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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

  Hola, ¿cómo han estado? 

  Un placer volver a saludarlos. 

  Sigo sana al igual que mi familia. Espero que siga así y ustedes tambien lo estén. 

Un abrazo y ya saben. Si puedes, quédate en casa. 

   Capítulo 21.

   Orgullo y culpa. 

 

      Los Almanza se veían realmente aturdidos por toda aquella situación. De la pareja segura y confiada que conocieron en la reunión de padres, poco o nada quedaba. Fabriccio tenía unas ojeras enormes bajo sus grandes y expresivos ojos oscuros y una mancha líquida cubría una gran zona de su pecho, justo  sobre su pezón derecho.

   Lactancia. Sí, eso era, pensó Oliver al notarla. Al parecer, el pobre hombre había salido de casa  tan azorado que ni extraerse la leche para su bebé había recordado. Traía a la pequeña criatura dormida en sus brazos mientras su marido cargaba en los suyos al mayor de sus hijos… al meollo de aquel conflicto… al famoso Zully.

   —Lo siento por haber traído a mi hija también, pero no teníamos con quien dejarla. Suelo trabajar desde casa por lo que no tenemos niñera.

   Oliver asintió, restando importancia a la presencia de la pequeña niña. Era una gordita, rosada y adorable. Aún tenían la cuna de las gemelas en el cuarto de las niñas, así que la niñera podía arreglarla para acomodar a la bebé. Luego de dejarla acomodada y dormida, Brandon condujo a los demás a un salón de reuniones y los Almanza acostaron a Zully en un mullido sofá mientras explicaban qué era lo que les había recomendado el pediatra en su última llamada. Brandon y Oliver escucharon atentos mientras los empleados  de la casa caminaban de un lado a otro, crispados, comprendiendo la situación solo en parte. Era algo nuevo para todos, ver a tantos desconocidos en un solo día. Por lo general, los Presley sólo tenían gente extraña en casa cuando realizaban sus fiestas sociales o recibían a algún inversionista extranjero.

   —… entonces, eso fue lo que sucedió.

   —Sí, ya veo.

   Oliver asintió, entendiendo mejor lo que había sucedido. William ya le había contado a Brandon una parte de la historia, pero lo de la perdida de la medicina de Zully no les había quedado claro. El día de la reunión de padres, algo habían escuchado sobre el tratamiento hormonal de ese chico, sin embargo, no sabían sobre el hecho de que hasta hacía apenas unos meses atrás, Zully Almanza había vivido como un omega.

   —Sentimos que… que no lo ha llevado muy bien, ¿saben? —anotó Fabriccio, estirando la mano para acariciar un mechón de cabellos rubios de su hijo—. Tuvo que dejar su anterior escuela, a sus amigos. Tuvo que empezar a colocarse unas inyecciones que lo llenaron de hormonas en muy corto tiempo. No pensamos que esto sería tan traumático para él. De verdad, hemos querido ayudarlo y entenderlo pero se nos ha salido de las manos. Ya no sabemos qué hacer.

   El sollozo de Fabricio fue recibido por el ancho pecho de su esposo. Al voltear su rostro, Brandon pudo observar un amplio rasguño que cubría parte de su cuello y que hasta ese momento había estado cubierto por su cabello. Sus ojos miraron interrogantes al otro Alpha, Leandro, en busca de una explicación. Este se la dio con un asentimiento de cabeza.

   —Fue Zully. Lo hizo esta noche —dijo, mirando a su niño con una tristeza inaudita en sus ojos—. Nunca antes nos había levantado la mano a ninguno de los dos. Era un niño tan dulce. Es como si estuviese poseído por algo. Cuando se descontrola su mirada cambia, su postura cambia; el poder de sus feromonas se vuelve terrible. Cuando escuchó a su papá hablando a la escuela para pedir su retiro se puso como loco y lo atacó. Lo golpeé. —Un nuevo sollozo de Fabricio y todos repararon en el moretón rojizo y la ligera hinchazón que ya se empezaba notar en el rostro de Zully—. Lo golpee fuerte, como nunca lo he golpeado. Tuvimos que darle una dosis tripe de sedante para tenerlo como está ahora. Dios mío, fue horrible.

   —Dios mío.

    Oliver se puso de pie y se paseó por la sala de un lado al otro. Brandon le tomó la mano y se la besó. William era su hijo de vientre por lo que, Oliver sentía un instinto más fuerte de protección hacia él. Permitir que un chico tan claramente fuera de control se le acercara, aunque fuera sedado y vigilado, era algo que le iba a costar horrores permitir.

   —Por favor… —suplicó con un gemido lastimero Fabriccio—. Por favor, dejen que lo vea. El pediatra nos dijo que sólo las feromonas de su omega lo pueden calmar en este momento. Ya no podemos darle más medicina o podríamos matarlo. Zully es mi niñito, mi dulce bebé. Por favor.

   El llanto del acongojado Alpha estremeció a Oliver. Casi pudo sentir su dolor cuando recordó el día en que William le confesó que se había intentado suicidar en el mar. Comprendía ese dolor; esa  sensación de ineptitud, de haber fallado; de no ser suficiente. Llamando a Emilia ordenó traer un poco de agua para los nervios del pobre hombre y una vez estuvo más calmado, Leandro tomó en brazos a Zully y todos salieron de aquel salón.

   William estaba profundamente dormido. Sus feromonas eran tan fuertes que llegaban a marear. Oliver y Brandon al ser sus padres no se veían afectados de una manera sexual pero Fabriccio y Leandro sí. No al punto de que sus anatomías reaccionaran ni sus psiquis se alteraran, pero sí al grado de sentir una agradable sensación de confort y ganas de quedarse respirando ese dulce aroma por siempre.

   —Es increíble —se estremeció Leandro, arrullando un poco a Zully quien ante el intenso olor de inmediato se intentó despertar—. Calma, amor; calma. Todo está bien.

   —¿Dónde lo ponemos? —preguntó Fabriccio, mirando el lado vacío de la cama de William.

   —Justo allí —señaló Brandon, siguiendo con la mirada al otro Alpha—. Tenemos unas sábanas muy suaves que podemos usar como inmovilizadores. El pediatra les explicó que tiene que estar amarrado, ¿verdad? Porque antes de que llegaran llamamos a nuestro médico de familia y eso fue lo que nos dijo.

   Leandro y Fabriccio asintieron. Era doloroso pero  no podían abusar de la ayuda que les estaban brindando esos hombres. Zully estaba demasiado fuera de control como para que los Presley aceptaran dejarlo dormir junto a su hijo sin ninguna seguridad ni restricción. Eso ya sería demasiado pedir.

   —Dad… daddy… —se empezó a remover William entre sueños, llamando a su papá Brandon. El susodicho se acercó y le acarició el cabello antes de depositar un beso en su frente. Al momento, Zully se removió y gruñó, sintiendo la cercanía de otro Alpha junto a su omega a pesar las altas dosis de tranquilizantes que corrían por su sistema.

   —¡Wow! —sonrió Brandon, tras escuchar el gruñido—. Creo que tenemos un Alpha bastante territorial aquí —advirtió, mirando de nuevo a su hijo dormido—. Ni Fabián fue tan posesivo.

   —Fabián era el novio de William, ¿verdad? —inquirió Leandro, pasando el primer nudo por la muñeca de Zully.

   —Así es —contestó esta vez Oliver—. Era un chico maravilloso, pero su familia decidió romper el compromiso cuando supieron que Will es un omega. Zully también parece ser un gran chico; no se apuren.

   Los cuatro padres se miraron a los ojos. En el fondo, todos sabían que lo que estaban haciendo era el inicio de la aceptación de lo que ocurriría luego. William y Zully eran una pareja de alta compatibilidad y ya era tarde para separarlos. Ni siquiera los propios afectados iban a poder negar por mucho tiempo la intensa atracción que estaba destinada a pegarlos como polos opuestos.

   Iba a ser una relación tan complicada que la supervisión iba ser estrictamente necesaria mientras se estabilizaban. Lo peor era que se venían unos celos terribles para ambos, ya que por desgracia hasta que no estuvieran estables la posibilidad de que los pasaran juntos era completamente irresponsable.

   —¿Qué edad tiene Zully? —preguntó Oliver de repente, reparando por completo en el chico una vez que hubo quedado restringido y acomodado junto a William.

   —Diecisiete —respondió Leandro, pasando un brazo por los hombros de su pareja—. Cumple los dieciocho a mediados de año. 

   —En ese caso y teniendo en cuenta todo lo que le ha pasado supongo que todos sus celos los ha pasado solo —volvió a interrogar el anfitrión. 

   —Por supuesto —asintió Fabriccio—, sólo tuvo un celo antes de que descubriéramos su condición de Alpha y fue tan anormal que por eso nos dimos cuenta de que algo estaba mal con él.

   —¿Qué ocurrió? —preguntó Brandon

   —¿Qué no ocurrió? —respondió Leandro, riendo bajito—. Los veinte omegas que compartían su salón de clases se le echaron encima y casi lo aplastan. El pobre corrió aterrorizado sin entender porque sus amiguitos se le restregaban como gatos. Su cuerpo no sintió ninguna necesidad sexual por ninguno de ellos, él no reconocía feromonas y le costaba emitirlas con claridad. Se desarrolló tarde pero el pediatra nos había dicho que era por estar algo bajo de peso para su edad. Luego de ese celo, sus feromonas se manifestaron más abiertamente y eran claramente de Alpha. Estábamos en shock.

   —Bueno, creo que ahora el problema es todo lo contrario, ¿no? —suspiró Brandon, abriendo el gran sofá donde se turnarían para vigilarlos durante la noche.

   —Con respecto a William, queremos saber si ustedes… bueno… si ustedes tomaron precauciones también —inquirió Fabriccio algo avergonzado, pero no dispuesto a evadir el tema.

   —¿Te refieres a anticoncepción? —preguntó Oliver, buscando unas sábanas.

   —Sí —asintió Fabriccio—. Me refiero a eso.

   Oliver asintió. Mientras organizaban las sábanas y almohadas les contó del gran berrinche que William le había hecho por eso mismo. Pasó días quejándose que no podía nadar bien por culpa del implante y que le daba dolor de cabeza. Finalmente se había rendido y dejó de molestar con el tema. Bien por él porque no se lo iban a quitar por nada del mundo. Y ahora menos.

   —¿Saben que en este tipo de parejas las probabilidades de impregnación en el celo son altísimas a pesar de los anticonceptivos? —alzó una ceja Leandro, mirando al resto con preocupación.

   —¿Qué quieres decir?

   —Quiero decir que mañana, cuando despierten, tendremos que tener la tan vergonzosa charla con los chicos, señor Oliver. Si los vamos a dejar salir como pareja, tendrán que prometernos que serán responsables con su sexualidad y que usarán protección fuera o dentro del celo. No se podrán confiar solo por el aparato anticonceptivo de William. Tendrán que usar condones.

   —William nunca tuvo relaciones sexuales con Fabián —dejó claro Oliver, mirando a su hijo—. No estoy seguro hasta que base llegaron, pero estoy seguro de que William sigue siendo virgen.

   —Zully nunca ha tenido un novio siquiera —anotó Fabriccio, encogiéndose de hombros—. No sé ni siquiera si ha besado a alguien.

   Los cuatro padres suspiraron mirando a sus hijos. El camino que les esperaba iba a ser largo y difícil de transitar; lleno de piedras. William y Zully eran un verdadero desafío no sólo por el tipo de atracción que sentían sino porque por pura casualidad, ambos habían resultado ser del género opuesto al que desde pequeños pensaron. Una situación sin precedentes que los dejaba a todos en una incertidumbre completa.

   William se removió y Zully también. Aún en medio del sueño, sus cuerpos se buscaban y se anhelaban. William se dio media vuelta y Zully quedó frente a él; sus rostros quedaron a pulgadas de distancia recibiendo muy de cerca las respiraciones del otro. Una sonrisa tranquila se formó en sus rostros y dos gemiditos de placer cortaron el silencio de la habitación. Los cuatro Alphas sonrieron. Realmente eran adorables.

   —Va a ser muy interesante ver la cara de la gente cuando sepan cual es el Alpha y cual el omega —sonrió Leandro, acomodando la colcha en el sofá.

   —Sólo por un tiempo —lo codeó gentilmente Fabriccio—. En unos meses, Zully estará desarrollado del todo y entonces parecerán una pareja de Alphas.

   —Bueno, creo que entonces todos estamos de acuerdo en dejarlos seguir adelante con esta relación, ¿verdad? —se encogió de hombros Oliver, mirando a Brandon.

   —¿Tenemos elección? —inquirió el susodicho.

   —No… no la tenemos —respondieron todos.

 

***

 

   Zully despertó con el olor más agradable del mundo penetrando sus fosas nasales. El embote provocado por las drogas empezaba a dejar sus sistema poco a poco, devolviéndole la orientación y la nitidez de pensamientos. Todo el strees y malestar que había tenido antes parecía haberse diluido en un almizcle de aromas cítricos y dulces; su combinación favorita. Los ojos más azules y hermosos que recordaba conocer estaban abiertos frente a él y le miraban curiosos, llenos de una intensidad que le traspasaba. Zully quiso estirar la mano y tocar el rostro de William, pero una inesperada restricción se lo impidió. William quiso hacer lo mismo pero en su caso fue otra mano, apresando su muñeca, la que lo retuvo.

   Ambos chicos gimieron y se retorcieron, pero de inmediato, en cosas de segundos, los cuatro Alphas que los vigilaban estaban sobre ellos. William miró a Oliver, confundido, pero éste le sonrió y le besó en la frente. Zully tiró de nuevo de sus restricciones y gruñó un poquito, pero se tranquilizó cuando su padre se acercó y comenzó a desatarlo.

   —Tranquilos, chicos. Todo está bien, ¿vale? Vamos a soltar a Zully y a hablar, ¿entendido? ¿Ya  despertaron del todo?

   Asintiendo, William miró a Zully quien asintió también. Una serie de imágenes confusas atravesaban sus mentes y ciertos recuerdos borrosos del día anterior les inquietaban. Zully abrió mucho los ojos al recordar el incidente con su padre y su mirada buscó el cuello de su papá Fabriccio, mirándolo con vergüenza y dolor.

   Se sentía terrible. Nunca antes se había ni siquiera planteado la posibilidad de alzarle la voz a sus padres y muchísimo menos la mano. No podía creer que hubiera hecho algo así. No podía creer que hubiera lastimado al papá más dulce y maravilloso que existía.

   Su papá Fabriccio.

   —Papá… papá, yo…

   —Shhh… tranquilo —lo tranquilizó Fabriccio, colocándole un dedo en los labios antes de sentarse en la cama—. No hablemos de eso ahora, ¿bueno? ¿Cómo te sientes? ¿Estás más tranquilo?

   —Sí… si, eso creo. Pero… no entiendo. ¿Qué hacemos aquí? ¿Cuándo llegamos?

   —Es una larga historia, kid.

   Brandon se cruzó de brazos frente a la cama y Oliver comenzó a explicarles todo. William y Zully escucharon atentamente, mientras un sonrojo enorme cubría cada vez más y más sus rostros. Decidieron que lo mejor era que Zully se quedara allí hasta que su celo pasara y sus hormonas volvieran a estar más estables. William por su parte iría a la escuela y traería las tareas para Zully después de los entrenamientos. Podían hacerlas juntos en la noche mientras Leandro, Brandon Y Oliver los vigilaban.

   —En ese caso, yo volveré con la niña a casa —dijo Fabriccio, tomando sus cosas. Brandon le había prestado una camisa para que no se fuera todo sucio de leche y el hombre se lo había agradecido con una avergonzada sonrisa.

   —¿Quiere que lo lleve? —ofreció Oliver, mirando su reloj. Podía llevarlo antes de dejar a William en la escuela y de paso podía llegar a su oficina a buscar unos papeles. Ahora que él y Brandon se habían reconciliado, su idea de irse de vacaciones había quedado aplazada y lo mejor era no descuidar sus negocios.

   —Se lo agradecería —aceptó Fabriccio, dando un enorme beso de despedida a su hijo mayor antes de salir—. Volveré mañana en la tarde un rato, ¿vale? —. Te amo, bebé. Vas a estar bien.

   —Yo también te amo —respondió Zully con una mirada de tristeza imposible de evitar. Leandro besó a su esposo y luego miró a los chicos. Brandon miró a Oliver y este asintió. Todo el mundo con excepción de William y Zully salió de la habitación. Era obvio que los habían dejado a solas con el propósito de que hablaran más íntimamente y se confrontaran ante lo sucedido. Iban a estar atentos de todas formas y sólo les darían algunos minutos, pero era necesario que hablaran.

   —Yo… yo lo siento mucho —empezó William, bajando la cabeza—. Me has advertido mil veces que no te confronte pero sigo sin poder hacerlo. ¡Soy un tonto! Solo… solo quiero que no te alejes. Quiero estar cerca de ti.

   —Yo también quiero estar cerca de ti —remarcó Zully—. Sé que son nuestras hormonas hablando, pero… pero no me importa.

   —¿En serio no te importa? —presionó William.

   —¿Te importa a ti? —devolvió Zully.

   —Pensé que lo hacía —gimió William, acercándose más—, pero es una mierda. No me importa un comino porqué me siento como me siento —aceptó por fin—. Nunca me sentí así con Fabián. Quiero besarte, enclenque. Tan mal que no puedo respirar.

   —A la mierda todo —Zully estiró sus brazos y de un movimiento atrapó el cuello de William, sellando sus labios juntos. No sabía muy bien qué hacía ni cómo lo hacía, solo sabía que necesitaba y debía hacerlo. William lo abrazó de vuelta y profundizó el beso. Era claro que era él el de la experiencia allí.

   —No sabes besar, enclenque —le dijo riendo, tomando la otra boca de nuevo—. ¿Acaso es tu primer beso? —preguntó.

   Las mejillas de Zully se colorearon de carmín, pero el Alpha, testarudo, negó con la cabeza. Los azulísimos ojos de William brillaron con diversión y sus feromonas vibraron de placer. Ser el primero de su Alpha definitivamente era algo que le encantaba.

   —Sí  que lo es —lo presionó más entre sus brazos—. ¡Vamos, dilo! ¡Di que lo es!

   —¡Esta bien! ¡Está bien! ¡Lo es! Es mi primer beso —masculló Zully, con un puchero—. Qué pesadito.

   —No te preocupes, te enseñaré —afirmó William, alzándole el mentón—. Solo tienes que usar esta —dijo, tocando su lengua—. Abres la boca, la sacas un poco  y la acaricias con la mía. Es fácil.

   Y sí que lo fue. No solo fácil. Parecía natural. Tan natural como respirar, comer o dormir. Zully abrió la boca, dejó que William acariciara sus labios y su lengua. Era tan cálido y delicioso que no quería separarse jamás. Se volvieron a abrazar, acomodando sus cuerpos para mayor comodidad. Zully se acopló cada vez más, encontrando finalmente el impulso dominante. William gimió cuando lo sintió y calor líquido corrió entre sus muslos. Gimió ante la creciente necesidad que se instaló en su piel y una electrizante sensación lo recorrió desde la punta de los pies hasta la cabeza.

   —Joder… —jadeó Zully, con su Alpha aprendiendo por instinto. Avasalló a William de un movimiento, cayendo sobre él. William se lo permitió, separando sus piernas, permitiendo a Zully devorar su boca. La humedad se filtró de nuevo entre sus piernas, pero esta vez, vino acompañada de un espasmo brutal que se concentró en medio de su cuerpo, liberándose en un intenso latido. William se arqueó y aunque en su parte frontal, su miembro aún estaba medio flácido, estaba casi seguro. Aquello había sido un orgasmo.

   —Oh, por Dios —resopló, sintiendo aún abrumado, el relajante placer de las réplicas.

   —¿Qué pasó? —preguntó Zully, olisqueando fascinado el olor embriagante de la lubricación de William—, Tú… ¿Tu tuviste…?

   —Eso creo —afirmó William, aún agitado, tocando su miembro—, pero no por aquí.

  —Los omegas tienen varios tipos de orgasmo —aseguró el Alpha, poniéndose todo colorado—. Ahora sé por qué nunca lo pude experimentar.

   William tomó los cabellos de Zully y con delicadeza los separó de su frente, buscando sus ojos. Miró con pesar el golpe en su pómulo. Estaba claro que como omega, su Alpha también habría sido muy bello. La delicadeza de sus gestos, sus labios apetecibles y su mirada aguda pero dulce en el fondo, le daban un toque de misteriosa sensualidad. Delineó sus facciones con sus dedos y le acarició los labios, separándolos.

   Zully atrapó un dedo y lo mordisqueó. El Alpha en él emergía de a poco. Bravo y salvaje. Como un huracán.

   —Vas a ser un Alpha increíble, enclenque—dijo William, aspirando su aroma—. Lo vas a aceptar y lo vas a amar.

   —Suena como que ya te está gustando ser un omega —devolvió Zully, con una medio sonrisa.

   —Es posible —aceptó William—, si puedo tener orgasmos dobles.

   —Por favor… por favor, sal conmigo —suplicó Zully.

   —¿Tú quieres salir conmigo? —inquirió William.

   —Completamente —jadeó el Alpha.

   —¿Y te das cuenta que es sólo por la compatibilidad de las feromonas que lo quieres así?

   —¿Y  tiene algo de malo que así sea?

   —No lo sé. La verdad es que no lo sé.  

   ¿Tenía algo de malo? Posiblemente sí. Rayos, lo más probable era que sí. En ese momento, sin embargo, William pensó que al carajo todo. Lo podía intentar. Si había aceptado casarse con Fabián a sabiendas que no lo amaba, podía empezar una relación con Zully a sabiendas que eran las hormonas hablando por ellos. Todo era cuestión de perspectiva.

   Por lo menos esta vez al menos su cuerpo parecía en completa sintonía con sus acciones. Con Zully no tenía que forzarse por sentirse bien, correcto. Todo era natural, espontáneo; casi automático. No necesitaba convérsense de que estaba bien y que lo deseaba. Todo surgía casi de la nada.

   —Si fui tu primer beso, supongo que seré también tu primer novio —inquirió pícaro, acariciando el cuello desnudo del Alpha.

   —Así es —asintió Zully, agachando la mirada sin poder evitar un nuevo sonrojo—. ¿Fabián fue tu primero?

   —¿Mi primer qué? —preguntó William.

   —Tú primer beso.

   —Fabián fue muchas cosas —respondió, con un quiebre de voz—, pero eso te lo contaré cuando me invites a salir. ¡Mírate! Me besaste, dormiste conmigo y ni siquiera me has llevado a una cita —le reclamó con una sonrisa.  

   —Eso lo podemos solucionar pronto —sonrió de vuelta Zully—. Sólo no le vayas a decir a Julián que dormimos juntos porque no nos dejará en paz.

   —Julián estuvo aquí antes de que tú y tus padres llegaran anoche. Creo que ya deber saberlo todo.

   —¡Mierda! —gimió Zully—. Es el fin. Ya nunca más nos dejará de molestar.

   —Julián es adorable —sonrió William, recordando al chico—. Nunca ningún omega se me enfrentó como él. Es tan orgulloso de su género, tan feliz siendo lo que es. Hace estallar mi cabeza.

   —Tú haces estallar la mía —declaró Zully, con esa melosa dicción de enamorado que William estaba empezando a amar.

   —¡La única cabeza que va a estallar es la mía si no sales de la cama ya mismo, William! —exclamó en ese instante Brandon, entrando a la habitación—. Se te hace tarde y papá tiene que ir a la oficina de nuevo después de dejarte en la escuela. ¡Vamos! ¡Arriba! Y tú, Zully, puedes usar el baño del pasillo. Hay sábanas y toallas limpias. Tu padre y yo los esperaremos abajo para desayunar. ¡My God! Este cuarto apesta a feromonas y necesitamos airearlo un poco. ¡Dense prisa!

   William se paró de golpe y se metió a bañar. A pesar de que nunca había estado desnudo, algo de la humedad de su lubricación quedó sobre las sábanas y Zully estiró su mano para tocarla. Era casi incolora y algo viscosa; un poco más líquida que una jalea. La acercó a su boca y la probó. Un calor subió por su entrepierna. La idea de probarla directo de la fuente lo estremeció.

   Se sacudió, saliendo de la cama. Si seguía allí solo conseguiría calentarse cada vez más y no era lo indicado. Su corazón estaba tranquilo gracias a la nube de feromonas que flotaban a su lado, y ese  impulso violento que le ordenaba salir a buscar a su omega estaba de nuevo bajo control. William le calmó al aceptar salir con él. Estaba en lo correcto al presentir que la aceptación de su omega lo calmaría. Menos mal que William y sus padres lo habían aceptado por fin.

   Se bañó con calma, y se masturbó pensando en ese beso húmedo de minutos antes. Cuando los veía en la televisión, siempre le encendían un montón. Mucho más que las revistas de desnudos o el sexo en pleno, pero no se imaginaba que se sentían muchísimo mejor.

   William besaba fantástico. No podía compararlo con nadie pero estaba seguro que era muy bueno. Lo que no era bueno y le molestaba era cómo había adquirido esa experiencia. Iba a ser difícil encontrarse con Fabián en la escuela y no querer romperle la cara. La territorialidad era algo que también iba a tener que dominar si quería volver a la escuela con sus amigos.

   Por lo menos ya no parecía un loco. Odiaba pensar en la forma en cómo había lastimado a su papá.

   ¡Su papá!

   El hombre más bueno de este mundo.

   En fin… sentir la mente más despejada era todo un logro, pero ahora tenía que conseguir mantenerse cuerdo. Sobre todo en su próximo celo, estando tan cerca de William.

 

***

 

   Las clases del día fueron tan agotadoras y pesadas que William se salvó del esperado interrogatorio hasta el descanso. Julián fue el primero en saltarle encima para preguntarle dónde estaba Zully y por qué no había ido ese día a la escuela.

   Pormenores sexuales aparte, William les explicó todo, incluido el que Zully estaría unos días en su casa mientras sus feromonas se estabilizaban y que en breve volvería con ellos y con el equipo. Daniel no podía creer que los papás de William hubieran aceptado tan fácil el hecho de que William y Zully iniciaran una relación tan riesgosa como las de ese tipo de parejas tan raras. Era obvio que la situación de William les estaba haciendo ver la vida con una perspectiva diferente y eso le agradaba. Su amigo estaba feliz, se notaba. Y era tan irónico porque como el supuesto Alpha, del que tanto pregonaba, nunca lo había sido. William tenía el potencial para convertirse en un omega prestigioso y orgulloso de su género. Y eso era genial.

   —¿Entonces ya son novios?

   —¡Oye, Julián! ¡Eres un imprudente! —lo riñó Susana, dándole un codazo.

   —¿Por qué? —se defendió el omega, con un pucherito—, solo quiero saber porque fue lo que creo que entendí. ¿Es así, William?

   William asintió. Sí, en definitiva Zully y él eran novios. Tenían que serlo. Era casi una obligación que lo fueran. Podía sonar feo y hasta frio pero era la verdad. Su atracción por Zully era netamente biológica y hormonal. Un instinto guardado en sus genes desde que los hombres se irguieron y comenzaron a caminar. A él también le había parecido horrible en su momento, pero luego de ese beso, luego de todo lo que sintió con sólo estar en los brazos de su Alpha por apenas unos minutos. ¡Qué se jodiera el libre albedrio! El prefería lo que el destino, la naturaleza, la predestinación, la biología o como se llamara le había dado. Por primera vez en su vida, William sintió por completo el poder de su naturaleza omega y no la rechazó ni le disgustó.

   Era un omega… oh, sí. Y era genial.

   —Entonces, si Zully no va a estar listo para esta ocasión, ¿cómo vamos a organizarnos para la primera fase de las regionales? —preguntó Daniel, pensativo con un esfero en sus labios—. Sólo un equipo de la escuela podrá pasar y ese será el que continúe a la siguiente ronda.

   —Los tiempos lo definirán —se encogió de hombros William—. Lo que tenemos que definir es si participaremos en relevos. Participar en relevos nos puede dar una gran ventaja y bueno, teniendo en cuenta que Zully no podrá estar a tiempo entonces por los Alphas serán Alejandro y tú.

   —¿Y por los omegas? —preguntó Susana, mordiendo su dedo índice.

   —Bueno… —carraspeó incomodo Alejandro. No quería parecer injusto con los demás pero la realidad era que William estaba a otro nivel en ese grupo—, creo que William tiene que nadar. Tiene el mejor tiempo en estilo libre y ustedes mismos lo pudieron ver. Ahora sólo habría que decidir entre Julián y tú. Susana, tienes mejores tiempos pero nunca has competido en nada deportivo. ¿Cómo manejas los nervios y la presión?  

   —Yo prefiero que nade Susana —propuso Julián, sorprendiendo a todos—. Creo que unas cuantas semanas de entrenamiento más me darían el tiempo suficiente para ponerme a buen nivel, pero por lo pronto creo que no es bueno arriesgar la clasificación.

   —Estoy de acuerdo con Julián —apoyó William—. Clasificar en esta ronda debe ser la prioridad. Zully también podrá estar listo para una próxima ronda.

   —Tú personalmente te asegurarás de eso, ¿no? —le guiñó un ojo, Julián.

  —Tal como Alejandro lo hace contigo —le devolvió William, despeinándole el cabello.

   El timbre del final del descanso sonó en ese momento. William se quedó un poco rezagado para esperar a Daniel. Lo notaba desanimado y ya sabía cuál era el motivo. También se había dado cuenta de que Alejandro no dejaba de mirar embobado a Julián y ya casi ni prestaba atención al resto. Estaba convencido de que las feromonas cada vez más fuertes de Julián estaban siendo las responsables por ello, pero también estaban afectando a Daniel. Ya no podía saber por quién estaba más apesadumbrado su amigo, si por el reciente desinterés de Alejandro hacia él, o por su inocultable anhelo por Julián.

   En esas estaba cuando un repentino sonido lo sacó de sus pensamientos. ¡Era ese cretino otra vez! No lo podía creer. ¿Hasta cuándo lo iba a seguir molestando con eso? ¿Ladrarle como perro? ¿En serio? La broma ya estaba desgastada y era molesta.

   Cuando lo escuchó por tercera vez, volteó de repente y tomó al molesto chiquillo de la solapa de la sudadera. El chico era pequeñito y delgado; un omega entre los omegas. Lo odiaba con justa razón. Lo había molestado por años y ahora era justo que el chico quisiera vengarse. Podía comprender todo eso, pero que lo comprendiera no significaba que lo iba a aceptar. Cuadernos rayados, útiles perdidos, mensajes hirientes y hasta insectos muertos en su mochila eran cosa de todos los días. Estaba bien. Desde su regreso comprendió que las cosas serían así y las aceptó porque gracias a Julián y los demás chicos no estaba solo.

   Pero ya estaba bueno. Había aprendido la lección y no se iba a dejar matonear tan fácil. No era su estilo aunque se sintiera culpable. Los días de lloriquear por ser un omega habían quedado atrás y ahora iba a ser un nuevo William. Un William que iba a respetar pero también a exigir respeto. Una versión mejorada en todo sentido.

   —¿Será que me puedes dejar en paz y ahorrarte tu broma ridícula?

   —¡Suéltame! —chilló el muchachito, con los pies separados del suelo—. ¡Te odio!

   —¿Ah sí? Pues ponte en la fila —devolvió William, soltándolo—. Mira —suspiró—, me disculpo por todo lo que te hice pasar antes, ¿vale? Estoy consciente de que fuiste el omega al que más molesté. Entiendo que me detestes y no te pido que seas mi amigo ni nada de eso. Sólo déjame demostraste que he cambiado.

   —Me alegra que seas un omega. Ahora tú serás el fenómeno de feria —le devolvió el muchachito con todo el veneno que su hermosa voz podía lanzar—. ¡Mírate! Eres inmenso y grande, un omega grotesco. ¡Das asco!

   William frunció el ceño pero entonces el chico se fue, dejándolo con el amargo de aquellas crueles palabras. Felipe era su nombre y William recordó el día en que lo tiró a la piscina, diciéndole en la cara que quería comprobar si las “pulgas” sabían nadar. El chico salió de la piscina temblando, humillado y llorando mientras William le rompía en la cara su solicitud para entrar al equipo de natación: “Tal como pensaba, las pulgas no pueden nadar”,  recordó que le dijo aquel día. 

   Una vergüenza infinita lo embargó y entonces no pudo contener las lágrimas. Daniel lo vio en ese momento y de inmediato lo apartó hacia un lado del pasillo y lo abrazó.

   —Will… Will, ¿qué pasó? ¿Por qué estás llorando así?

   —Soy grotesco —contestó William, pensando no en el físico—. Soy un monstruo.

 

***

 

   —¿Se puede saber por qué usted tenía esto, jovencito?

   La coordinadora de grupo puso a la vista de Julián el frasco con las pastillas que Zully había perdido. Ante la queja de los padres del chico, la directora ordenó que todos los bolsos fueran requisados. Julián temblaba visiblemente. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¡El no había escondido las pastillas! ¡Jamás habría hecho algo así! ¡Zully era su amigo! Alguien había colocado aquello allí con el fin de perjudicarlo. Estaba seguro. La pregunta era… ¿Quién?

 

   Continuará…

  

  

 

 

  

 

 

 

 

 

  

 

Notas finales:

Gracias. Nos vemos.


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