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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola, mi gente. Aquí les traigo un nuevo cap. Espero que les guste. 

 

  

   Capítulo 12

   Aceptación.

 

      Brandon escuchó la algarabía en la sala de su casa y de inmediato bajó las escaleras, encontrándose con la figura agitada de William moviéndose por todo el lugar. Sus órdenes eran claras: ni William ni Oliver tenían permitido entrar a la casa y mucho menos acercarse a las gemelas. Lo criados no entendían muy bien qué era lo que estaba pasando pero no tenían más opción que obedecer. Aunque, como en el caso de Emilia, aquella orden le rompiera el corazón.

   —Joven William, por favor. Tiene que irse; no puede estar aquí.

   —Emilia, puede retirarse —la interrumpió Brandon, entrando al lugar. La mujer dio un respingo y luego asintió suavemente, dando media vuelta y saliendo de allí. William se encontró cara a cara con su padre luego de tantos días y su expresión se suavizó. ¡Sabía que todo era un mal entendido! ¡Estaba seguro!

   —¡Papá! ¡Papá! ¡Tienes que ayudarme! Papá Oliver se volvió loco, dice que soy un omega y que nos echaste de casa. ¡No confío en él! Creo que está planeando algo para quedarse con todo el dinero de las empresas y por eso inventó todo eso. Estoy seguro de que él y ese médico que me puso esas inyecciones raras lo planearon todo. ¡Yo no soy un omega! ¡Eso es imposible! Papá, me puedo quedar contigo, ¿verdad?

   …. ¿Papá?

   William se quedó en silencio al ver la expresión de su padre. A diferencia de Oliver, Brandon siempre había sido el más afectuoso y hasta cierto punto, amoroso. A pesar de ser muy disciplinado y en ocasiones severo, era sin dudas, el lado sensible de la ecuación. William no entendía entonces el porqué de su mirada fría; ni entendía en ese momento el porqué de su expresión.

   —Debes volver a casa con Oliver, William. No puedes quedarte aquí.

   Wiliam jadeó e intentó acercarse unos pasos. Brandon retrocedió y con la mirada le interrumpió el avance. Los ojos de William empezaron a llenarse de lágrimas, su pecho subió y bajó con descontrol.

   —Papá, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué te estás portando así?

   Brandon esquivó la mirada de William, y sus ojos se posaron en unos cuadros de la pared. Su corazón latía tan rápido que estaba seguro que podía competir con el otro corazón que latía en su vientre. A pesar de eso no cedió ni un ápice. Por más que lo quisiera, ese muchacho frente a él no era su hijo; peor aún; era la prueba viviente de las mentiras y la infidelidad de su esposo. Una vergüenza de la que tenía y estaba obligado a salvar a sus verdaderos hijos. No podía fallar.

   —Ya te lo dije —habló de nuevo, obligándose a que su voz no temblara—. No puedes quedarte aquí.

   —¿Por qué? —gimió William, comenzando a angustiarse—. ¿Qué es lo que pasa y por qué no puedo estar aquí? ¿Dónde están mis hermanas? ¡Quiero ver a mis hermanas!

   —Eso no es posible —adelantó Brandon, moviéndose de nuevo hacia Will—. El chofer te llevará a casa con Oliver y tú serás un buen chico y harás caso. Esto es algo que nos incumbe sólo a tu padre y a…

   —¡Quiero ver a mis hermanas!

   Con un gruñido de molestia, William rompió el discurso de Brandon, y de un solo movimiento se lanzó hacia las escaleras. Brandon blasfemó por lo bajó y se fue tras él, atrayendo la atención de los sirvientes.

   —¡Las niñas están dormidas, William! ¡No las despiertes!

   —¡Quiero verlas! —exclamó él, antes de que otro de los empleados de la mansión lo retuviera en el pasillo, impidiéndole alcanzar la puerta del cuarto de las niñas.

   —Llévalo abajo con Alberto —ordenó Brandon, haciendo que sacaran a William y lo llevaran con el chofer. William puso resistencia, pero no pudo evitar que entre los dos hombres lo sacaran. Antes de salir, sin embargo, logró mirar de nuevo a su padre y obsequiarle la mirada más asombrada y triste que le hubiera dirigido jamás.

   —Llévalo con Oliver, y asegúrate que esté con él—ordenó Brandon antes de dar media vuelta y desprenderse de la mirada de William. El sonido de la puerta cerrándose coincidió con el de su corazón rompiéndose en mil pedazos. ¡Tenía que ser fuerte! ¡Lo tenía que lograr!

 

***

 

   —Zully no vino hoy a la escuela —comentó Susana, entrando a la piscina donde la esperaba el resto de sus amigos. Alejandro y Julián estaban haciendo algunos estiramientos en el agua mientras Daniel miraba de soslayo la forma coqueta en la que se miraban y tocaban.

   Ahora no tenía dudas. Esos dos ya eran novios. Estaba seguro.

   —Creo que a lo mejor sus padres lo llevaron al médico —comentó, apartando su vista de la pareja para fijarla en su amiga. Los miembros del otro equipo estaban practicando al otro extremo de la pileta sin prestar mucha atención a los chicos. Daniel pensaba que sin duda los estaban subestimando y eso lo irritaba. Alejandro le había dicho que la primera ronda de las regionales había sido aplazada dos semanas por temas de logística; sin embargo aún seguía siendo poco tiempo para que Zully, Susana y Julián se prepararan. A diferencia suya y de Alejandro, ellos nunca habían competido a ese nivel y posiblemente tuvieran miedo de no dar la talla. Julián era inexperto y apenas empezaba a nadar con cierta velocidad; no obstante era el que menos le preocupaba. Susana era buena, pero no tenía demasiado espíritu de competencia y Zully… ni siquiera sabían que iba a pasar con Zully.

   —Me preocupa mucho Zully —dijo de repente Julián, acercándose con Alejandro—. Lo quiero mucho y me duele que esté pasando por todo esto. También me jode mucho que sus feromonas sean tan compatibles con las del imbécil de William. Zully es un buen chico y no lo quiero ver sufrir por semejante cretino. Me jode… de veras me jode mucho.

   —La verdad… a mí también.

   Alejandro no quería ser hipócrita y por eso apoyó las palabras de su ahora novio. Su parte más malvada gozaba con la idea de que Zully le diera su merecido al idiota de William ahora que se había descubierto su verdadero género. Aun así, sabían que aquello sería complicado para ambas partes y que seguramente ambos sufrirían mucho.

   —¿Ustedes creen que los omegas y los Alphas estemos obligados a gustarnos sólo por la compatibilidad de nuestras feromonas? —meditó en ese momento Susana, poniéndolos a todos reflexivos—. Es decir, no dudo que la atracción hormonal sea importante, pero creo que debe haber más, ¿no?

   —¿Algo como sentimientos, pensamientos, ideas e historias? —preguntó Alejandro, mirando directamente hacia Daniel.

   —¡Sí, exacto! —exclamó Susana, chapoteando en el agua.

   —Yo no creo en eso de parejas destinadas ni un comino —masculló Julián, sorprendiendo a sus amigos.

   —Y yo que te creía un romántico —alzó una ceja Daniel.

   —Soy un romántico, pero no un cursi —rodó los ojos Julián—. Yo no dejaré que ningún cuento chino me joda la cabeza.

   —Es que en este caso no es ningún cuento chino… es física pura tomando el control de tu cuerpo.

   Julián y Daniel se miraron a los ojos. El ultimo comentario de Daniel se sintió muy personal para Julián. El omega estaba confundido: le encantaba Alejandro, sin duda. Su personalidad, su encanto, su físico. Todo de él le gustaba. Pero el beso de Daniel aquella noche en el auto lo tenía encendido. Cada vez que lo recordaba se le erizaba la piel.

   —Mi papá me dijo que ese tipo de atracción como la de Zully y William eran peligrosas —comentó Susana, continuando con sus ejercicios.

   —Debe serlo —concordó Alejandro, mirando a sus amigos—. Algo tan irracional y pasional parece incontrolable y tremendo. Aunque no negaré que suena interesante y … y sexy. Me gustaría saber por un momento lo que se siente estar tan atraído por alguien hasta el punto de volverte completamente loco.

   —¿Hasta el punto de matar o morir? —preguntó Daniel, mirándolo a los ojos.

   Alejandro asintió, tragando saliva.

   —Así es —respondió.

 

***

 

 

 

   —¡Suéltenme! ¡Les digo que me suelten!

   William forcejeaba contra los empleados de la mansión mientras el chofer prendía el auto. No podía creer que las personas que sólo días antes le servían con cariño lo estuvieran tratando ahora de aquella manera.

   Se sentía como un delincuente, un apestoso… ¿un omega?

   Un omega. Sí, eso era. Un apestoso y despreciable omega. No podía cambiarlo, no podía negarlo más. Su cuerpo se lo decía; la forma como se sentía desde que había tenido su celo. Era un omega, un sucio y asqueroso omega y no había vuelta atrás.

   —¡Déjenme ir!

   Descargando una patada en la entrepierna del beta que lo sostenía, William se zafó del amarre del hombre y a toda prisa se alejó de allí. A sus espaldas, los gritos de Emilia y de los otros empleados sonaban con alarma, sin embargo él ya no quería escucharlos. No quería saber nada de ellos, ni de su padre… de ninguno de los dos. Su vida estaba destruida, acabada. Su destino era convertirse en un ser esclavizado por los instintos, sin ningún valor ni dignidad. Casi que era preferible estar muerto. Era lo mejor.

   Corrió. Corrió mucho. No tenía ningún destino en especial. Sus piernas sólo respondían a sus deseos de huir, de alejarse de todos. Los odiaba; los odiaba a todos. Se odiaba a sí mismo y se quería morir. Cuando sus piernas finalmente cedieron a la presión del cansancio, William se encontró a si mismo frente al mar. Ese día estaba especialmente tranquilo; las olas rebotaban contra los espolones y la espuma le alcanzaba a mojar los tenis.

   Se los quitó. La arena se sentía húmeda y cálida. Le gustaba. El agua se sentía más tibia a medida que se metía en ella; meciéndolo. Su ropa se empapó rápidamente. Su cabello terminó empapado también cuando la primera ola lo arropó. William reprimió el instinto de salir a flote. Era allí donde quería terminar, arrastrado por la marea. Si la vida le había quitado la oportunidad de brillar en el agua como un campeón, un Alpha campeón; entonces que el agua le quitara también la horrible vida de omega que le esperaba.

   Una nueva ola lo golpeó. William sintió por primera vez la gran distancia que había alcanzado de la playa y se asustó. A esa distancia el mar ya no era tan tranquilo como parecía; era bravo y amenazante. ¡Lo podía matar!

   Su corazón empezó a latir con fuerza; sus oídos comenzaron a zumbar; todo su cuerpo se contrajo de horror. Omega, Alpha, Beta; no importaba. Tenía miedo y quería salir de allí. Quería volver a casa y estar bien.

   ¡No quiero morir! ¡No quiero morir! Pensó en ese momento, alarmado. La realidad lo golpeó con rudeza y entonces quiso nadar pero la corriente intensa, la brisa fuerte y la brava marea lo arrastraban.

   —¡Auxilio! ¡Auxilio! —comenzó a gritar con espanto, mientras una nueva ola lo volvió a hundir. Desesperado intentó salir a flote pero era inútil. Su cuerpo estaba tan preso del miedo que no le quería responder.

   Voy a morir… en verdad voy a morir, pensó entonces, antes de sentir como una mano lo agarraba y lo sacaba a flote. Tomó una gran bocanada de aire, y se mantuvo a flote observando de frente a la persona que le había salvado.

   —Sostente fuerte —dijo Zully, ofreciéndole la espalda. William lo tomó por los hombros y se aferró. Zully lo llevó hasta la orilla y exhaustos cayeron sobre la arena. William miró el despejado cielo azul, sintiendo cómo sus lágrimas se confundían con las gotas de agua que resbalaban por su rostro y su respiración agitada se quebró en sonoros sollozos.

   Zully se quedó echado a su lado, oyéndole llorar. Su respiración también era agitada y cansada; su pulso igual.

   Cuando William finalmente dejó de llorar, Zully volteó su rostro y lo miró. Sus ojos se encontraron y Zully alzó su mano, delineándole el rostro.

   —Perdóname… —susurró, deslizando sus dedos sobre los suaves y húmedos labios de William.

   —¿Por qué? —preguntó William, comenzando a percibir el intenso aroma que emanaba del cuerpo de Zully.

   —Por todo  —respondió él—. Por lo del día que entraste en celo, por gritarte aquella vez. Por seguirte hoy a escondidas y por lo que voy a hacer.

   —¿Qué vas a hacer? —preguntó William. Zully no tuvo tiempo de responder. Su mente era un hervidero de hormonas, de sensaciones y de placer. William abrió los ojos en pleno cuando vi a Zully sobre él. Zully buscó su cuello, lo sostuvo contra la arena y clavó sus dientes en él.

  

 

   Alejandro arrinconó a Daniel en uno de los baños de las duchas y sin más palabras lo besó. Era lo que habían estado deseando desde la conversación y miradas en la piscina. No habían necesitado decírselo explícitamente para entender que necesitaban encontrarse a solas y la mente de ambos lo entendió.

   Daniel sabía que aquello estaba mal; Alejandro sabía que estaba peor. Ninguno de los dos, sin embargo, podía evitarlo. El deseo era tenaz, los envolvía como una garra y no los quería soltar. Las manos de Alejandro se perdieron bajó el pantalón de baño de Daniel y con hambre palpó la piel de sus nalgas. Eran redondas y perfectas, pensó cuando lo empujó contra la pared del estrecho cubículo. Daniel cortó el beso para tomar aliento y luego se entregó de nuevo al él. Sus brazos también se entretuvieron palpando la amplia espalda de Alejandro, bajando lentamente hasta el sitio donde ésta cambia de nombre. Alejandro gimió contra su boca y de repente se separó.

   —¿Qué carajos estamos haciendo? Me acabo de cuadrar* con Julián. ¡Tú me dijiste que lo amabas!

   Daniel respiró hondo y acomodó su traje de baño. Sus ojos estaban vidriosos por el deseo y su aliento descompasado por la pasión

   —Bese a Julián en el auto aquella noche —confesó, acongojándose más—. No tengo dudas de que estoy loco por él.

   —Entonces ¿por qué respondes a mí? ¿… por qué me lanzas esas miradas? ¿Por qué te aprovechas de mí?

   Daniel llevó las manos a su cara y la frotó con fuerza. ¿Qué iba a responder? No entendía aquello para nada. No lo entendía en absoluto.

   —Julián me encanta —volvió a hablar Alejandro, dejándose caer en la tapa del sanitario—. Pero te amo a ti. Si seguimos confundiendo todo esto, el que más va a salir lastimado va a ser él. Con él es con la única persona que siento que puedo superarte. ¡He estado amándote en silencio por casi cinco años! ¡Cinco jodidos años!

   —Julián está totalmente tragado* de ti, Alejo —anotó Daniel, esquivando por completo aquella confesión—. Y yo no quiero ser el plato de segunda mesa de nadie, ¿sabes?

   —Lo sé, te conozco —devolvió Alejandro, dándose cuenta de la evasión pero pasándolo por alto—.Por eso decidí no hacerme a un lado con Julián. No pienso humillarte así, pero… ¿dejarás las cosas así?

   —No tengo opción ¿o sí? —bufó Daniel, mesando su cabello—. Julián me dejó claro que está loco por ti y a mí sólo me ve como un buen amigo.

   —¿No respondió a tu beso aquella noche? —preguntó Alejandro.

   —No lo hizo —mintió Daniel—. Es decir… al principio no me separó porque se asustó, supongo. Pero luego me alejó y se incomodó. Es obvio que no le gustó.

   —¿Te gustó a ti?

   —Me gustó mucho —susurró Daniel—. Me sentí en el cielo.

   Alejandro miró hacia el suelo. Era obvio que lo que Daniel sentía por Julián era un sentimiento genuino y sincero; tierno y dulce. Nada que ver con la simple y vulgar calentura que le despertaba él. No dudaba en que Daniel lo amara como un amigo y que luego de su confesión en la fiesta lo empezara a desear también en forma sexual. Sin embargo, quedaba más que claro que en términos románticos y amorosos, Daniel tenía preferencia por los omegas. Esa era su naturaleza y contra eso no se podía hacer nada.

   —Te gustan los omegas. Es así de simple.

   —Supongo que sí —estableció Daniel, suspirando fuerte—. Lo siento.

   —Yo también —respondió Alejandro, poniéndose de pie—. Saldré primero —anunció, abriendo la puerta del cubículo y cerrándola a sus espaldas. Daniel se quedó sentado en la tapa del lavabo, con la cabeza entre las manos. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué carajos iba a hacer?

 

***

 

 

   —¡William! ¡William! ¡Will!

   William empujó a Zully al escuchar los gritos de su padre. Sentándose en la arena tocó su cuello y palpó el rasguño que tenía sobre la piel.

   Tembló.

   ¿Lo había mordido? ¿Zully Almanza había logrado morderlo? ¿Había quedado atado a ese chico por el resto de su vida? ¿Era definitivo?

   —¡William! ¿Will estás bien?

   Mirando el rostro desencajado de su padre, William se puso de pie. Zully seguía tirado en la arena, resoplando con fuerza mientras algo de sangre continuaba manchando sus labios. Despacio, William llevó de nuevo la mano a su cuello y se palpó otra vez. Brandon lo miró aterrado, comprendiendo de inmediato la situación.

   —¡Maldito! ¡¿Qué hiciste?! —arengó, abalanzándose contra Zully—. ¿Qué le hiciste a mi hijo? ¿What did you do? ¡Bastard! ¡Son of a bitch!

  Los empleados betas que se encontraban junto a ellos tuvieron que intervenir en la situación. Zully se defendió con todas sus fuerzas, comenzando a resollar. Brandon lo apresaba más y más fuerte, sin quererlo soltar.

   —¡Suéltelo, señor! ¡Suéltelo! Es sólo un chicho y usted también se puede lastimar. Piense en el bebé que espera. Esto le pude afectar.

      Al oír la mención del nuevo bebé, William miró de nuevo a su padre y éste aflojó un poco el agarre hacia Zully. Los sirvientes de Brandon aprovecharon el momento para separarlos del todo y entonces Zully, balbuceando unas ininteligibles palabras, se echó a correr.

   Aquello era un desastre; un jodido desastre. Su cuerpo no hacía nada más que actuar por instinto y ya no lo podía controlar. Necesitaba ayuda; necesitaba algo que lo pudiera calmar. No quería volver a perder a sus amigos, sus sueños, sus proyectos; pero no había remedio. Aquello tenía que parar.

   Los ojos de William se llenaron de lágrimas. Su padre tendría otro bebé; uno que sí sería suyo por completo y al cuál no tenía que esconder. Ahora lo entendía todo; ahora todo estaba claro. Brandon no era su padre, no podía serlo. Brandon sí era un Alpha total y ese hecho hacía imposible que fuera su progenitor.

   —Por eso fue que nos echaste de casa, ¿verdad? —dijo entonces, volviendo a llorar—. Porque papá te engañó.

   —Will…

   —¡No soy tu hijo, ¿verdad?! —gritó de nuevo—. No eres mi papá.

   Brandon sintió una opresión en su pecho y se intentó acercar. William se alejó unos pasos y cuello volvió a punzar.

   —Soy un omega —susurró, espantado. Como si lo estuviera descubriendo por primera vez—. Soy un omega— repitió.

   Y enseguida cayó desmayado.

 

***

 

 

   Los Almanza soltaron el teléfono una vez que escucharon el cerrojo de la puerta. Habían llamado a todos sus familiares y amigos de Zully, intentándolo hallar. La preocupación los estaba consumiendo con cada minuto que pasaba y la pequeña Reina, es su corral, no dejaba de llorar.

   Zully cruzó la sala de estar y se quedó de pie frente a ellos. Todavía estaba goteando agua de mar y su ropa estaba empapada de agua y arena. Fabriccio fue el primero en acercarse y hablar; no sin antes descargarle una bofetada monumental.

   —Llevamos tres horas buscándote como locos —dijo, con lágrimas en los ojos—. ¿Qué es lo que te ha puesto así de mal?

   —Entendemos que no quieras dejar tu escuela —habló Leandro, su otro padre—, pero esa no era la forma de reaccionar. Queremos lo mejor para ti, hijo. Dinos, ¿cómo te podemos ayudar?

   Zully bajó la cabeza. Sus feromonas estaban desbocadas y sus padres lo notaron, sintiéndose aprensivos. Zully tenía todo el  lugar cargado de una impresionante aura territorial y hasta para sus mismos padres era difícil neutralizarlo. Su dulce y tierno niño se había convertido por completo en un Alpha… un Alpha que necesitaba a toda costa estar cerca de su omega. La sangre de William seguía en sus labios, seca ya. Su sabor hacía que la propia sangre de Zully bullera; que clamara por más.

   —Ayúdenme… ayúdenme, por favor —comenzó a suplicar, cayendo de rodillas en el suelo. Conmovidos, tanto Fabriccio como su esposo se arrodillaron a su lado y lo estrecharon contra sus brazos. Minutos más tarde, Fabriccio tomó el teléfono y marcó al doctor. No había más opción: si obligaban a Zully a separarse de ese omega no sabían en absoluto lo que podía pasar. Por lo pronto, debían aceptar la medicación que el médico les ofrecía y mantener muy bien vigilado a Zully. Su hijo necesitaba de ellos y ellos no lo iban a defraudar.

   —¿Sientes eso? —preguntó Fabriccio luego de un rato, cuando ya Zully se había quedado dormido sobre el sillón.

   —Así es —respondió Leandro, mirándolo a su vez.

   Ya no necesitaban el resultado de la nueva prueba genética que llevaban semanas esperando para definir la clase de Alpha que era Zully.

   Su niño era un Alpha dominante, no había duda. El poder de esas feromonas no dejaba espacio para dudar.

 

***

 

 

   Luego de despedirse de Susana en la puerta de la escuela, Julián y Alejandro se pusieron en marcha hacia la casa de Julián. Daniel les había dicho que se quedaría a buscar algo en la biblioteca y les pidió que se adelantaran. Julián y Alejandro no lo presionaron pero tampoco necesitaron ser genios para darse cuenta que eso sólo había sido una excusa que les puso Daniel para no tener que irse junto a ellos.

   Era una pena. La tensión y la incomodidad que tanto habían temido se estaban haciendo presentes sin que nadie pudiera detenerla. Era obvio que Daniel se iba a sentir como un mal tercio a partir de ese momento y lo mejor era que ellos no insistieran de momento en cambiar la situación.

   —¿Crees que tendremos algún chance en las competiciones regionales? —preguntó entonces Julián, intentando por todos los medios diluir un poco la tensión mientras caminaban—. Me pongo muy nervioso de sólo pensarlo. Nunca antes he competido en algo así, pero nuestro equipo te tiene a ti y tú eres el actual subcampeón nacional.

   Un ligero sonrojó cubrió las mejillas de Alejandro ante los halagos de su nuevo novio. Era genial que Julián pensara de ese modo, aunque cada año era un reto nuevo y nada estaba cantado nunca.

   —No es para tanto —rió bajito, apretando la suave mano de Julián—. Gané por un pelo. La verdad es que en ese torneo hay muchos nadadores excelentes y cada año se van perfeccionando en sus estilos.

   —Pero prefieres el estilo libre, ¿verdad? —le preguntó Julián, animado—. Me encantaría que todos clasificáramos para así participar en competencias de relevos juntos. Aunque, claro; primero tendremos que definir cuál de los dos equipos será el que represente a nuestra escuela. William no querrá perder de nuevo.

   —¿Tú crees que William tenga en este momento mente para una competencia? —frunció el ceño Alejandro, pensando por primera vez en el asunto. La verdad, desde su llegada a la escuela, había sentido muchas ganas de enfrentarse a él y comparar sus respectivas habilidades. No quería  desmeritar el esfuerzo de Julián, pero era obvio que el día en que éste le ganó, William no estaba sintiéndose bien. Posiblemente, hubiese tenido algo que ver la cercanía de su primer celo o algo así; no lo sabía. Lo importante era que le gustara o no, William era un excelente nadador y estaba seguro de que vencerlo en una competencia en donde estuviera al cien por cien no sería nada sencillo.

   —Entonces… ¿crees que no estará repuesto para cuando sean las regionales? —inquirió Julián, con tono apesadumbrado—. Yo quería volver a patearle el trasero y demostrarle que nuestro equipo puede ser el que gane el derecho a ir a representar a la escuela —gruñó.

  —Eso podemos demostrarlo con William o sin él —sonrió Alejandro, despeinándole el cabello—. No subestimes a los demás miembros del equipo de William —le dijo, apretándole en juego la nariz—. Esa Alpha, Adriana, y ese otro chico que vimos nadando esta tarde, el tal Luis, también tienen muy buenos tiempos.

   —Es cierto… tenemos que entrenar duro —asintió Julián, pensando en que él estaba muy lejos de esos tiempos y que su triunfo ante William había sido pura suerte.

   —Pero no quiero que te deprimas —le hizo cosquillas Alejandro, al ver que sus palabras lo habían dejado pensativo. Julián rió y el resto del camino se le pasó entre bromas y risas hasta que llegaron a la reja de su casa.

   —Bueno… ya he llegado —dijo bajito, sonrojándose un poquito al soltar la mano de su novio. Alejandro sonrió al verle y tomándolo del mentón le alzó el rostro para darle un corto beso.

   —Ya has llegado —sonrió, metiendo una mano en su bolsillo para dejarle un pequeño chocolate de regalo.

   Julián alzó el rosto y una gran sonrisa se le formó en los labios.

   —Hasta mañana, mi amor —dijo Alejandro, acomodando su mochila.

   —Hasta mañana, amor —contestó Julián, abriendo la reja y enseguida agregó—. Te amo, Daniel —dijo, casi sin notarlo. Acto seguido se corrigió—. ¡Alejandro! ¡Quise decir Alejandro!

   —¿Te amo Daniel? —preguntó Alejandro, echándose a reír de inmediato—. Como se nota lo acostumbrado que estabas a que Daniel te acompañara siempre. Lo tienes en el subconsciente.

   —Sí, eso es —rió nerviosamente Julián, intentando cubrir la situación—. Puro subconsciente.

   Y entonces como disculpa, volvió a sacar la cabeza por la reja a medio cerrar para darle otro beso de despedida a su novio.

   Cuando Alejandro se marchó, Julián se quedó resoplando en la pared de la entrada. ¿Subconsciente? Pensó. ¡Por supuesto! ¡Eso tenía que ser! Lo que no era nada subconsciente era el hecho de que durante todo el día no había hecho más que recordar una y otra vez el beso que Daniel le había dado.

 

   Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Besitos a todos. Gracias por leer.

Comentarios sobre el cap: 

* cuadrar: hacerse novios.

*tragado : enamorado. 

Estás dos expresiones fueron muy populares a mediados de los noventa en mi país (Colombia)


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