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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Les traigo el último cap del año. Espero les guste. 

   Capítulo 16

   Cambios sorpresa.

 

   Mirándose las caras unos a otros, los chicos guardaban silencio en medio de una tensión brutal. Julián fue el primero en comprender que aquello era el preludio a un regaño monumental, pero no tenía claro en lo absoluto quien o quienes habían sido los responsables de delatarlos. 

   ¿Qué ganaban con ello? ¿Por qué los querían perjudicar? No parecía existir nadie que saliera ganando con el hecho de que ellos resultaran reprendidos. Por lo menos, nadie en el que él pudiera pensar.

   —Bonito… lindo… hermoso.

   El tono de ironía en la voz de la directora les dejaba claro que estaban fritos. La estricta y disciplinada Alpha que tenían al frente tenía pocos días de haber asumido la dirección del instituto como remplazo del afable rector que les recibió el primer día y que por motivos de salud tuvo que abandonar el cargo tan solo una semana después de iniciadas las clases. Marcela Angarita, como se llamaba la nueva al poder, era en cambio todo un dechado de inflexibilidad y poca tolerancia. En tan solo su primer día de cargo tres profesores habían sido despedidos y dos auxiliares de limpieza sustituidas. No aceptaba ningún tipo de licencia extra que no se añadiera ceñidamente a las instrucciones del reglamento y tenía poca paciencia con los infractores. Daniel, William y Susana la habían conocido años atrás, cuando la mujer asumió la dirección por pocas semanas tras  la licencia de maternidad del rector de aquella época y siempre pensaron que era una persona de temer.

   Julián, Alejandro y Zully la miraban con inseguridad. Seguro estaban pensando lo mismo.

   —Los encontré en la piscina, señora rectora —dijo el coordinador, mirando a los chicos con ojos inquisidores—. Estaban terminando con las actividades del club.

   —Gracias, señor coordinador —respondió la mujer, mirando de nuevo a sus alumnos—, quiero saber si las actividades del club involucran competencias sin supervisión y retos entre compañeros a modo de bravuconadas. También quiero saber si es cierto que dos de ustedes se fueron a los golpes en la fiesta de uno de sus compañeros y se amenazaron en público. ¡No voy a permitir este tipo de comportamientos en la escuela! Hablen de una vez y cuenten qué pasó o todos se van suspendidos por una semana.

   Julián y compañía agacharon la cabeza. Nadie, ni siquiera el más valiente se atrevía a alzar la mirada. Fabián fue el único que por un momento pareció dudar un poco, pero luego se arrepintió, quedándose callado en su sitio. A los dos minutos exactos, la directora se volvió de nuevo a su asiento y se sentó. La libreta de apuntes disciplinarios fue puesta a la vista de todos y la adusta mujer fue escribiendo uno a uno los nombres de los sancionados. Todos tragaron saliva.

   —William, acércate y firma. Una semana de suspensión.

   —Espere, señora directora. Por favor, espere.

   La súplica de Julián los sorprendió a todos. Clavados en su sitio, el resto de los muchachos miró a su compañero con gestos de asombro y Julián, asintiendo hacia ellos, dio un paso al frente y alzó su mano. El coordinador y la rectora lo miraron unos segundos antes de que la mujer asintiera y le diera permiso de hablar. Alejandro y Daniel quisieron intervenir pero Julián los detuvo con un gesto.

   —Pues bien… habla —ordenó la rectora.

   —La idea del reto fue mía, directora —confesó Julián, asombrándolos a todos—. Fui yo quien propuso que William y Alejandro compitieran y que sólo así lo dejaríamos entrar a nuestro equipo. Me pareció divertido y que no tendría nada de malo. Eso fue todo.

   —No, eso no fue todo —devolvió la mujer, frunciendo el ceño—. Aquí hay algo más y quiero saber qué es. Usted, Zully… ¿es cierto que en el cumpleaños de uno de sus compañeros del 11 b tuvo una pelea con este otro muchacho? —preguntó, mirando inquisidoramente a Fabián—. ¿Es verdad que se amenazaron en dicha fiesta por el “amor” de este otro muchachito? —remató, señalando a William.

   El rosto de Zully se puso de todos los tonos del rojo; William se atragantó. Fabián jadeó profundo y los demás guardaron un silencio sepulcral.

   —Yo… yo no he hecho nada contra el reglamento —contestó Zully, con un tono inseguro pero ligeramente desafiante.

   —Golpeaste a un compañero de escuela. No importa que haya sido fuera del campus.

   —El me golpeó, yo me defendí —devolvió el chico, ahora sí, sin el menor conflicto en la voz.

   —Eso es cierto —dijo Fabián, adelantándose un paso y confrontando con la mirada a Zully—. Y lo hice porque se atrevió a ponerle las manos encima a mi novio —explicó, mirando ahora a William—. Pero no se preocupe, señora directora. No volverá a pasar. William y yo ya no estamos comprometidos; nuestras familias rompieron el acuerdo y él y yo ya no somos nada. Jamás emparejaría con un omega.

   —¿Qué quieres decir? —inquirió Zully, reprimiendo unas ganas terribles de golpear a Fabián.

   —Lo que oíste —devolvió éste, fulminándolo con la mirada—. Te lo puedes quedar si quieres; ya no me importa. Y a usted, señora directora, mil disculpas y le aseguro que no volverá a pasar. Lo de la fiesta fue un arranque territorial de Alpha que no pude controlar pero ya no necesita preocuparse por ello. Con respecto a lo de la competencia, yo no sabía nada al respecto aunque no creo que lo hicieran con malas intenciones. Si no le importa me gustaría retirarme, yo ya no tengo nada más que alegar aquí.

   Con un asentimiento de cabeza, la mujer dio su autorización y acto seguido, Fabián abandonó la rectoría. El resto de los chicos continuó en sus sitios, algunos evidentemente más alterados que otros.

   —No voy a disculparme por lo de la fiesta —aseguró Zully minutos después, ganándose una mirada de advertencia por parte del coordinador.

   —Joven Almanza…

   —No, déjalo… —pidió la directora—Está claro que quiere ser el primero en ser suspendido.

   —¡No es justo! ¡Le acaban de explicar lo que pasó! —exclamó Julián, saliendo en defensa de su amigo.

   —¡Silencio! —ordenó la directora perdiendo la paciencia.

   Zully siguió altivo y desafiante, William lo miró desde su posición y notó nuevamente ese lado salvaje y temerario que le había enseñado el día que lo confrontó en el salón. Era algo fascinante y extraño a la vez. Lo atemorizaba pero lo fascinaba. Una suerte de magnetismo que intentaba repeler sin mucho éxito.

   —Voy a cambiarlos de salón —determinó finalmente la directora, volviendo a su asiento— A partir de mañana quedarán de la siguiente forma, pongan atención: Daniel, Alejandro y Susana pasarán al 11 B. William, Julián y Zully se quedarán en el A. ¡Y no hay espacio para reclamos! —rechistó cuando escuchó las quejas de los chicos—. Ya lo decidí y así será. Ahora vayan a casa y díganle a sus padres que los quiero mañana en mi oficina. ¡Sin falta!

   —Pero directora…

   —Pero nada, Julián —advirtió la mujer—. No cambiaré de opinión. Qué tengan buena tarde.

   —Buena tarde, señora directora.

   Sin poder alegar nada más, los chicos tuvieron que abandonar la rectoría con el rabo entre las piernas. Julián tenía muchas ganas de llorar ya que sentía que todo aquello había sido por su culpa. Alejandro no estaba de acuerdo. Alguien había tenido que haber ido de chismoso con la rectora y ese alguien era el verdadero culpable de todo aquello. Pensó en Fabián, quien quizás, resentido por lo ocurrido con Zully estuviera intentado joderlos. Sin embargo, luego de lo ocurrido en la rectoría, Fabián le dio la impresión de ser alguien frentero y valiente, poco dado a atacar por la espalda. ¿Habría sido William tal vez, intentado vengarse de ellos? Podía ser, aunque era poco probable teniendo en cuenta que él mismo se iba a ver afectado por la reprimenda.

   En fin… era mejor estar con los ojos bien abiertos. Lo que era seguro es que la directora había sido informada de la situación con la intensión de joderlos y de momento, él o los culpables habían ganado. Los había separado y les habían dejado fragmentados y muy mal parados ante la dirección.

   —Qué porquería —bufó por lo bajo, mientras caminaba cabizbajo en busca de sus cosas. Julián comenzó a llorar al oírlo y de inmediato todos sus amigos lo rodearon, consolándolo.

   —Es mi culpa… fue todo por mi culpa.

   —No, eso no es verdad —suavizó Susana, estrechándolo entre sus brazos—. No sé ustedes, pero yo pienso que detrás de esto hay uno o varios sapos*.

   —Es cierto —asintió Daniel, concordando—. Yo pienso igual.

   —¿Y quién puede ser? —inquirió Zully, receloso. Tras su pregunta todas las miradas se volcaron hacia William, pero éste, ni corto ni perezoso se defendió de inmediato con un resoplido.

   —Yo no fui, lo juro —aseguró, levantando las manos—. ¿Creen que iba a denunciar algo en lo que yo también me iba a ver perjudicado?

   —Quizás tu deseo de fastidiarnos sea mayor que el de permanecer en la escuela —lo confrontó Alejandro, estudiándolo con la mirada—. Pero tienes razón. Te creo y te daré un voto de confianza. A partir de ahora tenemos que estar muy atentos a cada cosa que veamos y escuchemos, también a todo lo que hagamos porque es obvio que tenemos uno o varios “vigilantes” con deseos de jodernos la vida. Les propongo que ahora que vamos a estar en salones separados nos reunamos siempre en los descansos y compartamos pormenores de lo que veamos en ambos salones. Si lo vemos por el lado positivo, ahora tenemos ventaja porque podemos observar lo que pasa en ambos salones simultáneamente. Además, en los descansos y encuentros del club nos podemos seguir viendo. No tenemos por qué estar tan tristes. Podrán alejarnos pero nunca separarnos. ¡Somos un equipo!

   —Es cierto, somos un equipo —apoyó, Daniel, reuniéndolos a todos—. A partir de mañana, el o los que sean que hayan planeado esto tienen que vernos más fuertes y unidos que nunca. No les vamos a dar el gusto de vernos vencidos y separados. Vamos a descubrir qué se trae esta persona y no vamos  dejar que nos arruine nuestro año escolar. ¡¿Entendido?!

   —¡Entendido!

   Todos asintieron al unísono. Daniel y William fueron por unas cosas al salón mientras Zully y Julián se quedaron en el patio esperándolos. Susana se adelantó con sus amigas del club de teatro y Alejandro fue por un poco de agua. Cuando regresó, vio cómo Daniel volvía con William a los patios y se les acercó. No estaba seguro si era conveniente preguntar aquello en ese momento, sin embargo, luego de la forma en cómo había terminado su última conversación telefónica sentía que las cosas no se podían dilatar más.

    —¿Ya te vas? —le preguntó Daniel, guardando una botella en su mochila.

   —No, la verdad es que… te estaba esperando —confesó Alejandro, mirando de soslayo a William.

   —En ese caso creo que sobro —anotó el susodicho, dándole un golpecito en la espalda a su amigo. Daniel le hizo un gesto de despedida y Alejandro también se despidió con una sonrisa avergonzada, intuyendo de inmediato que William estaba al corriente de todo.

   —El lo sabe, ¿verdad? —preguntó, mirando a Daniel con mirada inquisidora.

   —Sí, lo sabe —aceptó el Alpha, suspirando—. Lo siento, pero él es mi mejor amigo. Hay cosas que no le puedo ocultar.

   —Pensé que tu mejor amigo era yo —le devolvió Alejandro, sin dejar pasar una nota de reproche en la voz.

   —¿Lo eres? —ironizó Daniel, pasándose la mano por la cara en un franco gesto de cansancio—. Lo siento, no quise decir eso; es solo que…

   —Es solo que ¿qué?

   —Es solo que ya no te puedo ver de la misma manera.

   Alejandro frunció el ceño. El tono de voz de Daniel no le permití saber si aquello era bueno o malo. Es decir, era genial que Daniel ya no lo viera solo como su “casi hermano”, pero tampoco estaba seguro de que eso no significara que incluso hasta su amistad estaba perdida. Daniel solía ser demasiado maduro para su edad y ello hacía que a veces tomara decisiones radicales que rara vez revertía. Alejandro prefería ser su amigo aunque ello le partiera el corazón a tener la desdicha de perderlo por completo. Lo último era algo que se le hacía hasta imposible de solo pensarlo.

   —Yo… yo no quiero perderte —le dijo, mirándolo a los ojos con intensidad. Daniel le sostuvo el gesto por varios instantes, acercándose un par de pasos. Cuando sus alientos estuvieron lo suficientemente cerca como para estrellarse, Alejandro se acercó un paso más y alzó su mano, tocándole la mejilla. Fue exactamente ese movimiento el que estaba realizando cuando Julián llegó.

   —¿Qué pasa? ¿Sucede algo con Daniel? ¿Acaso se siente mal? —preguntó el omega, acercándose. De inmediato, el par de Alphas se separaron, sonrojándose violentamente y acto seguido negaron con la cabeza. Julián sonrió hacia Alejandro, resoplando antes de quitarse unas gotas de sudor de la frente. La tarde estaba bastante calurosa y tenía la garganta seca.

   —Solo acalorado también — respondió Daniel, reacomodando su mochila.

   —¿Vienes por agua? —preguntó Alejandro, dándole espacio para acceder al bebedero.

   —Tal cual —respondió Julián, inclinándose en la fuente de agua. El sudor corría por su cuello, empapando su espalda y de repente una ráfaga de feromonas se desprendió de su cuerpo.

   Alejandro y Daniel las percibieron en el acto como una cachetada para sus sentidos. El par de chicos se estremecieron y no pudieron evitar que el instinto territorial saliera a flote. Julián seguía de espaldas a ellos sin percatarse de nada, ya que su falta de celo le hacía aún inexperto en esos ámbitos. Alejandro fue el primero en moverse pero el gruñido de Daniel lo detuvo. Estaban intentando mantener sus mentes racionales, sin embargo les estaba costando mucho esfuerzo dominar la situación.

    —¡Corre! —exclamó de repente una voz cercana. Julián alzó la vista, sorprendido, y el rostro de William, lleno de temor, le hizo palidecer—. ¡Corre! —volvió a ordenar William, esta vez abalanzándose sobre Daniel al ver que este realizaba un movimiento de bloqueo.

   Julián no sabía que estaba pasando pero su instinto le hizo obedecer. Alejandro se controló mejor y lo dejó escapar, sin embargo Daniel luchó contra William, golpeándolo en la cara.

   —¡Contrólate! ¡Tienes que controlarte!

   —¡Ayúdame! ¡Por favor, ayúdame! —suplicó Daniel, retorciéndose.

   —¡Eso intento! —exclamó William, reteniéndolo contra una pared antes de gritarle a Alejandro que lo ayudara. Alejandro, sin embargo, continuaba estancado en su sitio, intentado dominar su cuerpo con todo su esfuerzo. Zully fue quien finalmente llegó al lugar, alertado por la demora de sus amigos.  

   —¿Qué está pasando aquí? —preguntó al ver a William luchando con Daniel.

   —Perdió el control de su Alpha —dijo William, haciendo acopio de toda sus fuerza para mantener sometido a Daniel— ¡Ayúdame!

   Ante el grito de su omega, Zully no pudo seguir impávido y de inmediato se unió en su ayuda. Mientras unían fuerzas, ambos chicos se miraron a los ojos, sintiendo de inmediato la conexión de sus hormonas. Era innegable el placer que ambos sintieron en ese momento: Zully al sentir el llamado de auxilio de su omega, y William al recibir la ayuda de su Alpha.

   Cuando finalmente llegó un maestro, traído por el mismísimo Julián, la situación estaba bajo control. Julián temblaba y estaba muy asustado. No sabía qué había pasado exactamente pero estaba seguro que él había tenido algo que ver. El maestro le explicó que posiblemente había sido un ligero “sofoco” provocado por el calor y el stress; algo que ocasionalmente hacía que los omegas liberaran cantidades importantes de feromonas sin estar en celo. Los despachó a todos a casa y le pidió a Julián tomar una nueva ducha antes de irse de la escuela. Daniel estaba tan avergonzado que se fue sin despedirse de nadie y Alejandro decidió no forzar la situación dejándolo tranquilo. Por seguridad de Julián, Alejandro prefirió no acompañarlo a casa y fue William quien, para sorpresa de todos, ofreció llevarlo.

   —Gracias, no tenías que hacer esto; vivo muy cerca —dijo Julián, ubicado en el asiento de copiloto del auto de William.

   —No pasa nada. De casualidad mi padre se quedó hoy en casa y me dejó tomar el auto —contestó—. No era bueno que anduvieras solo de todos modos; aún estás conmocionado por lo que pasó y podrías seguir liberando feromonas. Fue una suerte que me hubiese tenido que devolver por una libreta que dejé olvidada y por eso los vi; de lo contrario, no sé qué había pasado. Tu celo debe estar acercándose para que ocurra esto, ¿no es verdad?

   —No lo sé…nunca he tenido un celo —respondió Julián, sorprendiendo a William.

   —¿En serio? ¿Nunca has tenido un celo? —preguntó éste anonadado.

   —En serio. Mis padres me llevaron justamente hoy al doctor y éste les dijo que lo más probable es que sea luego de mi cumpleaños número diecisiete, el cual será en unos meses. Dijeron que no tenía nada de qué preocuparme pero con esto que pasó hoy, ya no sé si creerle.

   —Esto que pasó hoy no fue tu culpa.

   Estás palabras sorprendieron hasta al propio William. Dos semanas atrás jamás hubiese pensado de ese modo y habría echado a Julián la culpa de todo. El nuevo William, sin embargo, ya no podía pensar igual… ya no sentía lo mismo que antes aunque su mente aún se resistiera a aceptar lo que era.

   —Los sofocos no suelen afectar a los Alphas de ese modo… —se explicó mejor, mientras giraba el auto en dirección a donde Julián le señalaba—. Daniel debe estar ansioso o muy alterado para haber perdido el control así… siempre dije que los omegas eran como animales pero hoy me pareció todo lo contrario… Daniel fue el que se dejó vencer por los instintos.

   —No fue mi intención ponerlo así —agachó la vista Julián—. No quiero hacer sentir así a mis amigos.

   —Los omegas no controlan los “sofocos” —se detuvo William, girando hacia Julián—. Ustedes los omegas…

   —Nosotros…

   —¿Perdón?

   —Nosotros los omegas… —corrigió Julián, sonriendo hacia William—. Hablas de los omegas en tercera persona… sin incluirte.

   Dejándose caer contra el asiento del auto, William cerró los ojos y respiró profundo antes de volver de nuevo la atención hacia su acompañante. Julián lo observaba con calidez, sin reproche ni miramientos. Sabía bien que el lapsus de William no había sido motivado por su antigua animadversión hacia su género ni nada por el estilo. Era solo que no era nada fácil acostumbrarse a un cambio tan radical en tan poco tiempo.

   —Lo siento… yo…

   —No, tienes razón —asintió William, quitando el seguro de la puerta—. Debo ir acostumbrándome a lo que ahora soy.

   —No es algo malo, ¿sabes? —apuntó Julián, mirándolo con un nuevo y genuino aprecio—. Te acostumbrarás y será divertido.

   —¿Eso crees?

   —Eso creo —sonrió el omega, regalándole una gomita a modo de agradecimiento y despedida—. Son las favoritas de Zully —le dijo—. Las come todo los día y aquí entre nos, creo que es adicto a ellas. Pero bueno, ya no te retraso más. Gracias por el aventón y ve con cuidado a casa. Mañana será un largo día.

   Asintiendo como respuesta, William tomó la gomita y se la llevó a la boca. El sabor ácido le entonó el paladar y le hizo gruñir el estómago. No podía creer todo lo que había pasado en tan solo un día; era una completa locura. Pensando en ello puso en marcha el coche y partió hasta su casa.

   Así que al enclenque le gustaban esas raras gomitas ácidas, ¿no? Pues bien, en ese caso, tendría que llevarle algunas.

 

 

***

 

   —¿Cómo así que fueron separados de salón? —preguntó Fabriccio, probando la temperatura del biberón de Reina. La circular que Zully le mostró nada más llegar a casa estaba sobre la mesa del comedor, aún sin firmar.

   —Pensamos que un *sapo le fue con el cuento a la directora y esta nos hizo reunir en su oficina —explicó el chico, haciéndole caritas a su hermana—. Le hablaron hasta de la pelea que tuve con el chico del 11B; el novio de William. Ahora quedamos divididos y estamos en la mira de los profesores.

   Tomando a la niña para alimentarla, Fabriccio se sentó en el sofá y Zully se fue tras él. La verdad, para los Almanza, el hecho de que Zully siguiera en el mismo salón que ese omega resultaba preocupante. Aun así, les parecía preferible esto a que su hijo tuviera que compartir salón con el otro Alpha con el que se había peleado. No sabían qué era peor, aunque por algún motivo sentían que William era el mal menor.

   —¿Y cómo te fue hoy con ese chico? ¿Con William?—inquirió Fabriccio, estrechando la mirada. Siempre había sido muy bueno leyendo a su hijo, y seguía convencido de continuar teniendo el don a pesar de los severos cambios que estaba atravesando su nene. Zully se turbó y agachó la mirada. Decirle a su padre lo que había ocurrido con Daniel no estaba en sus planes, aunque podía contarle lo del equipo de natación para no sentirse tan culpable.

   —William entró a nuestro equipo. Es muy bueno y logró derrotar Alejandro en un duelo de cuatrocientos metros. Queremos que nade junto a nosotros en las regionales.

   —¿Y crees que podrás controlarte teniéndolo cerca todos los días?    

   —Creo que sí —contestó dubitativo Zully—. Hoy por lo menos me sentí muy bien, “sobre todo cuando pidió mi ayuda” —habló en su mente—, creo que podré llevarlo bien con ayuda de los medicamentos, papá. No tienes por qué preocuparte.

   Fabriccio suspiró. Ojalá fuera tan sencillo no hacerlo. No estaba seguro qué se iba a encontrar al día siguiente cuando tuviera que reunirse con el resto de los padres de familia. Sin duda habría muchos igual o hasta más molestos con toda aquella situación. Se preguntaba por ejemplo, qué estarían pensando los padres de ese chico William. ¿Pedirían también un cambio de aula para su hijo? ¿Sabrían ya que fue Zully quien intentó morderlo? ¿Estarían considerando sacarlo de la escuela?

   —No quiero dejar el equipo ni que Willian tenga que hacerlo, papá —suplicó Zully, colocando esos ojitos suplicantes que siempre se salían con la suya.

   —Tomaré la decisión más responsable, hijo —prometió Fabriccio, sin mentirle.

   —¿La más responsable o la que te deje más tranquilo? —presionó Zully.

   —La más responsable —aseguró su padre—. Lo prometo.

 

 

***

 

   Al llegar a casa William encontró a su padre bebiendo una copa en el balcón. No era que encontrarlo bebiendo a esas horas de la tarde fuera demasiado extraño, también estaba el hecho de que esa mirada perdida, desconsolada y ajena que había en sus ojos, no era  algo muy común en él.

   Después de haber escuchado su historia, William ya no podía ver a su padre con los mismos ojos. El que atora solía ser su bastión, el eslabón más fuerte de la cadena, el ancla que mantenía encallada su vida, de repente se había convertido en un ser humano e imperfecto; un hombre de carne y hueso. Por primera vez, William sentía que detrás del pecho de siempre impávido Oliver Giraldo había un corazón que latía y una sangre que vibraba.

   Y eso… eso le gustaba.

   —¿Cansado?

   Los ojos de Oliver se separaron del mar y se concentraron en su hijo. Su postura no se modificó pero su semblante sí dejó ver una chispa de preocupación cuando sintió un fuerte olor a feromonas Alpha expandiéndose por la sala. William se dio cuenta y de inmediato hizo un gesto con su mano dejando la mochila en el sofá antes de tomar asiento junto a su padre. Iba a ser asesinado.

   —No sé de quién son las otras dos, pero las más fuertes sin duda son de Daniel —aseguró el hombre, reacomodándose en su asiento. William asintió y estiró sus piernas para dejarlas reposar sobre los barrotes del balcón, algo que antes jamás habría hecho frente a Oliver.

   —Tuvo un día de locos —fue lo que dijo para abrir la conversación—. Lo primero que tienes que saber es que estás citado para mañana en la rectoría. Fui amonestado por responder a un reto de natación.

  —Maravilloso… ¿y eso apenas es lo primero? —riñó Oliver.

   —Espera… espera —devolvió William, calmado—, falta lo mejor. Gané el reto y ahora hago parte del equipo de natación de Daniel y sus amigos. En la rectoría, Fabián dijo delante de todos que ya no somos novios y luego la directora nos dividió de salón. Yo quedé en el mismo pero me separaron de Daniel. Para terminar, el omega que tanto molesté los primeros días tuvo un “sofoco” y Daniel perdió el control. Como todavía me siento un jodido Alpha me metí en el medio y me inflaron a feromonas. Dos Alphas más andaban por allí y bueno… este es el resultado.

   Dejando su copa de lado, Oliver se incorporó en su asiento y luego de un largo silencio por fin reaccionó. ¿Qué le estaba contando William? ¿Y se lo decía tan fresco? ¿Cómo hablando del clima?

   —¿Qué? ¿Me estás hablando en serio?

   —Tranquilo, un profesor llegó y todo se solucionó —minimizó William—. No pasó nada, solo me llevé un leve golpe en la cara. Eso fue todo.

   —¡Por el amor de Dios, Will! ¿Qué voy a hacer contigo? ¡No puedes arriesgarte así otra vez! ¿Tienes idea a lo que te expusiste?

   —No, no tengo idea, papá. Me criaron como a un Alpha que sólo veía a los omegas como animales.

   —¡Eso no justifica tu imprudencia!

   —¡Tampoco la evita!

   Mudo ante aquella réplica, Oliver se puso de pie y se inclinó hacia el balcón. William era el resultado de lo que Brandon y él habían criado. Dejando de lado los prejuicios y el clasicismo, tenían también a un muchacho obstinado, terco y valiente. Una combinación peligrosa para un omega que no conocía sus límites.

   —¿A qué horas es la reunión mañana? —preguntó finalmente el Alpha, cruzándose de brazos frente a William.

   —A las once —respondió éste, frenando su postura altiva.

   —Allí estaré. Mañana tampoco tengo ganas de ir a la oficina.

   —¿En serio?

   —En serio —respondió Oliver, esta vez con una media sonrisa—. Sé que te resultará extraño pero estaba pensando en tomarme unas vacaciones.

   —¿Vacaciones? ¿Fuera de navidad? ¡Jamás has hecho algo así!

   —Bueno, quizás es hora de que lo haga.

   —¿Y vas a llevarme? —se emocionó William, a punto de saltar.

   —Por supuesto que no —respondió Oliver, dándole un golpecito afectuoso en la cabeza—. Estás castigado y tienes escuela—. Te quedarás unos días con Brandon y las niñas. Te mueres por verlas, ¿no es así?

   La sonrisa de William se apagó ante aquellas palabras. ¡Ver a sus hermanas! ¡Por supuesto que quería verlas! Y a su otro papá también. Sin embargo…

   —Dime que no estás haciendo esto para dejarme definitivamente con papá Brandon. ¡Ya te dije que me quedaré contigo! Volveremos todos juntos a casa. ¡Seremos una familia otra vez!

   —Eso es algo que podría tomar mucho tiempo, Will.

   —Esperaré ese tiempo contigo —demandó William, estrechando entre sus brazos a su padre—. Por favor… por favor, papá.

   —Está bien… está bien… calma —consoló Oliver, frotando con dulzura la cabeza de su hijo. Aunque eran casi de la misma estatura, las feromonas exaltadas de William metieron al Alpha de Oliver en un modo intensamente protector—. ¿Ya lo ves? Tu padre Brandon y su familia no estaban tan equivocados después de todo: los omegas son realmente unos verdaderos manipuladores.

   —Cállate… —rió William, soltando una sonora carcajada. No sabía si era la situación, no sabía si eran las feromonas; lo único que sabía es que nunca, nunca antes había sentido de aquella manera tan intensa el amor de su padre.

 

***

  

   

    Las puertas del ascensor se abrieron y de inmediato Fabián cruzó el umbral con miras al  apartamento de William. La ansiedad lo estaba matando y las ganas de verlo también. El calor de su cuerpo lo consumía, y aunque todas las voces de la razón le pedían que no hiciera aquello, las dudas, los celos y el temor de perder aquello por lo que tanto había  soñado le hicieron salir en medio de su celo. Había esperado por varias horas en busca de una oportunidad y cuando finalmente vio la silueta de Oliver cruzar las puertas del edificio, supo que su oportunidad había llegado.

   William ya no podría rechazarlo, ya no tenía excusas. Ambos habían alcanzado la madurez sexual y la hora de consumar su unión había llegado. Esperar más tiempo sólo les haría arriesgarse a extraviar su destino y darle al azar la opción de separarlos. No iba a dejar que eso sucediera: no iba a dejar que su familia, ni la familia de William, ni entrometidos como Daniel o ese tal Zully lo separaran del amor de su vida. Su cuerpo se lo decía, se lo pedía: era hora de reclamar lo que por mucho tiempo llevaba esperando: William, su omega.

 

   Continuará…

 

Notas finales:

*Sapo: soplón, chismoso. 

Feliz año nuevo!!!


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