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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola, volví. 

=) Les traigo un nuevo cap. Espero que les guste. 

 

   Capítulo 13

   Recibiendo un poco de su propia medicina.

 

   Para evitar contratiempos con su esposo, Brandon decidió irse al auto cuando Oliver llegó hasta el hospital donde habían llevado a William. Por la cara que traía era obvio que también estaba muerto de preocupación por su hijo y que no había esperado que el siempre obediente Will les hiciera pasar semejante susto.

   Oliver llegó a toda prisa una vez se enteró por un mensaje de bíper dejado por Brandon que William estaba en el hospital y que al parecer un Alpha lo había “atacado”. Su corazón no dejó de latir con fuerza hasta que el médico le calmó y le aseguró que, gracias al cielo, la “mordedura” sólo había sido superficial y aquel Alpha no había logrado marcarlo. No podía ni imaginarse qué hubiese pasado si aquello hubiera pasado realmente. Podría haber sido una tragedia terrible y ni todo el dinero del mundo hubiera podido remediarla.

   “Todo es culpa de Brandon”, pensó en ese momento. De no ser por la terquedad de su esposo y sus celos ridículos, ellos seguirían juntos y nada de eso estuviese pasando. William se había vuelto tan inestable desde su celo y la situación familiar entre ellos no colaboraba en lo más mínimo para ayudar a tranquilizarlo. Will necesitaba que su familia estuviera junta; que sus dos padres le apoyaran y le ayudaran a aceptarse y desarrollarse.

   Eso, sin embargo, no iba a poder ser…

   Por lo menos no de momento.

***

 

 

   —Lo mordí en el cuello. No estoy seguro si lo vinculé a mí. ¿Qué puedo hacer para estar seguro?

   El médico revisó sus reflejos y luego negó con la cabeza. No iba a haber forma de que su paciente conociera la respuesta a esa pregunta hasta que él se lo explicara. Por lo inestable que se mostraban sus feromonas era seguro que no se había formado ningún vínculo. Aun así, teniendo en cuenta lo fuerte y agresiva que se mostraba su aura, era posible que Zully se estuviera preparando para marcar territorio otra vez.  

   —No se formó ningún vínculo, pero sigues muy inestable. Pregunta clara… ¿van a medicarlo?

   La pregunta estaba dirigida hacia sus padres, sin embargo, fue el mismo Zully quien la respondió.

   —Voy a tomarlos… necesito tomarlos. No quiero dejar la escuela, ni a mis amigos. Hago parte del equipo de natación y nos estamos preparando para unas competencias que vendrán dentro de poco. Quiero competir junto a mis amigos. Quiero seguir en el equipo.

   —Zully…

   —No, por favor; déjelo —pidió el facultativo al ver que los Almanza se alarmaban—. Una competencia deportiva sana podría ser positiva —asintió, sentándose en el sofá—. Creo que lograr que Zully canalice sus energías en algo físico y de alta exigencia ayudará bastante en su proceso. Toda esa agresividad y efervescencia bien enfocadas podría ayudarle a controlar sus instintos y obtener mejor disciplina y lucidez mental. Me encanta la idea.

   Zully sonrió. Su primera sonrisa en todo ese tiempo. Sus padres lo miraron y él les sonrió de nuevo, tranquilizándolos y haciéndolos sonreír también.

   —Entonces… ¿los medicamentos? —preguntó tímidamente Leandro.

   —Los usaremos a dosis un poco altas los primeros días —precisó el doctor—, mientras el cuerpo de Zully se va acostumbrando a su nuevo género. Luego podremos irlos retirando poco a poco mientras el muchacho se habitúa a sus nuevos rangos hormonales. De todos modos, todo esto podría ser un fracaso si ese omega sigue muy cerca de él. Creo que deberían pedir que por lo menos los cambien de salón.

   El rostro de Zully se contrajo. Aquello no sonaba bien. Si lo cambiaban de salón tendría que alejarse de su grupo y tener que verse las caras todos los días con Fabián. Tener que empezar a conocer gente de cero, en un salón donde seguro ya todos los grupos estaban armados le daba mucha flojera y desazón. No quería. Su deseo era seguir junto a sus amigos y que todo continuara igual.

   —Quizás ese chico omega puede ser pasado a otro salón —consideró Fabriccio, mirando a su esposo—. Es obvio que el colegio tendrá que ser alertado sobre lo sucedido y por obligación ellos tendrán que intervenir.

   —Los padres del otro chico seguro piden lo mismo —asintió el doctor—; sobre todo si descubren que fue Zully quien lo mordió. A lo mejor son ellos quienes retiran a este otro chico de la escuela y asunto resuelto.

   —¡No! —gritó Zully, espantando a todos—. No quiero que lo aparten de mí. ¡No quiero!

   —Zully, no estarás pensando que ese chico y tú tienen algún futuro, ¿cierto? —alzó una ceja Fabriccio, poniéndose muy serio y firme otra vez—. Lo que estás sintiendo es sólo un efecto producto de las feromonas. Tú no estás enamorado de ese muchacho y él tampoco de ti. Apenas lo conoces. Avisaremos a la escuela y les pediremos que los separen de salón. Está dicho. No discutiré más sobre ese tema.

   Guardando silencio, Zully asintió y se quedó tranquilo el resto de la consulta. Al volver a casa, sus padres abrieron la medicina y le suministraron la primera cápsula. El efecto fue casi inmediato. Toda esa tensión que llevaba guardada por días empezó a diluirse poco a poco y la ansiedad, impulso y agresividad se vieron reducidos significativamente.

   Fabriccio y Leandro abandonaron la habitación una vez Zully se durmió y luego le pagaron a la niñera que se había quedado con la pequeña Reina.

   —¡Qué día! —bufó Fabriccio, una vez dejó a la bebé en su cuna—. Estoy agotado.

   —Ni que lo digas —resopló Leandro, quitando el edredón de la cama para dormir.

   —Espero que esto acabe aquí y que ya no haya más contratiempos.

   —También lo espero así. Mañana mismo iré a la escuela y los podré al corriente de la situación. No podemos dejar pasar ni un día más con respecto a esto.

   Asintiendo, Fabrricio alzó la colcha del lado de su cama y se acostó. Leandro se acostó a su lado y le dio un beso antes de apagar la lámpara de noche.

   —Buenas noches, amor —dijo, antes de cerrar los ojos.

   —Buenas noches, cariño —respondió Fabriccio.

 

***

 

 

   El despertar de William la mañana siguiente a lo ocurrido con Zully fue bastante traumático. No sólo estaba el hecho del dolor físico en el sitio de la herida, la cara de disgusto de Oliver mientras le ponía de nuevo el collar; su rostro de ánima en pena devolviéndose la mirada frente al espejo. También estaba el hecho de que ese día obligatoriamente tenía que regresar a la escuela si no quería reprobar el año. Demasiadas faltas para poco más de un mes y los primeros exámenes a la puerta del horno.

   —Es una suerte que ese muchacho no haya logrado marcarte del todo —masculló Oliver mientras le daba llave al cerrojo—. No quería tener que usar este tipo de collar, pero no me has dejado opción.

   —No iré a la escuela con esto —susurró William, casi sin voz.

   —Irás y no hay espacio a réplica. Ya me has hecho pasar muchísimo susto ayer y no voy a seguir aguantando tus niñerías.

   —Me duele el brazo también —se quejó, mirándose de nuevo el sitio donde finalmente le habían colocado el implante anticonceptivo—. No podré nadar bien.

   —Me importa un comino que puedas nadar. Sólo quiero que termines de una vez este año que te falta para que puedas tomar los exámenes de la escuela de leyes en Harvard. Puede que el compromiso con Fabián esté roto, pero mis planes acerca de tu futuro académico siguen intactos.

   Al escuchar el nombre de Fabián, William abrió sus ojos cuán grandes eran. ¡Era verdad! ¡Se había olvidado de ese tema! Ahora que era un omega, estaba claro que su compromiso con Fabián estaba deshecho. Fabián era un Alpha puro, con una familia tan clasista como la de su padre Brandon y era obvio que jamás iban a permitir que su primogénito se casara con un omega.

   Entonces… ¿lo suyo con Fabián había terminado? ¿Ya no eran novios? ¿Qué iba a pasar de ahora en adelante en la escuela? ¿No podía hablarle ni juntarse con él? ¿Qué opinaba Fabián de todo eso? ¿Estaría de acuerdo con su familia?

   —¿Mi compromiso con Fabián está roto entonces? —preguntó bajito, mirando a su padre por medio del espejo. Oliver asintió y terminó de acomodarle el collar, alejándose un poco.

   —Fabián ya no nos sirve de nada. Es un buen chico y se nota que te quería pero su familia lo desheredaría si se atreve a tomarte como pareja. Olvídate de él. En la universidad podrás conocer a alguien de igual o mejor familia con la cuál emparentar. Por supuesto que me importa con quién decidas juntarte, pero no quiero que seas un adorno para tu marido. Planeo convertirte en un heredero inteligente y poderoso. Quiero que tu esposo sea un aliado para crecer, no un señor al cual debas rendirle pleitesías.

   William guardó silencio y apartó la mirada de su padre. No tenía ni las más mínimas ganas de convertirse en un el gran doctor en leyes con el que soñaba Oliver, pero el hecho de saber que tampoco planeaba venderlo como una mercancía, tal como hacían muchas familias ricas con sus omegas, lo tranquilizaba bastante. Nunca vio su compromiso con Fabián como una venta sino más bien como una alianza entre iguales. Ahora que era un omega, ya no era así, y si lo hubiesen obligado a enlazarse entonces sí se habría sentido vendido.

   —¿Por qué mentiste todo este tiempo? —preguntó de repente, sorprendiendo a Oliver quien detuvo lo que hacía para volverse a mirarlo—. ¿Por qué engañaste a papá? ¿Quién es mi padre real? ¡Quiero saberlo!

   —Tu padre es Brandon, Will. ¿Qué pregunta tonta es esa?

   —¡Mentira! ¡No intentes engañarme! Si Brandon fuera mi padre, yo no sería un omega. ¡Es imposible!

    —Brandon no es un Alpha dominante. ¿No lo ves? Su perfecta familia no es tan perfecta como él cree y algún cabo suelto tiene que haber por allí. Si él quiere hacerse el ciego y prefiere desconfiar de mí que de su oscura familia, ese es su problema. Tú eres su hijo, y en el fondo él también lo sabe. Algún día lo tendrá que reconocer.

   —Yo no quiero ser un omega —chilló William, volviendo a llorar—. ¡Es repugnante!

   —Claro que no lo es —desestimó Oliver, volviéndose hacia su hijo—. De hecho, puede ser ventajoso si lo sabes usar bien.

   —¿Ventajoso? ¿Ventajoso? —rió William, sin ninguna gracia—. ¡Mírame! ¡Mírame! Mido más de un metro ochenta, peso setenta y siete kilos; tengo brazos grandes, espalda ancha y puedo levantar casi el doble de mi peso. No hay nada ventajoso en esto. ¡Soy un Alpha en todo, excepto en el hecho de que no lo soy! ¡Soy grotesco!

   Lanzando un fuerte puñetazo, William rompió el vidrio de la ventana. Oliver se estremeció, pero decidió quedarse callado.

   —Me iba a matar… —susurró William segundos después, dándole la espalda—. Ayer me tiré al mar para matarme. Casi me ahogo y tuve mucho miedo de morir. En ese momento no me importó ser Alpha, Omega o Beta… sólo no quería morir.

   Oliver se quedó pálido y mudo. Por primera vez, el siempre pragmático y analítico hombre se quedó sin saber qué responder. Quince minutos más tarde, William se recompuso y tomando su mochila salió del cuarto. Oliver lo vio salir y un minuto más tarde salió detrás. Algo horrible se instaló en su pecho. ¿Qué era aquello? ¿Por qué se sentía así? Las consideraciones tontas y grandes reflexiones sentimentales nunca habían hecho parte de su rutina. La empatía no era en absoluto su punto fuerte.

   Pero la confesión de William lo había golpeado mal. Terriblemente mal.

   —Se me hace tarde —dijo William, tomando sus llaves—. Adiós, papá.

   —Espera —ordenó Oliver, tomando las llaves del auto y colocándose su chaqueta—. Yo te llevaré.

   —Creí que tenías una reunión importante a esta hora y que tu secretario me llevaría —se extrañó William, alzando una ceja.

   —Así es. Pero he cambiado de opinión —sentenció su padre.

   William asintió y salió primero. Oliver salió detrás, cerrando con llave la puerta. Una vez que William entró a la escuela, Oliver volvió al auto y se quedó allí, sentado y quieto. El beeper empezó a sonar pero él ni siquiera lo escuchaba. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y su pecho se contrajo en un espasmo de tristeza y dolor. ¡Su Will se había intentado matar! ¡Por todos los cielos! Era un asco de padre.

 

***

 

 

   La primera clase del día, la de química, ya había iniciado cuando William llegó. Todo el mundo guardó silencio al verle entrar, profesor incluido. El collar de su cuello resaltaba como  lo haría un objeto fosforescente en la oscuridad y William sintió que todas las miradas se dirigían a ese punto específico por más que sus compañeros lo trataran de disimular.

   —Buenos días —saludó, manteniendo la vista en el suelo para no cruzarla con nadie—. Lo siento, me retrasé.

   —Tranquilo —sonrió un momento después el profesor, enseñándole el asiento—. Ve a tu lugar. Bienvenido de nuevo.

   Con un asentimiento de cabeza, William agradeció el gesto del profesor y tomó asiento. Se sentía fatal; totalmente fuera de lugar. Como si fuera el primer día de clases en una escuela nueva. No, peor aún. Se sentía como un fenómeno de feria en el centro de una exhibición.

   Si por lo menos todos ellos no lo conocieran; si no hubieran sabido todo lo que él solía decir y hacer contra los omegas, entonces no se sentiría tan humillado.

   Pero lo sabían.

   Cada una de las personas que estaban sentadas allí conocían como eran sus sentimientos y pensamientos sobre aquello en lo que ahora se había convertido. Algunos, incluso, habían sido víctimas de sus insultos y bromas. ¿Cómo iba ahora a lidiar con toda esa vergüenza? ¿Cómo iba ahora a poder mirarlos a la cara sin sentir ganas de que la tierra se lo tragara? ¿Cómo iba a poder continuar viviendo el día a día si ni siquiera podía levantar la mirada?

   Era una tortura. Un asco. Quizás lo mejor sería que cambiara de escuela.

   Pero cambiar de escuela significaría perder su equipo de natación. Y él no quería perder su equipo de natación. Ese era el único sentido que de momento le encontraba a su vida. Nadar le proporcionaba una felicidad infinita que ayudaba a mermar su dolor y que le daba ánimos para continuar a pesar de la vergüenza. Quería, necesitaba nadar a pesar de sentir que sus sueños como atleta de élite estaban acabados. Nunca sería un campeón; nunca se subiría a un podio olímpico con esos genes perdedores y débiles de omega. Nunca iba a lograr competir contra los mejores ni llenarse de gloría y medallas.

   Pero todos esos racionamientos lógicos no lograban apartarlo del agua. Por más que su mente lo procesara a un nivel lógico, algo en su interior le impedía aceptarlo en su inconsciente. Su cuerpo le pedía ir al agua; sus músculos se tensaban y se preparaban ante la idea de la competencia y la acción. Quería seguir nadando, omitir esa certeza derrotista de su mente lógica y soñar como un tonto en lo imposible.

   Un omega con una medalla olímpica. Un omega derrotando a Alphas dominantes, genéticamente superiores.

   Eso era claramente un sueño tonto.

   Un sueño del que debía despertar.

   Pero no quería. No podía hacerlo.

   —Muy bien, abran su libro en la página doce. Los hidrocarburos aromáticos…

   William dejó a un lado sus cavilaciones y se dispuso a tomar nota. Minutos antes había escuchado algunos cuchicheos a sus espaldas pero no les prestó atención. Era obvio que estaban hablando de él y la verdad no quería pensar en ello. Luego, cuando llegara el primer descanso vería como lidiar con la situación. De momento no quería, no podía.

   Cuando el papelito que le lanzaron desde los asientos traseros aterrizó en sus piernas, William supo que no podría esperar hasta el descanso para lidiar con ello. Con el corazón acelerado tomó el pedazo de papel, lo desenrolló y lo leyó.

   Un nudo se formó en su garganta ante el mensaje y toda la sangre le hirvió en las venas.

  Así que ya había empezado… había empezado y no pararía.

   “Qué lindo te queda el collar, perrito”, volvió a leer antes de tomar el papel y convertirlo en añicos.

   Así era. Se le venía una imparable tormenta.

 

***

 

   —Me van a matar pero ahora siento un poco de  penita por William —dijo Susana, mientras abría una bolsa de papas fritas que pensaba comer con salsa rosada.

   —Yo no —bufó Julián, metiendo la mano en el paquete para robar una papa. Susana lo miró con ojos inquisidores, pero no dijo nada y sólo bufó. Desde donde estaban sentados, todos tenían una excelente visual de William, quien, sentado en una esquina, comía un emparedado en absoluta soledad. Daniel parecía ser el más afectado por la nueva situación de su amigo; sin embargo, aún no se atrevía a hablarle. Después de todo, William era quien le había tratado como basura la última vez que se hablaron y después de haberlo injuriado de aquella forma nunca había hecho ni el más mínimo esfuerzo por acercarse y pedirle disculpas.

   —Es su propia culpa lo que le está pasando —opinó en ese momento Alejandro, casi que intuyendo los sentimientos de Daniel.

   —Así es —asintió Julián—. Aunque es muy raro que ni siquiera Fabián se le acerque. Luego de la forma como golpeó a Zully pensé que seguía completamente loco por William.

   —Creo que Fabián intenta mantener una fachada ya que de seguro sus padres le prohibieron que continuara hablando con William —analizó Daniel—. Puede que hasta los mismos maestros estén atentos de advertir a los padres de Fabián si esos dos siguen siendo cercanos.

   —¡Qué locura! —exclamó Alejandro, indignado. William seguía sin ser de su agrado, pero ya eso era el colmo. El chico solo era un omega… no era como si hubiera enfermado de algo contagioso o apestoso. Que sus padres no quisieran seguir adelante con el compromiso era una cosa, pero impedirles hablarse y ser amigos era una completa crueldad. 

   —Son gente demente —masculló Julián, robándole otra papa a Susana—, aunque… ¡Auch! —exclamó cuando su amiga le palmoteó por ladrón—. ¡Sólo era una papita más!

   —Te has comido medio paquete.

   —¡No es cierto!

   —¿Aunque qué? —inquirió Daniel, totalmente desinteresado del tema de las papas.   

   —… que para Zully sería muy conveniente que Fabián no pueda acercarse a William —terminó Julián—. Osea, la idea de Zully con William sigue sin gustarme pero si tengo que ponerme del lado de alguien, me pondré del lado de mi amigo. Zully está totalmente descontrolado y es obvio que ver a Fabián y a William juntos no le haría ningún bien.

   Todos asintieron. Siendo sinceros, ninguno de ellos apostaba un peso en una hipotética relación entre Zully y William. Zully era un deslenguado rey del sarcasmo y William un pedante orgulloso. Combinación más terrible que esa era difícil de encontrar. Sin embargo, las hormonas podían hacer  de las suyas en cualquier momento, y para el bien de todos lo mejor era que el lado Alpha de Zully recibiera la menor provocación posible.

   —¿Creen que alguno de ellos sea cambiado de salón? —inquirió de repente Susana, terminando por fin su bolsa de papas.

   —¡Qué cambien a William! —gruñó Julián, evidentemente molesto—. Zully es nuevo y ya se adaptó con nosotros. William conoce otros chicos del sexto B. Que lo pasen a él.

   —Si los padres de Fabián lo quieren lejos de William, entonces no creo que lo muevan para allá precisamente —racionalizó Daniel.

   —Entonces pasarán a Zully —se entristeció Alejandro.

   —Pues no lo permitiremos —masculló de nuevo Julián.

   —¿Y cómo piensas impedirlo? —rodó los ojos Susana.

   —Pues ya verán —prometió él.

 

***

 

 

   A las dos en punto las clases terminaron, y con su final llegó el inicio de las actividades del club. Julián estaba emocionado porque por primera vez iba a ver una competencia entre Alejandro y Daniel. Desde hacía días quería ver eso, pero las diversas cosas que habían surgido no los habían dejado prepararse. Alejandro y Daniel no solían competir en los mismos estilos, sin embargo, lo que empezó como una broma por parte de Alejandro, fue tomada de repente muy en serio por Daniel quien aceptó sin dudar el reto de su amigo.

   —Yo digo que compitan en estilo mariposa —propuso Julián, dando saltitos de entusiasmo—. Es lo justo —agregó, explicando—. No es el estilo que ninguno de los dos domina así que me perece lo más justo, ¿no lo creen?

   Dando un fuerte suspiro, Daniel asintió con la cabeza. Por más que quisiera negarlo, Julián tenía razón. Competir con Alejandro en estilo libre era competir con desventaja. Alejandro lo pulverizaría desde el inicio y no tendría posibilidades de derrotarle. Su lado Alpha le ladraba a su sentido común; aun así, Daniel siempre había sido muy bueno controlando sus instintos. La mayor parte del tiempo, por lo menos.

   —Entonces… ¿doscientos metros mariposa? —retó Alejandro, tomando posición en la caja de salida. Daniel asintió, mirándolo a los ojos, y sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa.

   —Hecho —dijo, acomodando sus lentes y soltando su toalla. Julián los miró alistarse y algo extraño se revolvió en su estómago. Ambos chicos lucían maravillosos; realmente era encandilador verlos así: preparados para competir, debatiéndose entre miradas altaneras y desvergonzadas. Midiéndose palmo a palmo, mientras se alistaban. Una oleada extraña sacudió su cuerpo. No podía mirarse al espejo pero sentía su cara completamente roja. Un calor envolviéndolo.

   ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué se sentía así, mirándolos? ¿Qué clase de locuras sucias se estaba imaginando?

   —Julián, ¿estás bien? —le preguntó Susana, notando su desconcierto.

   —¡Sí! Perfectamente —respondió azorado él, tratando de disimular todo. En ese momento, para su fortuna, otro acontecimiento robó la atención de todos. Se trataba nada menos ni nada más que William, quien, a empujones y gritos era sacado de los vestuarios del club. Luis, el Alpha mestizo que días antes había llamado la atención de Alejandro por su excelente técnica de nado, y quien ahora ostentaba el puesto de capitán del equipo, era el que le impedía el paso a su antiguo líder. William estaba aturdido y su rostro mostraba el nivel de su estupefacción.

   Luis, por su parte, parecía de lo más fresco. Como si su modo de actuar fuera completamente esperable.

   —Lo siento, William. Pero ya te dijimos por las buenas que no puedes estar aquí. No se permiten omegas en este club, ¿recuerdas? Es una regla que tú mismo creaste.

   —¡Este es mi club! —exclamó William, completamente choqueado— ¡Fui yo quien lo inició cuando llegué a la secundaria! ¡He trabajado por años para que se convirtiera en lo que es hoy! ¡No voy a dejar que se me expulse así como así! ¡No es justo!

   —Solo estoy siguiendo tus propias normas, amigo —se encogió de hombros Luis, sin evitar esta vez una mueca sardónica—. Los omeguitas mejor se van al club de canto y baile, ¿no?  Eso era lo que tú solías decir.

   —No se hagan los inocentes ahora —bramó William—. Ustedes también me apoyaban en eso.

   Luis rió bajito.

   —Sí, es verdad. Era conveniente para nosotros. Y ¿sabes qué? ¡Lo sigue siendo! Los omegas son débiles; por eso perdiste la competencia el otro día. ¿No te parece que está muy claro, Will? Tu naturaleza se manifestó y ahora eres esto —remarcó, señalándole el collar—… un perdedor.

   Con un rugido de rabia, William se abalanzó contra Luis. Ya era suficiente, no iba tolerarlo más. Todo el día había estado soportando cuchicheos, papelitos llenos de insultos y risitas a su paso, pero ya no más. Esta era la gota que rebasaba el vaso. Aquel era su equipo, su proyecto y no iba a dejar que un baboso presumido se lo robara.

   Luis no pudo detener el primer golpe. William podía ser un omega, pero no había perdido su cuerpo ni sus energías de Alpha. Estaba totalmente fuera de sí y la fuerza de sus golpes se lo demostraba.

   —¡No voy a permitir que un jodido omega me golpee! —bramó Luis, devolviendo un puñetazo certero. William se lo regresó con el doble de fuerza y el Alpha gruñó, mirándolo con rabia.

   Un golpe de feromonas inundó el ambiente y William retrocedió, aturdido. Luis sonrió y se acercó más; lanzándolas con más vigor. William arrugó el ceño y se alejó otro poco más, empezando a temblar.

   ¿Era así cómo sería su vida de ahora en adelante? ¿Ceder y bajar la cabeza ante los Alphas aunque estos no tuvieran la razón? ¿Así había sido la vida de todos los omegas a los que había humillado e insultado? ¿Había sido un imbécil como Luis?

   —A ver… a ver… ¿Dónde están tus agallas ahora, omeguita? —se burló Luis, acercándose un paso al tiempo que William se alejaba—. Reconoces mi superioridad con solo olerme, ¿no es así? Vamos, ¿qué esperas? Lárgate de aquí. No tengo todo el día.

   William se crispó cuando otro olor mucho más intenso dominó el ambiente. Unas feromonas conocidas pero que nunca le habían afectado como lo hacían en ese momento. Era la primera vez que las sentía luego de su primer celo y gracias a ello era que también, por primera vez, las  podía percibir con toda su intensidad y sentimiento.

   …Eran de él. Sin duda.

   —Fabián…

   —Quiero que le quites tus feromonas de encima ahora mismo —susurró Fabián con un tono tan bajo que sonaba peligrosísimo. Luis retrocedió y se alejó de William mientras Fabián se acercaba y se colocaba frente a su novio—. Lee esto y mañana me cuentas, ¿vale? —dijo, entregándole una pequeña carta mientras miraba fijamente su collar—. No me importa, William —le dijo un segundo después, mirándolo a los ojos—. Nunca me importó.

   Y acariciando su mejilla se acercó y lo besó.

  

   Continuará…

 

  

     

Notas finales:

Muchas gracias n.n 


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