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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola, mis amores. 

Espero que todos ustedes esten sanos y bien juntos a los que aman.  Yo sigo trabajando en la urgencia, pero me he mantendio sana, gracias a Dios.  He trabajado horrores y solo hasta hoy tuve un día libre para poder revisar y actualizar este capítulo. Así que me disculpo por la tardanza.    Les mando un besote inmenso y los dejo con el cap.    Nos vemos. 

Capítulo 20

Omegas… ¿género débil?

 

   A Ernesto Santos siempre le habían llamado la atención ese tipo de omegas: altos, corpulentos y algo salvajes. Prácticamente unos Alphas con genes de omega.

   No había conocido muchos tampoco; eran escasos y muy difíciles de reconocer a simple vista.

   Pero eran fascinantes.

    Tan fascinantes como el que tenía frente a sus ojos.

    William Presley era el ejemplo perfecto de un perfecto Alpha. Un Alpha en todos los aspectos excepto en el hecho de que no lo era. Un ejemplo claro de cómo a veces la genética jugaba unas bromas muy pesadas. Un ejemplo de que la naturaleza era atrevida.

   —Hola, Will. Soy Ernesto… Ernesto Santos, el papá de Julián. ¿Te acuerdas de mí?

   Un par de ojos azules se abrieron de par en par y lo miraron. William estaba bajo los efectos de unas gotas somníferas que sus padres le habían dado y que le habían calmado un poco. Sus feromonas aún seguían inestables y alteradas, pero eran un poco más discretas que minutos antes. Ernesto se sentó en la cama y le sonrió. Sus feromonas se dispersaron y se unieron a las de William, sintonizando correctamente. William las sintió y su cuerpo se relajó en automático. Al parecer, esa relación bioquímica era lo que le hacía falta. Los omegas eran muy sensibles y casi siempre buscaban de la estabilidad de otro igual para equilibrarse. Además, Ernesto nunca había conocido un caso en el que un omega no tuviera otro familiar omega o conocido omega para relacionarse y tranquilizarse. Aquella situación era nueva y única para él.

   —Lo… lo siento.

   —No… oh, mi niño, no.

   Ernesto abrazó a William cuando éste empezó a llorar. El chico estaba evidentemente aterrado por lo que le sucedía y no contar con nadie que le pudiera entender y explicar lo que le estaba pasando, obviamente lo alteraba más. No era común que un omega no apareado tuviera un “pseudo celo” desencadenado por las feromonas de un Alpha y que éste durara tanto. Sin embargo, cuando Brandon y Oliver le explicaron que el causante había sido Zully Almanza, quien aparentemente compartía una compatibilidad muy fuerte con William, entonces lo comprendió todo. Esos chicos tendrían que ser separados o unidos. De otro modo no podría ser.

   —Tranquilo, vas a estar bien. Tus padres ya me contaron todo. No es algo para avergonzarte, cariño. Es una respuesta fisiológica normal.

   —No quiero que pase de nuevo —rogó William, limpiándose los mocos y las lágrimas. No podía creer cómo era que estaba hablando tan tranquilamente con un casi desconocido, sin embargo, la paz que le daba su olor le hizo empezar a comprender cómo era que funcionaba realmente aquel mundo.

   —Si sigues juntándote con ese muchacho es muy probable que pase de nuevo —advirtió Ernesto, quitándole una pestaña caída de su mejilla—. ¿Quieres saber qué fue exactamente lo que pasó? ¿Quieres que te lo explique?

   William asintió. Empezar a entender todos los cambios que iba a presentar de ahora en adelante iba a ser muy ventajoso. Aprenderlos de un omega adulto y experimentado como el padre de Julián, una ganga. Sus padres estaban haciendo todo lo que podían, pero la realidad era que no tenían ni idea. Nunca se habían relacionado con omegas y estaban navegando en aguas desconocidas. No quería culparlos, pero al mismo tiempo no podía quitarles parte de la responsabilidad. Escuchó atentamente las explicaciones que Ernesto le dio y tomó nota de las más importantes. Saber que ese hombre entendía perfectamente todo lo que sentía, lo tranquilizó bastante. Que cada uno de sus sentimientos y sensaciones fuera perfectamente descritas por el otro omega, le puso la piel de gallina.

   —… entonces, dice que si me vuelve a pasar… si Zully vuelve a usar sus feromonas contra mí, ¿las puedo bloquear?

   —Puedes retrasar sus efectos, o disminuirlos —corrigió Ernesto, tomando el bolígrafo con el que William anotaba sus recomendaciones—. Deberás consumir alguna bebida que acelere tu ritmo cardiaco. Un café o una bebida con té verde pueden ayudar. Debes hacerlo antes de quince minutos o no servirá. También depende de la concentración de feromonas que él use. Contra otros Alphas puedes usar un matizador; los venden de muchas marcas en las farmacias. No tienen efectos adversos, así que los puedes usar como una especie de perfume. Te servirán contra brabucones que se quieran pasar de listos.

   —¿Tendrá que ser así de ahora en adelante? ¿Tendré que vivir así siempre? ¿Toda la vida?

   El tono apesadumbrado de William hizo que Ernesto le tomara de ambas mejillas y lo apretara con ternura. El miedo en los ojos del muchacho lo enterneció y traspasó. Qué equivocado y lleno de prejuicios estaba ese pobre niño. Iba a necesitar mucho más que consejos de fisiología. Iba a necesitar mucha autoestima, confianza y perspectiva. Los omegas siempre habían sido considerados la parte débil de la cadena, pero la verdad es que estaban muy lejos de serlo. William necesitaba descubrir eso… y necesitaba descubrirlo pronto.

   —Dime una cosa William… Cuándo Zully se acercó a ti y se pelearon, ¿estás seguro de que él fue el único que liberó feromonas?

   Los ojos de William se abrieron como platos. ¡Rayos! ¡¿Sería posible?!

   —Yo…

   —Piénsalo bien… piénsalo muy bien.

   —No estoy seguro, pero hubo un momento… cuando lo tomé por la camisa; fue antes de que el padre de Alejandro llegara.

   —¿Sí? —presionó Ernesto.

   —En ese momento, sentí algo.

   —¿Algo?

   —Como algo  caliente que brotaba por mi piel. Lo sentí y luego Zully se puso violento y me apretó por las muñecas.

   —¿Lo ves? Allí está.

   Ernesto se cruzó de brazos y le regaló a William una sonrisa torcida. Su gesto representaba lo que estaba tratando de demostrarle. Los Alphas no eran los únicos con feromonas ni con la capacidad de usarlas. Que su poder hormonal fuera siempre más fuerte no era algo que estuviera del todo comprobado y estudiado. De hecho, ya se sabía que había momentos muy puntuales en que las feromonas omegas podían levantarse sobre las Alphas y aplastarlas. El momento del parto era una de ellas.

   —¿Alguna vez te han contado sobre el puerperio de los omegas? —preguntó Ernesto, volviendo a su posición relajada. William negó con la cabeza.

   —Sucede justo después del parto —explicó—. Los omegas se vuelven tan territoriales con sus crías que no permiten que nadie, ni siquiera el padre se les acerque. Sus feromonas se vuelven una gruesa y potente barrera que impide el paso a menos de tres metros de distancia. Si alguien se atreve a querer traspasarla, el intruso corre el riesgo de ser lastimado con gravedad. Durante esas primeras semanas, los omega pueden ser hasta cuatro veces más fuertes que un Alpha promedio y todos sus instintos se agudizan. El omega en puerperio es hasta ahora el ser más fuerte, veloz y resistente del que se tenga conocimiento, William. ¿Ese es el género del que te sientes avergonzado y temeroso de pertenecer?     

   William se quedó mudo. Jamás había escuchado hablar de algo así, y seguramente de haberlo oído, jamás lo hubiera creído. Estaba tan ciego, tan equivocado sobre esos seres a los que nunca dio ni la más mínima oportunidad, que nunca se interesó por conocer nada sobre ellos.

   Ahora quería saberlo todo, hasta el más mínimo detalle.

   —Tampoco vayas a creer que somos unos santos —volvió a tomar la palabra Ernesto, luego de algunos segundos de silencio—. La naturaleza nos dio una cualidad que para algunos omegas puede significar un arma, cielo. Hay Alphas que caminarían sobre el fuego por la sonrisa de su omega.

   Con esa frase, Ernesto se levantó y se preparó para irse. William le daba las gracias y le abría la puerta justo en el momento en que Oliver subía las escaleras en compañía de Julián. Ambos traían cara de circunstancias y un mensaje inquietante. Los padres de Zully habían llamado: las cosas para el chico no hacían más que empeorar. Necesitaban las feromonas de William para calmarlo; no había otra posibilidad. El pediatra no podía subirle más la dosis de los medicamentos sin poner en riesgo su salud y dejarlo más tiempo en ese estado podía ser riesgoso también. Los Presley no tuvieron más opción que permitirles la visita y por lo tanto, los Almanza ya estaba en camino. Zully llegaría dormido, pero era necesario dormir a William también. No podía recibir a su Alpha despierto; no en esas condiciones.

   —… yo… yo, de veras. ¡De veras, lo siento mucho!

   —No, cariño. No fue tu culpa —aclaró Oliver, tranquilizando a su hijo—. Esto ocurrió debido a que Zully perdió su medicamento. No te pongas así.

   —Haré lo que sea necesario por ayudarle.

   —Sólo debes dormir y estar tranquilo —ordenó su padre, llevándolo de nuevo a la cama—. Señor, Ernesto. Muchas gracias por su ayuda, pero creo que tanto usted como su hijo deberían marcharse antes de que los Almanza lleguen. Lo digo sobre todo por Julián.

   Con un asentimiento de cabeza, Ernesto estuvo de acuerdo. Julián lo miraba con cara de espanto pero su padre lo abrazó con fuerza, reconfortándolo.

   Mientras los ojos de William se cerraban, pesados por el sueño, Brandon llegó y se colocó junto a su esposo. Oliver se derrumbó por primera vez en todas esas horas, sorprendiendo a todos, incluida la servidumbre que tan acostumbrada estaba a su porte de hielo.

   —Es terrible que pasen estas cosas… ¿qué posibilidades habían de que ellos se encontraran? —sollozó, acariciado el rostro sonrosado de su hijo— ¡Son tan raros estos casos! ¡Uno en millones!

   —Van a estar bien. Tengan calma —los reconfortó Ernesto antes de salir. Oliver lo despidió con un abrazo y Brandon los acompañó hasta la puerta. Si alguien le hubiera dicho, semanas antes, que estaría en persona escoltando a un par de omegas hasta la puerta de su casa y pidiéndoles volver cuando quisieran, les habría tildado de locos.

 

 

***

 

 

   Cuando la elegante Alpha le abrió la puerta a esa hora, lo último que Andrés se imaginó era que su presencia fuera a ser tan bien recibida.

   Las cosas entre él y Daniel no habían terminado para tirar cohetes y lo que el chico se esperaba era que los padres de su ex lo mirarán, por lo menos, con algo de reticencia.

   Pero nada. No había ocurrido nada de eso.

   Sandra Sandoval parecía feliz al verlo y Rodolfo, su esposo, pareció aún más encantado. Solo Sofía, la (a sus ojos) estirada hermana de Daniel, quien milagrosamente se hallaba en casa esa noche, lo saludo escuetamente, sin despegar por mucho tiempo su atención del enorme libro de medicina que leía.

   —Qué pena con ustedes venir a esta hora, pero perdí una de mis guías de estudio y Daniel es quien vive más cerca —se disculpó, apartando su pie de ese molesto perro que siempre se le tiraba encima al verlo. El maldito bicho lo adoraba y no entendía por qué. El lo odiaba.

   —Aparta, Cuky —ordenó Rodolfo, colocando su pie para alejarlo—. No te preocupes, hijo. Pasa, no tengas pena. ¡Daniel! ¡Daniel, hijo! ¡Mira quien está aquí! ¡Baja un momento!

   Daniel escuchó los gritos en la sala y levantándose a toda prisa de su cama, abrió la puerta y bajó a la sala. En un primer momento pensó que se trataba de William y quizás de Alejandro, pero lo que nunca se imagino fue que de todas las personas posibles, fuese justamente Andrés quien lo estuviera visitando.

   ¿Incomodo?… no, incomodo no era el término exacto. Desagradable sí. Daniel no lo podía evitar. Desde su ruptura, sentía una real y física animadversión por Andrés. ¿Algún efecto psicológico secundario a su dramática ruptura? Podía ser eso. También podía ser el hecho de que realmente nunca lo había amado. Estaba despechado cuando aceptó la primera cita, y completamente abatido cuando supo que lo suyo con el omega que realmente le gustaba era completamente imposible. Despecho, ira, tristeza y resignación son la peor combinación de motivos que pueden existir para empezar a salir con alguien, supo tiempo después. El asfixiante y controlador carácter de Andrés le demostró que no debes comenzar nada con alguien movido por algo diferente al deseo o al amor. Dos meses después de la primera cita, Daniel se dio cuenta que aquello había sido un completo error, sin embargo, Andrés siempre lograba convencerlo de continuar juntos. Una y mil veces le prometió cambiar y dejar de ser tan atosigante y posesivo.

   Nunca cambió.

   —Andrés… ¿Qué estás haciendo aquí?

   El rostro de Andrés intentó sin mucho éxito disimular la punzada de dolor que le causó el evidentemente disgustado saludo de Daniel. A pesar de que ahora iban en el mismo salón, sus esfuerzos por acercarse a él habían sido infructuosos, en especial debido a que siempre tenía pegada como un chicle a esa estúpida omega, la odiosa Susana. La impertinente pendeja estaba todo el tiempo hablándole y juntándose con él para los trabajos en grupo o en parejas. Sabía que la chica no tenía ningún interés romántico por Daniel, y que no representaba una amenaza real, todo lo contrario, cada vez era más cercana al beta nuevo, Manuel. No obstante, nada de esto le impedía seguirle endulzando el oído a Daniel sobre el estúpido Julián Santos. Estaba claro que  consideraba a Daniel mejor partido que Alejandro y no lo podía ocultar. Necesitaba hacer que Manuel la alejara de Daniel, aunque fuera un poco, y necesitaba hacerlo con mucha sutilidad y rapidez. Daniel y él no avanzarían nada si esa estúpida seguía interfiriendo y si dejaba pasar más tiempo, estaba seguro de que los sentimientos de Daniel por ese omega baboso se harían cada vez más y más fuertes. En especial cuando el omega tuviera su primer celo.

   “Escuché cuando le decía a Zully que posiblemente fuera antes de un mes”, fue la información que le dio Jaime esa tarde. Tener a su amigo vigilando en el otro salón era una ganga que no iba a desaprovechar. Su plan para darle celos con Alejandro había fracasado así que no le quedaba más remedio que usar esa desesperada alternativa.

   “Memoria hormonal”

   —Lo siento, Dan. Es que perdí la guía de sociales y como sabes mañana toca entregar el prerrequisito. Eres quien vive más cerca de mi casa y mis padres no me podían traer así que tomé el autobús y vine acá. Espero que no te moleste.

   La ligera mueca en la boca de Daniel mostró que exactamente le pasaba lo contrario. En realidad no quería ser un grosero, pero no lo podía evitar. Ver a Andrés allí, en su casa, tan como si nada y usando todavía el calificativo con el que solía llamarlo cuando aún eran novios, le producía un molesto sabor de boca.

   —Está bien, pasa. Puedes copiar las preguntas. No hay fotocopiadoras abiertas a esta hora.

   ¡Exacto! No las había. Y esa era justamente la razón por la que había ido a esa hora, pensó Andrés con una mueca torcida mientras subía las escaleras con rumbo a la habitación de Daniel.

   Entrar a esa habitación era requisito indispensable para que su plan diera resultado. Acudir a la memoria hormonal  no era algo que funcionara todo el tiempo. Pero en chicos inestables y en crecimiento sí podía resultar. Acudir a los recuerdos a través de las feromonas, quisiera Daniel o no, iba a tener un impacto en su psiquis. Por más que ahora no quisiera verlo ni en pintura, ninguno de los dos podía quitar el hecho de que en esa habitación, durante un viaje de los padres de Daniel y un turno de Sofía, Andrés le había entregado su virginidad a Daniel  y ambos habían pasado una noche increíble.

   Los recuerdos permanecían allí, intactos en su mente, y merodeando entre aquellas paredes. Sólo necesitaba entrar allí de nuevo, esparcir sus feromonas sutilmente en ciertos lugares y esperar a que un nuevo celo de Daniel las activara.

   Su olor volvería en oleadas a la mente de su chico y se juntarían con sus recuerdos y su necesidad por el calor del celo. Daniel lo buscaría sin poder resistirse… era imposible que se resistiera. Le reprocharía, por supuesto. Pero también volvería a recordar lo felices que podían ser y esa era lo que necesitaba. Daniel había permitido que el mal recuerdo de la ruptura bloqueara todos los otros recuerdos bonitos que también habían compartido.

   Eso era lo que sentía que no los dejaba volver a empezar. Y eso era lo que quería cambiar.

   —Entra… perdón por el desorden, pero no esperaba que viniera nadie a esta hora.

   —No te preocupes —anotó bajito, tomando una camiseta tirada y colocándola en el perchero de la esquina.

   Fue allí donde justamente dejó su primera carga de feromonas.

 

 

***

 

   Al regresar a casa, lo primero que Julián escuchó fue la voz de su madre informándole que Alejandro lo había llamado un par de veces. Ernesto besó los labios de su esposa y contestó con un largo suspiro a la pregunta de cómo había ido todo en casa de los Presley.

   —Es complicado —dijo el omega, inmediatamente después, dando un beso de buenas noches a su familia. Julián se despidió también y entró a su habitación. Antes de desvestirse tomó el auricular del teléfono y marcó a casa de Alejandro. No estaba seguro de llamar tan tarde pero quería oír la voz de su novio antes de irse a dormir, y contarle a grandes rasgos todo lo ocurrido en casa de William.

    Para su fortuna, fue el propio Alejandro quien descolgó el teléfono, ahorrándole la vergüenza de tener que hablar con alguno de los señores de la casa a esas horas. La voz del Alpha estaba un poco adormilada, seguramente al estarse quedando dormido en el sillón de juegos del precioso Pen house que Julián ya había tenido ocasión de conocer en un par de ocasiones.

   Se estiró en la cama y sonrió. Esa voz era todo lo que necesitaba escuchar para tranquilizarse.

   —Hola.

   —Hola. —Alejandro se espabiló por completo al oír la dulce voz del omega. Su juego de Street figthers seguía prendido en la televisión a través de su consola de videojuegos, pero de inmediato la apagó, no queriendo escuchar nada que no fuera esa suave y aterciopelada voz.

   Desde hacía varios días, Alejandro sentía unos deseos irreprimibles de estar cerca de Julián. No soportaba estar alejado de su calor; de su magnífico y delicioso aroma.

   Era una locura. En clases podía olerlo a pesar de las muchas filas de sillas entre ellos y el resto de los olores circulantes de los demás alumnos. Su olor había cambiado. Lo intoxicaba a un nivel estratosférico y le producía una abrumadora necesidad de mantenerlo protegido, mimado y arrullado en sus brazos.

   No podía evitarlo. Se suponía que iba a terminar su relación con él. Se suponía que iba a dejarle conocer sus verdaderos sentimientos por Daniel y a dejarle claro que a pesar de lo mucho que le gustaba, Daniel era su verdadero y único amor.

   Pero no podía.

  No podía hacerlo.

   Lo estaba matando la situación y sabía que Daniel debía estar confundidísimo, pero no podía evitarlo. Era algo que iba más allá de él. Algo profundo que vibraba desde sus más primitivas células. Desde el más primario enlace de ADN.

   Quería cogerse a Julián. Duro y mal. Quería ponerlo sobre su cama, sobre el pupitre, sobre los adoquines de la pileta. ¡Donde fuera! Quería desnudar ese cuerpecito pequeño y caliente y joderle hasta las más recónditas entrañas antes de clavar sus dientes en su cuello y marcarlo como suyo. Su sola voz tenía a su miembro duro y saltando como si saliera de una cajita de sorpresas y la comparación lo hizo sonreír por lo bajo. Al parecer era el único en sentirse así, ya que Julián no había mostrado ninguna aparente cambio ni ninguna necesidad extraordinaria los últimos días. Tampoco lo habían hecho Daniel ni Zully, aunque este último estaba tan atolondrado por las feromonas de William que era un caso aparte.

   Tenía que parar eso, necesitaba hacerlo antes de que las cosas se descontrolaran mal. Bueno, más mal de lo que ya se habían descontrolado. Y tenía que hacerlo rápido.

   —Entonces… ¿tu papá y tú no esperaron hasta la llegada de Zully?

   Julián negó con la cabeza y luego lo hizo en voz alta. Habría querido quedarse a ver qué pasaba con la llegada de los Almanza a casa de los Presley, pero por recomendaciones de los mismos Almanza era mejor que no hubiera más omegas en el lugar cuando Zully llegara. Su pobre amigo estaba completamente descontrolado y aunque estaba sedado, lo que pudiera pasar en el momento en que lo pusieran junto a William era algo que nadie podía anticipar.

   —Pobre Zully… no es justo que le esté pasando esto. Con las regionales tan cerca. Esto seguro de que William tiene grandes chances de clasificar aunque no entrene nada esta semana, sin embargo no puedo decir lo mismo de Zully.

   Alejandro estuvo de acuerdo. William entrenaba a diario por lo que su cuerpo estaba en óptimo rendimiento a pesar de los procesos hormonales que había soportado en el último mes. No obstante, Zully distaba mucho de ese nivel y no sabían si podría estar a la altura con tan poco tiempo para prepararse.

   —Tenemos que lograr que nuestro equipo clasifique —anotó Alejandro, acomodándose en el sillón en busca de una mejor alivio para su molesta erección—. Si logramos clasificar por encima del otro equipo de la escuela, luego podremos prepararnos juntos y bien para la segunda etapa de las regionales. Luego de eso tendremos varios meses antes de que lleguen los juegos nacionales. Y por Dios que tenemos que estar listos.

   —Quisiera ser tan bueno como para clasificar hasta ese punto —jadeó Julián despacito, produciendo un estremecimiento placentero en su interlocutor—. ¿Crees que puedas ayudarme a llegar hasta ese nivel, mi amor? ¿Lo harías?

   Alejandro estranguló un gemido placentero. El tono de voz usado por Julián para pedirle ayuda lo estaba matando. Tan dulce, necesitado y sensual a través del tubo del teléfono, en la soledad de su sala y a esas horas era demasiado para su pobre autocontrol. Necesitaba tocarse mientras lo escuchaba suplicarle que lo entrenara. Necesitaba aliviarse mientras imaginaba que era esa dulce boca que le hablaba la que lo hacía.

   —Bebé… bebé, ¿estás en tu cuarto?

   Julián hizo un ruidito de sobresalto ante la pregunta. La implicación escondida en ella era evidente. El tono usado por Alejandro también.

   Julián lo había notado desde hacía días. El apego; la necesidad, la búsqueda más estrecha de contacto por parte de su novio. Aún faltaba para el siguiente celo del Alpha así que no era eso lo que estaba pasando. No le disgustaba, pero sí le asustaba. La necesidad de Alejandro era intensa pero carecía de la sensibilidad romántica de los días anteriores. Ahora podía sentir algo más primario en sus emociones; algo crudo y básico.

   Algo que lo atemorizaba.

   —Es tarde, lo siento. Ya tengo que colgar —dijo apresuradamente antes de mandarle un beso a través del auricular—. No olvides la tarea de matemáticas de mañana. Te amo.

   Con una réplica atorada en sus labios, Alejandro se quedó con el tono de corte en la línea y con un doloroso bulto en sus piernas. ¡Joder! La había cagado. Julián había descubierto sus intenciones y lo había asustado. ¡¿Y cómo no lo iba a asustar?! Había usado un tono de demanda sexual Alpha en su voz y lo había hecho ante un omega que aún desconocía el celo.  

   ¡Rayos! ¡Era un imbécil! ¡¿Cómo había podido hacer eso?! Le daba sermones a Zully pero él estaba peor.

   Era un desastre… un completo desastre.

   Tenía que encontrar la forma de parar.   

 

 

   Continuará…

  

 

  

 

 

 

 

 

  

 


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