Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cruel summer por Sherezade2

[Reviews - 105]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola. Bueno, creo que esta vez la inspiración me ha llegado más rápido. Espero que se vuelva costumbre.

   Capítulo 24

   ¿Eres un omega?

 

   El día tan esperado por fin llegó. Como todos los años el lugar estaba a rebosar de gente. Entre deportista, periodistas, jurados, patrocinadores, comitivas e invitados; el número de personas podía llegar perfectamente a las cincuenta mil.

   William estaba mirando a todos lados en busca de sus amigos. Oliver y Brandon lo estaban acompañando en esta ocasión. Durante años, William había participado de esos torneos, pero sus padres nunca estuvieron presentes en ninguna de sus participaciones. Ninguna en lo absoluto.

   —Wow, son. This is incredible. Y eso que apenas es la primera fase —se sorprendió Brandon, recorriendo el lugar.

   Así era. En la primera fase sólo estarían presentes los deportistas distritales; es decir, los equipos que estaban inscritos para representar a los colegios de la capital. Los institutos de los municipios menores o zonas rurales serían convocados en una segunda fase cuya fecha se daría a conocer próximamente.

   William dio un rodeo por las zonas de inscripciones y entonces los vio.  Alejandro y Daniel estaban de pie junto a una de las mesas, seguramente esperando por su llegada. Alejandro estaba acompañado por sus padres y Daniel sólo por su papá. Felipe estaba también junto a ellos, aunque en su caso, él venía acompañado por otro chico menudo y casi de su misma estatura. ¿Un hermano? Era posible. Aunque no se parecían en lo absoluto.

   —Hola, chicos. ¿Acaban de llegar?

   Daniel se apartó de su padre y se acercó a William saludándolo con un gran abrazo. Se notaba nervioso a pesar de su vasta experiencia en estos eventos. Alejandro y sus padres también se acercaron a saludar; sin embargo, Rodolfo guardó su distancia y solo le obsequió un discreto y frio asentimiento de cabeza.

   William frunció el ceño. Los padres de Daniel siempre habían sido muy afectuosos con él en el pasado. Después de su celo, por desgracia, las cosas habían cambiado. William no era tonto. Lo notó desde el primer día en que marcó a casa de su amigo luego de su celo. El tono de Sandra aquél día fue arisco y distante; terriblemente frio. William chasqueó la lengua al recordarlo. Al carajo. Mientras Daniel no lo rechazara, sus padres le importaban una mierda.

   —Hola, Felipe. Gracias por venir y no dejarnos tirados. Hubiese sido una venganza perfecta.

   La sonrisita de William fue contestada por un blanqueamiento de mirada por pate de Felipe. La verdad es que nunca había pensado llegar tan lejos en todo aquello.

   Luego de lo ocurrido con Susana, Felipe estaba convencido de que lo que le había dicho a Julián había resultado ser verdad. Era demasiado certero para ser simplemente una mera coincidencia. Odiaba a William y su intensión había sido sembrar la cizaña entre sus amigos, por lo que jamás pensó que estuviera en lo correcto respecto a él.

   Fue por eso que apenas pudo llenó una solicitud de ingreso al club y la presentó a los chicos. La acogida inmediata que tuvo fue inesperada. Felipe esperaba desenmascarar a William allí mismo, seguro de que el chico no aceptaría su ingreso por más desesperado que estuviera. En su mente, William seguramente ya tenía a alguien, Alpha por supuesto, esperando para ocupar el lugar de Susana. No obstante, la alegría que se formó en el rostro de William cuando él mismo tomó la solicitud y la aceptó, fue algo que dejó a Felipe en shock.

   ¿Entonces, que era lo que estaba pasando allí? No entendía nada. Nada de nada. ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones de William? ¿Qué era lo que planeaba ese idiota? No se podía creer que ahora estuviera allí de pie, a punto de competir con ellos. No podía creer que estuviera haciendo equipo con el tipo que más detestaba.

   Pero no lo podía evitar.

   Por más que quiso no pudo dejarlos tirados. Las pocas horas que tuvo el día anterior para entrenar con ellos le terminaron de convencer de quedarse; le impidieron echarse atrás. Ese jodido equipo tenía un magnetismo y una energía muy especial. Alejandro y Daniel eran unos chicos estupendos y hasta el imbécil de William se veía feliz y exudaba una gran vibra junto a ellos.

   Menudo idiota. Ahora iba a competir con ellos y todo su cuerpo vibraba de anticipación. Quería ganar. Iba a mostrarle al pelmazo de William lo mucho que se había superado esos años a solas, con su entrenamiento particular. Algo de ello logró mostrarles antes de la competencia, pero todavía tenía más, mucho más para mostrarles.

   William iba a alucinar. Y fuere lo que fuere que William estaba planeando, lo iba a descubrir. Ya no era el mismo omega de años atrás. Las humillaciones, burlas y acosos lo habían convertido en alguien fuerte y duro. Esta vez, el perro de William no iba a salirse con la suya. Iba a demostrarle que hasta una pulga te puede joder si la subestimas.

   —¿Y no nos presentas a tu acompañante?

   La pregunta de Daniel lo sacó de sus cavilaciones. Mirándolos con curiosidad, el Alpha extendió su mano, ofreciéndola efusivamente al chico que los acompañaba. El acompañante de Felipe sonrió. Era lindo y elegante. Una preciosura de cabellos ocre. Tenía unas gafas de sol que escondían sus ojos, pero sus facciones eran finas y delicadas. Un omega; casi sin duda.

   —Oh, claro. ¡Qué pena! El es Camilo, mi novio —los presentó Felipe, con una sonrisa—. Camilo, ellos son mis compañeros del equipo de natación: Daniel, Alejandro y… y William.

   ¡Oh! El famoso William. Camilo miró a William y aunque su mirada estaba oculta tras sus gafas de sol, por su aura no quedaba duda de que en ese momento estaba fulminándolo con ella. William suspiró. Por supuesto que tenía que odiarlo. Era un omega y además el novio de Felipe.

   Bueno; otro más para la larga fila de “admiradores”.

   Alejandro y Daniel, por su parte repararon asombrados en la pareja. A diferencia de las parejas de dos Alphas, las relaciones sentimentales entre omegas eran rarísimas. No eran ilegales, por supuesto. De hecho, a diferencia de las relaciones Alpha por omega, tan perseguidas en el pasado, éstas nunca lo habían sido.

   Aun así eran raras. Muy escasas.

   —¿Y vendrán Susana y Zully? —preguntó Alejandro, avanzando en la fila de inscripciones. William asintió. Temprano había llamado a Zully y a Susana y ambos le dijeron que estarían allí sin falta. Zully había regresado a casa el día anterior y sus feromonas estaban completamente estables de nuevo. Susana tenía un yeso con el que tendría que permanecer un mes, pero ya estaba sin dolor y muy animada.

   —¿Y Julián?

   Daniel miró a William. Su pregunta parecía tonta pero no lo era. De alguna manera, los chicos esperaban que los padres de Julián hubiesen conseguido que por lo menos la directora le hubiese perdonado la restricción para asistir a la competencia. Ante el temor de entristecerlo en caso de que no lo hubiesen logrado, tanto Daniel como William decidieron esperar por si Julián los llamaba antes de la competencia, pero al no recibir ningún mensaje, dieron por hecho que el permiso no había sido logrado.

   Alejandro negó con la cabeza. Su caso era aún peor. Desde lo del incidente de días atrás, el pobre no se atrevía siquiera a llamar a casa de Julián; mucho menos visitarlo. Estaba esperando por una señal de parte del omega, pero esta parecía que no iba a llegar jamás. Daniel y William alzaron la ceja, extrañados; sin embargo no pudieron indagar más ya que en ese momento dos personitas muy esperadas se hicieron presentes junto a sus familias.

   Zully fue acaparado por sus amigos Alphas, quienes lo abrazaron hasta dejarlo sin aire. Estaban tan felices de verlo bien otra vez. Les había dado un susto de muerte a todos al creer que quizás iban a tener que cambiarlo de escuela. Era lindo verlo de nuevo junto a ellos, feliz y radiante. El Zully de siempre. William también lo saludó con una sonrisa. Zully se la devolvió con un guiño y luego se acercó a él y lo besó.

   La cara de todos se volvió un poema. En especial, las de Alejandro y Daniel. El beso fue tan espontaneo y casual que resultó obvio que no era el primero que se daban. William se encogió de hombros, interrogando a sus amigos con la mirada. Alejandro, Daniel y Susana solo negaron con la cabeza, estupefactos aún. Ok, ese par tenía cosas que contar. Muchas.

   —Muy bien, sólo para aclarar bien las cosas. ¿Ustedes ya son novios? —preguntó Daniel.

   William y Zully entrelazaron sus manos, asintiendo con seguridad antes de mirarse a los ojos y sonreír como tontos. Alejandro y Daniel alucinaban. Aunque días atrás ya se veían venir aquello, constatarlo con sus propios ojos era otra cosa.

   Aquel sin duda estaba siendo él día de las parejas raras. Por un lado, una pareja de omegas, y por el otro, un Alpha y un omega que parecían cada uno del género contrario al que realmente eran.

   Era supremamente genial. ¡Fantástico!

   —Siguiente equipo.

   La voz de la chica de la mesa de inscripciones salvó a la feliz pareja de tener que dar explicaciones en ese momento. Los chicos avanzaron entregando sus carnets escolares y entonces, uno a uno, fueron anotados en una hoja. Cuando la chica frunció el ceño, Alejandro se crispó, mirando al resto de sus amigos. Por la expresión de la joven era obvio que algo malo estaba pasando. La duda los carcomió por varios minutos en los que la chica se puso de pie y fue a hablar con el inscriptor de la mesa de al lado. Cuando volvió, su mirada se posó en Alejandro, quien se había presentado como el capitán y entonces negó con la cabeza.

   —Lo siento. Debe haber alguna clase de confusión. Tu escuela ya inscribió un equipo de natación hace un rato. Sólo puede haber un equipo por escuela.

   ¡Oh! Así que era eso. Alejandro asintió y, sacando una carta firmada por la mismísima directora, aclaró el problema de inmediato. El equipo de Luis solicitó formalmente a la escuela que fuera durante la primera fase de las regionales donde se midieran ambos equipos. Quería que jueces imparciales y certificados decretaran al equipo ganador. La directora habló con algunos jurados del evento y estos estuvieron de acuerdo. Acodaron una competencia de relevos para definir el cupo a la siguiente etapa.

   —Ah, ya veo —dijo la chica, validando el documento—. Sin embargo, seguimos teniendo un problema. El otro equipo inscribió un equipo solo de Alphas mientras que ustedes llenaron la solicitud como equipo mixto. Por regla, para que un equipo pueda considerase mixto es necesario que durante las pruebas participen sólo dos Alphas. Ustedes son tres Alphas y un omega. Las reglas me impiden inscribirlos así.

   —Oh, no hay problema —aclaró William de inmediato—. Yo no soy un Alpha; soy un omega.

   —¿Disculpa? —La chica se rió sin poderlo evitar; sus ojos reparando en William de pies a cabeza.

   —Dijo que es un omega —intervino Zully, frunciendo el ceño ante la evidente grosería de la joven.

   —Pues su carnet dice otra cosa —se encogió de hombros ella, evidentemente incrédula.

   —Es porque sus documentos de reasignación de género aún están en proceso y tardarán cerca de dos meses en validarse —habló esta vez Daniel, colocando una mano sobre el hombro de su amigo en señal de apoyo.

   —Así es. En el registro me dieron un certificado temporal —intentó de nuevo William, enseñando el papel—. Dijeron que por el momento eso me serviría para cualquier trámite.

   La chica negó con la cabeza. Según las reglas del comité organizador, sólo los carnets estudiantiles o de identificación servían para inscribirse en las competencias. No era la primera vez que alguien intentaba falsificar documentos o usaban feromonas sintéticas para engañar a los jueces. Era la primera vez, sin embargo, que lo intentaban hacer de una forma tan burda. Ese chico, ¿un omega?

   Sí, claro. Y ella era la sirenita.

   —Si no tienes un documento válido donde conste que de verdad eres un omega —dijo, mirándolo esta vez con absoluto desdén—, entonces hazte un lado que tengo que seguir inscribiendo a los demás participantes.

   —¿Qué está pasando aquí? —preguntó Oliver, acercándose a la mesa. Los demás padres lo siguieron y rodearon a los chicos. El resto de los participantes en la fila se crisparon y empezaron a reclamar. En menos de una hora se cerraban las inscripciones y la gente se estaba represando y molestando. Cuando otro padre de familia de la fila escuchó a qué se debía la demora, su risa y tono despectivo terminaron de caldear los ánimos. Brandon rodeó a William y lo abrazó; el pobre estaba temblando.

   —¿Será que pueden intentar hacer trampa de una manera menos evidente? ¡¿Un omega?! ¡¿Este?!

   —¡Este tiene nombre, imbécil! —exclamó Oliver, conociendo por primera vez el sabor de la discriminación.

   —¡Mis pelotas también tienen nombre! —replicó el tipejo—. Y ninguna de las dos se cree que ese muchacho sea un omega.

   —¿Podemos hablar con un organizador? —pidió Marcelo, dirigiéndose a la chica de la mesa.

   —Lo siento, pero…

   —¿Qué está pasando aquí?

   Todas las miradas se desplazaron hacia el hombre que acababa de llegar. En efecto, se trataba de uno de los organizadores del evento; un Alpha moreno y alto. Oliver lo reconoció de inmediato.

   —¿Gonzalo? ¿Gonzalo Saldarriaga?

   —¿Señor Oliver?

   Estrechando las manos de todos, el recién llegado se presentó. Era el socio principal del complejo donde se celebraba el evento y uno de los organizadores principales del torneo. Llevaba años haciendo negocios con las empresas de Oliver y se conocían personalmente desde hacía mucho tiempo. El altercado de minutos antes había llamado su atención y por eso se había acercado. Que uno de los involucrados fuera justamente uno de sus principales proveedores, fue algo que sin duda llamó poderosamente su atención.

   —¿Me está diciendo entonces que William está en proceso de reasignación de género pero sus documentos están aún en trámite? —preguntó, intentando tener todo el tacto del mundo. Aquello sin duda era una bomba. Siempre había escuchado que la familia de Oliver Giraldo pertenecía a una especie de elite social donde sólo se casaban entre Alphas puros. Un omega en la descendencia era una completa sorpresa.

   —Así es, Gonzalo —asintió Oliver—. Pero te aseguro que tenemos todas las pruebas. Puedo traerte los exámenes genéticos si es preciso.

   Gonzalo asintió y luego miró a la joven. La chica se encogió de hombros pero no dijo nada más. Detrás de ellos la gente empezó a quejarse de nuevo, pero el Alpha los ignoró, mirando a William.

   —Inscríbelos —ordenó segundos después, firmando un papel—. Me comprometo ante los demás jueces a entregarles los exámenes genéticos del muchacho antes de que empiecen las competencias —sonrió, dirigiéndose a Oliver—. ¿Está de acuerdo conmigo, señor Oliver?

   Oliver asintió, estrechándole la mano. ¡Por supuesto que estaba de acuerdo! Los había salvado.

   Mientras tanto, a sus espaldas, la gente de la fila comenzó a bufar y a realizar comentarios despectivos sobre contactos amañados y un largo etcétera, pero nada de eso pudo impedir la inscripción de los chicos. William sintió muchas miradas mordaces cuando cruzó el sitio para dirigirse a las piscinas y sólo la presencia de sus padres, de sus amigos y la mano de Zully, que nunca lo soltó, le ayudaron a seguir adelante con la cabeza erguida.

    Nunca…  nunca se había sentido tan acorralado en su vida, y mucho menos por decir la verdad.

 

 

***

   —¿Will? Will, ¿estás bien, amigo? No dejes que esto te afecte, ¿vale? La gente es muy insensible. No todos los omegas tienen que ser de estatura media y súper delgados. No todos tenemos que ser iguales.

   —Ya déjalo, Daniel. Basta ya —le pidió Zully, leyendo mejor la situación. Daniel tenía buenas intenciones, eso estaba claro; sin embargo, el momento no era el adecuado para discursos de autoestima. William estaba muy afectado por lo ocurrido y se veía cada vez más incómodo y molesto. Zully lo comprendía. ¡Carajo, si no lo hacía! ¿Quién mejor que él podía estar comprendiendo la situación de Will?

   —Creo que Zully tiene razón, Dani —intervino Alejandro, abriendo su mochila para sacar su bloqueador solar—. Nosotros no tenemos ni idea de esto. No sabemos lo que se siente y no tenemos derecho a decirle a William cómo se tiene que sentir. Lo que pasó allá fuera fue una mierda total. ¡Es gente fue horrible!

   —Esa gente es igual a lo que William solía ser. Juzgan por el aspecto y creen saberlo todo sólo con una mirada.

   Las palabras de Felipe silenciaron a todos. Sin el menor atisbo de condescendencia en la voz, estaba claro que el omega no pretendía ponerse en el papel de pañuelo de lágrimas de William, ni consolarle por lo ocurrido. William lo miró desde su asiento y por varios minutos no le contestó nada, simplemente lo observó. Cuando Felipe le apartó la mirada, creyendo que el cruce entre ellos había acabado allí, William se puso de pie y caminó hasta él.

   —Dilo —pidió, quedando de nuevo frente a frente con el omega—. Di que tú también piensas como ellos. ¡Tú también piensas que soy un jodido fenómeno de feria!

   Felipe lo miró de pies a cabeza. Sus labios formaron una sonrisa cruel.

   —Así es. Creo que eres un jodido fenómeno de circo.

  —¡Felipe!

   Daniel y Alejandro quedaron impávidos. Zully levantó una ceja.

   —Creo que eres un fenómeno de circo —repitió Felipe, alzando la mano para detener las increpaciones del resto de sus compañeros—. Pero recuerda que el circo tiene payasos y trapecistas —añadió, agudizando la mirada—. De lo payasos la gente se ríe; de los trapecistas se asombran. No puedes cambiar el ser un fenómeno de circo, William Presley. Tendrás que vivir con ello. Pero lo que sí puedes elegir es si te pintarás la cara para que la gente se burle de ti o si volarás por los aires para cerrarles la boca. Tú eliges.

   Y diciendo esto se dio media vuelta, tomó su toalla, su bloqueador y salió hacia las piletas de calentamiento. William y los demás se quedaron mudos y sin réplica.

   ¿Payaso o trapecista?, pensó William. ¿Qué iba a elegir?

***

 

   —¡No puedo creer que hayas venido! ¡Los chicos se van a poner tan felices!

   Dando saltitos en su sitio, Susana estrechó a Julián con su brazo sano. No podía creer que la directora finalmente le hubiera conseguido el permiso para asistir a las preliminares, pero la evidencia era irrefutable.

   Julián estaba allí, frente a ella.

   —¿Cómo hiciste para conseguir el permiso?

   —Nos lo debía —respondió Ernesto, quien se encontraba acompañando a su hijo—. Acusó a Julián y lo suspendió sin derecho a defenderse. Julia y yo aceptamos no escalar este incidente a instancias mayores si permitía a Julián venir hoy a ver a su equipo. Eso sí. Este jovencito sigue castigado. Y él sabe por qué.

   Susana miró a Julián y este le apartó la mirada, sonrojándose. Susana abrió la boca. No quería imaginar nada pero la expresión de culpa de parte de Julián era muy diciente. ¡Joder! Entonces… ¿aquello explicaba también la actitud extraña de Alejandro esos días? ¿Explicaba por qué estaba tan distante y abrumado?

   Por supuesto. Ambos eventos tenían que estar relacionados, estaba segura. Ese par se traía algo entre manos y lo que fuera que fuese había sido algo serio. Sólo esperaba que ello no terminara por afectar la relación del grupo y mucho menos la competencia que estaba a punto de celebrarse.

   No obstante, tenía un mal presentimiento.

 

***

 

   —Muy buenos días, señoras y señores. Sean ustedes bienvenidos al XVII intercolegiado deportivo regional. Como saben, de aquí saldrán los equipos que tendrán el honor de representar a nuestro departamento en las olimpiadas nacionales de este año. Espero que todos ustedes estén listos para apreciar un espectáculo de calidad, belleza y sobre todo juego limpio. En este, el complejo acuático, disfrutaremos de las disciplinas que se realizan en el agua. Natación, nado sincronizado, waterpolo y clavados; todas ellas serán las justas que presenciaremos aquí. Con ustedes, el director nacional del comité olímpico intercolegial nacional quien dará inicio a estos ilustres juegos. Señor, adelante; y sea usted bienvenido.

   Las tribunas se pusieron de pie ante la presencia del honorable Alpha. El himno nacional sonó tras bambalinas y el campeón departamental del año anterior, quien había logrado la medalla de oro en clavados, hizo los honores de encender la llama.

   Alejandro y los demás armaron filas junto a los demás deportistas. Las escarapelas de inscripción colgaban de sus cuellos y a pesar del calor tenían sus chaquetas de salida de baño puestas a fin de no enfriarse luego del calentamiento previo.

   Tres filas delante de ellos, el equipo de Luis también estaba formado y en espera del momento definitivo. Adriana estaba entre los participantes y al ver a William lo había saludado desde la distancia. Ella era el único miembro de su antiguo equipo que aún mantenía relación cordial con él. No era que William esperara que las cosas fueran diferentes o algo así; pero no por ello dejaba de ser molesto que el imbécil de Luis se estuviera llevando el crédito por un equipo por el que no había trabajado ni la mitad de lo que él lo había hecho.

   No era justo.

   —Ya no te apenes más. Ahora nadas con nosotros; los mejores.

   El guiño de Daniel y su arrogante actitud evocaron una sonrisa en la cara de William. Daniel no estaba subestimando a sus rivales, para nada; solo quería animarlo. Cuando el himno terminó y los protocolos de bienvenida cesaron, los jueces y organizadores se dirigieron a ellos para explicarles los reglamentos y el cronograma de eventos. Primero competirían varias escuelas públicas y luego las privadas. El duelo entre el equipo de Alejandro y el de Luís sería el quinto de la primera ronda. Si ganaban, entonces podrían competir en la siguiente etapa en las categorías donde se habían inscrito de forma particular. Daniel había pedido los cuatrocientos metros mariposa, Felipe los cuatrocientos espalda, Alejandro los cuatrocientos libres y William los cien libres.

   —Listos, muchachos —animó Alejandro, reuniéndolos en círculo—. Recordemos el orden. Primero saldrá William y tratará de conseguirnos la mayor ventaja posible. Daniel, sigues tú para mantener el ritmo; de tercero estará Felipe, que con la ventaja que hayamos sacado no sentirá la desventaja de su estatura, y por ultimo remato yo. ¿Entendido?

   —Entendido —dijeron William y Daniel.

   —Yo quisiera cambiar el orden —pidió Felipe en ese momento, mirando la pileta como si leyera el café—. Tengo una extraña sensación y quisiera ser quien rematara el duelo. ¿Podría hacerlo?

   Alejandro alzó una ceja y estuvo tentado a negar con la cabeza de inmediato. Su estrategia era la mejor; estaba fríamente analizada. Esto no era cosa de “sensaciones” sino de planteamientos y conceptos racionales. La persona de más baja estatura idealmente no debería iniciar ni terminar una carrera de este tipo. Supondría una gran desventaja al partir y al llegar. No entendía entonces el porqué de la petición de Felipe.

   —Escucha… —aclaró entonces Felipe, bajando un poco la voz para no ser escuchado más allá de su grupo—; que los omegas seamos los que iniciemos y rematemos esta carrera puede tener un efecto negativo en nuestros oponentes —analizó—. Todos son unos Alphas, y el competir de entrada y de salida contra omegas les supondrá una carga emocional fuerte. Será algo como: “Joder, no puedo perder contra un omega”. ¿Me hago entender? Digamos que empezaremos y remataremos colocando la presión sobre el lado de ellos. Eso puede darnos una gran ventaja si estos chicos no están preparados para asumir esa presión.

   Perfecto. Alejandro y los demás se quedaron admirados. Ese era un muy buen punto el que Felipe tenía allí. No lo habían considerado en lo absoluto. Alejandro lo meditó unos segundos pero finalmente aceptó la idea, asintiendo.

   —Está bien, cambiaremos el orden. Primero irá William, luego Daniel, tercero yo y por último termina Felipe. ¿Todos de acuerdo?

   —¡Todos de acuerdo! —gritaron en coro y se abrazaron.

   —¿Listos para perder? —escucharon de repente a sus espaldas. Luis y su equipo estaban tras ellos, mirándolos con risas burlonas. Todos menos Adriana, quién tenía algo de melancolía en su mirada. William le obsequió una sonrisa y cada equipo se fue a su lugar de espera. Cuando su turno finalmente llegó, William desplazó su mirada hacia las gradas y envió un beso a Zully. Se llevó una gran sorpresa cuando vio que Julián también se encontraba allí, en medio de Zully y Susana. Los padres de todos estaban detrás de ellos, animándolos con orgullo.

   “No puedo decepcionarlos”, “No quiero ser un payaso”, “No quiero”.

   El silbato les indicó que tomaran sus posiciones. Alejandro escuchaba a sus amigos desde las gradas, pero había evitado mirar hacia ellos. Era como un ritual que tenía. No mirar hasta el último momento, aligeraba sus nervios.

   William se colocó en el poyote de salida y ajustó sus gafas. Adriana estaba en el carril de al lado, lo que significaba que era la elegida por Luis para comenzar la carrera. Buena elección, pensó William. El también la hubiera escogido para comenzar. Adriana era alta, rápida y tenía una gran salida. Sería una gran rival. Adriana le sonrió y acomodó sus gafas también. Tras ellos, la voz del presentador anunció su nombre y género respectivo.

   William tomó aire. Estaba tan nervioso. Tenía que hacerlo bien; tenía que hacerlo perfecto. Tenía que ser un trapecista, eso era lo que quería ser. No quería ser un ridículo payaso; una estúpida broma.

   Pero la presión lo ahogó. Cuando las risas del público estallaron tras la palabra omega, toda la autoestima de William cayó; su concentración se vino abajo y su trapecio se rompió.

   Alejandro y Daniel jadearon al ver que se había retrasado muchísimo en la salida; la tensión se agolpó en sus corazones al verlo nadar.

   Era lamentable.

   ¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Por qué no puedo nadar como siempre?

   William lo sabía. Su velocidad no era ni la mitad de la que mostraba durante los entrenamientos; sus brazadas eran torpes y sin ritmo. Fuera de la piscina, Luis estaba riendo a  carcajadas. Su ego flotaba por los aires  

   —No se verá como un omega, pero sí que nada como uno —escupió con sorna mientras Felipe lo fulminaba con la mirada.

   —Ya verás cómo nada este omega —le advirtió el chico, volviendo su atención a la pileta.

   Los murmullos en las graderías no hacían más que subir. Para el momento en que William tocó la plataforma de llegada, el segundo nadador del otro equipo ya estaba dentro del agua. William salió y se tiró en el piso, colocándose la toalla sobre la cabeza sin decir ni una sola palabra. Alejandro y Felipe guardaron silencio y se dedicaron mejor a alentar a Daniel, quien ahora tenía el peso de remediar un poco ese desastre.

   —¡Vamos, Dani! ¡Vamos! —gritaba Alejandro, escudado por Felipe y por sus padres y amigos que se estaban rompiendo la garganta desde las graderías.

   —¡Eso! ¡Vamos! —aplaudió Felipe al ver que sus porras estaban dando resultados. Daniel comenzó a recortar ventaja de forma absolutamente increíble, colocándose casi a la misma altura de su oponente. Para cuando dieron el giro de vuelta, Daniel ya había alcanzado al otro chico y a sólo pocos metros de distancia de la llegada lo superó. Más que contento, Alejandro se preparó para salir y tal cual como siempre hacía, sus ojos se desplazaron a las graderías…

   …fue allí cuando lo vio.

   Julián estaba allí, de pie junto a Susana y Ernesto, brillante, encantador y más hermoso que nunca. El corazón de Alejandro dio un vuelco. Sus músculos se tensaron y fue como si todo el aire abandonara su pecho. La algarabía y los gritos se hicieron lejanos y una punzada de algo extraño atravesó su pecho.

   —¡¿Alejandro?! ¡Alejandro, ¿qué esperas?! —escuchó que le gritaron, y cuando sus ojos miraron a la pileta, se dio cuenta que la había cagado. Daniel lo miraba horrorizado y hasta William se había vuelto a poner de pie.

   —¡Alejandro, ¿qué carajos?! —gritó Daniel, y ese grito sí que lo hizo reaccionar.

   Lleno de estupefacción, Alejandro se tiró a la piscina y su mente se volvió un caos de pensamientos. ¡Joder! ¡Se había tardado casi tres segundos en salir! ¡Julián! ¡Julián estaba allí, joder! ¡¿Y su cuerpo?! ¡¿Por qué su cuerpo se había entumecido así con solo verlo?!

   —Esto es malo —anotó Felipe, observando el ritmo de su capitán. Alejandro estaba lento y torpe. No parecía en absoluto él. ¿Qué carajos estaba pasando ese día? Lo de William lo entendía. Era evidente porqué había sido. Lo de Alejandro en cambio…

   … a lo de Alejandro no le encontraba ninguna puñetera explicación.

   —Joder. Nunca pensé que diría esto, pero… confiamos en ti para arreglar este desastre —suspiró Daniel, con las manos en la cabeza viendo como a Alejandro le sacaban cada vez más y más ventaja. Felipe asintió y buscó su posición. A su lado, Luis le hizo una mueca sardónica y se puso sus gafas. Partió primero debido a la ventaja que llevaba su equipo pero Felipe no se desmotivó alcanzándolo casi a mitad de recorrido.

   William, Alejandro y Daniel no se lo podían creer. Tras dos cagadas brutales todavía tenían esperanzas. Y esas esperanzas se las estaba dando el integrante más nuevo, más pequeño y más impredecible que tenían.

   Felipe parecía un pequeño pecesito. Sus piecitos se veían chistosos comparados con las largas y grandes piernas de Luis. Era demasiado adorable a la vista y al parecer ello también le ganó la simpatía del público que empezó a apoyarlo en masa.

   —¡Vamos! ¡Vamos, Pipe! —gritó William, tan desesperado que se le salió el cariñoso diminutivo.

   —¡Vamos! ¡Vamos, carajo! —secundó Daniel, sosteniendo la respiración.

   —¡Pipe! ¡Pipe! —gritaban las graderías, mezclando las voces en un gran coro.

   —Vamos, por favor… por favor —susurró Alejandro, aun recuperando el aliento.

   El panel de registro de tiempos se iluminó. Todo el escenario quedó en silencio. Felipe y Luis miraron el cartel con sus cabezas ya fuera del agua.

   Por dos milésimas de segundo, el equipo de Alejandro había ganado. Felipe lo había logrado. El equipo mixto de omegas y alphas era el clasificado.

   —Por Dios —gimió Daniel al ver el panel. William a su lado sólo pudo romper a llorar. Alejandro sollozó también y negó con la cabeza. Si no hubiera sido por Daniel y Felipe su sueño habría quedado arruinado sin ni siquiera haber empezado.

   —Lo siento… lo siento mucho —sollozó William antes de tomar su toalla y correr hacia los vestidores. En medio del camino, Zully le salió al paso y lo abrazó. William intentó liberarse pero no pudo. Zully había visto todo desde las graderías y había sufrido cada puto segundo de la humillación de su omega.

   —Tranquilo, tranquilo —le calmó, sin intensión de soltarlo—. Conmigo no tienes que hacerte el fuerte, William. Ya no. Estamos juntos y prometimos no separarnos, ¿recuerdas?

   —Soy un payaso… ¡Soy un puto chiste! —gimoteó William, aferrándose a Zully con todas sus fuerzas—. Hice el ridículo allá afuera. Soy una puta broma.

   —Clasificaron.. clasificaron y eso te dará una nueva oportunidad para probarte a ti mismo todo lo que vales.

   —¡No valgo nada! ¡Solo soy una cosa rara y grotesca! ¡Doy asco!

   —¡Muy bien! ¡Suficiente! —replicó esta vez Zully, subiendo el tono de la voz. William jadeó pero dejó de llorar. Reconocía muy bien ese tono y no lo podía esquivar. Zully alzó su mano y le limpió las lágrimas, regalándole una sonrisa. William gimió—. Sé cómo te sientes. He estado en tu lugar y es muy jodido, lo sé. Pero ya no tienes… ya no tenemos que seguirlo soportando solos. —La mano de Zully abandonó la mejilla de William y lentamente se desplazó hasta su cuello—. Déjame ayudarte —le pidió, acariciando esa suave piel que debido a la competencia estaba desnuda de nuevo; sin collar. William lo miró, sintiéndose hipnotizado y de un movimiento inclinó su cuerpo y lo besó. Zully le respondió, aumentado la presión de sus cuerpos y abrió su boca, tal como William le enseñó. Fue un beso duro, apasionado; lleno de dolor y de rabia. William se echó hacia atrás, sentándose sobre un pequeño alto relieve que tenía el muro, permitiendo de esta forma que Zully quedara más alto que él.

   —Muérdeme —dijo de repente, sin pensarlo; ahogado por completo en la deliciosa bruma de las feromonas de Zully. Ese olor que desvanecía todos sus miedos, todas sus tristezas, todos sus errores.

   —¿Qué? —preguntó Zully, aturdido. Sus ojos con una fiebre que mostraba lo mucho que estaba considerando la invitación.

   —Muérdeme… —repitió William, cada vez más lejos de la razón.

   La boca de Zully se hizo agua; sus instintos de Alpha empujándolo al abismo; sus labios recorriendo la dulce piel del cuello de William.

   —Está bien —aceptó, mareado por la sinfonía de olores y sensaciones. ¡Joder, lo iba a hacer! ¡Iba a morderlo! ¡Iba a morder a su omega y esta vez nadie lo iba a detener!

 

   Continuará…

  

  

Notas finales:

Gracias a todos los que siguen por aquí. 

Besitos gigantes. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).