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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

"Hot summer streets
And the pavements are burning
I sit around
Trying to smile but
The air is so heavy and dry
Strange voices are saying
(What did they say?)
Things I can't understand
It's too close for comfort
This heat has got
Right out of hand It's a cruel, (cruel), cruel summer
(Leaving me) leaving me here on my own
It's a cruel, (it's a cruel), cruel summer..."

Cruel summer, Baranarama.  Fragmento.    Les dejo un cachito de una de mis canciones favoritas de los 80' y la que inspiró esta historia. 

 

   Capítulo 25.

   Es un cruel… cruel verano.

 

   No pudo.

   Zully levantó sus labios del cuello de William y negó con la cabeza.

   Quería. ¡Diablos sí quería! Pero no así. No de ese modo. William estaba evidentemente fuera de sus cabales; vulnerable y confundido. Aprovecharse de él sería un acto de bajeza y cobardía horrible que no pensaba cometer.

   En cambio de eso, lo abrazó. Besó sus mejillas una a una y sorbió sus lágrimas. William aceptó sus caricias y se apoyó en su regazo. El calor de Zully era perfecto; el sitio para el que había nacido. Nunca encontraría una tibieza más perfecta, un olor más agradable y confortante.

   —No me sueltes. No me sueltes nunca.

   —Nunca —asintió Zully; todos sus instintos protectores emergiendo como feroces guerreros en ese momento. Podría matar por William; o hacerse matar, en el peor de los casos.

   Era increíble lo que la compatibilidad de unas putas enzimas podía lograr. Ese chico que debía detestar por la forma como habían empezado las cosas era ahora el centro de su mundo; el ser más importante de su vida. Nunca se sintió tan Alpha como en ese momento, sosteniendo a su omega. Era una sensación magnífica; tan primitiva y elemental. Era como comer o dormir… como el mismo sexo, quizás. No podía estar seguro de eso último, pero de lo que sí estaba seguro era que tener a William allí, a salvo en su regazo, le proporcionaba un placer tan infinito como un orgasmo.

   —Perdón, ¿los interrumpo? —dijo un voz de repente. Zully alzó la vista ante la persona que le habló y de inmediato, sin poderlo detener, una ráfaga de territorialidad se extendió a varios metros de distancia.

   Adriana frunció el ceño, sintiendo la advertencia. Saber que Zully era un Alpha porque se lo habían dicho y comprobarlo por el tremendo poder de sus feromonas eran dos cosas diferentes. No tuvo dudas. Zully era la pareja de William y estaban en un momento íntimo. Acercarse era peligroso.

   —Lo siento. Volveré después.

   —No. Espera, Adriana —la detuvo William, limpiando sus lágrimas. Zully seguía tenso pero William lo calmó con una caricia—. No te vayas, todo está bien —afirmó, poniéndose de pie y tomando ambas manos de Zully—. Estuviste maravillosa allá afuera. Está bien, enclenque —sonrió, dirigiéndose a Zully—. Deja que se acerque.

   Zully dudó pero luego de un par de segundos asintió. La barrera invisible pero impenetrable creada por sus feromonas se empezó a desvanecer. Adriana avanzó con cuidado, aligerando del todo sus propias feromonas. Acababa de tener una fuerte discusión con Luis y lo que menos necesitaba era tener otra con Zully.

   —No sabía que ustedes dos estaban juntos —dijo un momento después, mordiendo su labio inferior. William se encogió de hombros y se sonrojó un poco.

   —Es algo reciente —confirmó.

   —Hacen una linda pareja —sonrió ella—. En serio.

   —Gracias —le devolvió la sonrisa William—, aunque estoy seguro que eso no es lo que nos vienes a preguntar, ¿verdad? —inquirió, alzando una ceja.

   Adriana negó con la cabeza. Sus hombros cayeron; una señal de lo extenuada y molesta que estaba. ¡Rayos! ¡Estaba muy molesta!

   —Acabo de dejar el equipo de Luis —confesó finalmente—. Y no porque hayamos perdido —advirtió de inmediato—. Desde que tomó la capitanía del equipo, Luis esta hecho un reverendo imbécil. Nos trata como a sus jodidos soldados y  se siente como si el equipo fuera un cuartel. Ha convertido el equipo en una auténtica tiranía.

   —Yo no era mejor que él —concluyó apenado William—. Nunca dejé que chicos como Julián o Felipe se unieran y mira…Felipe nos acaba de clasificar.

   Adriana negó con la cabeza. No era eso a lo que se estaba refiriendo.

   —Tú estabas mal. No voy a defender eso —replicó ella, alzando su cabello en una coleta—. Pero  lo de Luis es distinto. Tú nos respetabas y tenías en cuenta nuestra opinión. Eramos un equipo. Un equipo Alpha sí, pero un equipo. Con Luis no pasa así. Aquí es como si él fuera el amo y señor y nosotros sus esclavos. Está enfermo de poder.

   —Ya veo —William sintió mucha pena por lo que estaba escuchando. A pesar de todo, ese seguía siendo su primer equipo y aún albergaba lindos recuerdos con ellos. Le dolía que las cosas hubiesen acabado así, pero comprendía que la culpa había sido completamente suya.

   —Entonces… ¿has dejado el equipo? —preguntó Zully, interviniendo por primer vez; intuyendo lo que Adriana quería decir

   —Lo he dejado —confirmó ella, asintiendo—. Ya no me sentía a gusto allí.

   —¿Y crees que te sentirías a gusto en el de nosotros? —preguntó William, haciéndole un guiño.

   —Estoy segura que sí —sonrió ella. 

 

***

 

      Julián departía Feliz con Susana cuando Felipe se les acercó y se les unió.

   —¡Mírate! —hizo un falso puchero Julián, apuntando con el dedo al otro omega—. ¿No eras tú el que hace unos días me decía que William era de lo peor y qué por qué le hablaba? ¡Eres un cizañoso de lo peor, pero te amo! ¡Nos clasificaste!

   Felipe tuvo la decencia de sonrojarse pero de inmediato se recompuso, replicando.

   —Sí, es verdad que desconfiaba por completo de William. Y creo que lo seguiría haciendo si no hubiera visto todo lo que vi hoy. Además, el mismo William me calló la boca siendo el más feliz de que me uniera al equipo.

   —William jamás me haría esto a propósito —apuntó Susana, mirando su brazo enyesado—. Era un pesadito pero nunca lastimó a nadie físicamente.

   —¿Entonces? ¿Ahora somos un equipo? —sonrió Julián, abrazándolos.

   —¿Los fenomenoides? —rió Susana.

   —Como le pongan ese nombre me salgo —rodó los ojos Felipe, ganándose las risas de los otros dos.

 

***

 

   —¿Estás viendo lo mismo que yo? —apretó los dientes Andrés, totalmente furibundo.

   —¿Lo bueno que está Julián? —respondió Jaime, con una pajita en la boca, mirando desinteresado la escena. Andrés lo fulminó con la mirada y de un manotazo le tiró la pajita. Jaime chasqueó la lengua y se recostó. Últimamente su amigo estaba muy irritable

   —Ni te gustan los omegas —le reclamó Andrés, volviendo a mirar hacia Julián—. Sólo quieres fastidiarme el día porque golpeé al imbécil de mi padrastro.

   —Con mucha suerte de que no te lo devolviera, cabe decir —le devolvió Jaime.

   —¡Embarazó a mi madre! —explotó el Alpha, rumiando su rabia— ¡Jódete! ¡Jódete! ¡Jódete! ¡No necesito que me sermones!

   —Vete a la mierda entonces —masculló finalmente Jaime, poniéndose de pie y dándole la espalda. Andrés lo vio alejarse, arrepintiéndose de haberle gritado, pero justo en ese momento Alejandro y Daniel terminaron de hablar con los jueces que los estaban inscribiendo para la siguiente fase y se dirigieron a las duchas.

   Quería ver a Daniel. Quería constatar que el poder de sus feromonas ya estuviera haciendo efecto. Necesitaba que hicieran efecto antes que al omega ese se le ocurriera entrar en celo. No tenía muchas esperanzas de competir contra un omega si eso pasaba.

   Lo habían engañado como a un niño pequeño. Se había creído por completo el teatrito que habían montado días atrás y sus esperanzas habían renacido.

   Al carajo. Si esos imbéciles jugaban con cartas marcadas, él también usaría trucos sucios. Conseguiría feromonas de omega si era necesario. No le importaba. Haría lo que fuera para recuperar a Daniel y sólo eso le importaba.

   Ya había perdido muchas cosas… su padre; su madre, quien estaba a punto de iniciar una nueva familia con un puñetero don nadie. Incluso había perdido a su hermano; que no hacía más que reverenciar al don nadie en cuestión.

   Con estos pensamientos se enfiló para dirigirse a las duchas, pero en ese momento alguien lo tomó por el brazo, deteniendo su camino.

   —¿Andrés? ¡Vaya, hermano! ¿Qué estás haciendo aquí?

   Andrés miró a Fabián y su cerebro maquinó una rápida excusa para explicar su presencia en ese lugar. Gracias a Dios tenía una mente rápida.

   —Eh… una amiga de otro instituto estaba participando. Vine a animarla.

   —Oh, ¿en serio? ¿Quién? —preguntó Fabián.

   —Bah, no importa. No clasificó —hizo una mueca Andrés, encogiéndose de hombros.

   Fabián miró hacia las graderías de enfrente donde justamente William y Zully estaban llegando. Andrés miró lo mismo, con excepción que lo que éste notó era que ya Julián no se veía por ningún lado. ¡Rayos!

      —Yo vine a ver a William —le confesó Fabián en ese momento, para su desespero. ¡Joder necesitaba encontrar a Daniel ya! —Por Dios, ¿qué tan patético soy? —escuchó que se lamentaba el otro chico, resultándole justamente eso. Patético.

   —Eres mil veces mejor que ese mequetrefe de Zully, amigo —le consoló de labios para afuera Andrés, viendo la forma de salir de esa conversación lo antes posible.

   —Disculpa, ¿te estoy reteniendo?

   —Sí, llev algo de prisa —le confesó con un leve sonrojo, feliz de poder escapar de allí de una jodida vez.

   —Bueno, nos vemos en la escuela.

   —Nos vemos.

   Andrés bufó. La situación de Fabián le parecía lamentable. Dejarse ganar de un perdedor como Zully. Lo dicho… patético.

   En fin. Ya no necesitaba pensar más en ello. De momento, su concentración tenía que estar en encontrar a Daniel y hablarle. Tenerlo cerca, bajo cualquier excusa sería suficiente para comprobar si ya su plan estaba dando resultado.

   Un grito cercano lo alarmó. Un golpe… otro más. Luego el ajetreo de cosas cayendo. Otro grito seguido de un alarido y luego exclamaciones de auxilio.

   Andrés se crispó. Su corazón comenzó a descontrolarse. Los gritos provenían del área de las duchas; justo del lugar a donde se habían dirigido Daniel y Alejandro.  Desesperado, corrió como un loco; su respiración saliendo de su pecho en resoplidos. Un silencio ensordecedor, peor que los anteriores gritos lo recibió al llegar y  justo antes de acercarse del todo, el poder terrible de las feromonas territoriales más fuertes que había sentido en su vida lo golpearon, impidiéndole el paso. Unos hombres betas llegaron al lugar y se espantaron con lo que vieron.

   Cuando por fin, la densa bruma de feromonas se empezó a diluir, Andrés se acercó y vio lo que pasaba.

   Nunca pensó ver lo que vio.

  

***

  

   Daniel capturó a Alejandro cerca de las duchas. Al haber tantos equipos preparándose para sus competencias, lo metió en un vestidor vacío para que pudieran hablar bien.

   Alejandro estaba devastado. Era comprensible. Había hecho el ridículo allá fuera y Daniel no entendía el por qué. Alejandro era el mejor nadador del equipo en pruebas cortas y antes de la carrera era el que parecía más motivado de todos.

   La debacle de William era esperable debido a la horrible recepción que recibió del público…

   … lo de Alejandro. Lo de Alejandro era inexplicable.

   —No quiero hablar ahora, Daniel. Por favor, déjame.

   Que Alejandro le estuviera llamando por su nombre completo ya era muestra de su molestia. Daniel negó con la cabeza y se sentó en una banca, mirando a su mejor amigo con consternación. Alejandro chasqueó la lengua y lleno de ira descargó un fuerte puñetazo contra uno de los  casilleros del vestidor.

   No tenía idea. No sabía qué carajos era lo que le había pasado en ese momento. La parálisis que había sufrido su cuerpo y que le había desconcentrado hasta el estupor era algo que no podía explicar. ¿Y qué esperaba Daniel? ¿Qué quería que le dijera? Si confesar lo que le había pasado era prácticamente confesarle a su amado que, de la forma más increíble, se había enamorado de otra persona.

   “Julián”

   Sí. Julián era la respuesta. Julián era la razón. Tal vez Alejandro no tuviera un cómo, pero tenía un por qué. Julián era la causa de lo que fuera que le hubiera pasado. Verlo allí, de pie, tan cerca otra vez, había gatillado algo dormido en su interior. Saberlo tan suyo; quizás aun oliendo a él, era algo que le hacía perder la cabeza.

   —Viste a Julián, ¿verdad? Lo viste en las graderías, ¿cierto? —preguntó Daniel de repente, frunciendo el ceño. Sus ojos estrechándose inquisidoramente.

    Alejandro asintió lentamente. Su boca se apretó en una línea de pura tensión. Daniel jadeó en ese momento; como si una revelación hubiera llegado a su mente.

   —Tú… ¿Julián y tú? ¿Julián y tú se acostaron?

   —Daniel…

   —¡Contéstame! ¿Se acostaron? ¿Julián y tú tuvieron sexo?

   Un suspiro salió de boca de Alejandro. No podía mentir. No podía mentirle a Daniel. ¡Carajo! ¡La había cagado! ¡La había cagado totalmente! Pero no podía mentirle. A Daniel no.

   —No… no hubo… no hubo penetración, ¿vale? Pero sí tuvimos sexo.

   Daniel gimió. Se sentía frenético. Alejandro le vio ponerse de pie y caminar varias veces de un extremo a otro del vestidor, como una fiera enjaulada. Alejandro no sabía por quién se sentía celoso, si por él o por Julián, pero la respuesta lo asustaba.

   —Recuerdas que Julián no ha tenido su primer celo aun, ¿verdad? —le escuchó reclamarle finalmente, colocándose frente a él—. ¡Pudiste lastimarlo gravemente!

   —¿Qué? —Alejandro tragó saliva pesadamente. La respuesta a su duda, frente a él; golpeándolo en la cara.

   —Dije que eres un inconsciente. Pudiste…

   —Entonces es por él… —gimió Alejandro. Su corazón rompiéndose dentro de su pecho en mil pedazos.

   Daniel lo miró, sus ojos cristalizándose en un suspiro.

   —Sí… —confesó, mientras una lágrima resbalaba por su mejilla—. Siempre ha sido él.

   —¿Nunca tuve realmente una oportunidad entonces? —devolvió Alejandro. Se quería morir—. ¿Sólo tuve falsas esperanzas?

   Era una mierda. Todo aquello era una puta mierda. Daniel negó con la cabeza. La mirada de dolor de Alejandro le partía el corazón. No sabía a ciencia cierta qué era lo que estaba diciendo. Por qué lo estaba diciendo. Por supuesto que quería a Alejandro. Lo amaba. Pero le encantaba Julián. Estaba perdidamente enamorado de Julián.

    Entonces, ¿qué era lo que sentía por Alejandro? ¿Amistad o amor? ¿Ambas? Se sentía tan celoso por Julián. ¿Eso significaba que era a Julián al que después de todo quería como pareja? Entonces, ¿sus sentimientos por Alejandro qué eran? ¿Deseo carnal solamente? ¿Una amistad con derechos donde preponderaba la amistad pero no se objetaba si de vez en cuando se llegaba al sexo? ¡¿Qué carajos era?!

   —No sé qué pasa. Pero sé que en estos momentos lo único que quiero es partirte la cara por haber tocado a Julián.    

   —¡Hazlo entonces! —exclamó Alejandro, empujándolo con rabia contra uno de los casilleros—. Rómpeme la cara por haber tocado a tu precioso Julián. ¿Por qué sabes? ¡Me encantó tocarlo! Hubieras visto la expresión que hace cuando se corre. El olor que sale de su piel. ¡Nunca lo sabrás! ¿Lo entiendes? Nunca te dejaré saberlo. La próxima vez voy a cogérmelo tan duro y tan bien que quedará oliendo a mí para siempre. 

   —¡Cállate! —Sin poderse contener ni un minuto más, Daniel encajó un duro puñetazo contra la cara de Alejandro. La sangre del labio roto del Alpha manchó su playera. Alejandro lo miró casi incrédulo; la expresión más atónita que Daniel le viera jamás.

   —Esto lo deja más que claro para mí —anotó, las lágrimas cayendo también sobre su rostro.

   —Alejandro…

   —¡Te amo! —exclamó Alejandro, sollozando—. ¡Te amo tanto que haré lo que sea por ti! ¿Tanto amas a Julián? ¡Perfecto! ¡Quédate con él! Te dejaré el camino libre. Pero no me pidas que siga siendo tu amigo, Daniel. No puedo. Ya no. No puedo seguir siendo solo tu amigo. 

   —¡Malditos!

   Alejandro y Daniel se quedaron paralizados. Sus rostros giraron hacia el lugar de donde provenía el improperio y entonces se sintieron morir.

   Julián estaba allí de pie, mirándolos con desconcierto, decepción y rabia. Todo en una sola expresión. Su bello rostro estaba cubierto de lágrimas y su pecho subía y bajaba con descontrol.

   Había escuchado todo. O por lo menos todo lo importante. Le habían mentido. ¡Ambos lo habían hecho! Le habían tratado como una cosa, una especie de trofeo ofrecido al mejor postor.

   —Los odio —farfulló el omega, resoplando su ira—. ¡Los odio a los dos!

   —Julián… Julián, por favor. Déjanos explicarte.

   —¡No me toquen! —exigió, apartando de un manotón la mano de Daniel, que se acercó para intentar agarrarle—. ¿Por qué? ¿Por qué hicieron esto? —sollozó con fuerza—. ¿Lo planearon desde el principio? ¿Fue alguna clase de juego? ¿De apuesta?

   —Julián no pienses así —pidió Alejandro, negando con la cabeza.

   —¡¿Entonces qué fue?! —replicó Julián, limpiándose las lágrimas—. ¿Sólo tonteabas conmigo para darle celos a tu verdadero amor? ¿O querías apartarme de él por celos? ¡Oh, Dios! Esto es tan enfermo que no sé ni cómo analizarlo.

   —Julián, escucha.

   —¡Déjenme!  ¡Pueden irse al infierno los dos!

   —Julián… Julián, por favor.

   Julián intentó alejarse. Quiso mover sus piernas e irse de allí todo lo lejos que éstas le permitieran.

   Pero no pudo.

   Sus pies parecían de plomo y se sentían como pegados al piso. Un calor intenso que brotó de lo más profundo de su cuerpo se exteriorizó en la efusión de feromonas más brutal que había experimentado jamás. Su mundo dio vueltas y los sonidos se volvieron lejanos, distantes. No podía controlar su cuerpo. Las voces lejanas decían cosas que no podía entender. El calor se le salía de las manos. Era como un cruel… un cruel verano. La canción que tanto le gustaba y que había escuchado aquel primer día de clases de camino a la escuela resonó en su cabeza. Julián gimió e intentó gritar.

   Nada salió de su garganta.

   Los sonidos del coro de su canción favorita volvieron a resonar en su cabeza. Julián vio horrorizado como Alejandro y Daniel caían sobre él antes de sentir su cabeza estrellarse contra el duro y seco pavimento.

   Lo dicho. Era un cruel… un cruel verano.

 

***

 

   —No te pongas así. Es horrible lo que te hizo el público —consoló Susana, abrazando a William con su brazo sano. Los padres de todos los chicos estaban allí junto a ellos, recibiéndolos cuando volvieron de los vestidores. El padre de Daniel fue el único que se quedó aparte, sentado con los brazos cruzados mientras esperaba a que su hijo volviera.

   Abajo, en las piletas, se celebraban otras eliminatorias y las graderías estaban en pleno fulgor. Oliver y Brandon consolaron a su hijo, al igual que los padres de Susana, de Alejandro y el papá de Julián.

   —Ven para ponerte el collar —dijo Oliver, ordenando a William acercarse. Esa prenda era algo con lo que aún batallaban en casa, pero su uso adquiría un valor tan significativo en ese momento que Oliver no pudo dejarlo para después. William necesitaba identificarse como lo que era; como lo que estaba aceptando ser antes de que el nido de imbéciles que se apilaban en aquel escenario se burlara de él.

   —Nunca veas el collar como un estigma, William —pidió Ernesto, consciente de que era algo que también quería que Julián entendiese—. Sí tú lo ves como una marca negativa, todo el mundo lo verá así. Llévalo con orgullo, con dignidad. Está hecho para protegerte. El collar no muestra sólo la debilidad de los omegas; también muestra la debilidad de los Alphas. Y si lo ves de esa manera, lo lucirás sin vergüenza.

   —Así es, cariño —asintió Brandon, sobando los cabellos de su hijo.

   —Estamos orgullosos de ti, Will —añadió Oliver, cerrándole el collar—. Nunca dudes de eso. El descubrir que eres un omega nos ha abierto tanto los ojos, hijo. ¿Cuándo habíamos venido antes para verte nadar? ¿Ah? Nunca. Joder ¡Nunca te tuvimos en cuenta cuando eras un Alpha! Estábamos organizando toda tu vida y tú no hacías nada al respecto. Ahora nos exiges presencia en tu vida, en las cosas que te gustan y te importan. Nos comunicas que serás un deportista de élite y no un abogado de Harvard; y nos presentas a un novio elegido por ti. ¿Crees entonces ahora que un jodido collar te está esclavizando? ¡Rayos! Hasta yo me siento más feliz. Ya no tengo que fingir que la familia de Brandon me agrada.

   —¡Hey! —se echó a reír Brandon—. But you´re right. My family is a pain in the ass.

   —Gracias —los abrazó William, conmovido—. Y gracias también a usted, señor Ernesto. Me ha ayudado mucho en este proceso.

   —Por cierto, ¿dónde está Julián? —preguntó Zully, mirando hacia ambos lados—. Como me fui a buscar a William no pude hablar con él.

   —Me dijo que iría a consolar a Alejandro —respondió Susana—. El pobre salió furioso hacia los vestidores, seguido por Daniel.

   —Tampoco sabemos qué le pasó —se encogió de hombros Marcelo, mirando a su esposa—. Los nervios no suelen traicionarlo así; pero, ¿quién sabe? Quizás el saber que sus nuevos amigos contaban con él añadió una presión extra que no supo manejar.

   —Se recuperará —restó importancia Leticia, mirando su reloj—. Y bueno, yo los dejo porque tengo una audiencia en media hora que no puedo aplazar.

   —Nosotros también nos vamos —asintió Oliver—. Mis gemelas amanecieron un poco resfriadas y están imposibles. Will, ¿te quedas con tus amigos o vienes con nosotros?

   —Me quedo un rato más, papá.

   —Perfecto, te esperamos más tarde entonces.

   —Nos vemos.

   Zully se paró detrás de William, le pasó los brazos por el cuello y besó su mejilla derecha. Susana los miró con ojos ensoñados mientras dejaba salir un largo suspiro.

   —Hacen una pareja hermosa —chilló con melodrama.

   —No molestes —la señaló Zully, mirando sobre el hombro de su amiga—. Más bien mira a quién tienes allá atrás mirando hacia acá —le señaló con la cabeza.

   Susana miró sin ningún disimulo y cuando lo hizo, el rostro de Manuel, quien se hallaba en las graderías del lado, se iluminó en una sonrisa.

   —Ve a saludar a tu caballero galopante —dijo Zully—. Es obvio que está aquí por ti.

   —Como sea —replicó Susana, rodando los ojos—. Iré a saludar. Aunque no es el único colado que ahí por aquí —añadió, señalando con su cabeza las graderías del frente.  

   William y Zully voltearon a la vez y lo vieron. Fabián estaba de pie, justo donde había señalado Susana, y sus ojos estaban clavados en William. Zully se tensó y William lo calmó, besándole el brazo. Luego agitó su mano y con una sonrisa saludó a su ex. Fabián devolvió el gesto de forma parca y luego, desplazando sus ojos hacia Zully, lo miró por varios instantes antes de darles la espalda y marcharse de allí.

   Los hombros de Zully cayeron, demostrando que el momento de tensión había pasado. William se volteó hacia él y se puso de rodillas en la gradería, quedando ambos a su misma altura. Zully lo miró y luego bajo la vista, avergonzado. William entrelazó sus manos juntas y luego buscó su mirada, regalándole una sonrisa.

   —Tienes que calmarte. No te puedes poner así cada vez que lo veas o no podrás volver a la escuela.

   Zully asintió. ¡Lo sabía! Su corteza cerebral lo sabía y lo aceptaba. Su sistema límbico era otra cosa. Ese lado animal de su cerebro que quería coger a William, meterlo en una caja y mear por todos lados para que nadie más se le acercara, era el jodido problema.

   —Estoy trabajando en ello, ¿bien? Muy duro.

   —Lo sé —le picó la nariz William, jugueteando. Cuando lo besó, con una profundidad mayor a un simple roce de labios, Zully se notó algo cohibido. William entendía a Zully. Era la primera vez que el chico estaba en una relación y muestras públicas de afecto tan explícitas le avergonzaban. Eso cambiaría. Si había algo que a William le encantaba era demostrar su afecto en público. Se acostumbró a ello cuando salía con Fabián y no quería dejar de hacerlo.

   —A ver, par de tortolitos —escucharon que dijeron a su lado—. No queremos interrumpirlos pero nosotros también nos tenemos que ir.

   Zully asintió, mirando a sus padres. La pequeña Reina estaba despierta y hacía monerías con sus manos. William le acarició la barriguita mientras la bebé lo miraba con ojos enormes y entonces estornudó.

   —Muy bien —anotó Zully—. Mejor la llevan a casa antes de que también se vaya a resfriar y luego no deje dormir a nadie.

   —Eres insoportable con tu hermana —le riñó Fabriccio, obsequiándole un puchero—. Pero tienes razón. ¿Te esperamos para almorzar?

   Zully miró a William y luego negó con la cabeza. Estaban pensando en reunirse todos y celebrar la victoria con un día de playa. Fabriccio y Leandro asintieron y entonces se despidieron de los demás y se fueron. Rodolfo se puso de pie y dio un rodeo, seguro extrañado por la ausencia tan larga de su hijo.

   William frunció el ceño. También estaba extrañado. Daniel y los demás ya se habían tardado demasiado en los vestidores. ¿Estarían demasiado llenos por las competencias? Podía ser. Pero aun así, había pasado mucho tiempo.

   —¿No crees que es raro que Daniel y los demás no regresen aún? —preguntó, mirando a Zully. Este se encogió de hombros y miró hacia donde Susana platicaba alegremente con Manuel. En ese momento se les unieron Felipe y Camilo. Ambos traían sus bolsos sobre el hombro y tenían pinta de estar en marcha.

   —Entonces, ¿ustedes también se van? —inquirió William con un mohín de pena—. Tú eres quien más merece la celebración.

   Felipe se encogió de hombros. No se sentía un héroe ni nada parecido. Además, Camilo y él siempre pasaban juntos y a solas las tardes sabatinas, ya que por estar en institutos distintos ese era el único día en que podían verse. Los domingos eran días de iglesia, reuniones familiares y tareas.

   —Comprendo —dijo Zully cuando Camilo les dijo eso mismo.

   —Cuídense y pórtense bien —les despidió William con un guiño. Los omegas se pusieron más colorados que la grana y se fueron casi corriendo.

   Zully negó con la cabeza.

   —Eres de lo peor.

   —¿Qué? —se defendió William—. Son adorables. ¿Ya habrán tenido sexo? No me puedo imaginar el sexo entre dos omegas. ¿Quién… a quién? Ya sabes.

   —Estudié en colegio de puros omegas y te puedo decir que hay omegas bastante dominantes —respondió Zully, con una sonrisa torcida—. Aunque a mí siempre me gustaron los Alphas.

   William chilló.

   —¡OH MY GOD! ¿Entonces soy el primer omega que te gusta?

   —Se puede decir que sí —aceptó Zully, desviando la mirada—. Aunque supongo que el hecho de que no parezcas uno, me termina de comprar. Eres perfecto para mí.

   —¡You’re such a cute boyfriend! —exclamó William, dándole un besito en la nariz. Zully lo tomó por la nuca y lo acercó. Sus ojos oscuros perdiéndose en las aguas cristalinas de los ojos de William.

   —No tengo la culpa de que mis cadenas de polipéptidos crean que tienes los ojos más bellos de este mundo —rió, ante la cara de “no te lo creo” de William. Su novio se tendría que acostumbrar a su pragmático romanticismo porque no lo podía evitar.

  —¿Y a tus jodidos aminoácidos también les gustan mis labios? —susurró William contra los de Zully, justo en el momento en que gritos provenientes de los corredores contiguos a los vestidores alertaran a casi todos los presentes.

   —¿Qué pasa? —se puso de pie Zully, agarrando de la mano a William quien se paró tras él. Susana y Manuel también se acercaron a las barandas de las graderías, mirando hacia abajo.

   Un grupo de chicos corrían hacia los organizadores, señalando frenéticamente el pabellón de los vestidores.

   —¡Rápido! ¡Auxilio! ¡Un omega! ¡Un omega entró en celo y hay dos Alphas atacándolo! ¡Tienen que venir pronto! ¡Están matándolo!   

   Zully y William se miraron asustados. Susana gritó y miró hacia sus amigos. Marcelo llegó hasta donde los chicos y al ver lo que sucedía se lanzó de prisa hacia las escaleras. Era obvio lo que había presentido.

   William se soltó de la mano de Zully y corrió a toda prisa tras el padre de Alejandro. Zully los siguió y Susana intentó hacer lo mismo pero fue retenida por sus padres  y por Manuel, quien también se unió a la comitiva de ayuda.

   Zully alcanzó a William y lo detuvo en medio del camino. William se resistió e intentó zafarse pero Zully lo confrontó.

   —¡Déjame!

   —¡No! —exclamó Zully, usando su voz Alpha—. Quédate aquí —le ordenó, viendo como William bajaba la cabeza y asentía. Odió hacer eso, pero todos sus instintos le gritaron que no dejara a su omega llegar a un lugar donde había dos Alphas fuera de control. William seguía sin entender que ahora era un omega y a pesar de su fuerza y su tamaño, contra las feromonas descontroladas de dos Alphas no podría hacer nada.  

   Cuando llegó al lugar, Zully se llevó las manos a la cabeza mientras veía aquel desastre. Sus manos temblaron y todo su cuerpo se estremeció. ¿Qué carajos era lo que había pasado? La gente se arremolinó y empezó a gritar. Ernesto se llevó las manos al pecho al ver la escena y su voz quedó atrapada en su garganta. Zully lo alcanzó a sostener antes de que tropezara con sus propios pies y el omega finalmente dejó salir un alarido.

   —¡Julián! —gritó, antes de salir en carrera hacia su hijo.

   —¡Alejandro! —hizo lo propio Marcelo.

   —Daniel —jadeo Rodolfo.

   —¡Mierda! —exclamó Zully.

 

   Final de la primera parte.

   Continuará…

Notas finales:

Les traigo un nuevo cap. Muchas gracias a todos lo que siguen acompañandome. Mil gracias.


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