender las luces. Mario, el anfitrión de la fiesta, se abrió paso y su rostro palideció al darse cuenta que uno de los protagonistas del quilombo era justamente su mejor amigo. Alejandro y Daniel llegaron casi al mismo tiempo y ambos jadearon a la vez, reconociendo también a la contraparte del conflicto. Julián y Susana llegaron un poco después, haciéndose espacio entre la multitud.

   Dos pares de Alphas sostenían a Fabián y a Zully, cada uno de ellos tomándolos por un brazo. Fabián tenía un corte en el labio y sangre sobre su pulcrísima camisa blanca. Zully tenía un corte en la ceja derecha y su playera dañada. Ambos se miraban con odio, resoplaban y sus feromonas estaban por doquier. El dueño de la fiesta se paró en medio de ambos y los miró con recriminación. Estaba furioso.

   —¿Se puede saber qué está pasando aquí? ¿Acaso enloquecieron? Si mis padres se enteran de esto, no me dejarán hacer otra fiesta jamás. No conozco a este tipo —dijo, señalando a Zully—. Pero a ti sí, Fabián. Dime qué rayos es lo que te pasa. ¡Jamás te había visto así! Sé que lo de Will te tiene muy alterado pero te tienes que controlar. ¡No puedes comportarte así!

   Fabián resopló. A pesar de las palabras de su amigo, sus ojos permanecían atentos a Zully, retándolo y mirándolo con desprecio. Finalmente, sus hombros se agitaron y con un gruñido se soltó, señalando a su rival.

   —No te vuelvas a acercar a William —amenazó—. Si lo haces, te vas a arrepentir.

   Y  diciendo esto se dio media vuelta y se alejó. Mario lo siguió y ambos cruzaron un par de palabras pero eso fue todo ya que después de eso, Fabián caminó hasta la puerta de salida y se fue de la fiesta. Alejandro y los demás se acercaron a Zully y lo llenaron de preguntas. Julián frunció el ceño y se alarmó al verlo sangrando. También lo confundía mucho las palabras que Fabián había soltado antes de retirarse. ¿Por qué había dicho tales cosas? ¿Qué era lo que había pasado entre Zully y William para que Fabián amenazara a Zully así?

   —¿Te das cuenta? ¡Te dije que te mantuvieras alejado de Fabián!

   Daniel se acercó con una servilleta y miró la herida de Zully. Alejandro fue por hielo y paños para la próxima hinchazón. Zully chistó la lengua y se secó la sangre de la frente. Dolía horrores y pronto se empezaría a inflamar. Lo dicho: una noche de mierda.

   —Pero, no entiendo. ¿Qué fue lo que pasó?

   Zully supiró profundo ante la pregunta de Julián. Responderla iba a estar complicado. Ni él mismo sabía a ciencia cierta qué era lo que había pasado. Un momento tenía a Fabián encima, reclamándole sobre el día del celo de William y unos segundos más tarde se estaban encendiendo a golpes. ¡Era una puta locura! Su situación con William se estaba saliendo de control y si no hacía algo para controlar sus instintos las cosas iban a ponerse mucho más complicadas.

   —William es el omega de Zully —dijo de repente Daniel, haciendo que todos lo miraran como si le hubiera crecido otra cabeza. Alejandro, que venína con el hielo en la mano, casi lo deja caer y Manuel, que no entendía nada, también se quedó de piedra.

   —¡Por Dios! ¿Eso es cierto? —preguntó Julián, mirando a Zully—. ¡¿Cómo es posible?! ¡¿Desde cuándo lo sabes?!

   —Desde el primer día de clases —contestó Zully, colocando el hielo sobre su frente—. Lo olí desde el primer día, pero no quise decir nada a nadie. William era una especia de rival para nosotros y yo no quería confesar la atracción que siento. Con el paso de los días la cosa fue a peor y desde que tuve mi celo y mis feromonas se descontrolaron, la cosa no ha hecho sino aumentar. Además… el día que William entró en celo, es posible que eso haya sido adelantado por mi culpa. Ese día estaba tan furioso por lo del cambio del bloqueador solar que use mi “voz Alpha” contra él y lo rocié con mis feromonas.

   Todos se quedaron callados. Susana negó con la cabeza y Julián también lucía alterado. Como omegas sabían el impacto que la “voz Alpha” podía tener en la psiquis de un omega y por más que detestaran a William no podían considerar merecido lo que había pasado.

   —Me siento fatal —dijo Zully, agachando la cabeza—. Sé que lo que hice estuvo mal y lo siento.

   —¿Y estás seguro de que no volverá a pasar? —inquirió Susana, mirándolo mal—. No me malentiendas, Zully. Pero como omega me tengo que asegurar que lo puedes controlar.

   —Yo también —asintió Julián, poniendo rostro de pena—. Puede ser muy grave si te vuelve a pasar. Quizás deban medicarte para controlarte mejor. Daniel, es el colmo que no hayas dicho nada.

   Daniel agachó también la cabeza. Era cierto. Había confiado en que Zully poco a poco iría manteniendo el control, pero la realidad le estaba mostrando todo lo contrario. Su amigo estaba cada vez peor. Sus hormonas estaban evolucionando a un ritmo acelerado y sus instintos crecían con una fuerza incontrolable. Si seguía así podría tener problemas peores, o lastimar gravemente a alguien. Lo mejor era que Zully contara lo sucedido a sus padres y que estos intervinieran.

   —Tienen razón —Dijo Zully—. Hablaré con mis padres.

   —Es lo mejor —asintió Alejandro—. Nosotros te podemos ayudar pero necesitamos la ayuda de adultos en esto. Ya no es cosa de problemas simples de escuela; esto es algo más serio. No queremos parecer duros pero tenemos que pensar también en Julián y Susana. Ellos son omegas y pueden verse afectados.

   —Te queremos y no querríamos tener que alejarnos de ti —se acercó Julián, sobándole la espalda.

   —Estoy de acuerdo con Julián —sonrió Susana, rozando ligeramente la mano de su amigo.

   Julián y Susana se miraron y se regalaron una pequeña sonrisa. Estar disgustados no les sentaba bien y lo sucedido con Zully les había ayudado a volver, en silencio, a hacer las paces. Alejandro y Daniel se miraron también, pero Alejandro esquivó la mirada y miró la hora en su reloj. Faltaba casi un cuarto para las once de la noche. Aún faltaba una hora para que sus padres los fueran a buscar aunque era obvio que para todos ellos la fiesta había terminado.

   —Iré a disculparme con Mario y le pediré que nos deje quedar hasta que nos vengan a buscar —anunció Daniel,  mirando hacia la pista.

   —Gracias —susurró Zully, colocando el hielo sobre su cara—. Lo lamento mucho.

   —Ya no te disculpes más —sonrió Alejandro—. Para pelear hacen falta dos personas y está claro que Fabián fue quién te buscó.

   —Es cierto —concordó Julián—. Ahora intentemos pasarla bien el resto de noche que queda y olvidemos esto. Susana, creo que hay alguien que te espera para seguir bailando —dijo, señalando a Manuel, al otro lado de la pista—. Y tú, Zully, ponte de pie y ven conmigo. Ni creas que te vas a salvar de sacarme a bailar.

   Sonriendo, Susana se fue junto a Manuel y Zully tomó de la mano a Julián. Alejandro se quedó un momento a solas, pero no por mucho tiempo ya que de repente a sus espaldas alguien tocó su hombro. Era Andrés Cossio. Nada más ni nada menos.

   —Hola, ¿por qué tan solo? —preguntó, acercándose con una sonrisa—. Los chicos como tú jamás deberían estar solos. Es un pecado.

   Alejandro se sonrojó ante lo brutalmente directo que era el recién llegado. Ya había notado en su carta que de tímido no tenía nada, sin embargo, no se esperaba la misma sinceridad en persona.

   —Yo sólo estoy tomando un respiro. Estoy algo cansado.

   Andrés asintió. La verdad el calor estaba fuerte a pesar de la brisa nocturna. La cerveza en su mano ya estaba caliente y su camisa de hilo se le pegaba al pecho por el sudor.

   —En eso tienes razón —convino, acercándose otro poco más para no tener que gritar tanto—. Si quieres puedo conseguirte una bebida fría. Sólo espera aquí.

   Sin tiempo para negarse, Alejandro vio como Andrés se alejaba hacia la mesa, consiguiendo una bebida con hielo, refresco y licor. La recibió más por la vergüenza de rechazarlo que porque sintiera demasiada sed. La verdad lo único que sentía en ese momento era verdadera incomodidad y vergüenza.  Que el exnovio de su mejor amigo se le estuviera lanzando tan descaradamente era algo bastante raro a decir verdad.

   —Y entonces… ¿recibiste mi carta?

   Alejandro miró la bebida y luego, alzando un poco el rostro asintió rápidamente antes de darle un sorbo. Andrés enarcó una ceja, esperando una respuesta. Alejandro dio otro largo sorbo a su bebida y luego suspiró. Sí… definitivamente. Muy incómodo.

   —Muchas gracias. Me alagaron mucho tus palabras.

   —No exageré en nada de lo que puse —admitió Andrés, acercándose un poco—. En verdad pienso que eres el chico más guapo del colegio y quita el aliento el solo verte.

   —No es para tanto —sonrió Alejandro.

   —Lo es —aseguró Andrés—. Sé que mi carta no es la primera y seguro no será la última que recibirás, pero te aseguro que no mentí en nada de lo que escribí en ella. Por cierto, ¿le has mencionado a Daniel que te la envié? Creo que no tiene nada de malo que se lo digas. No creo que le importe mucho.

   —¿A qué te refieres?

   Alejandro enarcó una ceja. Ya sabía que las cosas entre Daniel y ese chico no habían terminado muy bien. Todo lo contrario, Daniel no parecía querer ni escuchar su nombre. Andrés, en cambio, no parecía tener sentimientos de animadversión hacia él. Quizás, después de todo, Daniel sólo estaba exagerando.

   —¿Te molestaría si algún día te invito a tomar algo? —preguntó Andrés, dando un sorbo a su bebida—¿O te parecería incomodo salir conmigo?

   —La verdad es que sí me resultaría algo incómodo —aceptó Alejandro, con una medio sonrisa—. Lo siento.

   —Bah, no te preocupes —se encogió de hombros Andrés—, pero por lo menos tenía que intentarlo.

   —Daniel es… es mi mejor amigo. No lo quiero lastimar.

   —Lo entiendo; no hay lío. Qué la sigas pasando bien.

   Andrés se retiró hacia la pista de baile. Alejandro se quedó un rato a solas hasta que minutos más tarde Zully se le acercó de nuevo. Alejandro siguió el sitio al que Zully le señalaba con la vista y enseguida notó las dos siluetas que bailaban al compás de la música. Eran Julián y Daniel; a solas por primera vez en lo que iba corrido de la fiesta.

   —¿Te le declaraste, verdad? —preguntó Zully, recostándose ligeramente sobre la pared que estaba a sus espaldas. Alejandro negó con la cabeza, llevando las manos hacia los bolsillos.

   —No me refería a Julián —volvió a hablar Zully, captando de nuevo la atención de Alejandro—. Me refería a Daniel. Te le declaraste, ¿verdad?

   Alejandro dio un respingo. Ni por lo más recóndito de su mente había pasado la idea de que Zully estuviera al tanto de sus sentimientos por Daniel. ¿Cómo era posible? Estaba seguro de ser muy discreto en ese aspecto.

—No te preocupes… no es algo que se note demasiado tampoco —le tranquilizó su amigo—. Es más bien que suelo ser algo observador. La pregunta ahora es… ¿Qué piensas hacer con Julián? ¿Le hablarás de tus verdaderos sentimientos?

   Echando una nueva mirada sobre la pista de baile, Alejandro se encogió de hombros. La verdad no tenía idea de qué iba a hacer. Por un lado, no quería mentirle a Julián y por otro lado no quería que Daniel lo odiase. La verdad estaba hecho un lío y una parte de su mente quería que apareciera una especie de señal divina que le dijera qué hacer.

   —Le gustas mucho a Julián —retomó la conversación Zully, acercándose lo suficiente para susurrar a Alejandro al oído—. Creo que ya es más que obvio que fue él quien se interesó en ti el día que les hablamos por primera vez.

   —Eso ya me lo presentía —rió Alejandro, despeinando el cabello de Zully—. Aunque eres un buen actor y por un momento creí que de veras te gustaba.

   —Le gustas a medio colegio, amigo —bufó Zully, rodando los ojos—. Eres de esos chicos que son del tipo de todo el mundo. Daniel también debe sentir cosas por ti, aunque esté tan metido en su “zona de mejor amigo” que seguro no lo quiere admitir.

   —Dijo que me deseaba —confesó Alejandro, sorprendiendo a Zully.

   —¿De veras?

   —Lo hizo —afirmó—. Y luego me confesó que está enamorado de Julián.

   —Auch.

   —Exacto.

   Alejandro terminó su bebida y al rato Julián y Daniel volvieron de la pista de baile y se unieron a ellos. Susana había prestado el teléfono del sitio para llamar a su padre y avisarle que los padres de Alejandro la llevarían a casa. Faltando veinte minutos para las doce, los chicos salieron de la fiesta y se encontraron con los padres de Alejandro en la entrada de la casa. La pareja de Alphas se estremeció.

   —¿Pero qué fue lo que le pasó a este muchacho? —preguntó Leticia, mirando horrorizada los golpes en la cara de Zully.

   —¡Alejandro! —lo riñó su padre, mirándolo con reproche.

   —¡¿Yo qué hice?! —se defendió el regañado, haciendo un gracioso puchero.

   —Explícanos —exigió la madre.

   Con un suspiro, Zully se adelantó y apartando un poco a Alejandro contó a los padres de su amigo lo que había sucedido. Sabía que ellos se habían comprometido a traerlos y llevarlos a casa y ahora iban a tener un lío al presentarse ante sus padres llevándolo así. Claro, él no pensaba dejar que esos señores tan amables se responsabilizaran por lo sucedido, sin embargo sabía que ellos se sentirían muy avergonzados cuando lo dejaran en casa.

   —¿Y entonces te peleaste con el novio de ese chico? —resumió Marcelo, encendiendo el auto una vez entraron todos.

   —Así es —aceptó Zully, bajando la cabeza.

   —¿Y ese tal William si se merece que se peleen así por él? —inquirió Leticia, haciéndole un guiño con el ojo.

   —Para nada —intervino Julián, bufando con disgusto—. Es un idiota que nos ha matoneado desde que entramos. Además, odia a los omegas.

   —No entiendo, ¿no acaban de decir que el chico es un omega? —preguntó confundido Marcelo por el retrovisor.

   —Así es —asintió Alejandro, sentado junto a su madre—. Pero él no lo sabía.

   Leticia y Marcelo se miraron y se encogieron de hombros. Definitivamente, esos chicos estaban teniendo un último año escolar bastante movidito y eso que recién empezaba. Alejandro y los demás les fueron contando muchos pormenores más mientras hacían el recorrido de entrega de los chicos. La primera en llegar a casa fue Susana, quien agradeció el aventón y entró sin contratiempos a su casa siendo recibida de inmediato por su padre. Luego pararon en casa de Zully, donde sí tardaron un poco más por obvias razones. Alejandro decidió entrar con sus padres para explicar mejor lo sucedido y en ese momento Daniel y Julián se quedaron solos en el auto.

   —Espero que Zully no vaya a tener muchos problemas por esto —comentó Julián, mirando por la ventana del auto. Daniel se estiró en el asiento y asintió como respuesta. Se sentía algo mareado por las cervezas y todas las vueltas que había dado en el auto. No estaba demasiado acostumbrado a beber.

   —¿Se harán novios, verdad? —preguntó de repente, sorprendiendo a Julián. El omega volteó y lo miró directo a los ojos. Daniel alzó su mano y le acarició los cabellos. Sus ojos estaban vidriosos, como si fuera a llorar—. ¿Me refiero a ti y a Alejandro? —especificó, tragando duro—. ¿Se harán novios, verdad?

   —Yo… —Julián se quedó mudo. No sabía que responder. Sus ojos se perdieron en la mirada intensa de Daniel y todo su cuerpo tembló bajo el mar de feromonas que empezó a brotar del cuerpo a su lado. Daniel se inclinó del todo y sin más preámbulos, lo tomó por la nuca y lo besó. Julián abrió por completo los ojos, pero no se resistió. Daniel empujó su lengua y chupó su labio superior. Era un beso húmedo y sensual, con sabor a licor. Julián abrió un poco los labios y cerró los ojos. Sus labios se movieron y jadeó aspirando el sabor del alcohol. Luego, un instante después, tomó los hombros de Daniel y lo empujó. Daniel se separó y lo soltó.

   —Perdóname… perdóname, por favor.

   —No —se apartó Julián, rodándose un poco—. Soy yo quien lo siente.

   —No debí hacer eso. Sé qué no es excusa pero estoy un poco ebrio, supongo. No quiero que te sientas incómodo. Tampoco quiero que te contengas de aceptar a Alejandro como novio por respeto a mí.

   —Yo no quiero… no quiero arruinar su amistad —anotó Julián, atormentado.

   —Tu no vas a arruinar nada —sonrió Daniel, mirándolo cariñosamente—. Yo te aseguro que no lo harás.

   —Alejandro me gusta mucho, pero… pero a veces no sé si él siente lo mismo.

   —Alejandro es más inseguro de lo que parece —suspiró Daniel—. Pero yo sé que tú le gustas también —aseguró—. No se sientan mal por mí y adelante. Yo los apoyaré.

   Julián sonrió y acercándose le dio un abrazo a Daniel. Su corazón latió fuerte cuando sintió de nuevo el olor de las vibrantes feromonas de su amigo. Era algo extraño, pero el olor le gustaba un poco más que las de Alejandro. Y no era que las de Alejandro olieran mal, todo lo contrario; eran deliciosas. Era sólo que las de Daniel tenían un matiz dulzón que le resultaban particularmente raro en un Alpha.

   Cuando Alejandro y sus padres volvieron al auto, Daniel y Julián estaban como si nada hubiera pasado. El resto del camino fue tranquilo, y justo a la hora indicada, Julián estaba en las escaleras de su casa, abriendo la reja.

   —Bueno… espero que te hayas divertido —sonrió Alejandro, acompañándole por las escaleras hasta su apartamento.

   —Mucho —asintió Julián, sintiéndose de nuevo contento luego de lo platicado con Daniel.

   —Es que luego de… bueno… ya sabes, luego de nuestro casi beso, te sentí raro conmigo —insistió Alejandro.

   —No fue nada… sólo estaba un poco preocupado de…

   —…de lo que pensara Daniel.

   —…sí.

   Los ojos de Julián brillaron. Alejandro sintió en ellos la señal que estaba esperando. Julián apretó más su mano y se acercó. Alejandro colocó una mano en su cintura, acercándolo más a su cuerpo y acarició sus cabellos. Olía delicioso y su suave aroma lo envolvió. Era una aroma dulce y delicado, muy distinto al de Daniel. Un aroma que le encantaba y le atraía. Podía acostumbrarse a él.

   —Finalmente no pude pedirte lo que te dije por teléfono.

   —Puedes pedírmelo ahora —ronroneó Julián, contento con las caricias en su cabello.

   —Tú ya sabes lo que es —afirmó Alejandro, tomándolo del mentón para levantar su rostro—. Quiero que seas mi novio —dijo de una vez y sin más rodeos—. Y quiero que me des un beso.

   —Yo quiero ser tu novio también —aceptó Julián, poniéndose todo rojito—. Y creo que eres tú quien me debe besar.

   Alejandro sonrió. Julián era tan adorable. Si tuviera que hacer una lista de los chicos más tiernos y dulces con los que se había topado, Julián sin duda estaría en el top tres. Con cuidado bajó su rosto y ya sin más dudas ni interrupciones lo besó. Julián separó sus labios y se pegó más contra su cuerpo. Se sentía flotando; flotando totalmente. Había esperado y soñado por ese momento por días enteros. Era un sueño hecho realidad. Se sintió tan bien y tan aturdido por la suavidad de los otros labios que  cuando quiso empezar a sentir a conciencia lo que estaba pasando el beso terminó. Alejandro intentó darle otro pero en ese momento, la luz de la sala se prendió y Julia se asomó, abriendo la puerta de inmediato.

   Luego de despedirse, Alejandro y Julián se hicieron ojitos cómplices y Julián entró a su casa. Daniel fue dejado en la suya minutos después, luego de un incómodo y silencioso recorrido junto a Alejandro. Los padres de Alejandro notaron la tensión pero no dijeron nada. Después preguntarían lo sucedido. De momento era mejor descansar pues se notaba a leguas que en aquella fiesta había pasado algo más que la pelea de Zully.

 

***

 

 

   El siguiente lunes luego de la fiesta, los Almanza llevaron a Zully con su pediatra. Tras lo contado por Alejandro, los padres de Alejandro y el mismo Zully, decidieron que no podían esperar a que las cosas fueran a empeorar. Zully había dado varias muestras de que aquellos cambios hormonales estaban superando su autocontrol y necesitaba ayuda especializada. Las palabras de afecto y el apoyo emocional ya no eran suficientes. Necesitaba un profesional.

   —Así que dices que te peleaste porque el novio de tu rival es tu omega —recapituló el facultativo mientras examinaba la cara ya un poco más desinflamada de Zully.

   —Sus feromonas son completamente compatibles con las mías —asintió él—. El tipo ni siquiera me cae bien, pero no puedo ocultar lo obvio. Siento que es mío y no me puedo controlar.

   —¿Y has hablado con él? —volvió a preguntar el doctor, usando su linternita para explorarle los reflejos oculares.

   —Usé mis voz Alpha contra él —declaró Zully, haciendo alzar un ceja al médico—. Me hizo enojar y la usé.

   El doctor terminó el examen físico y se sentó. Su rostro a simple vista no mostraba ninguna emoción. Los padres de Zully le vieron por varios minutos hacer anotaciones en su historia clínica y luego tomar una receta y escribir una fórmula. Antes de entregarla, sin embargo, el hombre retiró sus lentes y dijo:

   —Yo de ustedes lo retiraría del colegio.

   Zully se puso de pie de un salto. Sus padres jadearon alarmados. El médico juntó las manos sobre su escritorio y luego frotó el puente de su nariz. Al parecer ya esperaba la reacción de su paciente. Zully miró de nuevo a sus padres y negó con la cabeza; ellos le hicieron una señal de que guardara silencio y escuchara al doctor. El médico habló:

   —Escuchen. No quiero ser aguafiestas pero la compatibilidad hormonal es algo muy raro y peligroso. Contrario a lo que cuentan las novelas de romance, este tipo de relaciones suelen ser peligrosas, violentas y pasionales. Algunas funcionan, pero otras no y suelen terminar mal. Sobre todo si se trata de dos adolescentes y uno se encuentra tan inestable como lo está Zully debido a su tratamiento.

   —Yo no lo quise hacer…

   —Pero lo hiciste, jovencito —respondió el doctor—, y lo volverás a hacer si no pones tierra de por medio o te medicas. Si piden mi consejo, señores, le diré que lo mejora es sacar al chico de la escuela y llevarlo a una donde este alejado de ese omega. Sin embargo también hay medicinas que pueden ayudar a controlar sus impulsos un poco más.

   —No quiero medicar a mi hijo —se opuso Fabriccio.

   —Yo no quiero dejar la escuela —lloriqueó Zully.

   —Pero, hijo…

   —¡Pero nada! —Zully se ofuscó más y los miró a todos con rabia—. Todo esto está pasando por las medicinas que me dieron antes—hipó, con lágrimas en los ojos—. Me obligaron a tomar ese tratamiento y tuve que dejar mi anterior escuela, mi equipo de baloncesto, mis amigos. ¡Todo! ¡Ya no les haré más caso! ¡No dejaré mi escuela! ¡No dejaré a mis amigos! ¡No dejaré mi nuevo equipo de natación! ¡Los odio!

   —¡Zully!

   Espantados, los Almanza salieron por el pasillo tras su hijo. Zully sabía que portándose así solo estaba dejando en evidencia la mucha razón que el médico tenía, pero no podía evitarlo. Se sentía frustrado, angustiado y ansioso. Lo único que no sabía era que a tan solo dos pasillos de distancia, otra personita como él estaba atravesando una situación similar y que justamente estaban a punto de chocar en el corredor.

   —¡No quiero! ¡No me quiero poner un jodido collar! ¡Y tampoco me implantaré ese aparato para no parir! —gritaba William, abandonando el consultorio donde lo estaban atendiendo—. ¡Te odio, papá! ¡Te odio! ¡Quiero volver con papá Brandon y con mis hermanas! ¡Quiero vivir con ellos!

   —Pues tu papito Brandon nos echó de casa a los dos —siseó Oliver, perdiendo la paciencia finalmente—. No quiere verte y no quiere que veamos a las niñas. Ese es el papito Brandon por el que tanto lloriqueas.

   —No es cierto… no es verdad —sollozó William—. Tú nunca nos has querido ni a mí ni a mis hermanas. Sólo te importan tus empresas y tu dinero. ¡Eres un ambicioso de mierda!

   —¡¿Y eso qué tiene de malo?! —exclamó Oliver—. Gracias a mí, nuestra familia y nuestra empresa son ahora de las más prestigiosas del país; gracias a mí, los negocios de Brandon salieron a flote y se salvaron de la quiebra. Gracias a mí, tú vas a seguir siendo un personaje de élite en nuestra familia aunque seas un omega y es por eso que te voy a cuidar muy bien.

   —¡Yo no soy un omega!

   —¡Lo eres y debes aceptarlo de una vez!

   —¡Púdrete , papá!

   William se echó a correr sin darse cuenta de que en toda la esquina del corredor, Zully venía doblando en dirección contraria. El choque fue inevitable. Ambos cayeron de culo y a pesar de sus animadversiones previas no tuvieron más opción que ponerse de pie al mismo tiempo  y tomar el mismo camino antes de que sus respectivos padres los alcanzaran.

   —¿Qué demonios estás haciendo? —gimoteó, William, limpiándose las lágrimas.

   —Lo mismo que tú —masculló Zully, mirándolo de soslayo—. Huyendo de mis padres.

   —Pues no me sigas —gruñó William.

   —No te sigo —se enfadó Zully—. Eres tú quien me sigue a mí.

   Al final de un largo pasillo finalmente los perdieron y girando en una esquina, llegaron a un callejón trasero. Sus respiraciones estaban agitadas por tanto correr y ambos sabían que iban a recibir la paliza de sus vidas apenas los encontraran. William miró a Zully, quien aún lucía los moretones de los golpes de Fabián, y cuyos ojos estaban rojos por el llanto. Zully miró a William y por primera vez vio en su cuello la prueba fehaciente de su nueva realidad: un collar de omega.

   —¿Qué me miras? —escupió Williám, con toda la rabia que alcanzó a reunir.

   —Tu collar —respondió Zully, con su habitual sinceridad.

   —Es verdad —gruñó él, buscando entre los escombros de la calle algo que lo ayudara a deshacerse de tan molesta prenda.

   Finalmente la encontró en una esquina; una botella de vidrió que rompió y usó.

   —Ven acá —dijo llamando a Zully, antes de poner el vidrio en sus manos—, rompe esto… ¡Y con cuidado! —advirtió—. No me vayas a cortar.

   Zully tomó entonces el vidrio y se acercó, cortando el cuero del collar. La cercanía le permitió volver a sentir el embriagador olor de William. Recordarlo era como volar; volver a despertar cada uno de sus instintos dormidos. William por su parte, también sintió la cercanía de Zully como un corrientazo. Era algo nuevo para él, algo que tiraba de su piel como un imán. Aturdido, acarició su cuello y una vez estuvo liberado de su amarre, suspiró profundo. No quería sentirse de esa manera; tan perdido, tan pobre de control. Como una animal… un omega.

   —Gracias —anotó casi entre dientes, antes de tirar el collar a un lado y acomodar su cabello. Sus ojos se fijaron de nuevo en los golpes de Zully y su mirada se suavizó—. ¿Qué te pasó? —preguntó.

   Zully dio un respingo. ¿Qué se suponía que tenía que contestar? ¿La verdad? ¿Una mentira? ¡Una mentira por supuesto! Era obvio que no podía decir la verdad.

   —Me golpeé por un chico —dijo la verdad, maldiciéndose internamente.

   —¿Tu amiguito omega? —preguntó William.

   —No —respondió Zully de inmediato— Fue por… fue por…

   —Lo que sea —cortó de repente William, sin saber bien a qué iba su repentino interés por el molesto enclenque—. Yo me voy —dijo, acomodando los cordones de sus tenis—. Y gracias de nuevo.

   Y diciendo esto, le dio la espalda y se echó a correr. Zully aspiró el aroma que quedó en el aire y de inmediato supo lo que tenía que hacer…

   Lo siguió.

  

 

   Continuará…

 


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