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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Volví =) 

   

   Capítulo 14

   Aquí sí se permiten omegas.

 

   Una vez terminado el beso, Fabián se alejó, no sin antes dirigirle a Luis una mirada de advertencia. Adriana, quien estaba en los vestuarios en el momento de la discusión, llegó rápidamente al escuchar todo el jolgorio e intentó detener a William cuando este dio media vuelta, alejándose de allí.

   Ella nunca había estado muy de acuerdo en que los omegas no pudieran hacer parte del equipo. Siempre había pensado que un equipo mixto podía ser mucho más competitivo, sin embargo, en aquel entonces, William no quería ni que se le mencionara el tema por lo que había decidido dejar las cosas así.

   Pues bien. Ahora, su otrora capitán estaba recibiendo cucharadas muy amargas de su propia medicina y aunque sin duda se lo merecía, ella no dudaba de que, aun así, estaba más que claro que la situación no debía ser nada fácil para él.

   —¿No te parece que no era necesario tratarlo así? —dijo ella, acercándose a Luis—. William siempre fue muy amable contigo.

   —¿Amable? —Luis dejó escapar una risita antes de dar media vuelta y encarar a su compañera de equipo—. No confundas condescendencia con amabilidad —masculló, irritado—. William nunca vio a nadie de este equipo como un igual. Ni siquiera a Daniel, que era su mejor amigo. Esas ideas locas que tenía sobre la pureza Alpha le tenían le cerebro lleno de mierda y estoy muy contento de lo que le sucedió. No pienso echarme para atrás.

   —¿Y qué opinas sobre lo último que dijo? Ninguno de nosotros hizo nada para evitar o censurar su comportamiento.

 —Era muy difícil llevarle la contraria en los tiempos en los que era amo y señor de este lugar —argumentó Luis—. Eso habría significado no poder nadar.

   —Pues ese omega de allá le llevó la contraria —dijo Adriana, señalando a Julián—, y yo lo veo nadando igual.

   Frunciendo el ceño, Luis trató de lanzar una nueva replica, pero ya no importaba. Adriana se había marchado, dándole la espalda. Julián y los demás, quienes seguían muy interesados en lo que estaba sucediendo al otro lado del complejo, vieron la forma como William pasaba cabizbajo a lado de ellos y luego, resignado, se acercaba a tomar sus cosas para irse de allí.

   Daniel parecía muy afectado por la situación, sin embargo no parecía dispuesto a realizar ninguna acción. Iniciativa que, en contra de todo pronóstico, sí fue realizada por Julián. Una invitación que sorprendió a todos y especialmente a un muy anonadado William.

   —Aquí sí se permiten omegas —expresó, cuadrándose en todo el frente de la pileta—. Pero eso sí… si quieres entrar, deberás vencer a Alejandro.

 

***

 

 

   Tras dos días de tratamiento, Zully se sentía un poco mejor.  Si bien era cierto que los medicamentos tendrían su efecto completo luego de dos semanas de iniciados, por lo menos la intranquilidad y la necesidad de salir de casa para ir en busca de William estaban dominadas. Ya llevaba dos días sin asistir a clases y no podía seguir faltando a más. Pronto iniciarían los primeros exámenes y quería arrancar siendo el mejor como había sido siempre en su anterior escuela.

   Decorar con su fotografía el marco de honor de su salón era su objetivo y continuar en esa posición el resto del año. Tampoco era que tuviera demasiada competencia en su aula, a decir verdad. Y no era porque pecara de soberbio, que quizás lo era un poco; sino porque su coeficiente intelectual siempre había estado un poco por encima de la media. Cuando estudiaba en la escuela para omegas pensó que quizás se debiera a ello, pero ahora que se encontraba entre omegas, betas y Alphas supo que lo suyo no era sobrevaloración.

   “Soy un puto genio”, pensó con una sonrisa. Julián se lo vivía diciendo y Alejandro también. Daniel era un poco más parco en halagos, al igual que Susana, pero era porque estos últimos también eran muy inteligentes. William también había mostrado bastantes habilidades académicas a pesar de que tendía a ser muy inconsistente dependiendo la materia. Así como podía ser brillante para los idiomas y las ciencias sociales; para la química, la biología y las matemáticas era un verdadero idiota.

   En esas estaba cuando el teléfono de su casa sonó. Su papá Fabriccio, quien se encontraba en la sala alimentando a la bebé, lo descolgó primero. Varios segundos más tarde escuchó de nuevo la voz de su papá pidiéndole atender. Eran exactamente las seis de la tarde. Ya sabía de quién se trataba. Nunca fallaba.

   —Hola, Susi.

   —¡Te vas a morir cuando sepas lo que te voy a decir!

   Zully suspiró abriendo una bolsa de gomitas acidas en forma de gusano. La efusividad en la voz de Susana le hacía pensar que las iba a necesitar… mucho.

   —¿Zully?

  —Sí te oigo… —respondió—, sólo me preparo para no caer muerto por allí.

   —Ay, es en serio —canturreó Susana, exhaltada—. Te vas a morir.

   —Prefiero vivir, pero se nota que la que va a morir vas a ser tu si no me lo dices. Así que … vamos. Desembucha.

   —¡Julián retó a William a competir contra Alejandro para dejarle entrar a nuestro equipo mañana!

   ¡¿Qué?! Zully se tragó medio paquete de gomitas. Susana chilló.

   —¿Zully? …. ¡Zullyyyyyyy!

  —¡Auccchhhhh! ¡Mis oidos! —se quejó Zully, despegando el auricular de su oreja—. Deja de hacer eso, Susana —riñó— Y el que se va a morir no soy yo… ¡será Julián! ¿Por qué demonios hizo eso?

   Susana calló un rato antes de contestar. La verdad es que todavía nadie entendía bien por qué Julián había hecho eso.

   —Mmm… pues, verás —

   —¡Desembucha Susana! —exigió Zully, impaciente. Susana suspiró.

   —¡Ay, bueno! Está bien. Lo que pasó fue que William fue sacado como un perro de su equipo de natación, entonces, ese chico Luis, ese que nada super bien en estilo espalda, ¿recuerdas?

   —Ajá…

   —Pues bueno, se peleó horrible con William y le echó feromonas, pero en ese momento apareció Fabián y defendió a William; le dio una carta, le dijo algo y luego…

   —¿… y luego?

   Otro silencio en la línea. Susana sabía bien que lo último que necesitaba Zully era que lo inquietaran con cosas que no podía controlar, pero su amigo era como esos jodidos pitonisos que te leen la mente antes de que siquiera pienses en algo.

   —Luego, Fabián se fue —dijo ella, muy poco convencida. Zully chasqueó la lengua al otro lado de la línea y ella jadeó. Obviamente, no le creyó.  

   — ¿Se fue así si más? —preguntó Zully, presionando un poco más.

   —No —aceptó Susana, al fin—. Fabián besó a William y le dijo que no le importaba que fuera omega; que nunca le importó. Creo que aparte de ti, Fabián también sabía o por lo menos presentía que William no era un Alpha.

   —Ya veo —Zully comió el resto de las gomitas y se echó de nuevo sobre la cama. Si Fabián se había acercado a William, eso significaba que lo que había dicho en la fiesta no eran simples palabras. Era cierto entonces que no pensaba renunciar a William. Susana también lo pensaba así, y fue por eso que  le permitió a su amigo unos segundos de silencio en la línea. Luego, de casi un minuto, preocupada, carraspeó.

   —Zully… ¿estás bien?

   —Estoy bien —contestó Zully, jugueteando con el cable del teléfono—. Pero hay algo que me gustaría saber —dijo un momento después, dejando a Susana impávida—, ¿podrías conseguir alto para mí?

   Tras terminar de leer la carta de Fabián, William la colocó dentro de su libro de sociales y lo cerró. Estaba tan confundido que  no era capaz de tomar ninguna decisión. Fabián era claro en sus intenciones de continuar con su relación, aún en contra de su familia. Sin embargo, William no estaba tan tonto como para creer que algo así sería sencillo.

   Fabián le pedía que sólo fingieran que habían terminado, llevando la actuación hasta final de año. Luego de eso, ambos podrían ir a los Estados Unidos y estar juntos en secreto mientras cursaban sus carreras. Se casarían justo después de terminar y entonces su familia no podría hacer nada por separarlos. Vivirían juntos y entre los dos saldrían adelante sin necesidad del dinero de sus respectivas familias y si trabajaban duro y tenían algo de suerte, tendrían una vida cómoda y feliz.

   Sí… eso sonaba lindo, pensó William, estrechando el libro. Sonaba lindo y romántico pero no sería así. La familia de Fabián los encontraría, sus propios padres lo encontrarían también. Nunca los dejarían ser felices. Además… ¿arriesgaría él el futuro de Fabián sólo por sus deseos egoístas de largarse y quedarse al lado de un Alpha dominante y superior? ¿Dejaría que Fabián arruinase su vida sólo para protegerle?

   Eso no era justo. No era justo para Fabián. Si antes de que todo aquello pasara ya tenía dudas con respecto a su futuro, ahora sí que estaba casi seguro de que arrastrar a Fabián en su tragedia era un completo error. Fabián era un gran chico y no merecía que le arruinaran la vida de esa forma; él sería el sucesor de una prestigiosa empresa internacional y para conservar su poder y fortuna debía emparejar con un Alpha dominante y poderoso.

   Sin embargo, Fabián le amaba. De eso no tenía dudas. Menos después de leer la carta que le escribió.

   “Te amo”, “Haré cualquier cosa por ti”, “Te daría hasta mi vida si fuera necesario”, “No puedo vivir sin ti”.

  Esas eran palabras mayores y no se sentía capaz de rechazarlas. La gran verdad de su vida es que nunca había sentido tanto amor y tanta desesperación como la que sintió en el beso de Fabián esa tarde. Sus feromonas aún seguían pegadas a su piel como un manto protector, y estaba seguro de que su padre las descubriría al volver a casa.

   —Rayos —bufó, echándose sobre la cama. Tenían un montón de tarea pendiente pero era incapaz de concentrarse ni siquiera en la más sencilla. Quizás lo mejor sería comenzar a leer esa novela gordísima que les evaluarían el mes siguiente y que se intuía aburridísima. Si se hacía por lo menos diez hojas al día, quizás podría terminarla a tiempo. Además, también estaba preocupado por el reto que le había propuesto el niñato ese de Julián Santos, y que en un golpe de orgullo había aceptado sin chistar. Enfrentare al subcampeón nacional iba a ser complicado y como omega era obvio que perdería, sin embargo en el momento en que vio la mirada altiva de ese otro omega, retándole, no pudo simplemente dejarlo pasar.

    —Fuck—masculló, ojeando el libro por encima—. ¡Oh, my god! —gruñó al examinarlo—. La letra es diminuta. Esto lo terminaré en cien años, justo como el título —gimió, echándola a un lado. Alejandro podía ser un nadador de élite y Julián Santos podía sólo quererlo humillar, aun así, aquel era un reto que no pudo dejar pasar. Algo en su interior lo movía a aceptar a pesar de las nulas posibilidades. Esa fuerza de voluntad que últimamente era la que lo movía para todo, aún en contra de la razón y el sentido común—. Es obvio que no voy a ganar, pero lo intentaré. ¡Por mis huevos que jodidamente lo intentaré!

 

   Fue en ese momento que su cuello punzó y un ramalazo de placer lo recorrió. Desde el día de la mordedura, esa zona había quedado significativamente sensible, pero había momentos en que el dolor se tornaba placentero y todo su cuerpo se estremecía. No estaba seguro, pero suponía que era el instinto omega, surgiendo por oleadas, y eso le disgustaba. Ya era suficiente con verse amarrado como un perro cada vez que se miraba al espejo como para también tener que sentir aquella debilidad cada vez que su cicatriz punzaba.

   “Aunque se siente bien”, pensó, reprochándose en el acto. Justamente esa era la debilidad omega: ceder ante el placer. No quería convertirse en una especie de animalito, esclavizado y comandado por reacciones físicas. Quería conservar siempre el control de su cuerpo, por más intenso y rico que se sintiera a veces. Necesitaba saber que podía mantener la calma aunque sintiera la necesidad y la urgencia golpeando a su puerta.

   —Puedo hacerlo, tengo que —susurró en voz baja, tomando de nuevo el libro. El teléfono de su casa sonó en ese momento y William lo descolgó suponiendo que era su padre.

   —Hola… —saludó una voz ronca y baja del otro lado de la línea. William tembló y la cicatriz en su cuello punzó de nuevo.

   —¿En… enclenque? —respondió.

   —Mi nombre es Zully —le devolvió el susodicho con una risita.

 

***

 

   Qué sus padres le tuvieran apartada una cita médica para el día siguiente era algo que sin duda Julián no se esperaba para nada. ¿Por qué justamente ese día? ¿No podía ser otro? Vaya cagada. Iba a quedar como una idiota si después de retar a William no se presentaba a la competencia.

  Sí, era verdad. No era él quien iba a nadar pero daba igual; él era quien había propuesto el reto.

   —Mamá, mañana no es buen día —lloriqueó, persiguiendo a Julia hasta la cocina—. Mañana no puedo faltar por nada del mundo.

   —¿Y eso como por qué? —preguntó ella, sacando el jamón para preparar unos sándwiches para la cena—. Tu profesor me dijo que no pasaba nada. No tienes examen ni exposición. Alejandro o cualquiera de los demás chicos te pueden pasar las notas de las clases; no te vas a atrasar.

   —Pero es que… —Julián se interrumpió a sí mismo. La verdad es que no quería levantar sospechas ya que si sus padres o profesores se enteraban de ese tipo de retos, podía verse en problemas junto a sus amigos. Lo mejor era ver si mejor cambiaban el día de la competencia y no seguir insistiendo en perder su cita médica. Su madre podía ser muy perspicaz a veces y no quería que le riñera. Suficiente tenía con el regaño que le habían dado luego de la fiesta, al enterarse de lo que había pasado con Zully. No le iban a dejar ir a una fiesta de esas jamás y ya no importaba a quién trajera de padrinos para lograr el permiso.

   —Está bien… —suspiró, sentándose en la mesa de la cocina—. Solo quiero saber por qué la prisa de llevarme al doctor —se encogió de hombros—. Papá y tú me dijeron que esperarían hasta mi cumpleaños para consultar al médico, y faltan más de veinte días para eso.

   —Lo que pasó con Zully y con el chico ese que nos contaste; el que resultó siendo omega cuando pensaba ser Alpha, ¿recuerdas? —Julián asintió—. Pues bien… nos preocupa que tengas un caso similar a cualquiera de ellos y que el celo te vaya a tocar de repente en la escuela o en la calle. Eso nos tiene muy asustados.

   —Pero me dijeron que reconocería los signos del celo apenas se estuviera acercando —se alarmó Julián, mirando a su madre—. ¿Me mintieron?

   Julia le frunció el ceño.

   —Claro que no te mentimos, pero queremos asegurarnos de tener la razón. Los casos de tus dos amigos nos han asustado y preferimos prevenir que lamentar.

   —William no es mi amigo —bufó Julián recibiendo un plato con dos sandwichs—. Y él sí tuvo síntomas de que su celo se acercaba… o eso creo. Días antes de eso se puso enfermo y estuvo muy débil.

   —Pero eso fue por unas inyecciones que le pusieron, ¿o no? —inquirió Julia—. Eso fue lo que nos contaste.

   —Eso fue lo que todo el mundo pensó —respondió Julián, dándole el primer mordisco a su emparedado—. Pero, no soy doctor, ¿qué se yo?

   —Excelente respuesta —lo miró su madre, mordisqueando otro sándwich también.

   Julián asintió. Ahora tenía miedo que su madre tuviera razón y el celo lo tomara desprevenido en cualquier lugar. No se sentía listo para compartir algo como eso y sería horrible si caía en mano de algún Alpha por accidente. No quería ni pensarlo. Tenía su collar, por supuesto; pero eso sólo lo protegería de no ser marcado. Todo lo demás estaba a la orden del día sino se cuidaba. Incluso, ser embarazado.

   —Mamá…quería preguntarte algo —susurró tímidamente, sirviéndose un poco de jugo de manzana. Julia asintió mientras tomaba un poco también—. A Susana sus padres le colocaron un dispositivo anticonceptivo en el brazo… hay otro omega en el salón que también lo tiene. ¿Me colocarán uno a mí también?

   Mirando a su hijo a los ojos, Julia terminó su emparedado y rodó el plato hacia un lado. Aquello era un poco incómodo de explicar pero había llegado finalmente la hora de hacerlo. El asunto no era tan difícil en la teoría, pero quizás no tan evidente en la práctica; sobre todo si su hijo decidía emparejar con un omega como él.

   —Bueno… eso dependerá de tus gustos, hijo —aclaró, terminando su jugo—. Como bien sabes los omegas pueden embarazarse más fácilmente que cualquier otro género, sobre todo si emparejan con Alphas o betas. Además, también dependerá si escoges por compañero a un chico o chica. Todo eso deberemos tomarlo en cuenta a la hora de considerar un dispositivo anticonceptivo. Algunos padres de omegas prefieren curarse en salud y colocarlo sin importar el tipo de preferencia de sus hijos, pero cada familia es diferente. ¿Ya has establecido tu qué tipo de genero te gusta?

   Julián agachó la cabeza y asintió. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué había tenido que preguntar eso?

   —Me gustan los Alphas… —respondió bajito—, solo ellos.

   —¿De ambos sexos? —preguntó Julia.

   —Sólo chicos —respondió Julián.

   —¿Cómo Alejandro, entonces? —insistió ella.

   —Como Alejandro —respondió él… “… y como Daniel”, pensó, reprendiéndose enseguida.

   —En ese caso tendrás que usar un dispositivo, cariño —dijo afablemente Julia. Los Alphas tendían siempre a ser dominantes en sus relaciones con omegas y la posibilidad de que un omega embarazara a un Alpha era completamente nula. Por ello, los roles en este tipo de relación era casi siempre inalterables.   

   —Comprendo pero… ¿es necesario que lo use desde el principio? He escuchado que dicen que el primer año de celo los omegas no quedan embarazados. ¿Es verdad?

   —No, no es verdad —negó Julia—. De hecho, son más peligrosos los embarazos en omegas aún adolescentes. Además, el primer año los celos son más intensos que el resto de la vida fértil. Así que no creas tanto en mitos urbanos y deja que tu papá y yo te guiemos.

   Asintiendo, Julián terminó su jugo y levantó la mesa. Había mil dudas aún en su cabeza, pero la vergüenza de tener que tratarlas con su madre le evitó realizarlas y prefirió guardárselas para hablarlas mejor con sus amigos. Susana y Zully parecían saber mucho al respecto así que ellos le podrían sacar de dudas. Una cosa que quería saber era si en las relaciones entre omegas era cierto que ambos tenían que estar en celo para poder embarazarse y si era cierto que cuando un Alpha anudaba por más de diez minutos se le caía el pene.

   Todos estos temores y dudas le creaban un remolino de dudas en la cabeza, haciéndole sentir inseguro y desconfiado. ¿Cómo sería cuando el celo llegara? ¿Le gustaría todo el mundo? ¿Su inclinación hacia los Alphas cambiaría? Como ejemplo tenía el de Zully. Su amigo le había dicho que desde niño le habían atraído los Alphas de ambos sexos, sin embargo ahora estaba enamorado de un omega. Sí, un omega que parecía un Alpha, pero un omega a fin de cuentas.

   ¿Cambiarían sus gustos también?

   En fin… mejor veía la televisión.

 

***

 

 

   Alejandro miraba la televisión cuando su teléfono sonó. En ese momento, el villano de su serie favorita estaba dándole una paliza al protagonista y Alejandro descolgó el teléfono casi sin darse cuenta.

   —… ufff eso tuvo que doler. Seiya es un idiota. Sí ¿Bueno?

   Una risita sonó al otro lado de la línea. Alejandro bajó un poco el volumen de la televisión pero siguió observando con atención. Uno segundos más tarde la persona tras el auricular volvió a hablar. Alejandro dio un respingo.

   —Veo que también estás viendo Caballeros del Zodiaco. Te doy la razón: Seiya es un idiota y ni en mil años luz va a ganarle a Saga.

   —¿Daniel?

   —Sí, soy yo. Lo siento. Yo…yo quería… yo necesitaba oír tu voz.

   El corazón de Alejandro saltó en su pecho, el programa terminó en ese momento quedando de infarto para el siguiente capítulo. Por unos instantes ningunos de los dos chicos habló, sólo se dedicaron a oír sus respiraciones tras la línea. Cuando un minuto aproximadamente había pasado, Alejandro finalmente cortó el silencio con un largo suspiró y recostándose en la cama dijo quedo:

   —¿Quieres volverme loco?

   Daniel jadeó. ¡No! Por supuesto que no quería eso. De hecho, tomar la decisión de levantar el teléfono ya llamar a su amigo fue algo que le tomó muchas horas de conflicto interior. No quería molestar a Alejandro, muchísimo menos traicionar al Julián. Las cosas entre ellos habían quedado claras en la tarde tras el beso en las duchas o por lo menos eso había pensado hasta que llegó a su casa y su cabeza empezó a dar vueltas una y otra vez al respecto.

   No podía olvidar los labios de Alejandro, sus manos firmes, su cuerpo perfecto y sexy. Quería tocarlo de nuevo, lamerlo de pies a cabeza y perderse en su aroma. Los Alphas dominantes tenían un olor capaz de corromper hasta al más casto y él nunca había estado con un Alpha dominante antes. Quizás por eso había descartado a los Alphas como pareja, porque nunca había compaginado con un igual. Julián era una belleza que lo tenía loco; le encantaba y estaba tan enamorado de su sonrisa y sus expresiones que dolía. Sin embargo, negar la atracción evidente que había empezado a sentir por Alejandro tras aquel delicioso sueño era una tontería.

   ¿Y si siempre se había sentido atraído por su amigo? ¿Y si quizás sus relaciones con Alphas habían fracasado porque inconscientemente siempre había comparado a todos con Alejandro y por eso ningún otro llenó jamás sus expectativas? Quizás todo el tiempo confundió sus sentimientos debido a que siempre pensó en Alejandro casi como un hermano y por ello se sentía mal de desearlo de un modo íntimo y sexual. Antes de que Alejandro se mudara a la capital, ambos eran unos niños y era fácil confundir sus verdaderos sentimientos.

   —Alejo, perdóname… Perdóname, por favor.

   —Voy a colgar —amenazó Alejandro, recibiendo una exclamación por respuesta.

    —¡No, espera! Por favor… por favor no cuelgues. Quiero… necesito que me escuches.

   —¿Quieres estar conmigo sí o no? —La voz de Alejandro era dura e imperativa. Daniel se sintió escandalosamente excitado.

   —Sí, quiero.

   —Muy bien —respondió Alejandro—. Pero si estás seguro de esto, entonces haremos las cosas bien. No vamos a mentirle a Julián.

 

***

 

 

   —Siento mucho incomodarte pero… necesitaba hablar contigo.

   Zully escondía su  mano diestra en el bolsillo inferior de sus pantalones de mezclilla mientras  caminaba de un lado al otro de su habitación. William, de otro lado de la línea, empezó a sudar. ¡Demonios! ¿Qué le estaba pasando?  

  —Tranquilo… no pasa nada. Estaba estudiando.

  Eso no era del todo cierto. Antes de recibir aquella llamada, William estaba justamente pensando en Zully. Su voz hacía punzar de nuevo la cicatriz de su cuello, pero eso no era la más preocupante. Lo realmente incomodo era sentir esa electricidad en su entrepierna con sólo volver a recordar aquellos dientes en su nuca.

   —Como te dije —volvió a hablar Zully—, siento haberte llamado así tan de repente, pero había algo que tenía que decirte y prefiero hacerlo antes de que nos volvamos a encontrar en la escuela.

   Un corto suspiro antecedió sus siguientes palabras y Zully tuvo que recostarse contra una pared y presionar fuerte la frente contra ella para poder hablar.

 

   —Me gustas… Me gustas mucho.

   Silencio… silencio completo y sepulcral. Quería morirse.

    —Yo…

   —Osea, no te alarmes —cortó de inmediato, antes de escuchar la respuesta de William—, todo es por culpa de la compatibilidad de nuestras feromonas y sólo por eso —aclaró en seguida—. Sin embargo me siento atraído por ti y no lo puedo negar. No soporto verte cerca de tu novio y antes de que lo escuches de boca de otros quería que supieras que Fabián y yo nos peleamos en la fiesta de Mario el otro día. Tú mismo me pregúntate qué era lo que me había pasado pero en ese momento preferí no decirte nada. Es irremediable que tengamos que encontrarnos en la escuela y por eso que tanto mis padres como yo decidimos que debía empezar a medicarme para controlar mis impulsos. Lamento mucho lo que pasó en la playa y no quiero que te sientas amenazado por mí. Haré todo lo posible porque no vuelva a pasar pero por favor, por favor no me provoques más con tus ataques. Sólo quiero estar en paz con mis amigos y graduarme con ellos. Además, no creo que…

    —Para… —Una tenue risita de William detuvo la verborrea de Zully. Avergonzado, el susodicho guardó silencio y esperó por una respuesta. William tardó unos segundos pero finalmente contestó. Su respuesta definitivamente no era lo que Zully se esperaba.

    —No paro de pensar en ti —aceptó William, sin saber por qué demonios estaba confesándole algo como eso al jodido enclenque—. Y no fue solo por lo de la playa —siguió parloteando—. Fue desde antes… desde mucho antes. Desde el día que entré en celo. Necesito oír tu voz todo el tiempo…necesito…

   Lo siguiente que Zully escuchó fue la el sonido de corte en la línea. ¿Le colgó? ¡Sí! ¡Le había colgado! ¡Le había dicho que no podía dejar de pensar en él y luego le había colgado!

   Se quedó mirando el tubo del teléfono como un idiota y una sonrisa asomó por sus labios sin que la pudiera detener. William por su parte agarró una almohada y gruñó  fuerte antes de volver a tomar el teléfono y marcar a toda prisa un número.

   Tras tres timbrazos le contestaron. William tragó duro y pidió que le pasaran con la persona que necesitaba.

   —¿Will? —preguntó Daniel, incrédulo.

   —Lo siento… lo siento mucho, amigo —sollozó William desde su lado de la línea. Lo real e intenso de su llanto conmovió de inmediato a Daniel.

   —Tranquilo… no llores más—le pidió, tomando una chamarra de encima de su cama—. No hagas nada tonto, ¿vale?  Iré a verte enseguida.

 

 

   Continuará…

    

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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